Amparo Dávila: una vida entre Dios y el Diablo

Pinceladas sobre una escritora genial de literatura fantástica

Hoy, 21 de febrero, se cumplen 97 años del nacimiento de la escritora zacatecana (1928–2020). En esta entrevista Patricia Rosas Lopátegui reflexiona sobre la obra de la autora considerada como uno de los referentes de la literatura fantástica en México.

Amparo Dávila y Patricia Rosas Lopátegui, verano de 2013.

A unos días del natalicio de Amparo Dávila, y a casi cinco años de su fallecimiento, ocurrido el 18 de abril de 2020, la escritora y editora Patricia Rosas Lopátegui —biógrafa de Elena Garro, Inés Arredondo y otras narradoras— nos concede esta entrevista en la que generosamente comparte sus experiencias personales con Dávila. En un admirable ejercicio de erudición, la doctora Rosas también traza unas pinceladas sobre la portentosa literatura de la zacatecana y reflexiona sobre las limitantes que en su tiempo, sobre todo por el machismo y la misoginia que privaban en el sector cultural,  le impidieron a Amparo Dávila una mayor proyección de su obra en México. Sin embargo, no sucedió así a escala internacional, ya que autores como Julio Cortázar y Mario Benedetti reconocieron la brillantez de sus relatos. Afortunadamente, en la actualidad existe un reconocimiento cada vez más creciente del legado literario de Amparo Dávila, el cual paulatinamente la irá ubicando en la justa dimensión que merece dentro de las letras mexicanas.

—En febrero de 2008, con motivo del cumpleaños 80 de Amparo Dávila, usted se trasladó a su casa para realizarle una entrevista. ¿Qué recuerdos le vienen a la memoria de ese encuentro?
—Más bien llega a mi memoria la primera vez que conocí y entrevisté a Amparo Dávila. Fue en el verano de 2006. Recuerdo que conseguí su dirección y su teléfono con mucha dificultad. En aquella época Amparo Dávila llevaba una vida más recluida, su nombre casi no aparecía en la prensa, ni había homenajes ni reediciones de su obra. Eso vino un poco después. Recuerdo que el viaje en taxi, desde el hotel hasta su casa, se me hizo eterno. Yo iba muy emocionada. Le había hablado para concertar una cita y la escritora me esperaba. Toqué el timbre de la puerta y una mujer del servicio la abrió y me llevó a la recámara de Amparo Dávila. Ella me recibió con cortesía aunque con cierto aire de distancia. Yo le llevé de regalo mi libro Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro. Lo hojeó de inmediato con curiosidad. Poco a poco se sintió más tranquila con mi presencia y empezamos a platicar. Así se dio esa memorable entrevista.

El propósito de mi visita era proponerle escribir su biografía, pero ella no aceptó. “Se lo agradezco mucho, Patricia, pero no quisiera ofender o molestar a personas que aún están vivas”. Entonces nuestra conversación versó sobre su obra.

El propósito de mi visita era proponerle escribir su biografía, pero ella no aceptó. “Se lo agradezco mucho, Patricia, pero no quisiera ofender o molestar a personas que aún están vivas”. Entonces nuestra conversación versó sobre su obra. Yo llevaba dos de sus libros, Tiempo destrozado y Música concreta, que también había logrado adquirir después de una búsqueda odiseica. Me los dedicó y los atesoro entre otras joyas que descansan en mis libreros.

Después de esa primera vez la visité en diferentes ocasiones en su casa y sostuvimos memorables conversaciones telefónicas. Ella es una de las autoras de mi antología Óyeme con los ojos. De sor Juana al siglo XXI. 21 escritoras mexicanas revolucionarias (UANL, 2010).

