¿Por qué Susan se convirtió en una metáfora? Ésta es una de muchas preguntas que elabora Benjamin Moser: “ante un mundo escindido, ofreció un yo escindido”.
Sontag, vida y obra (Anagrama, 2020) es el resultado de la labor apasionada de Benjamin Moser (Houston, 1976) como investigador de Susan Lee Rosenblatt, niña asmática y desvalida nacida el 16 de enero de 1933 en Manhattan, quien discurrió en la mítica e inspiradora “Susan Sontag” (comillas intencionales), representación femenina de erudición y fama en la cultura estadounidense desde la segunda mitad del siglo XX.
El encargo del trabajo vino de David Rieff (Boston, 1952), que al conocer el libro Por qué este mundo, una biografía de Clarice Lispector, consideró que Moser, historiador y crítico literario de Harper’s Magazine, The New Yorker y The New York Times, sería el autor/narrador ideal para contar la vida de su madre. El trasfondo de la investigación del académico es la reconstrucción de la historia de las mujeres intelectuales, sobre todo escritoras modernas.
El doctor Moser tuvo acceso total al archivo súper secreto de Susan guardado en California. Al mirar las banalidades en los diarios descubrió la honestidad brutal que ella misma plasmó desde adolescente en las revelaciones de incapacidades emocionales y la propia conciencia de su condición de futura biografiada. También extendió la exploración en cientos de entrevistas a personas allegadas, que en su mayoría resultaron confesiones falsas al contrastarlas con el archivo.
Sabemos de “Susan Sontag” y sabemos que quería ser popular, pero, ¿qué libros le hemos leído? ¿Cuál es la relación que tenemos con su obra o con su figura de celebridad? Moser afirma que es una contradicción profunda que sea tan popular y tan poco leída. Y lo comprobé en carne propia, al contar con un solo libro de la autora en mi biblioteca: Sobre la fotografía, en la traducción de Carlos Gardini, editada por Edhasa en 1981.
¿Cuál es la relación que tenemos con su obra o con su figura de celebridad? Moser afirma que es una contradicción profunda que sea tan popular y tan poco leída.
El fenómeno Sontag atrapa como fantasía sexual; en palabras de su biógrafo, Susan era una persona que excitaba a los demás; como culto a su obra narrativa, que aparece enlistada en la bibliografía; como polémica errática con algunas opiniones en sus ensayos intelectuales que desdijo con el paso del tiempo, y también por la condición de superstar y su obsesión con la metáfora–realidad.
En la vida íntima de la escritora abundan las cuestiones medulares y misteriosas. La madre ausente y alcohólica que enviudó y contrajo segundas nupcias y el padre muerto por tuberculosis fueron sucesos determinantes en las dinámicas de sus relaciones con amantes (mujeres y hombres), esposo e hijo, colegas, alumnos, colaboradores y amigos.
Por fortuna, el relato se aleja de ser una relación de datos propia de la investigación académica para proyectarse en un territorio irresoluto: la reflexión y el cuestionamiento de las acciones y las ideas del personaje/persona que se estudia. El autor se esfuerza por leer a Susan Sontag sin prejuicios y dentro de un contexto que se ha ido pero que nos formó.
Hay pasajes notables en las cuatro partes en que se divide el libro. Destacaré algunos que interesan por la desmitificación que ponen en marcha: la anécdota con Thomas Mann (Lubeca, 1875) en el capítulo 5 “Teñido por la vergüenza”, que le dio cita el 28 de diciembre de 1949 en su casa de Pacific Palisades para tomar té. Moser afirma que Susan se propuso escribir sobre ello, pero no culminaría el texto sino hasta 1987 cuando publicó Peregrinación, uno de los pocos relatos autobiográficos que hizo.
Moser investigó los detalles de este encuentro en los diarios de Mann y de Sontag, encontrando numerosas inconsistencias entre los hechos y el relato: la fecha de cuando ocurrió, cómo había sido el contacto para conseguir la cita, el lugar de la casa en donde se realizó la reunión, el hecho de que no compró Doctor Faustus en la librería Pickwick de Hollywood Boulevard sino que la pillaron robándolo, entre otros.
Su biógrafo relaciona el temor de ser una mentirosa, una impostora, con su gran decisión de ser popular y la herencia de su madre de presentar una cara pública y otra privada. Pero irá más allá al afirmar que el auténtico tema del relato es la homosexualidad y que la emoción verdadera y sincera es la vergüenza: “Y Thomas Mann sirve a Susan para ilustrar uno de sus grandes temas: la distancia entre el mundo de sombras de las imágenes y la realidad más imperfecta de la vida”.
En el capítulo 16 “Dónde termina usted y empieza la cámara” Moser bosqueja el yo de Susan del que huye en la siguiente cita:
“La babosa. El yo que duerme y que cuando está despierto siempre tiene hambre. El yo al que no le gusta bañarse ni nadar, y que no sabe bailar”.
Alfred Chester (Brooklyn, 1928) documentó a Susan en su novela The Foot, en el personaje de Mary Monday, que se desdobla en la persona y la imagen que ésta tenía de sí misma. Chester fue invitado por Paul Bowles (Nueva York, 1910) a Tánger en 1963 y Susan fue a visitarlo a la corte de gays autoexiliados y amantes de las drogas de los Bowles en el verano de 1965. Susan se debatió entre la fascinación y el rechazo del estilo internacional homosexual.
Otros temas abordados en la biografía son la amistad con Joseph Brodsky (Leningrado, 1940), quien le reconocía un exigencia intelectual comparable a la suya, que habría de llevarla a ser portavoz de una conciencia progresista, como cuando organizó la lectura colectiva de la novela Los versos satánicos de Salman Rushdie (Mumbai, 1955) con el PEN Club estadounidense con participaciones de Norman Mailer, Joan Didion y Don DeLillo, entrar otros, en medio de la condena a muerte del autor promulgada por el ayatolá Jomeini.
También se documenta la larga relación con Annie Leibovitz (Waterbury, 1949) con su dinámica sadomasoquista. Annie le ofreció a Susan sus cuidados y su dinero, se estimó que le regaló por lo menos ocho millones de dólares. Susan abonó sadismo, crueldad e insultos, así como la invitación a Sarajevo, donde Annie tomó fotografías que publicó en Vanity Fair junto a imágenes de celebridades, que acercaron la guerra a millones de personas.
El libro se completa con notas abundantes, bibliografía, créditos, índice analítico y dos secciones de fotografías que aportan una narrativa visual que ilustra la trama que se desarrolla en los 43 capítulos y el epílogo.
El cierre del libro y de la vida de Susan es poderoso y demoledor. Nos recuerda su actitud inquebrantable hacia la enfermedad y su propio cuerpo. ¿Por qué Susan se convirtió en una metáfora? Ésta es una de muchas preguntas que elabora Benjamin Moser: “ante un mundo escindido, ofreció un yo escindido”. El amor–odio que despertó Susan Sontag sigue siendo un misterio vigente en la inestabilidad de los tiempos actuales. ®