Recientemente un escritor y antropólogo yucateco publicó un diccionario que busca abarcar el habla de las culturas juveniles mexicanas del siglo XX. El libro sirve como pretexto para realizar una reflexión sobre el sexo, las drogas y la violencia en los jóvenes; así como para jugar un poco con el lenguaje urbano.
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Otra revolución posible, otra guerra del otro lado de la montaña. La conquista del sistema a través del lenguaje urbano, la quema de castillos y el terrorismo de los archiveros. Hay que intervenir los documentos burocráticos. Cuando nos pregunten nuestro sexo responderemos da las nalgas. Nuestra religión será rolar el toque y nuestro oficio la misma cagada de siempre. En nuestra acta de defunción se leerá liquidado por lurias y en el epitafio que la pasión nos llevó de corbata al desasosiego.
¿Ideología política? Recorrer las calles en pelotas. ¿Estado marital? La putería. ¿Clase social? Pedorra. ¿Lugar de origen? La casa de la risa. ¿Y qué opinión le merecen las ciudades ocultas en las nubes y el Cañón del Sumidero? Son un madrazo de Dios. ¿Y cómo le resultó la experiencia de la amistad? ¿Cuántos kilos le pesó la gente en el alma? Un chingueral, mi mal viaje fue el egoísmo, nunca supe querer más y mejor. ¿Ha visto sus demonios a los ojos? Fui yo quien les tiró los calzones. ¿Y cómo se conocieron? Una noche del último invierno bailamos ska, los puse de veinte uñas y me desleché en ángel hasta el fondo del zaguán. ¿Tiene arrepentimientos? ¿Viajó lo suficiente? ¿Aprendió a perder? ¿Aprendió a ganar? ¿Se murió con algo en que creer? Yo sólo soy fui pachuco con alas de murciélago y cuando la vida me abrió las piernas, se la tuve que dejar ir.
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Si el lenguaje es el termómetro de la sociedad y si el diccionario de Édgar (publicado por el Ayuntamiento de Mérida finales del 2009) habla de los jóvenes resulta interesante identificar y reflexionar sobre los cuatro grandes temas que abarca el libro y su significado.
Primer tema. El sexo. Concuerdo con Leonardo Da Jandra cuando afirma que este es un país de mal cogidos y las consecuencias son innumerables. También creo que las palabras de Emilio Carballido para los jóvenes escritores pueden aplicarse a las tribus urbanas. “Los jóvenes de hoy no quieren vivir, sino haber vivido; leer, sino haber leído, escribir, sino haber escrito”. Me atrevo a decir que los punketos de hoy, por dar un ejemplo, no quieren coger, sino haber cogido. El sexo en nuestros tiempos está mucho más cerca de los modelos televisivos que de algún código espiritual. Se trata de ver quién se agarró a más, quien tiene la novia más tetona, no existimos en el presente, no sabemos interpretar las señales del cuerpo. Irónicamente, en el acto en que menos debiéramos pensar en nosotros mismos es el ego quien nos controla. Excepto por la liberación sexual de los jipis, ninguna de las pubertas culturas tiene una cultura del sexo. Las intervenciones corporales que ciertos grupos alternativos realizan tienen otras funciones, de manifiesto, de identidad. El día que los mexicanos aprendamos a coger bien se nos van a aclarar las ideas y tendremos otras posibilidades de lectura para las realidades que nos trastornan.
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Noticiero La Ñonga presenta su avance informativo. El país sigue envergadísimo con la crisis, azotó la res, el lamehuevos del presidente aseguró que tomaría medidas de volada, pero la banda gruesa sabe que nos están choreando mal pedo. A pesar de que hubo manifestaciones por el alza de impuestos y bajita la baisa se cayeron un millón de cabrones, a la sociedad no le queda más remedio que morderse un huevo y anolarse el otro. En Yucatán la gobernadora sigue queseando con proyectos absurdos como las playas artificiales en Chichén. Alejandra Guzmán reconoció que cagó la banana con su operación estética. En deportes la selección sub-17 fue eliminada en cuartos de final. Para colmos el clima es una culerada y uno se va a dormir con la sensación de que el universo se ha alineado para metérsela a México por Detroit.
