El cuerpo de la Historia

Muerte súbita, de Álvaro Enrigue

Es una novela con un torrente sanguíneo poderoso que logra administrar correctamente: una literatura de la templanza que no cae en la simplicidad pero tampoco en la exageración. Enrigue ha logrado una Historia de pequeñas historias.

Premio Herralde de Novela 2013.

Premio Herralde de Novela 2013.

Hay ciertas narraciones que se parecen demasiado a lugares arruinados por el paso de alguna catástrofe natural. En La conjura de los necios la personalidad de Ignatius Reilly (“Treintañero adiposo y medievalista obseso, holgazán emérito, masturbador goloso, hipocondríaco crónico, pesimista confeso, renegado católico, zahorí terco y pedorro eximio”1) abarca la extensión de la burla que se hace en la novela y todo lo derrumba a su paso. La crítica interna —y externa— que hace el personaje es tan potente que termina por desvanecerlo todo.

En Drácula el ambiente tétrico también abarca a toda la narración y la contiene, pero no porque la atmósfera en sí sea siniestra sino porque Drácula se encuentra presente en cada centímetro de la narración. La sensación de asfixia que produce en el lector también se extiende a los personajes: Drácula es una novela sobre la esclavitud. Estamos ante un tipo de vasallaje bidireccional: Drácula hace esclavos porque él mismo es uno. Algo así advierte Carol A. Senf en Brides of Dracula: From Novel to Film:2 “A pesar de esto, tal como el vampiro del folclor no podía existir sin sangre, Drácula tampoco puede existir sin las mujeres que son sus víctimas ni (existir) sin sus novias”.

Algo similar a estas dos obras maestras sucede en Muerte súbita (Anagrama, 2013) de Álvaro Enrigue, porque la Historia parece desvanecerlo todo, pues es tan poderosa que sólo lo importante merece ser contado. El manejo de la historia en esta novela me recuerda a Viajes con Herodoto de Ryszard Kapuscinski. Nada más iluminador que la cuarta de forros de esta última para caracterizar su apego a la polifonía de géneros: “¿Es un reportaje? A ratos. ¿Un estudio etnográfico-antropológico? En parte sí. ¿Un libro de viajes? También lo es. ¿Un homenaje al Heródoto protorreportero y a la calidad de su prosa? Desde luego”.3 La afición de Enrigue por eliminar los momentos temporales a lo largo de la narración nos da un trasfondo histórico castrado al pasar del pasado al presente donde se desarrolla la acción: una partida de tenis entre Caravaggio y Quevedo, que se convierte en el pretexto de saltos históricos temporales (de Cortés y la Malinche a Carlos Borromeo y Pío IV). Las imágenes que Enrigue pinta pertenecen al claroscuro de la Historia, parecen admitir la contraluz de la memoria como cuentos que alguien narra en la intimidad de una fogata. Esto produce que a los personajes se les saque del atasco histórico en el que se encuentran y logren actuar para aparecer sueltos, frescos: vivos. Algo así hace Carlos Fuentes en El espejo enterrado (al tratarse de un ensayo con resultados distintos) cuando a los personajes los prepara para aparecer como materia viva a pesar de ser, en el momento en que Fuentes escribió su ensayo, materia histórica.

En algunos momentos el lenguaje del autor contrasta con el momento narrado, así, Enrigue le quita lo solemne o lo urgente a ciertos instantes y nos mete en descripciones desequilibradas en cuanto a la situación a la que pertenecen y la forma en la que aparecen escritas.

Muerte súbita puede parecer cinematográfica, especialmente los episodios del partido de tenis, en donde las imágenes se detienen y avanzan pausadamente sin conocer su exacta ubicación o su exacta velocidad, algo así como el principio de incertidumbre de Heisenberg que explica que hay pares de magnitudes que no podemos conocer al mismo tiempo. O conocemos exactamente la velocidad o conocemos exactamente la posición. Enrigue logra este efecto al darle a los instantes certeros balazos de precisión.

En algunos momentos el lenguaje del autor contrasta con el momento narrado, así, Enrigue le quita lo solemne o lo urgente a ciertos instantes y nos mete en descripciones desequilibradas en cuanto a la situación a la que pertenecen y la forma en la que aparecen escritas (el lector puede contrastar esto en las páginas 20, 42, 56, 103, etcétera).

Una novela cuyo hilo conductor es un partido de tenis, con personajes que se perfilan contradictorios aunque no muy profundos, una historia que conoce más de lo que cuenta (al terminar la novela da sed) y ventanas históricas de las que podemos entrar y salir con facilidad, hacen de Muerte súbita un partido interesante, con largos rallyes y puntos más espectaculares que otros. Es una novela con un torrente sanguíneo poderoso que logra administrar correctamente: una literatura de la templanza que no cae en la simplicidad pero tampoco en la exageración. Enrigue ha logrado una Historia de pequeñas historias, los fragmentos de lo importante.

Tenez! ®

Notas

1 Gallego Franco Santiago, “Cartas cruzadas, Correspondencia entre John Kennedy Toole y Robert Gottlieb”, Trama y Texturas, núm. 16, p. 87.
2 Senf A. Carol, “Brides of Dracula: From Novel to Film”, Studies in Popular Culture, vol. 7, 1984, p. 64. However, just as the vampire from folklore cannot exist without blood, Dracula cannot exist without the women who are his victims and his brides.” La traducción es mía.
3 En el catálogo de Anagrama.

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Publicado en: Libros y autores

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