Arte y memoria colectiva

La historia de Zapatos rojos, proyecto de Elina Chauvet

“Si revisamos las historias de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez los zapatos eran un objeto importante. Una calle allá en Juárez, lugar de muchas desapariciones, está llena de zapaterías, fue donde puse la primera instalación. Algunas trabajaban o iban a buscar zapatos, o a dejar solicitudes; también fueron identificadas varias de ellas por sus zapatos.”

Ciudad Juárez, 2009.

Ciudad Juárez, 2009.

Corazones devastados, madres que reclaman justicia, huérfanos que lloran a sus padres, acciones inciertas por parte de las autoridades, levantones, secuestros, bullying, alarmante incremento en los casos de violencia familiar. Periodistas desaparecidos, activistas asesinados, voces calladas, balas de goma, niñas violadas, pueblos en armas, presos políticos, ciudadanos apáticos ante la situación. Raptos disfrazados de ajustes de cuentas aprovechando el oportuno ambiente concebido a partir de la guerra entre los cárteles del narcotráfico, cuerpos calcinados, desmembrados, arrojados a la orilla de algún río. Así ha sido el panorama en México en los últimos diez años.

Tapar el sol con un dedo ha sido imposible, la circunstancia crítica de nuestro país —a pesar de las estrategias de seguridad de la nueva administración federal— no ha cambiado mucho, quizá sea menos evidente que en la época del expresidente Felipe Calderón pero no por ello se ha remediado.

Diputados, senadores, gobernadores y alcaldes demandan en sus demagogos discursos la sanación del tejido social —ese término tan manoseado— de acuerdo con su conveniencia política; por otro lado, asociaciones civiles, colectivos de activistas y organizaciones no gubernamentales marchan, recaban firmas, y contrariamente a su gran esfuerzo, pareciera que gritan al vacío pues son pocos los que escuchan.

Ahí, en medio de todo se encuentran los que confían en que con educación, arte y cultura algo se logrará contribuir al bienestar comunitario: conciertos a favor de la paz, performances que simbolizan la herida abierta que sufrimos, grafitis como espejo de nuestro entorno, invasiones artísticas que pretenden acercarse a nuevos públicos, generar conciencia a partir de la recuperación de espacios, hacerse ver con una nueva manera de interactuar con el espectador, de un nuevo mensaje que expresar.

El Paso, Texas.

El Paso, Texas.

Entre ellos —y de los más destacables— se encuentra Zapatos Rojos, un proyecto que conceptualiza la violencia contra las mujeres, instalado por primera vez en agosto del 2009 en Ciudad Juárez, hoy replicado con gran éxito en el plano internacional.

Conversamos con Elina Chauvet —oriunda de la violenta Chihuahua—, creadora de esta intervención que da voz y color al caminar de las ausentes.

“Yo soy de todos lados. Mi padre poblano y mi mamá norteña; él era piloto fumigador, de esos que recorrían el país en las temporadas de fumigación, así que mi infancia fue nómada; me volví sedentaria en la preparatoria y la universidad, en Ciudad Juárez, fueron años maravillosos”, recuerda con nostalgia y un gesto placentero en el rostro la artista plástica.
—¿Qué veías en esos viajes? ¿Cómo percibías cada ciudad, cada pueblo, cada espacio?

—Como una esponja, crecí con un fuerte amor a mi país y aprendí a amar y respetar sus diferencias. Yo nací en 1959, así que me tocó un México de muchos cambios.

—¿Qué música escuchabas en aquel entonces?

—En mi infancia escuché mucha música clásica porque mi padre ama la música clásica. Soy muy despistada para la música, tengo algo que llamo “falta de memoria musical”, no puedo recordarla. Soy incapaz de repetir una tonada, así que puedo escuchar una melodía y es nueva cada vez que lo hago, esto es un secreto que nunca le he dicho a nadie. Me encanta la música moderna, pero tienen tantos nombres nuevos y tantas mezclas que no sé identificar los géneros; me gusta el rock, para mis 55 años no está mal…

—¿Y la música norteña? ¿Los Tigres del Norte? ¿Cornelio Reyna? ¿Ramón Ayala?

Oslo, 2013.

—¡No, nada de eso! Hice un proyecto hace algunos años de corridos de Los Tigres del Norte, cuando querían prohibirlos, pinté diez corridos, lo hice porque nunca había puesto atención a las letras y un día escuché con atención uno y me pareció excelente el contenido social, me gustan mucho las letras de Los Tigres del Norte, algunas son muy divertidas. Crónica de un cambio, se llamaba la exposición, la colección la regalé a la Universidad Autónoma de Sinaloa.

