Leni Riefenstahl, la cineasta del III Reich

Genio del cine de propaganda

Leni Riefenstahl siempre alegó que no sabía de los crímenes del nazismo, a pesar de los testimonios en contra y de haber usado extras de un campo de concentración.

Leni Riefenstahl, Autorretrato para Vanity Fair, 1988.

Cineasta del III Reich, directora nazi, Egeria del Führer, Hitler’s protégé, Trampeltier (cretina) o Reichsgetscherspalte (grieta glacial del Reich), en referencia a su destreza como escaladora y a su presunta promiscuidad sexual, son algunos de los sobrenombres que dan cuenta de una crítica conservadora de origen cristiano en la que el pecado es instigado por una mujer que osa probar algo nuevo.

Esta crítica le castiga la voluntad, la egolatría y la jactancia, pero no las faltas probadas sobre su comportamiento durante el régimen nazi. Leni Riefenstahl es un ejemplo paradigmático de la mistificación que con frecuencia convierte a las figuras públicas en monolitos con forma de santos o demonios a conveniencia del discurso del momento.

Luego de la Segunda Guerra y según la época, Riefenstahl ha sido igualmente tanto bruja del nazismo como icono feminista.

El triunfo de la perseverancia

Su mito dice que desde niña fue voluntariosa y atlética, que en pocos años se convirtió en una joven bellísima, tan egocéntrica como perseverante y que así llegó dar a luz a la mística audiovisual del Partido Nazi.

La tenacidad de Helene Bertha Amelie, su nombre de pila, nació de una sed de mujer por demostrarle a un hombre que podía valerse por sí misma. Y el primer hombre fue su padre. Leni cuenta que trataba a su madre como una esclava y eso le hizo prometerse a sí misma soberanía para toda la vida.

Desde niña tuvo impulsos por el deporte y por el arte dramático, sus lecturas y su asistencia al teatro resonaban con profundidad en la pequeña Leni. Se probó en múltiples disciplinas, en la natación ganó medallas; más adelante incursionó en el atletismo con buenos resultados. Era lógico que pronto descubriera la danza y se entregara a ella contra los designios de su padre, cuya moral dictaba que las profesiones sobre el escenario eran indecentes.

Con veintiún años sale de la casa familiar decidida a trabajar y costearse la formación para ser bailarina, eso convence al padre de apoyarla a la vez que le da una gran noción de cómo usar su poder en un mundo de hombres. En poco tiempo consigue que un productor le financie un espectáculo en solitario y una gira, pero durante una función en Praga, en medio de un salto, sufre una fuerte lesión en la rodilla.

La danza para Leni Riefenstahl había terminado. Ya nada se interponía entre ella y el cine.

La cineasta consentida del Führer

En su biografía, Memorias, de 1987, Helene relata un encuentro mágico en Berlín: esperaba el metro en la estación Nollendorfplatz, iba rumbo al médico que le había dado esperanzas sobre su recuperación cuando vio un anuncio en el que un hombre saltaba de una pared rocosa a otra. Quedó fascinada por la inmensidad de las montañas y por ese arte que podía magnificar su belleza. Era una imagen de Berg des Schicksals (La montaña del destino), de Arnold Fanck, innovador del género y de la técnica fotográfica.

Poco tiempo después se conocieron en Berlín.

El hombre de mediana edad fue subyugado por quien luego describió como “la mujer más bella de Europa”, una joven que le confesaba con pasión el sueño de participar en sus películas. Unos días después del encuentro Riefenstahl se sometió a una cirugía de rodilla. Fanck se presentó en su convalecencia con el guion de Der heilige Berg, en cuya portada se leía: “La montaña sagrada, escrito para la bailarina Leni Riefenstahl”.

Las películas montañesas de Fanck eran equivalentes a las de acción de hoy, tanto por su efecto en el público como por exigir condición física y arrojo por parte de sus actores. Luego de recuperarse, la actriz aprendió a esquiar, escaló sin cuerdas y soportó una avalancha estando amarrada a un acantilado.

Más importante que haber protagonizado varios filmes de Fanck fue para Riefenstahl el haber aprendido todo lo que pudo de él en cuanto a la técnica, ahora podía comandar una producción de cabo a rabo a la que se añadía una visión para plasmar nutrida por los ensueños cósmicos de su infancia y su época como bailarina. Das blaue Licht (La luz azul), su primer filme como directora, se hizo con muy pocos recursos al sumar a un equipo artístico y técnico deseoso de experimentar con ella. La película ganó el premio en la Biennale de 1932, fue alabada por Chaplin e impresionó tanto a Hitler que le pidió a Riefenstahl filmar el congreso del Partido Nazi de 1933. El resultado fue Sieg des Glaubens (La victoria de la fe), filme que estableció las bases estilísticas que serían la firma de Leni Riefenstahl y la llevó a realizar la obra culmen del documental de propaganda: Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad), sobre el congreso de 1934.

