Patricia Rosas Lopátegui ha buscado en las libretas de Elena Garro, olvidadas en bolsas de plástico, manchadas por orines de gato, y ha surgido con las manos repletas de los diamantes que forman el libro Cristales de tiempo.
Monólogo del alma por fin libre y diálogo feliz del alma con un universo repentinamente dotado de transparencia, crean la misma euforia, la misma cristalización de un mundo que se ha vuelto armonioso gracias a una sensación de realidad particular.
—Albert Beguin, El alma romántica y el sueño
Este 22 de agosto se conmemora el aniversario luctuoso de la escritora mexicana Elena Garro, por lo que esta fecha se presenta como una inmejorable ocasión para abordar su poesía.
Como aquellos cristales que la tierra forma con infinita paciencia en sus entrañas, los poemas de este libro se gestaron en el interior de su autora, Elena Garro, a lo largo de arduos años de vida y escritura. Y así como un minero excava en la profundidad pétrea de la tierra para extraer afanosamente el mineral precioso, Patricia Rosas Lopátegui ha buscado en las libretas de la escritora, olvidadas en bolsas de plástico, manchadas por orines de gato, y ha surgido con las manos repletas de los diamantes que forman el libro Cristales de tiempo para compartirlos con todos los lectores en un volumen que ha editado y en el que los presenta acompañados de un estudio preliminar y notas de su autoría. La editora, además, fue quien escogió ese bello y sugestivo título, el cual nos hace pensar en que, a fin de cuentas, los poemas son cristales de sueño y memoria.
Encontramos también mucha poesía contenida en la narrativa y el teatro de Garro, pero en este libro está la estrictamente escrita en verso, así que se trata de su obra poética reunida y que había estado inédita hasta ahora. Sin estos poemas faltaría una pieza clave para completar el complejo rompecabezas que se forma entre la obra literaria y la biografía de la escritora. Los materiales aquí publicados fueron escritos entre 1947 y 1980 y en cada uno de ellos se indica la fecha y el lugar en que fueron escritos. Se trata de una poesía en que la poeta hace catarsis, a través de una exploración muy personal de sus vivencias, expresadas de manera directa, con claridad, sencillez, transparencia y limpidez.
En su estudio preliminar, Rosas Lopátegui utiliza El alma romántica y el sueño de Albert Beguin como el marco a través del cual vincula la poesía de Elena Garro con la de los poetas del romanticismo alemán, su principal influencia y uno de los momentos más altos de la literatura universal, por medio de temas como la astrología, la magia y la imaginación, entre otros.
Por otro lado, este libro es un pentaedro, dispuesto así por la editora del libro, cada una de sus caras muestra un aspecto distinto de su autora, cada una de sus fases se va entregando al lector a medida que avanza en su lectura. Sus partes responden a las diferentes facetas de la vida intensa de la escritora, que, dispuestas de una forma cronológica, muestran diferentes momentos en la biografía de la poeta.
Así, la primera de estas caras corresponde a “La infancia en la memoria” y se refiere a los primeros años de su vida. Es quizá la parte del libro en la que podemos encontrar una mayor presencia de temas románticos como lo onírico y la infancia entendida como paraíso perdido, como un estado ideal de libertad y juegos infantiles. En esta faz del libro la escritora recrea el mundo idílico de su infancia, vivida en Iguala, Guerrero, en el que su padre la introdujo a ella y a su hermana en el universo maravilloso de la literatura y sus personajes. El sueño tiene mucho que ver con la poesía de Elena Garro, este aspecto de su obra le permite crear un medio para comunicarse con personas queridas de su familia, como en el poema “A Deva”:
Tu mano me dejó una flor que busco entre las sábanas, un pájaro, un talismán. Lo tengo firme Abro la mano, la mía sólo mi palma sola [...] interrumpimos el juego cuando un pájaro iba a salir de entre tus labios y me despierto porque este es el juego de los encantados.
