El lado b de los futbolistas

No todos llegan a ser superhéroes

El fútbol en Argentina es una metáfora del país, apasionado, desigual, lleno de sacrificios y esperanzas. Aunque su narrativa glorifica la idea del mérito y el esfuerzo personal, la realidad muestra un sistema que premia a pocos y deja a muchos en el camino.

Ian Glavinovich. Foto de Instagram.

Su mamá recorría cien kilómetros tres veces por semana, desde San Justo hasta Santa Fe. Así lo recuerda Agustina Chichizola, su hermana. Aunque vivía con su abuela, su familia siempre lo acompañó en sus estudios y lo apoyó en su formación futbolística. Su entorno cercano siempre mantuvo la esperanza de que algún día llegue a primera.

En Argentina el fútbol es más que un deporte. En la vida del argentino la pelota entra en sus prioridades. En cada espacio del país hay una cancha para jugar, y en ese rectángulo hay niños con el sueño de llegar a ser futbolistas. El objetivo de los chicos es vestir la camiseta de su club y representar al país. El jugador profesional es visto como un superhéroe por los más jóvenes.

Los recursos para que se dé un partido, o un picado, como también se lo llama, no tiene límites. Los elementos pueden ir desde una pelota de cuero hasta botellas, tapitas o medias. Si no hay arcos, se crean con ropa. Es un lujo cambiar los botines varias veces en poco tiempo. Algunos juegan con los botines rotos, unos les ponen cinta y otros juegan descalzos. El fútbol no entiende de clase social, sobre todo en Argentina.

Es la selección con más títulos de todo el planeta, a su vez, está dentro de las naciones que jugaron más finales de mundiales. Por otra parte, es el segundo país con mayor cantidad de títulos internacionales a nivel de clubes.

En el mundo ya queda claro qué clase de oponente es Argentina. Es la selección con más títulos de todo el planeta, a su vez, está dentro de las naciones que jugaron más finales de mundiales. Por otra parte, es el segundo país con mayor cantidad de títulos internacionales a nivel de clubes. Por último, es el país con más balones de oro, liderado por Lionel Andrés Messi.

El contexto en el cual uno crece no es un impedimento para convertirse en jugador de fútbol. En la mayoría de las familias de Argentina que un pariente se convierta en futbolista representa la posibilidad de alcanzar un futuro mejor. Un claro ejemplo de esto son Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Algunos tienen sus inicios en escuelitas de fútbol, unos en clubes de barrio y otros en instituciones con una estructura profesional ya asentada.

El primer paso hacia el sueño

A medida que los jóvenes avanzan en su camino hacia el profesionalismo el trayecto está marcado por sacrificios, frustraciones y maduración. Esto no quiere decir que todos logren triunfar. A través de las historias de futbolistas como Ian Glavinovich, Ariel “Pepi” Zapata y Leandro Chichizola, queda en claro cómo el camino es incierto y sólo unos pocos logran llegar a la cima.

Los futbolistas saben desde niños que es lo que quieren ser, aunque lo normal es no tener idea. Por lo general, se piensan vocaciones como policía, bombero o astronauta. Aunque se menciona el deportista, son pocos los que lo dicen en serio y logran conseguirlo. Se practican diferentes disciplinas, pero lo común es que termine en un hobby.

En este caso, el jugador de fútbol desde chico apuesta todo a su futuro, un destino incierto. Es un caso de estudio del cual surge un abanico de preguntas. ¿Cómo consiguen ser disciplinados a temprana edad? ¿El sacrificio realizado es por diversión o por necesidad? ¿Cómo logran no ser derrotados por sus sentimientos? La realidad es que por más que sigan el camino al pie de la letra, hay posibilidades de quedarse sin recompensa.

Leandro Chichizola. Foto de Instagram.

El sacrificio es parte del proceso. En algunos casos los jugadores desde pequeños deben alejarse de sus familias. Un claro ejemplo de esto es Leandro Chichizola, que a los nueve años se distanció cien kilómetros de su familia para probar suerte en Unión de Santa Fe. Su hermana Agustina relata que Leandro desde chico tiene claridad mental, él sabía que iba a cumplir su objetivo.

No todo es color de rosas

En el caso de Glavinovich, su trayecto inicia en clubes de campo y, como él dice, siempre va en busca del sí. En su cabeza tenía claro que quería jugar al fútbol, se probó y quedó en equipos como Boca Juniors y Newells Old Boys. Aunque la Lepra estaba cerca de su pueblo y su hermana vivía en Rosario, él fue a la pensión. Además, Ian dice: “Tengo la capacidad de poder adaptarme a cualquier ambiente”.

A su vez, hay quienes tienen la suerte de vivir cerca del club o que los familiares pueden llevarlos a entrenar. Aun con estas facilidades algunos no logran conseguir el objetivo. En estos casos parece que falta hambre de gloria. Por su parte, Zapata viajaba todos los días una hora y media en colectivo desde Florencio Varela hasta La Plata. Él rememora esa situación: “No pensé en dejar de entrenar por vivir lejos, la ilusión por ser jugador era más fuerte”.

Las relaciones que se pierden, los momentos; apostar a un objetivo no lo hace la mayoría. Aunque eso es lo cruel del fútbol: hay jugadores que no conocemos que sacrificaron todo para quedarse con las manos vacías.