La película ganó el premio en la Biennale de 1932, fue alabada por Chaplin e impresionó tanto a Hitler que le pidió a Riefenstahl filmar el congreso del Partido Nazi de 1933. El resultado fue Sieg des Glaubens (La victoria de la fe), filme que estableció las bases estilísticas que serían la firma de Leni Riefenstahl y la llevó a realizar la obra culmen del documental de propaganda: Triumph des Willens (El triunfo de la voluntad).

A partir de ahí, varias fuentes coinciden en dibujar una mujer cretina, consentida por el régimen, especialmente por Hitler, y cómo no, si sus obras habían sido odas apoteósicas al Tercer Reich. Para Riefenstahl todo el presupuesto y todas las facilidades. Como cuando filmó Tiefland (Tierras bajas), una producción millonaria con locaciones en Italia y España, un despropósito económico si pensamos que se rodó en plena guerra, de 1940 a 1944. Hay registro de las muy altas influencias de Riefenstahl con los jerarcas del régimen: en medio de las difíciles condiciones del país pidió divisas extras en moneda extranjera. Fueron 350 mil liras y 240 mil pesetas las que recibió.

El demonio nazi

Terminada la guerra, la renuencia de la directora a hacer una autoevaluación honesta terminó por irritar sobremanera las sensibilidades de una Alemania Occidental en reconstrucción que no podía verse en un espejo como el de Riefenstahl, quien argüía, como la gran mayoría, “no haber sabido nada” y “no haber hecho nada malo”. Ante sus ojos, ese era un argumento válido sólo para ellos, el pueblo, no para esa mujer cuyo pasado de privilegios y su apariencia siempre chic la perfilaban como chivo expiatorio ideal para la sociedad de la posguerra.

A finales de los cuarenta, luego de no quedar conforme con el veredicto de los juicios de desnazificación que la exoneraban, la revista Revue publicó una historia sobre las circunstancias de filmación de Tiefland (Tierras bajas), en la que Riefenstahl utilizó extras del campo de concentración de Maxglan provenientes de las comunidades romaní y sinti. Las acusaciones no eran por el hecho mismo, por demás ominoso, sino que una de ellas se refería a la cuestión de si Riefenstahl los había elegido personalmente en el campo de concentración. En ese tiempo la revista no pudo demostrar sus puntos, por lo que el juez de Munich falló a favor de Riefenstahl y Kindler, el director de la revista, debió pagar una multa.

Fue un juicio mediático en el que hubo aplausos y gritos de jóvenes partidarias de la directora alemana, el proceso se convirtió en un show, mientras las víctimas no recibieron ni una pizca de atención de la gente.

Sin embargo, la sociedad del momento hizo justicia: Riefenstahl no volvió a filmar una película y murió a la edad de 101 años. Roter (2002) afirma que algunos de sus colegas cienastas como el director Veit Harlan, autor de Jud Süss (El judío errante), un ataque virulento a la historia e identidad judía, siguieron trabajando en la industria y más aún, que algunos prominentes miembros del Partido Nazi regresaron a operar en la política y los cargos públicos.

Un icono feminista

A partir de los setenta y hasta los primeros años del nuevo siglo la figura de Riefenstahl experimentó un renacimiento en la opinión pública. Su imagen entonces nacía de una crítica progresista que proyectaba un símbolo para la lucha por la igualdad de género. Fue el tiempo de la caída del muro de Berlín, un mundo dividido limaba asperezas con su pasado.

Un determinado sector del feminismo celebró que Riefenstahl logró el éxito en un contexto fuertemente patriarcal. Eso la convirtió en una especie de icono del pop. En 1982 Andy Warhol hizo una obra basada en la escenografía monumental de Triumph des Willens. Se montaron exhibiciones que evaluaban la influencia de su trabajo, modeló para Helmut Newton, Rammstein usó imágenes de Olympia, el documental de los juegos de 1936, en uno de sus videos. En 1998 fue ovacionada de pie durante un banquete de la revista Time donde fue invitada de honor. Bajo su nuevo estatus de celebridad declaró al diario alemán de izquierda Frankfurter Rundschau que había visto a todos los extras luego de la guerra y ninguno había sufrido daños, sin embargo, ya había noticias de que, de un total de 131 extras, casi cien habían muerto en Auschwitz. El diario no se atrevió a contradecirla.

Se montaron exhibiciones que evaluaban la influencia de su trabajo, modeló para Helmut Newton, Rammstein usó imágenes de Olympia, el documental de los juegos de 1936, en uno de sus videos. En 1998 fue ovacionada de pie durante un banquete de la revista Time donde fue invitada de honor.

Mientras Leni volvía a estar en los cuernos de la luna, en 1984 otra directora alemana, Nina Gladitz, estrenó Time of darkness and silence (Tiempo de silencio y oscuridad), un documental para la televisión en el que presentaba el testimonio de Josef Reinhardt, un niño de trece años en 1940 que efectivamente había estado prisionero con su familia en Maxglan.