—Dávila creía en el destino. ¿Hasta qué punto los gustos literarios durante la  infancia y la adolescencia de la escritora zacatecana, caracterizados por lecturas tan disímbolas como La Divina Comedia y El Cantar de los Cantares, marcaron su destino literario?
—Pues creo que todos estamos marcados por un destino pero no nos damos cuenta en el momento en que suceden los hechos, sino años después, cuando empezamos a recordar el pasado, entonces vamos atando los cabos sueltos y nos damos cuenta de cómo un acontecimiento llevó a otro, cómo se fueron ordenando para darle forma a tu vida, a tu destino… En el caso de Amparo Dávila, su precaria salud desde la infancia contribuyó al desarrollo de su imaginación y posteriormente a la escritura. Como no podía ir a la escuela con regularidad porque se enfermaba con frecuencia, se la pasaba en la cama viendo las imágenes de los libros que sacaba de la biblioteca de su padre. Por otro lado, se quedó sola al perder a su hermanito menor. Así, la enfermedad y la soledad en su infancia forjaron en gran medida su destino. Desde muy temprana edad comenzó a escribir en su imaginación sobre las ilustraciones que veía en los libros, o sobre lo que observaba desde su ventana, pues no tenía a nadie con quien dialogar. Su madre y su padre no fueron felices en su matrimonio y estaban ocupados en sus desavenencias.

—¿De cuántos libros de relatos consta la obra de Dávila y cuál es su favorito?
—Amparo Dávila es autora de cuatro libros de relatos, hasta hoy publicados: Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1961), Árboles petrificados (1977) y Con los ojos abiertos (2008). La segunda parte de tu pregunta es imposible de responderla porque me fascinan todos los relatos de Amparo Dávila. Sin embargo, para no frustrar tu curiosidad, te mencionaré algunos de mis cuentos preferidos: “El huésped”, “El último verano”, “Con los ojos abiertos”, “Un boleto para cualquier parte”, “Moisés y Gaspar”, entre tantos otros.

Amparo Dávila utiliza elementos que pertenecen al orden de lo suprarreal para revelar aspectos de la realidad o de la vida. Es decir, Dávila se sirve de lo fantástico para mostrarnos todos los males que destruyen al ser humano.

—¿Considera que la obra cuentística de Amparo Dávila debe contextualizarse dentro del género de la literatura fantástica?
—Sí, porque Amparo Dávila utiliza elementos que pertenecen al orden de lo suprarreal para revelar aspectos de la realidad o de la vida. Es decir, Dávila se sirve de lo fantástico para mostrarnos todos los males que destruyen al ser humano.

—¿A qué atribuye que Amparo Dávila haya sido infravalorada entre el mundo de los escritores mexicanos de la segunda mitad del siglo XX, cuando autores extranjeros como Julio Cortázar y Mario Benedetti supieron reconocer la calidad de sus escritos?
—Porque México, como el resto de las naciones de América Latina, es un país machista y misógino. Aunque a Amparo Dávila, por ejemplo, el Fondo de Cultura Económica le haya publicado sus primeros libros, no tuvo la difusión que recibieron las obras de Octavio Paz, Juan Rulfo o Carlos Fuentes… La cultura en México ha estado controlada por las mafias masculinas, las capillas, en las que no ha habido crítica honesta, sino que los escritores se han dedicado a halagarse unos a los otros para promover sus obras. Y, claro, todos ellos cobijados por las instituciones culturales del Estado. Esos escritores y artistas se casaron con mujeres cultas y talentosas: Octavio Paz con Elena Garro, Pedro Coronel con Amparo Dávila, Tomás Segovia con Inés Arredondo, Ricardo Guerra con Rosario Castellanos, Carlos Fuentes con Rita Macedo… Pero cada uno se sirvió de ellas para sus fines personales. Todos fueron unos patriarcas que impidieron el reconocimiento del talento de sus compañeras porque no podían permitir ni tolerar que los superaran con su brillantez y capacidad propias.

