Adolfo Castañón lee a Gabriel Zaid

Urano en la Casa de Leo

Algunos giros… es una obra viva y llena de “hormigueante erudición”; “un libro clarividente” donde Adolfo Castañón nos entrega, reunidas y enriquecidas, las reflexiones y notas que ha ido acumulando sobre la vida y obra de Gabriel Zaid al paso de los años, los astros y los libros.

Adolfo Castañón. Fotografía INBA.

Leer la obra de un crítico poeta como Adolfo Castañón (Ciudad de México, 1952) significa encontrarse, de pronto, rodeado de “dioses, tumbas y sabios”, algo que hubiera celebrado C. W. Ceram (1915–1972).

En todo caso, “astrólogo literario” (Emerson) y discípulo–lector de grandes maestros como George Steiner (1929–2020), André Bretón (1896–1966), Octavio Paz (1914–1998) y Nostradamus (1503–1566), Adolfo Castañón es un matemático atento a los demasiados almanaques de la cultura; un hierofante que anuncia y enuncia los azares objetivos de la lectura y de la vida; un sabio editor que dialoga con las muchas esfinges de Babel; un poeta–alquimista atento a la dorada ebullición de los signos. Su libro más reciente, fruto de un trabajo crítico de tres décadas (1993–2023), reúne los textos necesarios para entender la obra del poeta y ensayista mexicano Gabriel Zaid (Monterrey, 1934), ese raro hijo de acuario, como “un discurso orgánico” (p.23) y geométrico.

Libro–surrealista, formado por diecinueve textos de carácter a veces fragmentario (ensayos, semblanzas, cartas, epístolas, poemas, apuntes, entrevistas, anexos, críticas y reseñas), Algunos giros para Gabriel Zaid: breviario (Bonilla Artigas Editores y El Colegio Nacional, México, 2024) es un compendio de miradas —“fragmentos de una experiencia espiritual e intelectual” (p.23)— que trabajan, como las varias piezas de una maquinaria duchampiana, en torno a una presencia central, “misteriosa y a la vez transparente” (p.52).

En este sentido, todos los textos de Algunos giros… se encuentran dedicados —así sea tangencialmente— a la vida y obra de Gabriel Zaid, salvo dos: “Adolfo Castañón en ‘La Vida A Leve’” (dueto de textos publicados por Castañón en la revista Vuelta) y “Favor de llamar a Ludwig”, centrado en el poeta y artista plástico chileno Ludwig Zeller (1927–2019), autor de los veinticuatro collages que ilustran el libro. Conjunción afortunada, la obra de Zeller dialoga bien con los ensayos y poemas de Zaid gracias a su “plasticidad y ligereza”, su “humor sutil”, su estilo “directo en las formas, inquietante en los contenidos” y su acabado “impecable” y “nítido”, para decirlo con palabras de Héctor Perea (“Collages compartidos”, revista Artes de México 13, otoño de 1991, p.99).

Gabriel Zaid pertenece a “una de las más significativas generaciones literarias que ha producido nuestro país”, la de los “escritores mexicanos nacidos durante la tercera época del siglo XX”. Incluso se podría decir, parafraseando a Castañón, que Zaid encarna “la inteligencia crítica por excelencia de esa generación literaria”

De manera general, Algunos giros… es un “estudio en espiral” (Historia de la Academia Mexicana de la Lengua, Tomo II, FCE, México, 2006, p.267) que, a través de diversos giros (p.11), “calas” (p.100), “sondeos” (p.94) “exploraciones” (p.11) o muestrarios (Alfonso Reyes, Cartas mexicanas, p.18), abre “senderos […] para adentrarse” (p.11), con algunas “claves civiles y poéticas” (p.80) en la mano, en los nunca demasiados libros escritos por Gabriel Zaid.

Ya que Adolfo Castañón concibe “la crítica literaria y la lectura como una peregrinación hacia la mente y obra de un autor, es decir, como un método, ya que etimológicamente método es camino” (entrevista con Claudia Posadas), su exploración de la obra de Zaid resulta doble y profunda.

