Una novela sobre la revolución etíope

Entrevista a Maaza Mengiste

La crueldad está mal. La bondad está bien. Pero todos erramos en el medio y estamos familiarizados con ambos lados del espectro. Es decir que la guerra no nos inicia en la crueldad, más bien fuerza a salir lo que yace en nuestro interior, dice la autora de Bajo la mirada del león.

Maaza Mengiste, nacida en Etiopía en 1971, vive ahora en Nueva York.

Maaza Mengiste, nacida en Etiopía en 1971, vive ahora en Nueva York.

—A menudo dices que cuando no entiendes alguna cosa, es un buen momento de empezar a escribir sobre ella. ¿De qué manera crees que entiendes mejor lo que pasó en Etiopía durante y después de la revolución [1974–1991]?

—No entendía lo que significaba estar involucrado en una revolución. Cuando era niña crecí durante los primeros días de la revolución etíope; mi familia era muy cuidadosa, me protegía de cualquier contacto con la violencia que ocurría apenas cruzando nuestra puerta. Tenía muchas preguntas sobre esa época y sobre la gente que vivió en tiempos violentos. ¿De qué manera ocurren las crueldades? ¿Qué significa ser un héroe?, ¿o ser un cobarde? ¿Cómo es posible que gentes que podríamos llamar “buenas” se hacen cosas horribles unas a otras? Éstas son, obviamente, preguntas sobre la condición humana, no sólo sobre Etiopía. Y no pude responder a estas preguntas para todo el mundo, pero sí para mis personajes.

”Una vez que comencé a escribir este libro, empecé a ver con más claridad cómo algunos desesperados y débiles podrían llegar a ocupar puestos de poder. Vi cómo ese mismo tipo de desesperación y vulnerabilidad podría llevar a otros a actos de resistencia. Comencé a ver más claramente la manera en que el caos y el miedo podían empujar a la gente a posiciones que nunca imaginaron. Siento más simpatía por los que sobrevivieron a la revolución en mi país. Simpatizo más con las decisiones tomadas en nombre de la familia y la sobrevivencia. Empecé a ver que la guerra y los disturbios civiles nos ponen de cabeza, nos acorralan. ¿Quién soy yo para juzgar lo que hace la gente para liberarse? Esto no quiere decir que estoy de acuerdo con todas las decisiones de mis personajes, pero fui capaz de ponerme a su lado como testigo mientras experimentaban la revolución, y lo que vi me hizo comprender que todos somos capaces de hacer cosas que ni imaginamos.

¿Cómo es posible que gentes que podríamos llamar “buenas” se hacen cosas horribles unas a otras? Éstas son, obviamente, preguntas sobre la condición humana, no sólo sobre Etiopía.

”La crueldad está mal. La bondad está bien. Pero todos erramos en el medio y estamos familiarizados con ambos lados del espectro. Es decir que la guerra no nos inicia en la crueldad, más bien fuerza a salir lo que yace en nuestro interior.

—¿Crees que el hecho de que escribiste Bajo la mirada del león en Estados Unidos te ayudó a tomar distancia del orgullo nacional y de la interpretación nacional de la historia, y, consecuentemente, contribuyó a contar mejor la historia?

—Sí. El trauma de la revolución está todavía fresco en Etiopía. Hay muchas interpretaciones de esa historia y su política. Necesitaba distanciarme de la retórica política que sigue existiendo en muchos bandos. Quería escribir enfocándome en los que sufrieron, ricos o pobres; ya sea desde el lado revolucionario o desde el otro, todo el mundo sufrió.

—¿Cuál es la importancia de dejar algunas palabras en amhárico en la novela? ¿En ocasiones piensas en amhárico?

—Usé palabras en amhárico cuando sentía que no había un buen equivalente en inglés o porque el objeto que estaba describiendo era distintivo de la cultura etíope y, por tanto, tenía nombre únicamente en amhárico. Formulo mis pensamientos en inglés, mi educación y mi vida como escritora han sido en inglés.

—¿Qué tan importante es para ti que la gente en Etiopía lea tu libro y cuál fue la recepción del libro allá? ¿Escribste inicialmente teniendo algún tipo de público en la mente?

—Es muy importante que la gente en Etiopía lea mi libro. Hasta ahora la recepción, una vez que la gente ha leído el libro, ha sido muy buena. Pero al principio algunas personas son escépticas con respecto a mi capacidad de representar los horrores de la revolución adecuadamente. Creen que sólo la experiencia otorga la capacidad y la autoridad para escribir sobre una historia traumática como la revolución. También pienso que debajo de eso está la idea de que una mujer no puede escribir sobre la violencia. Si han leído el libro, la mayoría no cuestiona mi capacidad de retratar esa historia. Si no lo han leído, entonces les hablo del papel de la ficción y el poder de la imaginación.