Muchos de estos poemas, además, son elegías dedicadas a sus familiares y amigos más cercanos. Elena Garro, para quien el soñar es un despertar al mundo del sueño, así como una puerta abierta para convivir con los muertos, de traerlos a ese territorio entre la vida y la muerte en el que vuelven a existir a través de la poesía que sirve de vehículo para recuperar a las personas a través de las palabras y hacerlas presentes. Su padre, hermana, tío. La poeta accede por medio del sueño al tiempo de la infancia, las personas que están detenidas en el pasado de la poeta reviven, y aunque ella es una adulta, su hermana y su madre siguen teniendo la misma edad que cuando ella era niña, y así es como interactúa con ellos, como si todos, incluida ella misma, hubieran salido de un relato imaginario en el que los miembros de su familia son los personajes principales y ella fuera una especie de Alicia que ha crecido y que regresara ya adulta al País de las Maravillas en el que todos los personajes siguen siendo iguales. Ese tipo de extrañeza es el que siente la poeta cuando se encuentra con su hermana y su padre porque, aunque puede interactuar con ellos en el espacio y tiempo del sueño, también siente una íntima tristeza, pues ella ya no puede ser la que era en aquel lugar encantado de la infancia, solamente le queda recordarlo a través del sueño y revivirlo en la poesía y así acceder, como dice Albert Beguin en El alma romántica y el sueño:
hasta el instante que ya no quede sino un eterno presente, un sentimiento de la existencia al fin liberada de la fragmentación entre pasado y futuro […] Escapar del tiempo, de ese desparramamiento del yo en instantes cuya unidad es imposible captar, sustraerse en una palabra, a la vida que sigue su curso indefinidamente, conocer en un segundo la propia identidad súbitamente concentrada y dotada de una especie de eternidad.
En la segunda de las caras de este libro, “Horror y angustia en la celda del matrimonio”, la autora se refiere al tiempo de su relación con Octavio Paz, quien la llamaba loca. En él hubo momentos difíciles en los que la actitud de su esposo la lleva a transformarlo en sus versos en una especie de Rey Midas, pero con la particularidad de que éste convierte todo lo que toca en hielo: “Todo el año es invierno junto a ti,/ Rey Midas de la nieve”. A pesar de lo amargo que puede resultar el trauma expresado en estos poemas, la autora buscaba presentar el tema de una manera original, en la que no descuidaba lo literario, no hay detrimento de la calidad literaria en favor del simple desahogo. El conocer los entretelones de la difícil relación de Elena Garro con el escritor gracias a este libro, me recordó la lectura de un ensayo del triestino Claudio Magris, cuyo mero título ya es sumamente significativo: “Literatura y veneno. Cuando los escritores destruyen a sus colegas”, en el que nos habla de los muchas veces complicados vínculos entre los escritores, pues además de los problemas naturales que puede tener toda pareja; me parece que, en este caso, la situación se complica con lo que son los ingredientes de la envidia y los celos profesionales, por lo que creo que vale la pena citarlo en extenso:
[…] el escenario literario (y en general el artístico) como una arena de egoísmos y resentimientos que parece exaltar a la enésima potencia las mezquindades y los rencores, la falta de amor, generosidad y liberalidad existentes en todo consorcio humano: familia, oficina, mercado o partido político. […] No obstante, aún es más frecuente que estos vilipendios endogámicos, propios de la corporación, revelen un origen menos noble: un narcisismo exasperado, una pretensión celosa por ser el único dios creador digno de adoración, una penosa inseguridad que insinúa que cualquier homenaje que se le rinda a otro es un hurto y un atentado a la propia necesidad de ser amado y aceptado. […] Pero el poeta, que por una parte es mensajero y portador tan alto de humanidad, de poesía, a menudo parece someterse al más innoble de los vicios, la envidia: envidia que, a diferencia de los otros pecados capitales, no es el desorden de un impulso bueno per se (como la lujuria lo es del amor y del sexo, o la soberbia del respeto a sí mismo), sino completa y únicamente mal y negación per se, disgusto ante la visión de una alegría que no nos quita nada y debería alegrar a todos.