En suma, para el autor de Viaje a México (ensayos, crónicas y retratos), Gabriel Zaid es una compleja y “poliédrica figura” (p.41).

En cabal síntesis, apunta Castañón, Zaid es el editor y “organizador de materiales y conversaciones ajenas” (p.10), “el lector inteligente de poesía y ensayo”, “el poeta”, “el historiador de la literatura”, el crítico “del mundo cultural” y de “las maquinarias de la burocracia económica y política”, “el hombre de fe” que evita todo “vasallaje doctrinario” (p.38), el polemista respetuoso (p.41) y “el contemplador solitario y solidario” (p.33).

Gabriel Zaid, por otra parte, también es “un heterodoxo inclasificable” (Eduardo Mejía citado en la p.46), “un mexicano excéntrico” (p.39) y un “raro —de tan sensato y normal— entre los raros” (p.38), expresión que acaso debe leerse bajo una luz “rubén–dariana”, pues un “raro”, para Darío, es quien “forma parte de lo nuevo”, alguien digno de ser incluido en una “galería de héroes culturales” (Leyendas mexicanas de Rubén Darío, Academia Mexicana de la Lengua, 2017, p.45).

Sea como fuere, Gabriel Zaid pertenece a “una de las más significativas generaciones literarias que ha producido nuestro país”, la de los “escritores mexicanos nacidos durante la tercera época del siglo XX” (Nueve del treinta, Ediciones Sin Nombre, México, 2002, pp. 11 y 23). Incluso se podría decir, parafraseando a Castañón, que Zaid encarna “la inteligencia crítica por excelencia de esa generación literaria” (Viaje a México, Iberoamericana Editorial Vervuert en Ediciones Bonilla, México, 2008, p.174).

Por lo demás, ya que “la persona sustenta la personalidad” y “ésta, a su vez, explica el carácter, el talante y la inclinación de la figura destacada por la mirada crítica” (Leyendas…, p.54), Castañón no olvida retratar en Algunos giros… a Gabriel Zaid, su “maestro y amigo” (p.63). Como persona, anota el autor de Recuerdos de Coyoacán, Gabriel Zaid se caracteriza por “su vivacidad, su entusiasmo, su agilidad mental, su falta de ceremoniales inútiles y, a la vez, su tacto, su comedimiento y discreción” (p.45).

Si bien “deja constancia de una amistad personal” (p.11), Castañón también nos entrega un “dibujo intelectual” (p.54) en el que Zaid “tiene un aire de familia con Ramón Xirau”, esa “presencia eficaz y silenciosa” (Cartas cruzadas: Arnaldo Orfila, Octavio Paz 1965–1970, Siglo XXI Editores, México, 2016, p.13): “Los dos forman en mí la figura del búho o de la lechuza, aves de presa nocturnas, aves que pueden y saben cazar de noche, poetas–críticos vivaces a quienes no obnubila la noche de la historia” (p.50). Esta figura alada contrasta en el imaginario de Castañón, si no entiendo mal, con Carlos Monsiváis, autor que “tiene algo de murciélago invidente” y de “taquígrafo del juego de la Historia” (Nueve del treinta, pp. 53 y 57).

Pasemos a la obra. Escritor influyente (p.35) y “presencia […] clave en la cultura mexicana contemporánea” (p.99), Gabriel Zaid es un escritor prolífico, autor de una vasta constelación de libros. Castañón lo llama, no sin razón, “polígrafo” (p.49), pues polígrafo es “alguien capaz de escribir con pericia sobre materias y a través de géneros diferentes”, “ese artista de la escritura que es capaz de introducir o imprimir en lo que escribe modos extraordinarios que sólo son inteligibles para quien está en el secreto de su cifra” (Viaje a México, p.313).

En Algunos giros… Adolfo Castañón menciona muchos de los libros de Zaid y descifra, así sea de forma breve, no pocos de ellos: verbigracia, El secreto de la fama y Cronología del progreso, Reloj de sol y Los demasiados libros, Ómnibus de poesía mexicana y Poemas traducidos.

