Nathan Zuckerman se ha convertido en uno de los escritores más famosos de Estados Unidos, esa fama que tanto gusta a los estadounidenses, llena de morbosas elucubraciones sexuales, escándalos familiares, vulgares desencuentros con sus mujeres y críticos, acostones con sus fans, rencillas religiosas.
Quienes hemos seguido las novelas de Zuckerman sabemos de sus inicios como un joven escritor entusiasta, humilde (hasta donde esto es posible tratándose de un joven escritor), dispuesto a sintetizar toda la literatura de su tiempo, dispuesto a escuchar y a aprender.
Nacido en Newark, Nueva Jersey, pueblo íntimamente relacionado con sus ficciones, de alguna manera siempre hay un momento en el que regresa a su paradisíaco terruño, donde fue educado por una familia de judíos pequeñoburgueses, inmigrantes que llegaron a Estados Unidos desde la extinta Galitzia, en el imperio austrohúngaro.
La pertenencia al pueblo judío, su nacimiento y educación en el voraz monstruo del capitalismo marcó la obra de Zuckerman desde sus primeros libros. Quizá Nathan sea uno de los escritores más autobiográficos de la narrativa contemporánea, y sus reiteradas opiniones sobre el pueblo judío y el Holocausto han motivado un sinnúmero de críticas entre humanistas, lectores y claro, en la comunidad judía.
Su obra aborda el éxodo judío centroeuropeo del siglo XX hacia Estados Unidos. La grandeza está en el tratamiento, en una visión que desde sus primeras páginas se niega a convertirse en una escritura victimista, en una queja socarrona. Para ello se vale de una prosa compacta, directa y honesta que raya en la crueldad, con un manejo sublime de la ironía.
Zuckerman encadenado (Mondadori, 2007) es un grueso tomo que reúne tres novelas y un epílogo. En La visita al maestro, Zuckerman desencadenado, Lección de anatomía y el epílogo “La orgía de Praga” descubrimos a uno de los personajes más atractivos que la narrativa de ficción haya creado; el autor nos sitúa en las cuitas de un escritor atrapado en la vida del escritor, una realidad poco atractiva, sofocante, innecesariamente glamorosa. Muy lejos ha quedado la imagen que muchos nos habíamos formado de la vida del escritor; en estas novelas el escritor es una pieza más del entramado del capitalismo salvaje, una mercancía total; ya no es únicamente su obra la que es objeto de comercialización. Ahora importa tanto o más que sus libros su vida sentimental; sus penas y glorias son mercantilizadas de cualquier forma y a cualquier precio; el lector pasa a convertirse en un fan, un desquiciado que persigue al escritor como si se tratara de un rockstar de las letras. El lector-fan considera que haber leído todos los libros de su escritor favorito lo hace poseedor del escritor en sí. Pero todo parece indicar que a Zuckerman esto no le importa demasiado, incluso parece disfrutarlo.
En La lección de anatomía Zuckerman aborda temas de su propia existencia, el cuerpo como historial del hombre, el dolor humano, la inestabilidad del propio personaje que quiere dejar de ser un famoso escritor y convertirse en médico, al grado de matricularse en la universidad. En realidad Zuckerman trata de escapar de su verdadero ser, ese rey Midas que todo lo que toca lo convierte en narrativa. Para encontrarse con su cuerpo intenta negarse a sí mismo desde su propia psique para toparse con su cuerpo maltratado, su materialidad.
Zuckerman aborda tambié la relación del escritor con los críticos. Milton Appel es uno despiadado que lo enerva hasta convertirse en una verdadera obsesión, ¿cómo es posible que Zuckerman caiga en el juego del crítico Appel? Muy sencillo, los escritores guardan siempre un lado oscuro que sospechan será descubierto por alguien.
En esta trilogía vive un personaje que lucha ante todo por reafirmar su identidad, que pelea a brazo partido contra el snobismo de la cultura estadounidense, pero de igual manera es crítico feroz de las costumbres del pueblo judío y su cultura, y para ello el personaje no duda en hacer escarnio de sus amigos, sus mujeres y, sobre todo, de su propia familia. En Zuckerman encadenado el falleciente padre del escritor reprocha a su hijo su traición a la tradición judía, aun estando hemipléjico, estado en el que cayó el viejo por la lectura de uno de los libros de su hijo. La lectura de Carnovsky tuvo un efecto fulminante en el padre, por ello las últimas palabras del anciano fueron para su hijo: “Bastardo”. El padre es otro subtema tratado en las tres novelas; la educación sentimental de Kafka, otro escritor judío, se hace presente en la obra de nuestro autor.
En la obra de Zuckerman, que abarca más novelas que las mencionadas, debe resaltarse el uso de una multitud de espejos donde se pierde de vista quién es el verdadero autor; los recursos metaliterarios, el montaje de historias entrelazadas, algunas sólo dibujadas en pocos trazos y en ocasiones dejadas como cabos sueltos, como olvidadas en el tejido narrativo, que rompen con la idea tradicional de novela, hacen de cada lectura un verdadero placer con la construcción activa del lector, asimismo, el uso del humor emparentado con el absurdo es una constante.
El mejor personaje creado por Nathan Zuckerman es Philip Roth, a quien el autor hace aparecer como su alter ego a la inversa, obligándolo a nacer en su propio pueblo Newark en 1933, y lo hace ganar varios premios importantes como el National Book Critics Circle Award por Patrimonio, novela que trata sobre la relación de Roth con su padre; el Pulitzer de narrativa, el Ambassador Book Award por Me casé con un comunista, y por supuesto, ha sido mencionado en muchas ocasiones para ganar el Nobel de literatura. Desencadenemos a Nathan Zuckerman para disfrutar de Philip Roth. ®