—En uno de sus extensos intercambios epistolares Amparo Dávila confiesa a Cortázar nunca haber leído a Edgar Allan Poe. ¿Considera que Dávila, maestra de lo insólito y lo siniestro, tenía una capacidad innata para crear mundos extraños que hacían vacilar al lector, sin haber tenido la necesidad de leer a los virtuosos del terror?
—Claro que sí. Cuando una escritora o un escritor es verdaderamente talentoso, de manera innata, agregando a esto su propia circunstancia de vida, esa persona puede crear su mundo propio, original y distintivo, aunque después los lectores hagamos conexiones con otros autores o artistas. El mundo insólito y siniestro que percibió Amparo Dávila en Pinos, Zacatecas, el pueblo fantasmagórico de su infancia, es el escenario perfecto para sus relatos. La mayoría de sus relatos se nutrieron de esa circunstancia de vida.

El mundo insólito y siniestro que percibió Amparo Dávila en Pinos, Zacatecas, el pueblo fantasmagórico de su infancia, es el escenario perfecto para sus relatos.

—Gran parte de la obra cuentística de Amparo Dávila aborda temas sobre mujeres. ¿Podría catalogarse como escritora de literatura femenina o feminista?
—Por supuesto. Te comento algunos ejemplos. Precisamente por su mirada feminista, uno de sus relatos que más disfruto es “El último verano”, en el que Dávila explora el derecho de la mujer al aborto, a decidir sobre su cuerpo. La protagonista tiene seis hijos, es la típica mujer casada, que desempeña los papeles tradicionales de madre y esposa. Cuando descubre que nuevamente está embarazada se resiste a tener un hijo más y de alguna manera se provoca un aborto. Este relato pertenece a la colección de Árboles petrificados y en los años setenta, con el movimiento feminista mexicano en ciernes, Dávila se atreve a plantear ese tema, en una sociedad enajenantemente católica.

Por otro lado, está “El huésped” o “Con los ojos abiertos”. Ahí los personajes femeninos “despiertan” del sopor de vivir bajo el yugo y el abuso de sus maridos. Toman conciencia de esa tiranía, de existir como esclavas, entonces se rebelan y se empoderan.

Hay que recordar que Amparo Dávila no es una autora light, no le da todo digerido al lector. Sus relatos nos exigen deconstruir los símbolos, las metáforas y las imágenes para llegar al meollo del asunto. De ahí que sea una autora clásica, de primera línea. Su obra seguirá cobrando cada día más relevancia y ocupará el lugar que le han arrebatado.

—¿Qué  papel cumple el simbolismo de los animales en los cuentos de Dávila? Pienso, por ejemplo, en  los relatos “La señorita Julia” y “La celda”, cuyas protagonistas son acosadas por roedores imaginarios.
—Mediante esos seres imaginarios Amparo Dávila recrea las fobias, la opresión patriarcal, los miedos, en fin, todo aquello que nos paraliza y nos impide desarrollar nuestro potencial.

—En la actualidad existe el Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila, organizado por el gobierno de Zacatecas. ¿Ha tenido la oportunidad de leer las obras ganadoras?
—No, lamentablemente nunca me han dado esa oportunidad.

—Si un novel lector le pidiera que le recomendara un relato de Amparo Dávila para iniciar su conocimiento sobre la autora ¿qué cuento le sugeriría?
—“Un boleto para cualquier parte”, “Moisés y Gaspar” (por cierto, éste era uno de los relatos preferidos de Amparo Dávila. Recuerdo que lo comentamos en una de mis visitas y ella disfrutó mucho hablar de él), o también pueden acercarse a ella leyendo “La señorita Julia”. En realidad, creo que no hay pierde con Amparo Dávila: pueden echar un volado y el cuento que elija la suerte no los decepcionará. Amparo Dávila es un caudal inagotable de magia y de excelente literatura. ®

El sitio de Patricia Rosas Lopátegui, aquí.

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Publicado en: Libros y autores

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