Durante el juicio por difamación que Riefenstahl promovió en contra de la realizadora, Reinhardt narró las condiciones de producción de Tiefland, lo que terminó por echar abajo la historia de Riefenstahl. El juez dictaminó que ella sí había visitado el campo de Maxglan con el fin de escoger personalmente a los extras, que no hubo pago por su trabajo, como la directora había hecho creer en su momento, y que el “campo de socorro y bienestar”, como ella lo había descrito, era un campo de concentración. El único cargo que Riefenstahl ganó fue el de la supuesta promesa que habría hecho al grupo de salvarlos de Auschwitz. El juez ordenó entonces a Gladitz suprimir las escenas donde Reinhardt da testimonio del compromiso citado, pero quien se convirtió en su persecutora de toda la vida se negó y el documental quedó enlatado para siempre.

Obras maestras del filme de propaganda

Terminada la guerra, en busca de evadir su responsabilidad como artista, Riefenstahl confeccionó una máscara políticamente naif argumentando que a través de su trabajo sólo buscaba la belleza. Cuando alguien cuestionaba la carga política de sus películas sobre los congresos nazis, Riefenstahl oponía que su naturaleza era puramente documental, sin sesgo político.

En la época de su resurgimiento, algunos críticos apoyaron esta posición y propusieron separar el valor de sus películas del contexto de producción en un nuevo afán por ver un solo lado de la historia, pero al pensar en la filmación de Triumph des Willens es difícil de creer: treinta cámaras, un crew de 120 personas, cuatro equipos de sonido, un dirigible para tomas aéreas, los 350 mil habitantes de Nuremberg como extras y La catedral de luz, obra escenográfica para el podio, requirió treinta reflectores antiaéreos.

Así también abundan obras millonarias cuyos valores artísticos son muy pobres. No se trata de los recursos, sino de lo que un artista hace con ellos. Leni Riefenstahl creó espectáculos cinematográficos originales, construidos por planos que no se habían visto hasta el momento, con ella a la cabeza de cada aspecto del proceso, logrados gracias a la inventiva de la propia autora, como el elevador que usó para la toma elevada del podio del congreso de Nuremberg. Son filmes que por momentos llegan a lo poético, de una belleza que se funda en ideales clásicos en los que se enaltece a un pueblo y se glorifica a su caudillo, que fundan el culto al cuerpo bello, joven y capaz de grandes hazañas que hizo escuela en la imaginería mediática del deporte hasta nuestros días. En ese sentido, el arte de Leni Riefenstahl no trata de romper convenciones, es seguro, eficaz y grandilocuente, inextricablemente ligado a sus onerosas condiciones de producción sin que esto signifique un detrimento de su valor en el contexto que le corresponde: el filme de propaganda, donde ella dio a luz dos obras canónicas: El triunfo de la voluntad y Olympia.

Leni Riefenstahl en la era de las redes sociales

Hoy, como nunca, las narrativas que se nos imponen por medio de la tecnología parecen rebasarnos. O quizá nunca hemos podido vivir sin mitos, pero en este punto de la historia es necesario mirar de frente figuras controvertidas como la de Leni Riefenstahl para hacer surgir retratos complejos que alimenten el criterio libre de la sociedad cada vez más despojada de raciocinio propio.

Después de 2010, con el auge de las redes sociales, la mirada colectiva fue secuestrada por la corrección política que hace el debate público cada vez más violento y sin fondo. Desde el fin de la Segunda Guerra el juicio moral al personaje de Leni Riefenstahl ha ensombrecido toda crítica a la vida y ha sustituido el análisis minucioso de la obra: se le considera un genio incuestionable o una propagandista privilegiada del sistema.

Ante el ojo contemporáneo, la figura de Leni Riefenstahl es sujeta de un nuevo escrutinio: en 2013 el teatro de Bratislava auspició la creación de Leni, una obra que se centra en la falta de autocrítica que ella siempre demostró en entrevistas y apariciones públicas. En 2020 una editorial de Zurich compró los derechos de un libro de denuncia de casi mil páginas: Karriere einer Täterin (La carrera de una perpetradora), de Nina Gladitz, la misma directora del documental que en 1984 probó que Riefenstahl sí había ido al campo de concentración de Maxglan a seleccionar a los extras de Tiefland. Esta vez, la sociedad parece más dispuesta a escucharla. ®

Referencias

Antón, J. (26 de abril de 2017). Leni Riefenstahl, la camarógrafa de los nazis, sube a escena. El País.
Connolly, K. (9 de diciembre de 2021). Burying Leni Riefenstahl: one woman’s lifelong crusade against Hitler’s favorite film maker. The Guardian.
Müller, R (1993). Leni Riefenstahl, una vida de luces y sombras. YouTube.
Müller, S. (10 de agosto de 2021). Elizabeta, Leni y Agnès: tres mujeres que cambiaron el cine. Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Buenos Aires.
Riefenstahl, H.B.A. (2001). Memorias. Madrid: Penguin Random House.
Rother, R. (2002). The seduction of the Genius. Londres: Continuum.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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