¿Qué opinas respecto a este género musical? Del “Contrabando y traición” a esta nueva ola de narcocorridos ¿Estás de acuerdo en su prohibición?

—Yo no estoy de acuerdo en las prohibiciones ni de la censura a la música, es el reflejo de los tiempos que vivimos, y prohibirla no es la solución. La gente va a buscar escuchar lo que quiera, por eso no tuvo efecto cuando quisieron prohibirlos. Aunque te diré que eso de los “corridos alterados” son horribles, “Contrabando y traición” es caperucita al lado de ellos.

—Cuéntanos de tu trabajo previo a esta instalación, un poco de lo que hacías a finales de los ochenta, o aquellos años de “Vírgenes y milagros”. ¿Qué pintabas y por qué lo pintabas?

—Siempre quise estudiar pintura y no pude. Siendo niña dibujaba todo el tiempo y crecí en el seno de una madre muy religiosa —pero no soy creyente—; en la familia de mi mamá son muchas mujeres y la jefa es una Virgen traída de España, venerada por mi familia desde hace muchas generaciones, en casa no se movía una hoja si no era por voluntad de la Virgen. Desde muy chica empecé a cuestionarme la religión y al principio pintaba santos por inercia, eran mis raíces, lo que me conectaba con mi familia, a mi madre.

”Luego estudié arquitectura y trabajé varios años en Juárez, en constructoras de maquiladoras; en ese tiempo éramos muy pocas mujeres en la construcción, siempre hubo discriminación, por supuesto, por parte de los trabajadores, los compañeros, los jefes, los sueldos desiguales, fue difícil pero aprendimos a defendernos. A los 31 me mudé a Los Mochis y allí inicie mi carrera en las artes. Por fin podría hacer lo que siempre quise: Pintar.

Milán.

Milán.

”Llegué sin pensar quedarme, sólo serían quince días ayudando a mi papá que estaba abriendo un negocio de refacciones para aviones, tenía vacaciones de la constructora y me pidió el favor que cambió mi vida.

Bueno, pues sucedió que conocí a un hombre francés y ya ni fui a renunciar a mi chamba, y aquí estoy 34 años después… No, no, ¡24 años!, perdón, ya no me salen las cuentas de la emoción de sólo recordar el momento.

¿Dónde están nuestras hijas? ¿Dónde están nuestras hermanas? El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Historia reporta que entre los años 2000 y 2009 fueron asesinadas 12,636 mujeres en México. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio indica que la cifra ha aumentado a seis mujeres asesinadas al día, y 95% de los casos quedan impunes. En estados como Chihuahua el número de asesinatos de mujeres es quince veces más alto que el promedio mundial, según datos del informe y de la ONU.

—Los zapatos son la voz… ¿Cómo llegan los Zapatos rojos a tu vida? ¿Qué gritan estos zapatos?

—Al año de vivir en Los Mochis y de estar por fin dedicada al arte, mi hermana mayor fue asesinada por su esposo, y claro que le di salida al enorme dolor, el vehículo fue la pintura.

¿Tu duelo ha logrado aminorar el dolor con esta catarsis?

—Ella era la mitad de mí misma. El dolor sigue, yo creo que nunca se va a ir pero sí ha aminorado; no soy infeliz, al contrario, pero no dejo de repetirme que fue una muerte que no debió ser, así como todas esas mujeres que siguen muriendo en el que supone debería ser el lugar más seguro para ellas, su hogar.

”Pero el mundo es un cagadero y está lleno de muertes que no deberían ser, y, claro, me pregunto: ¿Cuál muerte debería y cuál no? En fin, con los años las formas de lo que hago han ido cambiando y he adecuado mi arte a los cambios también, los museos se volvieron insuficientes, no me daban el público que deseaba. El proyecto de Zapatos Rojos llegó en el momento justo, pude hablar de lo que quería y al público que necesitaba decírselo, nació de muchas necesidades que tenía como artista.

Ciudad de México.

Ciudad de México.

Si la tragedia no hubiera llegado a ti, a pesar de la situación actual en el país, ¿estarías creando algo similar?

—Yo crecí con Los Súpermachos bajo el brazo y oyendo hablar de la revolución, mi abuelo fue Dorado de Villa, la religión la cuestioné mucho antes de que muriera mi hermana. Yo creo que aun cuando mi hermana no hubiera muerto mi obra seguiría siendo la misma, tal vez el tema sería distinto, siempre vi la desigualdad social y la cuestioné, eso fue lo que viví en mi infancia como niña nómada.

