Operación Mesías es la historia de una profecía: el asesinato de Roland Krumb, presidente de Estados Unidos, sostenido en su poder omnímodo por componendas asesinas entre una reducidísima camarilla de líderes mundiales.
El dilema es si escribir una novela a costas del insomnio delirante o permanecer lúcido en el sueño de escribirla sin lograrlo. Si fingir una vida apenas delineada en el resumen de la memoria, nudo de toda novela, o ubicarse en el plano oculto de los sueños para crear sortilegios creyendo que se puede existir al margen de la vida.
Operación Mesías, de Pablo Paniagua (México: Alita de Mosca Editorial, 2019), es la historia fingida de una profecía: el asesinato —por medios evasores de la realidad misma— de Roland Krumb, presidente de Estados Unidos, sostenido en su poder omnímodo no por gracia de su persona o la estima ferviente de su pueblo, sino por componendas asesinas entre una reducidísima camarilla de líderes mundiales: no más de seis gorilas magnicidas que operan en la afelpada sombra. La manipulación de masas está más que lograda y asegurada a través de la arrogación tecnológica, que es capaz —como en aquella 1984 de George Orwell— de usurpar la realidad y hacerla fluir a su antojo y conveniencia. En las calles y al interior de los dizque hogares terrenales ocurre lo que la voluntad del gran líder permite que suceda —en la novela que nos ocupa ese líder es Roland Krumb, álter ego de un tipejo innombrable en este escrito, pues lo he mandado al sueño de los putos—. Desde los putrefactos medios de comunicación, la vigilancia absoluta y los recursos ilimitados de violencia supeditados al poder, nos dice Paniagua, se planea segundo a segundo la realidad conveniente de las ovejas sacrificiales. Y como sucede en el libro de Orwell, si alguien se desvía levemente del plan premeditado, si algo nubla el enorme ojo que domina, es de inmediato, ¡puf!, eliminado. La vida transcurre entonces bajo la sórdida neblina de esos tres colosales pilares de la manipulación de almas: el verbo perverso que enajena el entendimiento, la vigilancia arrogante que acota las fronteras y la bota opresora dispuesta siempre al fatídico golpe corrector. La única solución posible para los parcelarios de este asombro es suprimir definitivamente al detentador del ojo que nos mira y acosa con ínfulas de Dios: Roland Krumb.
El título del libro de Paniagua nos remite al autor norteamericano de thrillers bíblicos Og Mandino —ninguneado por algunos— y su Operación Jesucristo (y al tercer día), que recrea la historia terrenal del llamado “hijo de Dios” desde los ojos (de finales del siglo XX) del pretendido escritor de novelas policíacas Matt (Mateo) Lawrence y de la mirada austera y recóndita de José de Arimatea. Operación Jesucristo… es narrada desde una regresión en el tiempo a través de la propia evolución del cristianismo evangelista hasta los días de Mandino.
El título del libro de Paniagua nos remite al autor norteamericano de thrillers bíblicos Og Mandino —ninguneado por algunos— y su Operación Jesucristo (y al tercer día), que recrea la historia terrenal del llamado “hijo de Dios” desde los ojos (de finales del siglo XX) del pretendido escritor de novelas policíacas Matt (Mateo) Lawrence y de la mirada austera y recóndita de José de Arimatea.
Otro espacio de encuentro —de tendencias opuestas— entre las novelas de Paniagua y Mandino es el lugar desde el que se urden las acciones de la novela. En Mandino es la deconstrucción de un sueño religioso de veinte siglos hasta llegar al momento mismo de la crucifixión de Cristo y su posterior resurrección. “Si la resurrección de Cristo no fuese un hecho verídico (y verificable) todo lo que hemos sabido acerca de ese monumental personaje no tiene ningún sentido”, dice —palabras más o menos— Mandino en voz de su detective bíblico Matt Lawrence. Toda la novela gira en torno a las posibilidades de esa aseveración. En Paniagua se trata de la construcción de un sueño con las herramientas y el pensamiento tecnológico y científico de inicios del siglo XXI. Desde la FASE, agencia clandestina de lo onírico, algo así como la NASA con cohetes y aditamentos de espejismo, es posible soñar a voluntad las revanchas imposibles de lo cierto, como la expectativa contumaz de asesinar al máximo villano de todos, Roland Krumb, antidiós, Nerón incurso del incendio del mundo. El único intersticio factible para alcanzar el podio envilecido del que todo lo puede y lo vigila en la dimensión del mundo físico es precisamente la ruta de los sueños.
El más incisivo postulado —si lo hay— de Operación Mesías es que el asunto medular del misterio crístico no es en modo alguno la enseñanza de vida virtuosa ni la consabida resurrección del llamado hijo de Dios, sino la experiencia rotundamente humana de pasión martirológica. Jesucristo es Dios en el misterio de la resurrección, y es hombre culmen en la magnificencia de su dolor.
En Mandino lo que se pretende es documentar el hecho más trascendente de los últimos veinte siglos: la crucifixión y posterior resurrección de Jesucristo. En Paniagua se trata de lo inverso: exterminar al anticristo con la mayor saña posible. Para exorcizar veinte siglos de dolor cristiano —físico y metafórico— es preciso ejecutar con maestría de verdugo la pasión funesta del anticristo Roland Krumb. El más incisivo postulado —si lo hay— de Operación Mesías es que el asunto medular del misterio crístico no es en modo alguno la enseñanza de vida virtuosa ni la consabida resurrección del llamado hijo de Dios, sino la experiencia rotundamente humana de pasión martirológica. Jesucristo es Dios en el misterio de la resurrección, y es hombre culmen en la magnificencia de su dolor.
En Operación Mesías sólo “el sueño” es capaz de eliminar las barreras del tiempo y del espacio, y hacer factible un nuevo plano de existencia en el que Dios y el hombre son uno, nada e infinito a la vez. Este libro hace actuar en tal dimensión alterna a la realidad —en la que lo probable y lo imposible hacen eco del mismo hálito divino— a los habitantes de una trama de acechantes oníricos, de detectives de lo insólito, que habrán de conseguir lo que la existencia objetiva nos niega: “En la FASE no utilizo mi verdadero nombre, permanezco infiltrado dentro de una red de imágenes donde confluyen todos los sueños, inmensa biblioteca onírica del universo […], información infinita acumulada dentro de una sola conciencia infinita. […] ¿Será Dios una conciencia universal cuantificable?”
En Operación Jesucristo…, la novela de Mandino, se da una reflexión muy próxima a la cita anterior, expresada por el personaje José de Arimatea y atribuida por él mismo a Mark Twain: “La vida sólo es una visión, un sueño. […] Todo es un sueño: Dios, el hombre, el mundo, el sol. Nada existe, excepto cierto espacio vacío. Nosotros no somos otra cosa más que pensamientos” [“Soñadores soñados”, diría Borges].
En ese espacio vacío, intersticio en donde mora el hombre con su vida de sueños, transcurre la novela de Pablo Paniagua. Lo importante del recorrido no han sido de ninguna manera las tramas amorosas itinerando entre la realidad y el sueño, ni el contenido emocional detrás del primitivo deseo de matar, ni la consecución del homicidio salvador del gran villano Roland Krumb, sino el intento de explicar los misterios de esa vida alterna en donde más allá de la ficción todo es posible, incluso que la muerte de Roland Krumb sea solamente metafórica y se trate tan sólo de un acto simulado que exorcice los demonios de nuestro propio miedo. ®