Castañón lo llama, no sin razón, “polígrafo”, pues polígrafo es “alguien capaz de escribir con pericia sobre materias y a través de géneros diferentes”, “ese artista de la escritura que es capaz de introducir o imprimir en lo que escribe modos extraordinarios que sólo son inteligibles para quien está en el secreto de su cifra”.

Por ejemplo, Los demasiados libros (1972) le parece a Castañón un “libro plural” (p.39) “de historia y sociología de la cultura” (p.79); un “feliz y poderoso” (p.89) “ensayo en movimiento” (p.39); un “mercurial e inclasificable libro” (p.92); una “obra proteica y acaso en secreto prometeica” (p.93); un “libro sin desperdicio” (p.94); “un libro sincero” (p.94); “una de las obras literarias mexicanas más leídas en el mundo” (p.94); “un libro representativo de la cultura crítica del México moderno” (p.94).

Por otro lado, El secreto de la fama (2015) es “una historia de la fama” (p.56) en la que Zaid “expone […] una casuística de la gloria, de sus espejismos, de sus ilusiones y decepciones” (p.56); una obra que “prolonga y ahonda la temática expuesta” en Los demasiados libros (p.56), en tanto constituye “una historia del libro desde el plano oblicuo del reconocimiento, la nombradía, la reputación, la gloria, las variedades que asumen el lenguaje de la trascendencia y el idioma de la inmortalidad” (p.56). También es “una sociología del conocimiento y del reconocimiento —del famoseo— en la edad post–industrial” (p.57) y una “historia de la cultura realizada a partir” del “libro como arquetipo e institución” (p.57); un libro “minucioso”, “quieto e inquietante”, “impregnado de paradójico humor al estilo de Chesterton” (p.58) que podría “ser leído como una atrevida sucesión de máximas o aforismos” (p.58); una obra “bien ajustada y construida” (p.61) donde se critica “la premiología, la galardonitis, las leyes que rigen la feria lunática de las vanidades” (p.59); un trabajo que “aspira a enumerar las” leyes “de gravitación” “que gobiernan el juego del yo público en el escenario literario, artístico y mundano contemporáneo” (p.59); una “obra maestra” que guarda unas “llaves” o métodos útiles “para adentrarnos en el espíritu de nuestro tiempo” (p.63).

Como si fuera poco, Ómnibus de poesía mexicana es un verdadero “tesoro” (p.74): “un libro que revolucionó la bibliografía de la poesía y las letras mexicanas” (p.10); una antología “imprescindible” (p.93) y “abnegada” (p.64) que “ofrece una mirada refrescante a la cultura literaria mexicana e hispanoamericana y, en cierto modo ilumina a la sociedad mexicana misma, en la cual conviven lo religioso, lo cómico, lo popular, lo culto y lo oculto” (p.64), sirviendo de “contrapunto práctico, portátil” a Los demasiados libros (p.93). Ómnibus de poesía mexicana, según Castañón, “muestra la capacidad de Gabriel Zaid para descubrir, inventar o redescubrir continentes culturales enteros” (p.64). Dicho de otra forma: “La antología de Zaid va más allá de Poesía en movimiento o de la antología de Castro Leal”: postula “una actitud innovadora ya no sólo en la escritura, sino en la lectura misma, al incluir autores y géneros periféricos a la tradición canónica” (Cartas cruzadas: Arnaldo Orfila, Octavio Paz 1965–1970, Siglo XXI Editores, México, 2016, p.20).

La última reseña de Castañón está dedicada a Rescate de La Vida A Leve (sección lúdica de la revista Vuelta) (p.11), libro digital gratuito de Gabriel Zaid que contiene algunas erratas, sin duda destinadas a despertar un diálogo “piadoso o impío” con el lector: “Diciembre 1987” [en realidad, “Julio 1987”] (p.227); “Diciembre–Enero 1987” [debe decir: “Diciembre 1987–Enero 1988”] (p.238); además, se incluyen dos textos (“La cuadratura del círculo” y “Con ganas de jugar”) que si bien dialogan con “La vida (a)leve”, se publicaron en otra sección de la revista  llamada “La vuelta de los días”, acaso por error (Rescate…, pp. 109–111 y 114–116).