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Segundo tema. La violencia. Puede ser el recurso más efectivo para el cambio social, aunque rara vez lo será para el individual. Y no voy a ser yo quien la condene, comprendo sus bondades y su necesidad. El problema es que las pandillas, en lugar de expresarse poniendo una bomba que estalle algún símbolo del sistema, van y mariconamente le parten la madre entre diez a un pobre vato que coqueteó con la novia de alguno. Hay quienes deciden dedicarse al crimen y eso está muy bien, pero en lugar de organizarse para trabajar con una visión empresarial se dedican a vender guatos que apenas les dejan unos pesitos. Los Black Panthers en Estados Unidos dieron alimento y educación a miles de afroamericanos. Las tribus locales mandan corazoncitos de colores por facebook.
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Sólo tengo una intención, comprobar que el libro de Édgar es valioso, entre otras cosas, no tanto por sus observaciones periodísticas y antropológicas de sus libros anteriores, sino por el trabajo de conservación sobre la inmensa poética y el ritmo esquizofrénico del habla urbana en nuestro país y nuestra región. A continuación un ejercicio para designificar algunos conceptos del diccionario.
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Abrirse de capa,
Levantar polvo,
Darse a la fuga,
Desaparecer del mapa
Achicopalado,
Concha y carapacho,
Se me volvieron a cruzar los cables,
Hay que agarrar monte
a la malagueña
amacizando el alma
colgándola como hamaca
para curtir el insomnio
en carabelas.
Escuadrones de muerte,
Me tienen endiablado,
dándome aire de medio pelo.
Centaveando todos los días por un carrujo
Empanzándome de esperanza
en cualquier clavadero de cuerpos
Donde te pueden botar el rostro
En un cambalache.
Me voy a salvar haciendo el iris de la luna
en una intervención pública
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Manual práctico para ser Juan Camamey:
– Levanta pesas para quedar ponchado. Si en lugar de pesas puedes levantar mujeres culonas, mejor.
– Masca chicle, chupa chela, fuma faro, pero nunca pierdas tu tolete actitud.
– Destapa cahuamas con la nariz. Perfórate un destapacorchos en los pezones para abrir el vino.
– Eyacula como manguera. Tu semen debe salir tan caliente que se pueda prender un tabaco con él.
– Tú lema debe ser dos cabezas maman más que una, tres cabezas maman más que dos.
– A la menor provocación debes partir tu camisa en dos, prender un puro, romper lo que tengas a la mano y gritar, ¿dónde están mis putas? ¿quién quiere meterse conmigo? ¿acaso alguien duda de mi superioridad?
– A los amigos se les hace el paro, a las mujeres se les hacen ojitos y a los enemigos se les hace una perrada.
– Nunca olvides, hay nalgadas que si no se dieran serían una descortesía.
– Eres tan chingón que podrías ganarle un duelo de pin-pon contra una pared de ladrillos.
– Y finalmente, tú no necesitas pistolas ni navajas, sabes que un koyazo bien dado puede ser un arma mortal.
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Tercer tema. La música. A diferencia de lo que piensan algunos de mis amigos, yo creo que existen grupos de calidad en todos los géneros. He tenido oportunidad de platicar con algunos músicos y siempre me ha sorprendido gratamente la forma en que se han educado. El problema es otro, la dependencia hacia las instituciones gubernamentales es lamentable. Waaa, waaa, waaa, mamá SEJUVE no me dio pa mis cahuamas. Waaa, waaa, waaa, papá ICY no me dio pa mis condones. Yo no estoy seguro si existieron las culturas juveniles, en todo caso se quedaron muy cortas, terminaron siendo un producto del mercado y un pretexto ideal de los gobiernos para hacernos creer que los jóvenes son libres y reconocidos. Lo que sí se ha dado en tiempos recientes en el Estado son gestores independientes, nos guste o no nos guste la propuesta de La Quilla, La Periferia, Radiacción, La Banda Monstruo y demás colectivos yucas, podemos sentirnos orgullosos del trabajo que han realizado los últimos años. Por eso mismo deben de dar el siguiente paso, coordinarse e impulsar a los talentos locales hasta los escenarios nacionales.
