En Insolencia Fadanelli trata sobre el valor de las palabras, sobre la inutilidad de ser escritor en un mundo donde nadie lee, repleto de digresiones, orquestando una deriva intelectual envolvente, con un discurso sólido y citando frases y anécdotas de otros filósofos de manera puntual y apoyando sus tesis, nunca lo hace para abrumar al lector con una exhibición de erudición.
La desesperación es consecuencia de no saber nada con suficiente certeza para vivir en paz.
—Guillermo Fadanelli
La figura del escritor Guillermo Fadanelli ha ido evolucionando desde el malditaje más rabioso practicado en sus inicios como escritor y activista cultural en la escena underground en la década de los ochenta y noventa de la Ciudad de México, a la que sorprendentemente ha sobrevivido, a la de un humanista pesimista y desesperanzado que ve en la cultura y las palabras, la literatura, la única posibilidad de redención para una humanidad que, de no cultivarse y sin paliativos intelectuales, tiende irremisiblemente a la brutalidad. Escribe el autor: “Las personas comunes, lamento decirlo, son aquellas a quienes la literatura no les resulta en absoluto importante”.
En este contexto Fadanelli aborda, en Insolencia. Literatura y mundo, ensayo recientemente publicado por la Editorial Almadía, la cuestión de la escritura, asumiéndose como un eterno aprendiz que pide disculpas por no tener más oficio que el de escritor. Dando por sentado que el de escritor es considerado un oficio menor, poco valorado en estos tiempos plagados de opinólogos que difunden ideologías flatulentas que inducen al conformismo y a la aceptación sin más de una realidad empobrecida por los medios y la corrupción rampante de las élites, políticas, empresariales y financieras. Finalmente, apunta el autor, ese clima de putrefacción permea el devenir de la mayor parte de la sociedad, contra el que hay que rebelarse de una manera inteligente para no sucumbir a la opacidad de la existencia.
Así, este ensayo, también es una digresión de cómo la podredumbre atañe a la realidad de un país, México, sumido en la violencia, la crueldad y el desprecio más infame por la vida. Una actitud visionaria la exhibida en estos escritos que explica de antemano acontecimientos que se han destapado a raíz de las últimas elecciones, cuando Fadanelli afirma que “ni gobernantes ni funcionarios públicos corruptos son demasiado diferentes al resto de gentes que viven en este país, de modo que quien ocupe un puesto de gobierno haría exactamente lo mismo: sacar provecho de su posición”.
En este clima de rapiña constante (más allá de los sexenios), nosotros, “habitantes de un mundo sin filosofía”, sólo podemos entender el sufrimiento común si nos visualizamos como seres vulnerables, no como meros consumidores que hacemos del hogar fortalezas económicas impermeables a la realidad de muchos. Ya que, básicamente, este mundo está poblado por seres que sufren y se preguntan.
Insolencia. Literatura y mundo es una conversación aparentemente sin rumbo, un ejemplo de deriva discursiva que poco a poco, pero de manera contundente, descubre el hilo conductor de la ideología que esconden estas líneas: “Debido a que la literatura no persigue verdades objetivas ni universales, se conforma con la conversación”. Un discurso que a veces parece regaño, todo escritor esconde en el fondo a un moralista (a pesar de que el autor desprecia los afanes moralistas) y en otros momentos un atisbo de luz, de la posibilidad de dejar atrás ciertos obstáculos que nos llenan de infelicidad puesto para que vivir sin desesperación hay que olvidarse de las certezas y aceptar las medias mentiras y lo que nunca llegaremos a saber.
Insolencia. Literatura y mundo es una conversación aparentemente sin rumbo, un ejemplo de deriva discursiva que poco a poco, pero de manera contundente, descubre el hilo conductor de la ideología que esconden estas líneas: “Debido a que la literatura no persigue verdades objetivas ni universales, se conforma con la conversación”.
Fadanelli aborda en su digresión todo tipo de temas, la literatura, el hombre común, la justicia, los valores de objetividad y verdad, y la basura como símbolo para representar esta época. Asumiendo que hace unas décadas él mismo definió, de manera burlona, con el término de literatura basura sus primeros relatos y novelas, y que ahora, ya sin ironías, afirma que la basura es lo que puebla los estantes de la mayoría de librerías y la infinidad de contenidos que se asocian a ese ambiguo capital denominado información.
En Insolencia Fadanelli trata sobre el valor de las palabras, sobre la inutilidad de ser escritor en un mundo donde nadie lee, repleto de digresiones, orquestando una deriva intelectual envolvente, con un discurso sólido y citando frases y anécdotas de otros filósofos de manera puntual y apoyando sus tesis, nunca lo hace para abrumar al lector con una exhibición de erudición.
Al final de estos textos aparece una bibliografía de los libros que Fadanelli considera fundamentales para urdir su discurso y que le han hecho la vida más llevadera, un dato muy útil para quien quiera bucear en las lecturas que alimentaron la ideología de este polémico y brillante escritor.
El tono empleado por Fadanelli en Insolencia es amable a pesar de que la realidad que describe es terriblemente descorazonadora para un espíritu humanista. Este ensayo es un toque de atención a la sociedad contemporánea, hiperconsumista, confundida en sus valores y que desprecia la literatura como ese clavo ardiente que sirve, entre otras cosas, para esquivar la nada y zafarse de la brutalidad a la que, si no oponemos resistencia, estamos condenados. ®