Como anota Castañón, “La vida aleve” (título inaugural de la sección), o mejor: “La vida (a)leve” o “La vida aleve” —no, en todo caso, “La Vida A Leve”— de la revista Vuelta, inspirada en el Oulipo francés, fue una feliz máquina colectiva productora de “sonetos y endecasílabos, villancicos y versos de arte mayor, segundillas autorreferenciales y bolas de nieve tipográficas y semióticas” (p.116); un espacio vesubiano (p.116) que funcionó también como piscina para las musas y como fuente de la eterna juventud literaria (p.116). Al final, como anota Zaid, autor para nada ajeno al “caracol de los detalles y minucias” (p.67), “La vida (a)leve” fue una sección lúdica dedicada a publicar toda clase de textos de “levedad o alevosía que los escritores producen, traducen o pepenan, al margen de su obra principal” (Rescate…, p.3).

Aunque no los examina a profundidad, Castañón acepta su preferencia por libros como Tres poetas católicos —“animada tapicería poética y cultural” (p.88)— y La máquina de cantar, obras que a lo largo de los años lo “han acompañado y servido de inspiración” (p.49).

Algunos giros… también es una historia mínima de la recepción crítica (reseñas, libros, tesis y antologías) que ha tenido la obra de Zaid en México y en el extranjero. Por ejemplo, entre sus páginas se comenta la traducción de Reloj de sol al inglés y la reseña positiva de El secreto de la fama publicada en Le Monde.

Anoto al paso: si “la crítica literaria y la historia de la cultura” (p.30) trazan los módulos flexibles o articulaciones certeras (p.54) que unen y enlazan entre sí todos los libros de Gabriel Zaid, como piensa Adolfo Castañón, las cartas y epístolas —composiciones en prosa y en verso, respectivamente— incluidas en Algunos giros… me parecen “el intermedio entre la conversación y la obra, el puente entre la palabra viva y el texto impreso” (Alfonso Reyes: cartas mexicanas [1905–1959], Colmex, México, 2009, p.16).

Punto y parte, Algunos giros… también es una historia mínima de la recepción crítica (reseñas, libros, tesis y antologías) que ha tenido la obra de Zaid en México y en el extranjero. Por ejemplo, entre sus páginas se comenta la traducción de Reloj de sol al inglés y la reseña positiva de El secreto de la fama publicada en Le Monde (p.61). Una obra como Los demasiados libros, anota Castañón, “ha sido traducida a las principales lenguas europeas”, incluyendo “al croata, al estonio y al esloveno” (p.91).

Ya que Zaid no es un “inventor doméstico” (p.26) ni una inteligencia atrapada en “efímero presente municipal” (p.29), sino un autor cuya ideas han generado interés más allá de México, Adolfo Castañón explora su obra con una perspectiva total, “planetaria y no únicamente en torno a las disyuntivas locales o nacionales” (Lugares que pasan, Conaculta, México, 1998, p.223).

En todo caso, Castañón nos recuerda que la obra de Zaid es dueña de un “carácter orgánico” (p.25) que integra campos sólo en apariencia aislados, como la poesía, la historia, la política y la economía, de manera que sus libros son los “retoños” de un “árbol múltiple” (p.34). Dicho de otra manera: su pensamiento es “orgánico” (p.49) porque “cruza fronteras y disciplinas” (p.49).

Si no entiendo mal a Castañón, la ruta crítica o “método” (p.44) de Gabriel Zaid parte de la poesía (p.46) y atraviesa por vastos nodos de conocimiento que le permiten maximizar los beneficios culturales y minimizar los costos sociales. En este sentido, el método de Zaid defiende la “convivencia […] de los saberes” (p.35) y nos descubre el “intercambio vivo entre diversas vertientes del saber y la experiencia” (p.34), pues “va cruzando los saberes para depurarlos y finalmente asociarlos” (p.34). Por ello su pensamiento “enuncia y denuncia”, muestra “unidad orgánica, orientación a la vez íntegra en muchos frentes y facetas” (p.45).