¿Por qué Zapatos rojos?

—Para hacer la obra no tenía ni un quinto, tampoco ahora, je, je, y planeé que tenía que ser con algo donado. La obra tendría que sacar lo mejor de los seres humanos y yo encuentro en el acto de dar sentimientos buenos. Los zapatos resultaron ser el objeto indicado, tenían todas las cualidades y un sentido muy especial que me conecta con mi hermana, ya que compartíamos los zapatos, calzábamos igual y teníamos muchas anécdotas de zapatos.

”Pero, también, si revisamos las historias de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez los zapatos eran un objeto importante. Una calle allá en Juárez, lugar de muchas desapariciones, está llena de zapaterías, fue donde puse la primera instalación. Algunas trabajaban o iban a buscar zapatos, o a dejar solicitudes; también fueron identificadas varias de ellas por sus zapatos, ya sólo huesos era lo que encontraban de ellas.

Turín, 2009.

Turín, 2009.

”Y por practicidad artística, hay zapatos en todo el mundo así que la obra no tenía que viajar físicamente, fueron muchos motivos a la vez. Y rojos, por todos los significados posibles desde lo personal, lo simbólico y lo visual.

La violencia que se vive en el norte de México, en Acapulco, Buenos Aires, o algún lugar lejano en Asia, Europa, a pesar de la distancia, ¿es la misma realidad? ¿Es nuestra?

—Sí, definitivamente. La distancia se ha acortado con los medios de comunicación, ahora estamos perturbados psicológicamente, todos estamos afectados por un accidente de avión, todos sentimos una pérdida, el sufrimiento de los niños migrantes y los niños que mueren en la guerra; la violencia contra las mujeres existe en todo el mundo, es un tema complicado para cada pueblo, ciudad o nación. Todas las sociedades lo padecen.

El arte como medio de transformación social ¿funciona? ¿En realidad crea conciencia?

—Sí funciona, lo que no funciona somos los seres humanos. Todas las cosas buenas que se generen no faltará quien las haga mierda, que quiera lucrar con ellas o buscar beneficio personal. Ahora voy a hacer una obra para crear conciencia de la conciencia, je, je. El gran problema es la ignorancia.

Qué bueno que mencionas este punto porque la gente suele confiar en todo lo que ve anunciado, excepto en las buenas intenciones de algo que lleve la bandera de causa social o arte público. ¿Por qué Zapatos Rojos es una marca registrada?

Turín.

Turín.

—Creo que si no hubiera sido así no existiría más. Zapatos Rojos para mí ha sido un laboratorio increíble, no había hecho nada igual, por lo tanto no tenía una referencia. La registré por el abuso que empezó a hacerse de ella en Italia y a desvirtuar el proyecto. Definirme como artista creadora y definir a Zapatos Rojos como un proyecto de arte ha sido fundamental; en realidad el proyecto está en proceso y parte de enseñar a la gente lo que hace el arte es que lo conozcan, que sepan cómo funcionan las diferentes propuestas.

”El proceso que tiene Zapatos Rojos es fundamental, es parte de la obra. La instalación es el resultado de este proceso, el cual se trabaja en la concientización del tema, el mismo proceso crea una red de trabajo que ha resultado ser muy eficaz pues las personas que se conectan en esta etapa siguen trabajando en el tema aun cuando la instalación termina, ahí es donde funciona la obra.

¿Qué te ha dejado Zapatos rojos?

—¡Uf! Me ha dejado muchísima enseñanza, me ha hecho crecer como artista, como persona, me ha dejado pobre pero muy feliz. Trabajo desde el 2009 sin apoyo económico para el proyecto y ver cómo ha crecido, cómo hay tanta gente colaborando desinteresadamente porque también cree que se necesita un cambio de pensamiento me hace seguir adelante, a pesar de lo malo que de pronto se atraviesa. Me ha dejado viajes maravillosos y el haber conocido a muchas personas maravillosas.

Los Zapatos Rojos se multiplican por diferentes puntos del planeta y convocan a sumar voluntades. Elina Chauvet tiene fe en que algo aportará a la transformación social, que la memoria de esas mujeres hoy ausentes será honrada, y que los que seguimos acá, caminando por las calles, podremos convertirnos en actores del cambio y dejar de ser simples espectadores inertes. ®

Conoce más de este proyecto aquí.

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Publicado en: Arte, Noviembre 2014

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