El libro busca un elegante y original balance entre, por un lado, una estética libresca refinada —casi de libro-objeto— y, por el otro, la intención de ofrecer contenidos duros escritos con un reposo y calidad literaria que el lector agradece.
Para Enoe Mancisidor, con amor
Un día de 1953 en la Ciudad de México. De un humilde localito donde se elaboran maniquíes, instalado en un barrio pobre, sale un empleado de pantalones bombachos, chaquetilla y sombrerito de palma, cargando consigo el maniquí desnudo de una rubia escultural.
Las reacciones que despierta en la calle, el camión, el mercado, la cantina, este fotoensayo dirigido de Nacho López en su famosísima serie La Venus se fue de juerga por los barrios bajos son, acaso, algunos de los mejores momentos de la fotografía mexicana: no nada más del género del reportaje gráfico, sino de toda la fotografía mexicana. Y por esta razón forman parte también de sus imágenes más afamadas.
Esto, más que anecdótico, es un punto central cuando pensamos en un libro de la clase de Nacho López, ideas y visualidad [México: Instituto Nacional de Antropología e Historia/Universidad Veracruzana/Fondo de Cultura Económica/Parametría; José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín Ahumada (editores) 2012]. ¿Cómo escapar a ese estereotipo de alguien cuyos solos fotoensayos lo hicieron famoso? ¿Y cómo hacerlo sin negar esos mismos fotoensayos que, a final de cuentas, son una parte elemental de su obra? Ese escollo, al que se enfrentan los editores José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín, resulta en un verdadero reto curatorial, al modo de un montaje museográfico.
El reto es mayor si pensamos que el volumen no busca ser un trabajo de análisis en profundidad, pero tampoco un simple homenaje con una hermosa selección de unas cuantas y bellas imágenes. El libro busca un elegante y original balance entre, por un lado, una estética libresca refinada —casi de libro-objeto— y, por el otro, la intención de ofrecer contenidos duros escritos con un reposo y calidad literaria que el lector agradece.
La obra está dividida conceptualmente en tres grandes partes que, si volvemos a pensar en la idea de una curaduría museográfica, son las que dan forma a la percepción, las sensaciones y los conceptos que se crean en nuestra cabeza tras leer-mirar el libro.
En orden de aparición, la primera es esa especie de prólogo sin texto, construido solamente con una selección de fotografías. Destaca porque no se trata de las imágenes de Nacho López que han gozado de mayor distribución, sino de una selección de piezas que nos remiten a grandiosos detalles del tema principal de Nacho: lo que sucede con la gente en las esquinas, en los paraderos de autobús, en las carpas de circo, en los burdeles, de una Ciudad de México de los años cuarenta y cincuenta cuyo perfil comienza a definirse.
Con esta disposición de imágenes, sumada a que ninguna de ellas tiene título ni texto alguno que nos distraiga, los editores consiguen meternos la idea de que el libro nos presentará una visión distinta a la acostumbrada sobre Nacho López.
Es muy importante subrayar el valor de esta parte. Con esta disposición de imágenes, sumada a que ninguna de ellas tiene título ni texto alguno que nos distraiga, los editores consiguen meternos la idea de que el libro nos presentará una visión distinta a la acostumbrada sobre Nacho López, prestando una grandiosa atención en los pequeños detalles de las fotos, sin tanta teoría de por medio. O sea, en suma, un nuevo angular sobre el gran Nacho.
La siguiente parte mayor del libro está compuesta por una serie de “capítulos” escritos también sólo con imágenes. A estas alturas, quien estaba esperando teorías se llevará un fabuloso palmo de narices. Uno de estos capítulos, “La ciudad universal”, es, desde luego, el que merece más atención y espacio —como que fue el gran tema de nuestro fotógrafo. Aquí destaco una visión que los editores logran engendrar en el lector: al seleccionar fotos de iconos urbanos de la Ciudad de México que prevalecen a lo largo del tiempo refuerzan la idea de que la fotografía de Nacho no sólo buscó retratar instantes para que aparecieran en la prensa de entonces, sino que supo identificar los elementos esenciales, perdurables, de la ciudad.
“Algarabía”, “Milagro”, “Soledad”, “Jornada”, “Neón” y “Metal” son los otros capítulos de esta gran sección, la cual termina de cobrar pleno sentido con la inclusión del famoso poema de Nacho, que mezcla prosa y verso libre, “Yo, el ciudadano”. ¡Menudo acierto de este ejercicio de curaduría museográfica! El hecho de colocar este poema de apasionada tristeza (“Una ciudad como otra cualquiera/ apretujada de gente/ Hermosa ciudad universal”) justo al centro de la obra de Nacho hace que ésta cobre un significado de amor intenso por la Ciudad de México.
Por último, a manera de atinadas cédulas en la sala de exposiciones de un museo, está la última parte, “Ideas”.
En ésta se reúne una serie de ensayos analíticos, pero no exhaustivos, firmados por importantes fotógrafos y estudiosos de la fotografía mexicana. Destacaría el texto en el que John Mraz pone énfasis en lo que da en llamar “fotografía dirigida” (o montaje fotográfico) tan estilado por Nacho López. ¿Tiene menos valor periodístico una imagen montada que una tomada espontáneamente? En torno a esta cuestión gira la reflexión de Mraz.
¿Tiene menos valor periodístico una imagen montada que una tomada espontáneamente? En torno a esta cuestión gira la reflexión de Mraz.
Por el sentido que le imprime a este ejercicio de curaduría libresca, también destaco el artículo del propio José Antonio Rodríguez sobre la “persistencia de lo experimental” en Nacho López. El texto, al abordar la incansable dedicación del fotógrafo artista por la búsqueda de nuevos lenguajes, termina casando muy bien con los conceptos que nos han formado las imágenes presentadas previamente.
“Construir historias: una mirada al acervo de Nacho López”, texto firmado por Mayra Mendoza, resulta más que básico. Reconstruye la historiografía de cómo ocurrieron las cosas, desde 1985 hasta nuestros días, para tener el actual acervo Nacho López en la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que consta de poco más de 32 mil negativos, así como más de tres mil impresiones vintage.
Y como en un buen trabajo de curaduría clásica, los editores brindan una probadita de la labor que hay detrás de este libro-montaje. Presentan una muestra visual del trabajo de investigación biblio-hemerográfico que se ha hecho sobre Nacho López. Es un viaje a lo que en su momento se dijo de la obra del fotógrafo.
Cierra así esta curaduría de la visión que tuvo un fotógrafo cuya obra no se reduce, en modo alguno, a esos fotomontajes cuyo icono, sin embargo, es la serie La Venus se fue de juerga por los barrios bajos. ®