Es difícil regresar al principio, al origen. Pensar cómo fue todo antes de la gran maquinaria es polémico: el veneno está. Se respira, se consume, se toma, como si no importara, es casi como un desafío para el cuerpo.
Zona de cultivos: Argentina, granero del mundo, como se la suele llamar. Si se recorre la zona pampeana por la ruta y se echa un vistazo por la ventanilla se puede ver al costado de la ruta simplemente campo. El concepto campo es algo tan familiar, genera hasta melancolía pensar cómo los ancestros se levantaban antes que el sol a trabajar la tierra, respiraban aire puro y se iban a dormir después de haber completado todas las tareas.
Pero pensemos la polémica actualidad, siglo XXI si se quiere. Seguimos viendo esos inocentes cultivos de soja, maíz, sorgo, arroz, que de inocentes no tienen nada. Claro, es entendible, muchos de estos cultivos van a ayudar a tener una balanza comercial un poco más favorable, que se pueda alimentar a más gente, pero a un cierto costo. La zona de cultivos sigue por las provincias de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa. De repente se van borrando todos los lindos recuerdos que el campo puede traer: la infancia, la abuela, los grillos, por unos más de preocupantes, por un sentimiento de miedo, quizás, como si algo hubiera cambiado.
Es difícil regresar al principio, al origen. Pensar cómo fue todo antes de la gran maquinaria es polémico: el veneno está. Se respira, se consume, se toma, como si no importara, es casi como un desafío para el cuerpo. El problema es la lucha, aunque ni siquiera se puede llamar lucha, porque nadie está en igualdad de condiciones; ellos ganan, siempre ganan, y, ¿qué hacemos? Qué buena pregunta, qué podemos hacer.
La disyuntiva
Álvaro Mendez es otorrinolaringólogo del interior de la provincia de Córdoba. “Hace diez años colgué los guantes, pero sé mucho del tema” dice.
Tengo 32 años de médico y vengo a Marcos Juárez, de donde soy nativo, y empiezo a ver este modelo de cambio productivo en el año 1996, donde empezaron a poner plata las multinacionales, el INTA, Conicet, universidades, y aceptaron el proyecto. Entraba el modelo con soja transgénica: glifosato, todo un paquete tecnológico que fue lo que nos llevó puesto porque los únicos valores que tienen son los de la bolsa.
Veneno es una palabra lo suficientemente fuerte como para decirla en vano. Muchos países de Latinoamérica son los grandes exportadores de cultivos en granos y la forma de producirlos cambió: ahora rinde más. Eso es gracias a los paquetes de semillas tecnológicas junto con el uso de agroquímicos que fueron ingresando a Argentina particularmente a partir de año 1996; la siembra de soja transgénica creció de forma tal que corrió otros cultivos como el maíz y el trigo y provocó grandes desmontes, ya que fueron apareciendo nuevos agroquímicos. Cuando se probó en Estados Unidos que la soja transgénica genéticamente modificada era resistente a un agroquímico que contiene glifosato declarado cancerígeno por la OMS.
Muchas investigaciones científicas lograron dar cuenta de que el uso de agrotóxicos traen consecuencias nocivas para la salud. Una de ellas es la de Rafael Lajmanovich de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL que estudió a los anfibios expuestos en zonas donde se hace la producción agrícola. Esto se debe a que tienen la piel desnuda, respiran por ella; son células vivas, no tienen células protectoras o capas protectoras como tienen otros animales y cualquier sustancia tiene más posibilidad de penetrar en ese organismo, por eso son tan sensibles a los cambios del ambiente. En 2011 publicaron la primera recopilación de animales mal formados de Latinoamérica, en la que demostraron que los anfibios que habitan en sitios agrícolas tienen mayores tasas de malformaciones que los que habitan en reservas naturales o sitios no agrícolas.
Rápidamente se puede comprender que estos estudios y muchos otros que se fueron haciendo a lo largo del tiempo son una gran alarma. Este tema tan controvertido se relaciona directamente con el quehacer de los ingenieros agrónomos.
Gabriel Bussano, ingeniero agrónomo de AFA (Agricultores Federados Argentinos) de Marcos Juárez, dice:
Uno siempre trata de usar productos más inocuos. Los cultivos no siempre son transgénicos, sino que depende del cultivo que se utiliza dependerá la herramienta que cada uno vaya a utilizar, hay veces que la parte química no es la solución y hay que buscar otras alternativas.
Asumiendo que su uso y abuso traen consecuencias para la salud humana y que muchas personas y organizaciones han tomado conciencia de sus efectos nocivos.