Se podrá objetar que Paz propició la publicación de Los recuerdos del porvenir en la editorial Joaquín Mortiz, novela con la que Garro obtuvo el premio Xavier Villaurrutia en el año 1963. Sin embargo, eso tampoco explica el porqué le suplicaba entre lágrimas a su esposa que destruyera sus poemas al considerar que era el único que podía incursionar en este terreno. Las reflexiones de Magris van más allá e incluyen la relación de los escritores con sus hijos y escribe algunas palabras que también transcribo, pues me parecen igualmente pertinentes respecto de la relación de Octavio Paz con su hija, la poeta Helena Paz Garro:
El narcisismo de los artistas se revela a menudo inhumano y mísero […] no es casualidad que entre los hijos de los grandes, los más infelices y lesionados en su propia persona sean los hijos de muchos artistas, evidentemente descuidados por sus padres no por meras exigencias de trabajo (como en el caso de los políticos, los empresarios o los marineros, siempre de viaje un poco y poco en casa, pero no por eso menos afectuosos con su familia) sino por un frecuente y sustancial desinterés afectivo de los padres dedicados a las musas.
Los poemas de Garro también me recuerdan de alguna forma la película Secretos de un matrimonio, de Ingmar Bergman. Tanto en aquel filme como en estos versos nos podemos asomar y mirar, con crudeza y sin concesiones, al interior de una relación cuyo final tuvo sin duda mayores prejuicios para Elena Garro que para Octavio Paz, si es que implicó alguna dificultad para él. Los versos de la poeta dejan en el lector una sensación claustrofóbica, de miedo y opresión, como en el poema titulado: “Hoy ármese mi mano”.
Hace tiempo que tengo un enemigo Estamos frente a frente. La puerta se ha cerrado. Algo trama. Nada va a producirse Los dos cerramos la boca La puerta se abre, se cierra.
La tercera cara del libro, “A mi sustituta en el tiempo”, nos muestra la faceta de Elena Garro en una relación muy íntima con su hija, con quien comulga en una misma experiencia de indefensión, persecución, hambre y sufrimiento desde que era una niña, como podemos leerlo en los siguientes versos del poema “A Elena Paz”:
...mi muerte llegará y morirá conmigo esta niña nueva. Ésta que juega ante mis ojos sin compartir conmigo al duende ésta que habita las esquinas del salón y el espacio que hay abajo de las camas. Ésta a la que no he enseñado nada.
En esta parte del libro, la escritora también da testimonio del ambiente literario en la Ciudad de México de los años cincuenta, como en el poema “Corrido a la Revista Mexicana”, en el que se cuenta con gracia y simpatía la fundación de la Revista Mexicana de Literatura, cuyo director fue Carlos Fuentes:
...año de cincuenta y cinco treinta de agosto en la tarde de la imprentita de Arreola salió la revista padre.
La cuarta parte del libro, titulada “Bioy, tú me diste una tan buena lección que yo ya no puedo enamorarme de nadie, ni siquiera de Bioy”, se refiere a la relación entre Elena Garro y el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, autor de La invención de Morel. Ambos estaban casados cuando se conocieron, lo que los obligó a llevar una relación subrepticia. Se trata de un amor hecho más de recuerdo que de realidad, más literario que vivido, de dos escritores que se han escrito hondas y sentidas cartas y poemas. Es la historia de una relación entre personas que apenas se han visto y estado juntos algunas breves temporadas de sus vidas, se ven cada año y esos días son tan especiales que se colocan como efemérides de un calendario personal, expresado en un poema como “Las fechas”:
Llega la fecha llave. La fecha de tus labios llega en junio, La llave para abrir la puerta que conduce al bosque. La que me lleva a tus palabras
La quinta parte del libro, “La poética del exilio”, nos habla del tiempo que Garro pasó en diferentes países escapando de los políticos mexicanos que la persiguieron y la obligaron a salir del país y a vivir un ambiente angustiante y opresivo en el que se mezclan la ansiedad y la angustia en el contexto del 68, en el que fue incluso secuestrada por Fernando Gutiérrez Barrios:
...contándome mi vida en desorden, claro, de atrás para adelante y de adelante para atrás [...] Ahora no hay ningún orden, solo el horror de salir a la calle, el miedo del timbre del teléfono, el terror de que llamen a la puerta.