—¿Podrías platicarnos un poco sobre Dawit y los revolucionarios? ¿Qué es un héroe para ti? ¿Tenías pensado desmitificar la figura del héroe desde el inicio o simplemente resultó así?

Un tanque T-62 abandonado en Addis Abeba, 1991.

Un tanque T-62 abandonado en Addis Abeba, 1991.

—Me planteé tratar de responder la pregunta sobre qué significa ser un héroe. Había leído sobre el Che Guevara y la revolución cubana. Vi en la complicada vida del Che otro conjunto de preguntas que quería examinar en mi libro: ¿Cuál es costo de la revolución? ¿Quién paga el precio? Enfocarse tanto ideológicamente como el Che significaba trazar una línea clara entre aliado y enemigo —no cabía ningún cuestionamiento a la lealtad. Todo lo demás era traición. Cobró importancia gracias a una serie de acciones que algunos podrían cuestionarse, pero todo se hizo en el nombre de la creencia de que las vidas individuales deben ser sacrificadas, si es necesario, por un bien mayor. Pero ¿qué pasa si esa vida individual le pertenece a alguien que quieres? Dawit se enfrentó a esas preguntas. Para ser el héroe que fue tuvo que estar dispuesto a matar. Y si estamos de acuerdo en que los humanos son criaturas complicadas, entonces también tenemos que considerar que algunos de los que mató no eran tan malignos como los poderes políticos que representaban. Él disparaba a un uniforme pero había un ser humano dentro. Mató al ser humano en el intento de derrocar a un régimen. En algún lado, una madre estaría llorando porque dentro de ese uniforme estaba su hijo.

—Maya Angelou alguna vez dijo que demasiados hechos podrían oscurecer la verdad. ¿Qué tipo de cosas puede decirnos la ficción sobre la condición humana que los libros de historia no pueden? Dicho de otro modo, ¿qué tipo de verdad pudiste contar en tu novela que no podría ser contada de otra manera?

—Mi libro no puede hablar de todas las personas que vivieron durante la revolución, pero puede aproximarse a la verdad de lo que significó vivir durante ese tiempo a través de un personaje, de una familia. No me interesaba retratar los detalles de los números de los fallecidos porque sé que enterarse de una persona, conocerla y entender su destino podría decirnos más. Los hechos no nos cuentan sobre las complejidades de la emoción humana, proveen los datos de las secuelas de la violencia. La ficción no sólo responde “¿Qué pasó?”, sino también examina “¿Cómo pudo pasar?” Y va más lejos, hacia “¿Qué se sintió estar ahí?”.

—Después de haber traducido Bajo la mirada del león, leí de nuevo El emperador de Kapuściński. Me preguntaba si conoces la lectura polaca de esta narrativa. El emperador también representa al primer secretario del Comité Central en Polonia, Edward Gierek, bajo el régimen comunista de los setenta. También quisiera preguntarte qué opinas de ese libro.

Los académicos etíopes han estado hablando sobre las falsedades en El emperador desde que fue traducido al inglés. No puedo excusar a Kapuściński por eso y por las otras maneras en las que contribuyó a estereotipar la comprensión que se tiene de la gente de África.

—Conozco esa interpretación que dice que El emperador es una alegoría de Polonia, pero cuando se publicó fue presentada como un reportaje fáctico de manera inequívoca y fue por esa afirmación que recibió atención. El hecho de que la fidelidad y la veracidad de Kapuściński y de sus libros hayan sido cuestionadas en numerosas ocasiones debería también importar a los que leen El emperador como un reportaje fáctico. Leerlo como una alegoría permite eludir más fácilmente las preguntas sobre las imprecisiones. Entonces, ¿cada libro que escribió, aun si sostenía que era periodístico, es una alegoría? ¿Es así como explicamos esos detalles que pudieron no haber pasado como él dijo? ¿Qué es lo que hace que sea tan fácil disculpar como alegoría las imprecisiones en un libro sobre un país africano? Si hubiera sido otra historia, otro continente, otra catástrofe, ¿cuántos se habrían pronunciado? Él no dijo que el libro era una alegoría cuando fue publicado, dijo que era un reportaje. Aseguró hablar con las personas cuyas iniciales presenta y que nunca han sido identificadas. Asegura que tenían nombres para el emperador que nunca pudieron haber existido en amhárico. Hace afirmaciones sobre el emperador que muchos han demostrado como falsas. Los académicos etíopes han estado hablando sobre las falsedades en El emperador desde que fue traducido al inglés. No puedo excusar a Kapuściński por eso y por las otras maneras en las que contribuyó a estereotipar la comprensión que se tiene de la gente de África. Demasiadas personas murieron durante la revolución para permitir que esas imprecisiones, a título de periodismo, sean simplemente alegorías que representan a otro país. ®

Entrevista y traducción del inglés: Anna Styczyńska

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Publicado en: Libros y autores

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