Es evidente que nada es casualidad cuando Álvaro empieza a contar cómo se dio cuenta de esta problemática:
Yo empecé a estudiar esto por una patología bastante sencilla de mi especialidad en el oído, donde en las ciudades grandes no las veía y hablando con un tipo de Estados Unidos dedicado a eso me dice: “Mira esa patología, yo la he visto en muchos lugares de mucha contaminación ambiental, y ahí empecé a investigar”.
Modelo Monsanto
Lo primero que hay que saber es que la enorme multinacional se fundó en 1901 por el químico John Francis Queenny en Estados Unidos, iniciando sus actividades produciendo sacarina, un edulcorante artificial. En 1945 empieza a promover el uso de pesticidas químicos en la agricultura; el desarrollo y optimización de herbicidas empezarían el camino en su laboratorio dando como resultado productos polémicos. En 1976 saca su producto estrella, también el más controvertido: elglifosato. Pero el gran detalle del glifosato es que mata todo en unos días, incluyendo al mismo cultivo. Junto a esto se crearon las semillas transgénicas, modificadas genéticamente para que sean resistentes al producto y sobreviven a la fumigación gracias a las manipulaciones de ingeniería genética que la empresa propicia.
Argentina fue uno de los primeros países en adoptar el nuevo modelo de la agricultura biotecnológica promovido por Monsanto y otras empresas agrícolas estadounidenses. En lugar de rotar la tierra abonada y rociarla de pesticidas, para luego esperar que las sustancias tóxicas se dispersen antes de plantar, los agricultores hacen la “siembra directa” y luego rocían la zona sin dañar las cosechas que han sido modificadas genéticamente para que puedan tolerar determinadas sustancias químicas. Pero con respecto a la forma de producir el ingeniero Bussano argumenta:
No todo se debería manejar solamente con la parte química, hay otros métodos que son de menor impacto ambiental. Así y todo se está yendo a productos cada vez menos nocivos, menor impacto ambiental y mejor trabajo, hacer la menor cantidad de fumigaciones posibles con el menor impacto imposible. Redujeron mucho la parte de contaminación o probabilidad de efectos nocivos hacia aves, insectos, manteniendo un poco más el control biológico.
Hay una controversia a escala mundial que va llevando a decisiones judiciales y denuncias, donde ya hay estudios de toxicidad y de violación de derechos humanos relacionados con el tema. En junio de 2018 la gran industria farmacéutica Bayer compró a la empresa Monsanto por una suma millonaria. Monsanto dice que ha estudiado y alega que ha tenido en cuenta cientos de estudios considerados relevantes por ellos y concluyen que el glifosato no es dañino para la salud. El problema de esos estudios que realiza una comisión europea es que no han sido revisados por pares académicos, y quienes realizan los estudios no demostraron no tener una relación con la industria y los datos no son abiertos, es decir, no permiten ser revisados.
Pero en este futuro incierto que se creó alrededor del uso de “fitosanitarios”, llamado así por ingenieros, Gabriel Bussano dice:
Hay una buena vista a futuro que se están incorporando cada vez más los productos de uso biológico. Hay mucho desarrollo en la parte de empresas privadas en productos biológicos, si se empieza a fomentar mucho esa parte va a haber un trabajo muy lindo en un lapso de diez años. Un organismo biológico puede ser una bacteria, por ejemplo, se está usando mucho: Bacillus subtilis, como un fumistatigo pensando en trichoderma (fungicida), son patógenos biológicos que controlan el efecto de otro agente nocivo buscando el equilibrio.
¿Esto es una lucha?
Carlos Menessi es integrante del grupo Paren de Fumigarnos Santa Fé. Un hombre con espíritu luchador, muy contento; contó que la campaña Paren de Fumigarnos se lanzó el 27 de septiembre porque es el día de la conciencia ambiental en el año 2006.
El primer gran logro nuestro como multisectorial ha sido la visibilización del problema de las fumigaciones, porque cuando lanzamos la campaña era natural que se fumigue al lado de la casa de la gente, visualizamos que se está echando veneno. El segundo punto importante fue la concientización de la sociedad santafesina de que los productos que se utilizan en la agricultura son tóxicos para la salud humana.
La cuestión es: nos fumigan, pero con precauciones o es tóxico y no hay vuelta atrás, por eso hay que visibilizar, dos discursos como si fueran dos polos. ¿Qué comemos, qué consumimos? ¿Tendrá un grado de toxicidad tan alto como dicen?
La idea de que el cultivo más tradicional va a ser exportado como commodity está muy clara. Muchos de los que están a favor de estas prácticas lo argumentan con la población mundial y el hambre. Pero es oportuno pensar o replantearse si en realidad el problema del hambre es estructural: de acceso y no de cantidad. No obstante, no hay que salirse de foco, está comprobado que los agroquímicos que se utilizan para mejorar la cosecha, aumentar la producción, la exportación y alimentar a más gente son tóxicos, algunos más que otros, y peor aún, se están consumiendo, respirando y bebiendo. “Lo primero que tenés que saber de este modelo productivo es que es uno de los representantes del modelo de poder económico del capitalismo, forma parte de un sistema económico depredador y que pone en riesgo nuestra existencia”, dice Álvaro.