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Silogismo urbano. Si todo lo naco es chido y la neta es la mamá de la verdad, entonces a la farolés y a los faroles me los paso por los huevos y los escupo en Minatitlán.
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Érase que se era una cigarra a la que se le subieron los humos, se creía la muy salsa, la mamá de tarzán, la última coca-cola del desierto, pasó los tiempos de crisis y retenes de la tira en cada esquina, fumándose esa madre que dicen que pica en su hamaca, dándole al nintendo y a la lectura, mientras la Hormiga talacheaba duro por toda la ciudad, visitando al Negro y al Pecas, a los macizos del norte y el sur, al Don Tolete de la alemán, a Juan Verga en la Mercedes Sosa, a Pepe Barajas en Motul. Por fin llegó el verano y toda la banda de bichos se fue a pistear al puerto, había misiles y patas de gallo, ganja y teresita, ajos y cristales. El reggae sonaba fuerte y las mariposas movían el bote cachondo. Mientras tanto la cigarra que se había pasado de huevona se la estaba pellizcando grueso, le llamó al pachuco y al chango, a todos sus amigos cucarachescos, pero todos andaban secos o no le contestaban el celular. Sin más remedio, se lanzó a la playa en su nave. Sin embargo, por más que se humilló, no le reglaron ni una mísera bacha. Y ésa es la triste historia de la pobre cigarra que se la peló todo el verano por apendejarse y no tener conecte ni fiesta donde caerse muerto.
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Heriberto Yépez escribió sobre la última de las grandes tribus urbanas. “Los emos son los rebeldes sin fuerzas. Y es que justo en el momento en que se necesitaría que las nuevas generaciones dieran el golpe letal al sistema moderno, los emos —qué casualidad— juegan a hacerse los muertos”.
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Cuarto tema. Las drogas. No me considero capacitado para realizar ningún juicio al respecto. Al gobierno, los estadistas, los medios, les conviene tratarlo como un problema social, sin embargo, en Mérida la droga de mayor consumo sigue siendo la marihuana, no los químicos, y los procesos que cada quien tiene con los estupefacientes, el provecho que le pueda sacar, es absolutamente individual.
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No creo que la literatura yucateca pueda avanzar sin crítica, por eso debo señalar que el libro de Édgar tiene algunas inconsistencias en la elección y clasificación de conceptos. Creo que éste es un diccionario irrealizable por la forma en que muta el lenguaje de las calles. En un país como el nuestro podríamos tener quince tomos más del mismo tamaño. Y es aquí donde quisiera hacerle dos propuestas cariñosas a Édgar. Que amplíe su diccionario, no sólo a las culturas juveniles, sino al habla urbana en general, estoy seguro de que los taxistas y los taqueros tienen un léxico inmenso que aportar. Y segundo, que se haga una edición virtual del diccionario donde tenga la oportunidad de aumentarlo según lo lleven sus indagaciones y las colaboraciones de gente de todo el país. También estoy convencido de que más de una institución se alegrará de apoyar un proyecto investigativo de esta ambición.
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Fuimos pocos los que presenciamos la revelación del Cabo Kennedy al amanecer. La gente iba ahí por las mañanas a caminar con sus mascotas o por la tarde a jugar con sus hijos, se armaban las retas de básquet y la cáscara de fútbol, pero apenas un grupo de náufragos, por no decir de piratas, descubrimos el vórtex. Una noche cada mes nos reuníamos y poco a poco íbamos viendo cómo el parque se abría desde sus adentros. Primero las luces de los faros, las estrellas y la luna creaban un campo electromagnético que impedía la entrada de extranjeros. Después las puertas de la percepción se fueron abriendo, los árboles mutaron en esculturas de gigantes y los pasamanos se transformaron en escaleras para un rascacielos interminable. Conforme el sol iba a saliendo la arena del parque se erizaba como espinas y nosotros podíamos ver cómo las huellas de días atrás se volvían a formar. Hablábamos de eso, pero no hablábamos de lo que todos sabíamos, éramos jóvenes, pero no podríamos serlo para siempre, el Cabo Kennedy nos cerraría algún día sus puertas y no podríamos volver a acceder. Eso era lo más triste que se nos pudo ocurrir y fue también lo más triste que nos ocurrió. ®