“Vamos unidas” es uno de los poemas más largos del libro; en él, Octavio Paz está personificado como “el Visitante”, apelativo con el que se refería al poeta el padre de Elena Garro, mientras la madre del escritor es personificada como “la Tortuga”. El saber esto hace que la lectura de algunas partes de este poema pueda resultar hasta cierto punto ominosa y grotesca, como en los siguientes versos:
Los ojos de la virgen lloran. El Visitante la lleva delante de unas rejas altas. Después la casa extraña profunda, oscura, como el Reino de los Asesinos. La Tortuga pasea entre veladoras. Sobre su concha enorme las garras de un kimono japonés y la estela de vaginas y cadáveres. Cae la noche siempre. Las rejas altas esconden los amores incestuosos.
El hecho de escribir este poema después de muchos años de su divorcio refleja hasta qué punto esa relación y las escenas truculentas que tuvo que presenciar y vivir son dignas del infierno imaginado por Jean Paul Sartre, y se convirtieron en un trauma para ella, por lo que la escritura se convirtió de alguna manera en un exorcismo de aquellas experiencias.
El libro cierra con un “Epílogo”, compuesto por tres poemas de Helena Paz Garro escritos en homenaje a su madre, como en el poema “La Reina del aire” en el que le habla a la poeta:
...recorrías el mundo con la energía y la desesperación del viento de la Primavera, derrocando casas sórdidas, haciendo florecer con la humedad y la lluvia que traen la Primavera los campos verdes, las flores salvajes, dejando el polvo ligero, de las alas de las mariposas en tus escritos.
Por último, quiero referirme a dos de las ediciones de Patricia Rosas Lopátegui, quien entrega una bella impresión, con los poemas bien ubicados en un atractivo volumen de pastas gruesas, publicado en Estados Unidos por su propio sello editorial, y la otra es la edición realizada en España, por La Moderna, con una portada en la que un gato se asoma a la ventana, y que nos remite también al universo de Elena Garro. En ambas la editora entrega varias versiones de muchos de los poemas, lo que demuestra el trabajo de depuración entre los textos llevada a cabo por la escritora. Se agradece la posibilidad de observar los diferentes momentos de los poemas, que se van haciendo cada vez más sólidos; la poeta sólo usa las palabras necesarias, sometiendo sus materiales a una ardua corrección aunque éstos nunca fueran a ser publicados. Hay un trabajo de síntesis claramente visible, estas versiones no sólo reflejan una intención de ceñirse al sentido de las palabras, sino también una búsqueda de una mayor sugestión en el lector; los versos están escogidos para que se sienta la presencia de ese “otro mundo” que Elena Garro capta y transmite a través de la elección del timbre y el ambiente adecuados. Además, las notas ofrecen un contexto de los personajes y la literatura que la rodeaban muy pertinente para la lectura de los poemas.
Doy un último giro al cristal de este libro entre mis manos, cierro sus páginas y sus pastas y espero que estos poemas, que fueron salvados del olvido por la labor de Patricia Rosas Lopátegui, sigan ejerciendo su influencia mágica sobre cada vez más nuevos lectores en todo el mundo. ®
Referencias
Garro, Elena. Cristales de tiempo. Poemas de Elena Garro. Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui. Rosas Lopátegui Publishing, Nuevo México, 2016, 278 pp.
Garro, Elena. Cristales de tiempo. Poemas de Elena Garro. Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui. La Moderna. Cáceres, 2018, 276 pp.