Está claro que no hay un acuerdo, las empresas son las que manejan la política o viceversa, pero hay una concentración mundial: un negocio multimillonario. Por otro lado, hay personas que hacen lo posible y lo imposible para ganar una lucha que es casi imposible y un Estado ausente que no representa todos los intereses. En representación de la campaña Paren de Fumigarnos Carlos cuenta que los logros no son en cantidad, pero el orgullo de luchar por sus convicciones afloran: “Leyes”, dice, y continúa: “Un largo camino que hemos venido recorriendo porque cuando empezás a trabajar empiezan a surgir estas preguntas del porqué de las fumigaciones, el porqué de la utilización de químicos, del impacto que tiene en la salud. Y el segundo paso es cómo cambiamos eso”.
Sobre las leyes Carlos dice que la ley nacional,
cuando fue editada era una de las más avanzadas para el país; contempla 500 metros libres de fumigación alrededor de los pueblos. Además, contemplaba que los agrotóxicos son tóxicos y que hay que alejarlos. Pero en la reglamentación de la ley (como la otra pata) pone en un apartado que los intendentes y presidentes de comuna tendrán la potestad sobre ley para manejar esa distancia, por ejemplo de 500 metros a 100, siempre y cuando el municipio lo determine. Esa reglamentación es la más tramposa de todas, la ley en sí misma habla de 500 metros libres de fumigación.
Del mismo modo que a muchos les llueven dólares por la gran “productividad” de su campo, a otros les llueven enfermedades de todo tipo. Muchos portales digitales aseguran que hay agrotóxicos prohibidos en Europa y de uso libre en Argentina. Herbicidas e insecticidas a los que sólo se les mide su toxicidad aguda (en el corto plazo) y no crónica (sostenida en el tiempo) y que también afectan a la horticultura y fruticultura por el uso de herbicidas.
Argentina: una tragedia
Es un viaje de vuelta tratar de luchar contra las grandes empresas y las creencias instauradas en la gente, sobre todo en el pueblo. La experiencia contada por el doctor Álvaro Méndez es un claro ejemplo de lucha desigual:
Todo lo que conseguí lo hice de forma artesanal, es muy desgastante, teníamos que ir a hablar con la gente, todo el mundo te forrea, te boludea, por ahí encontrábamos una enfermera más que un médico que te daba datos, muy desgastante. Y si daba una charla yo te aseguraba quiénes iban a ir, siempre los mismos.
Méndez se dedicó muchos años a investigar, colaborar y concientizar dando charlas y cuenta: “A veces llegan al consultorio y me cuentan que algún familiar falleció y seguramente era por los agroquímicos y al rato agregan: ahora no fumigamos más, hacemos fumigar. Billetera mata galán”.
En los años 2014 y 2015 vinieron cinco universidades a investigar la contaminación del suelo, del aire, del agua, la neotoxicidad, y se encontraron con lo que se esperaba encontrar: súper contaminado. Carlos, representante de Pueblos Fumigados, está al tanto del observatorio que se hizo y dice:
Demostraron que la incidencia de cáncer en las localidades de los pueblos de los vecinos fumigados es de dos a tres veces mayor que la media nacional. Cuando se mostraron los resultados de los estudios automáticamente desde el gobierno se desactivó el Instituto de Salud Socioambiental de la UNR, que era el que llevaba adelante el estudio.
La paradoja está en que arrebatan cualquier intento de jugar un partido en contra el sistema, está todo tan instaurado y normalizado que ya no interesa: respiramos veneno ¿y qué? Termina Álvaro:
Vinieron las cinco universidades, a nadie se le movió un pelo y ya está, dije, yo ya no era más el loquito del pueblo. No hay un debate porque si hubiera un debate tienen que cerrar el país. La pelea al final no te lleva a nada, yo lo probé, tengo la conciencia tranquila, fue una etapa de mi vida que luché, pero la sociedad está muy adormecida, es muy difícil que cambien la cabeza, seguramente algunas veces me equivoque, pero tanto enfrentamiento no sirve para nada.
En primera persona
Me jubilé con un 88% de incapacidad, me rectificaron el motivo que es la polineuropatía tóxica, que es bueno aclararlo. Era una época brava del país como muchas, no tenía otra salida laboral que entrar en eso que aparte me gustaba por el asunto de los aviones, tengo familia que ha sido piloto de aviones, no de fumigador, entonces me interesó mucho trabajar de esto. Era un trabajo muy agotador, manejábamos millones de litros de veneno por temporada sin ninguna protección. Me acuerdo que mirábamos los marbetes de los venenos y veíamos como las químicas decían que tenemos que estar vestidos para trabajar con esas sustancias.