De cualquier manera, la “poesía tiene un lugar axial” (p.49) en su método: “A partir del eje de una poesía y una poética rigurosas se dibujan las asíntotas de su pensamiento político, social, sociológico” (p.49). Su pensamiento “está lejos de ser coyuntural y sus órbitas y efectos están llamados a extenderse, por así decir, incalculablemente” (p.49).

Ahora bien, si en la obra de Zaid siempre está “en juego el saber de la poesía” (p.23), esto es así porque la poesía le permite a Zaid “buscar la verdad en cualquier terreno” (p.23). En tanto siempre poética y veraz, la obra de Zaid es ajena a la “mitología primaria y panfletaria” (p.14) del progreso y a la “fraseología” hueca (p.15) revestida con los mantos del “dramatismo” (p.23) a la que son adictos tantos políticos y académicos.

Por lo tanto, anota Castañón, Zaid es ajeno a “la compulsión periodística de las interpretaciones improvisadas, instantáneas y desechables” (p.18). De tal forma, su prosa excluye la “desfachatez” (p.16) de “la fraseología vagamente épica o redentora” (p.15); su obra está libre de “la palabra panfletaria” (p.16), es decir, filistea: “ellos los corruptos, nosotros los limpios” (p.20).

En gran medida, Zaid ha sido crítico de “los espejismos iconográficos de la vida” (p.36); su obra “desenmascara” (p.24) a la improductividad disfrazada de productividad (El progreso improductivo) y a la guerra por el poder disfrazada de amor por el saber (De los libros al poder).

Contra la opacidad de la Historia, anota Castañón, Zaid nos ofrece las “cuentas claras” (p.24) de la poesía y de la crítica. Si la mentira es un veneno, la verdad es un antídoto. Por tal motivo, la verdad en la obra de Zaid es “pasión abrasiva” (p.56), “luz en las entrañas” (p.30).

Por lo demás, Gabriel Zaid es un “poeta–filósofo” (p.25) como Octavio Paz, porque los poetas–filósofos son los apasionados guardianes “de la memoria” colectiva, los “árbitros” y “médicos […] encargados de mantener la salud espiritual de la comunidad a través de la reforma continua de su entendimiento y de una rectificación incesante del sentido que las palabras tienen para la tribu” (p.25).

Algunos giros… es un libro en el que Castañón, siguiendo “un método consciente” de asimilación, traza el contorno de “una cierta forma de organización vital y literaria” (Nueve del treinta, p.28), lee una minuciosa “partitura intelectual” (p.42) y, por así decirlo, se pasea infatigablemente por un inmenso país llamado Gabriel Zaid.

Cabe decir que Algunos giros para Gabriel Zaid: breviario es una de las obras “más complejas e íntegras” (p.12)  que se han escrito sobre Gabriel Zaid. También, que Adolfo Castañón es, como Zaid, un filólogo, es decir, “un enamorado de las palabras y de sus orígenes y avatares, o sea […] un lector de la tradición literaria y cultural” (pp. 79–80).

“Editor–filólogo” (Viaje a México, p.246) enamorado del lenguaje en general y del lenguaje “clínico” en particular, Adolfo Castañón es un escritor que hace de las diferentes disciplinas atléticas “sus figuras retóricas” (Nueve del treinta, pp. 19 y 34). De cualquier forma, practica la lectura como “una acrobacia, una especie de yoga”, pues leer “a veces, implica ponerse en posiciones inimaginables” (entrevista con Claudia Posadas). Por ese camino, verdadero atleta del espíritu, Adolfo Castañón comprende, como los sabios de Oriente y Occidente, que alma y cuerpo son equivalentes (p.107).

