La geografía de la vida

Alma salvaje, de Jean-Marc Vallée

Alma salvaje transcurre en medio de paisajes diversos entreverados con flashbacks de la vida de la protagonista, quien es alcanzada por un súmmum de dolor ante la muerte de su madre, su posterior divorcio, y una compleja situación de adicción a las drogas y sexo casual.

Reese Witherspoon en Alma salvaje.

Reese Witherspoon en Alma salvaje.

Alma salvaje (Wild, 2014), basada en la autobiografía de Cheryl Strayed, Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail, cuenta la historia de una mujer que decide emprender a pie una travesía por la Costa Oeste de Estados Unidos; un recorrido de más de mil kilómetros que le llevará tiempo, mucha energía y largos periodos de introspección.

La historia transcurre en medio de paisajes diversos entreverados con flashbacks de la vida de la protagonista, quien es alcanzada por un súmmum de dolor ante la muerte de su madre, su posterior divorcio, y una compleja situación de adicción a las drogas y sexo casual.

Conforme Cheryl avanza en un camino de soledad y confrontación consigo misma, nosotros transitamos por un sendero en el que visualmente los cambios de la geografía y el clima sugieren los altibajos de la vida misma: desiertos, nevadas, peñascos, desfiladeros, caídas libres. Un destierro temporal y voluntario en el que la protagonista revivirá con toda su crudeza e intensidad la violencia del padre, el amor genuino de la madre, la negación de la pérdida, el dolor, la flagrante miseria humana, y en contraparte, la posibilidad de reenamorarse de la vida.
Se agradecen enormemente a Vallée los espacios de belleza ensimismada, los momentos en los que la acción se suspende o se torna sutil para entrar en el proceso de autotransformación de la protagonista; nada sobra, nada falta, y llegar a la meta dejará de ser importante para que el recorrido mismo la lleve de regreso al punto de origen: el encuentro consigo misma.

El contraste de los momentos oscuros y de luminosidad regresa el alma al cuerpo; hace pensar que el amor es una palabra gastada que puede cobrar vida en los detalles más simples. El ser humano es entonces una flor silvestre que dura apenas unos segundos en el mar del tiempo.

La protagonista es dual, como todo en la vida; en un intento de sobrevivencia su debilidad la empuja a tomar el riesgo de quedar en el camino: es vulnerable y es fuerte, es presa de sus miedos y es valerosa. Su falta de amor por sí misma emerge, y no sin trabajo interno y emociones encontradas, Cheryl se abre lentamente como un capullo. Su humanidad se despliega en la pantalla alcanzando al espectador.

Una película que ponen en evidencia los contrastes, las vetas de dolor que acompañan al ser humano, y que en condiciones favorables pueden convertir el alma en un cáliz que da frutos y que exorciza el horror de la pérdida, de la adicción, del miedo a la muerte.

El contraste de los momentos oscuros y de luminosidad regresa el alma al cuerpo; hace pensar que el amor es una palabra gastada que puede cobrar vida en los detalles más simples. El ser humano es entonces una flor silvestre que dura apenas unos segundos en el mar del tiempo; un conglomerado de recuerdos, emociones y pensamientos que ocupan la mente y el cuerpo. En la experiencia de Cheryl el silencio exterior termina por silenciar el interior, y en ese claro que deja ver su persiana interna, se da paso al surgimiento de aquello que estaba ausente: el espíritu salvaje, el encuentro necesario con uno mismo que permite amar con mayor intensidad, con mayor transparencia, con soltura. ®

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Publicado en: Cine

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