Nos reíamos porque desde la misma empresa nos decían que nosotros íbamos a parecer astronautas si usábamos esas cosas. Vaya pues paradoja, que yo hasta salir de la empresa no sabía que había sido intoxicado con agroquímicos, me soltaron la mano y a partir de ese momento tuve que empezar a defenderme solo contra viento y marea. La sociedad no está preparada para ningún tipo de problema que el humano tenga, es más salvaje que la propia selva. Digo esto por experiencia propia, hace diez años que empecé a convencer y no logré ese objetivo. Ahora yo digo que no vengo a discutir con ningún ingeniero agrónomo, ni con ningún científico, lo mío es netamente la culpabilidad de una política que aceptó esto como un gran negocio, una medicina que no se hace cargo (salvando algunos nombres) y una justicia que hace oído sordo porque todos forman parte de este negocio. Yo tengo una frase que siempre digo: somos la sombra del éxito, un éxito que es como un enorme castillo que está bien armado pero que no tiene cimientos, esto se cae en cualquier momento. Creo que nos están matando lisa y llanamente, y ojo, que esto lleva diez años.
Fabián Tomasi, 1966–2018, fumigador usó glifosato hasta contraer una enfermedad que lo llevó a la muerte. Fue uno de los principales activistas contra Monsanto.
Goya, Corrientes, Argentina. “El veneno mató a Nicolás” titula BBC Mundo. Un niño de cuatro años que murió en 2011, tenía microcefalia, enfermedad vinculada a los agrotóxicos. Ricardo Prieto acusado de su homicidio por fumigar el invernadero de tomates sin cortinas, lo que permitió el esparcimiento del endosulfán quedó absuelto por la justicia.
Sofía Gatica: “Una madre contra el glifosato” titula Página 12. Ituzaingó, Córdoba su bebé murió por malformaciones y una falla renal en el año 2001. Referente de Madres de Ituzaingó, luego de comprobar que entre los vecinos existían muchos problemas parecidos al de su hija. Sofía también integra el colectivo nacional Paren de fumigar, recibió el Premio Goldman, entregado en San Francisco, Estados Unidos, uno de los galardones más importantes del mundo para luchadores por el medio ambiente. Pero no para de luchar por una causa: muertes sin sentido.
Carlos Manessi entrevistado de Pueblos Fumigados, no baja los brazos y dice:
No hay otra que la organización de la gente e ir y exigirle al estado que tome partido en esto, que tenga políticas públicas de desarrollo en todas estas cuestiones, políticas públicas para concientizar y hacer visible lo que está sucediendo con el ambiente, el cambio climático porque es todo un mismo paquete. Estamos haciendo pelota la casa común, el único beneficio son los dólares que le dejan a las corporaciones. Es un camino, es ciudadanía y es un derecho.
Álvaro Mendez ya tiene el gusto de la resignación, pero la tranquilidad de que lo intentó.
Cualquier cosa que haga la ciencia y el proceso productivo significa ir en contra de la naturaleza y la tienes perdida de antemano. Somos unos pirinchos, cuando vos te ponés a ver que somos básicamente consecuencia de todos los procesos biológicos, virus, bacterias, directamente nos doblan, tenemos más virus y bacterias que genes: la gran pérdida humana.
El ingeniero Gabriel Bussano reconoce lo que pasa, pero sin alarmarse tanto dice que va mejorando y que se fueron ganando mejoras en la producción y ambiente.
Fabián Tomassi murió el 7 de septiembre de 2018 por ser fumigador de una empresa. Tuvo una historia muy dura, tocó de cerca el mundo rural. “Vivo durmiendo, pienso mucho y me enrosco mucho, tengo una postura casi marginal. No confío en nadie, porque eso es lo que más ha demostrado la sociedad, en su conjunto, es que no está preparada para asimilar personas con discapacidad, sea cual fuese de la que hablemos”.
Cuánta razón tenía cuando decía que éramos la sombra del éxito, a él le costó su vida, a nosotros quién sabe qué. Hay grises, pero el camino es turbulento. Por suerte él se animó a despegar y hacer todo lo que pudo en su tiempo en la Tierra.
Casi como un ejercicio poético dijo:
Yo no tengo futuro, yo vivo el día a día, yo anoche pensaba en hoy, pero no me imagino la vuelta, no digo nada que nadie no sepa, yo no sé cuánto me queda y cuánto no por el estado de mi físico y por cómo sigue avanzando esto. Me quitaron la posibilidad de programar mi vida, hicieron de estos países de economías emergentes un canibalismo, para mí esto es una guerra.
Me va a resonar toda la vida. ®