Como Luis Mario Schneider, Adolfo Castañón es un “lector activo” que se interna con “pasión arqueológica” en la “selva […] de la hemeroteca” en busca de vestigios literarios; un “arqueólogo” mexicano y “resucitador de textos” que explora las librerías del Viejo y del Nuevo Mundo para rescatar toda suerte de publicaciones perdidas (Viaje a México, p.246).

Obra escrita sin “ingenuidad idolátrica”, aunque sin el “ojo implacable” con que Adolfo Castañón ha mirado algún libro de, por ejemplo, Elena Poniatowska (“Elena Poniatowska: cultos de Antígona”), Algunos giros… me parece un notable caleidoscopio de textos críticos “donde la voluntad y el tino, la gracia y la profundidad se unen y separan a la vista de todos dejándonos con la sensación de haber asistido a un juego limpio, iluminado, garantizado en cierto modo por la luz de la razón” (Nueve del treinta, pp. 40 y 42).

Gran vitral ensayístico, Algunos giros… es un espejo para “la observación y la auto–observación” (p.39) y “una especie de ejercicio oblicuo de autognosis” (p.64);una apuesta “por la persona” del escritor, tan poco valorada por “nuestra sociedad civil” (Nueve del treinta, p.13) y una “orografía intelectual de Gabriel Zaid” (p.44); un libro profético en el que Adolfo Castañón, acaso el “más antiguo de los escritores modernos” mexicanos (Lugares que pasan, p.186), también realiza un pertinaz y complejo ejercicio de “arqueoastronomía”, pues busca referencias que le permitan establecer “fechas comunes” en los muchos calendarios de la Historia y observa los “complicados movimientos de los planetas” que “podrían representar un mensaje para el hombre” (Guido Cossard, Firmamentos perdidos. Arqueoastronomía: las estrellas de los pueblos antiguos, FCE, México, 2014, pp. 78 y 80).

De cualquier manera, si Juan García Ponce practicó en Figuraciones una “geomancia” de “las pasiones” (Nueve del treinta, p.35), me parece que Adolfo Castañón practica en Algunos giros… una astrología de las ideas.

Con ilustraciones de Ludwig Zeller.

Un libro en el que Adolfo Castañón —historiador y paleógrafo de la literatura— ejerce “un genuino arte de la lectura”, un poderoso “arte de la memoria” y una certera “arqueología” de las personas y de las obras.

Algunos giros para Gabriel Zaid: breviario es un logrado delta de ensayos, poemas y collages; un sabroso banquete platónico que aviva una conversación “sin fronteras” en el “ágora de la cultura” (p.13); un planeta de reflexiones que tiene su sol en Gabriel Zaid pero que a veces gira, en vertiginosa “espiral babélica” (p.96), “más allá de él” (p.54).

En todo caso, Algunos giros para Gabriel Zaid: breviario es el calendario solar elaborado por un matemático —ya que “el astrólogo es un matemático”— felizmente interesado en las muchas esferas de nuestra cultura; un libro en el que Adolfo Castañón —historiador y paleógrafo de la literatura— ejerce “un genuino arte de la lectura” (p.31), un poderoso “arte de la memoria” y una certera “arqueología” de las personas y de las obras (Cartas cruzadas,pp. 11–27).

Libro asimétrico, “donde todo es ruina y todo es monumento” (Viaje a México,p.138), Algunos giros… es también un pequeño viaje a la majestuosa necrópolis–biblioteca de Adolfo Castañón, esa otra “tumba de Tutankamón” (Alejandro Arras, “Setenta años de un ateneísta contemporáneo”).

Finalmente, producto de la devoción lectora, Algunos giros… es una obra viva y llena de “hormigueante erudición”; “un libro clarividente” (Leyendas…, pp. 34 y 44) donde Adolfo Castañón, “lector activo”, nos entrega, reunidas y enriquecidas, las reflexiones y notas que ha ido acumulando sobre la vida y obra de Gabriel Zaid al paso de los años, los astros y los libros. ®

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Publicado en: Libros y autores

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