Al jugador de fútbol se lo juzga por lo que se ve y uno nunca se detiene a pensar por todo lo que pasó. Las relaciones que se pierden, los momentos; apostar a un objetivo no lo hace la mayoría. Aunque eso es lo cruel del fútbol: hay jugadores que no conocemos que sacrificaron todo para quedarse con las manos vacías. A este deporte se le puede pedir muchas cosas, ahora, que sea justo, eso es imposible.

En el caso de Chichizola siempre estuvo lejos de la familia. En su etapa en Unión y cuando le tocó ir a River Plate, aún más. Su hermana cuenta que él nunca mostró sus sentimientos: “Su personalidad es distinta al resto de la familia, es frío”, y añade: “Quienes más sufrieron su ausencia en eventos familiares eran mis padres”.

Por el lado del Pepi, en Estudiantes de La Plata le enseñaban que salir de fiesta no iba de la mano con jugar un domingo a la mañana. Además, entendió que si quería cumplir su objetivo el camino de la disciplina era el correcto. Ariel recuerda cuando sus amigos lo invitaban: “Querían que yo vaya a los boliches con ellos. Lo que hacía era aguantarme las ganas e irme a dormir, sabía que mi vida era diferente al resto”.

Un futuro incierto

En la actualidad, en la primera división del fútbol argentino hay 28 equipos. De manera aproximada, 754 futbolistas tienen contrato profesional. La plataforma “Libro de Pases” informa que un 3% logra quedar en las divisiones juveniles. De cada cien chicos de las inferiores sólo entre uno y tres consiguen debutar en primera.

Aunque, en el último tiempo, la figura del psicólogo toma un mayor protagonismo, queda en duda si el seguimiento a los juveniles es el adecuado. Los jugadores que no consiguen llegar o quedan libres se encuentran perdidos, ya que aquello que apostaron todo quedó en la nada. En el año 2020 surgieron dos casos de suicidio, un juvenil de Colón y otro de Aldosivi. Ambos quedaron con el pase en su poder y optaron por la peor decisión.

En las divisiones inferiores no sólo hay una exigencia desde lo físico, también desde lo emocional. La competencia por un puesto en el primer equipo genera ansiedad, frustración y estrés en los jóvenes. Además, se suman las expectativas familiares, y éstas pueden generar un desgaste psicológico. Los futbolistas juveniles sienten que su futuro depende del fútbol, y esa carga puede ser insoportable.

A finales de 2020 el exministro de Educación, Nicolás Trotta, firmó un convenio llamado “Alentar”, que establecía como requisito obligatorio terminar los estudios para poder llegar a la primera división del fútbol argentino. El objetivo principal de este tratado era mostrar que existen otras alternativas en la vida, incluso si no se logra debutar.

Los golpes psicológicos varían según cómo cada persona los enfrenta. En el verano de 2011 Leandro Chichizola debutó oficialmente en un amistoso contra Boca Juniors. Tras un centro rival la pelota se le escapó y el Xeneize empató. El arquero de River Plate dijo: “Si uno no se levanta rápido, no podría atajar nunca”, y aseguró que el error no le afectó mentalmente.

En Argentina el fútbol traspasó barreras, convirtiéndose en una pasión sin límites. Hoy los hinchas sienten que tienen el poder de actuar como quieran, hasta el punto de insultar a los jugadores en redes sociales.

Después de debutar en agosto de 2022, Glavinovich no volvió a jugar hasta un año después. Durante los seis meses previos entrenaba con el primer equipo, pero algunas semanas era relegado a la reserva. Él mismo cuenta que llegó a caer en un pozo y pensó en dejar Newell’s. En esos momentos lo más importante fue el apoyo de su círculo cercano, lo que le permitió tomar las mejores decisiones.

En Argentina el fútbol traspasó barreras, convirtiéndose en una pasión sin límites. Hoy los hinchas sienten que tienen el poder de actuar como quieran, hasta el punto de insultar a los jugadores en redes sociales. En algunos casos los futbolistas no soportan esta avalancha de agresiones y deciden eliminar sus cuentas para encontrar paz.

En la cuestión de las redes sociales, Ian Glavinovich dice que intenta alejar a su familia de las distintas plataformas porque a ellos le afecta distinto: “Yo leo los comentarios que ponen sobre mí porque me gusta. Aunque no le doy importancia, ya sea bueno o malo el comentario, porque no conozco a la otra persona”.

No es que no se pueda dar una opinión, pero el comentario tendría que ser una crítica constructiva. Por lo general, el que insulta al jugador es una persona desde el sillón de su casa. En la mayoría de las veces el mensaje tiene la intención de destruir. Lo que no entiende es que de esa manera perjudica al jugador y a su vez al propio equipo de ese fanático.

La realidad de ser futbolista

El fútbol en Argentina es una metáfora del país mismo, apasionado, desigual, lleno de sacrificios y esperanzas. Aunque su narrativa glorifica la idea del mérito y el esfuerzo personal, la realidad muestra un sistema que premia a pocos y deja a muchos en el camino. Este deporte seguirá siendo un símbolo de la identidad nacional, pero también un espacio donde las tensiones sociales y económicas se hacen visibles.

Alcanzar la primera división no es una tarea sencilla, a veces intentarlo tampoco es suficiente. A menudo se piensa que cualquiera puede hacerlo, pero las estadísticas demuestran lo contrario. En el camino hay diversos obstáculos, desafíos, y pocos están preparados para afrontarlos. Estar dispuesto a dejar todo a temprana edad y tener que soportar momentos de soledad no es para todos. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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