Una edición más de la FIL llega al feliz final. A pesar de los embates del poder local y de las injurias presidenciales, la mayor feria librera del universo hispano convocó a miles de lectores y a una gran diversidad de autores de México y del mundo.
I. Ni tardo ni perezoso salió Jorge Zepeda Paterson a defender al presidente después de que éste arremetiera —ya se estaba tardando— contra la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Dijo, en una de tantas y tan repetitivas mañaneras, el señor López Obrador, que la FIL
Es un foro del conservadurismo, allá van todos los intelectuales a hablar mal de nosotros… ¿Quién organiza la FIL?: (Raúl) Padilla, exactamente. ¿Cuántos años lleva Padilla manejando la Universidad de Guadalajara? De (Carlos) Salinas para acá, 27 años.
Zepeda, como tantos corifeos, no sólo compra sin dudarlo el burdo, artero e inexacto discurso del presidente, sino que le da la razón: en esta 36 edición de la feria predominan los “conservadores” por encima de los defensores de la 4T, a los que ubica entre los “liberales” —un criterio decimonónico—. Periodistas, académicos y escritores críticos de un gobierno autoritario y antidemocrático son todos calificados —y acusados—, sin matices, de pertenecer a un «bloque conservador», como si el presidente de verdad se ubicara en alguna izquierda —¿cuál izquierda? Bueno, eso ni se lo pregunta…—. Una acusación que repiten invariablemente los voceros y repetidores del falaz y eficaz discurso palaciego: desde moneros pseudomarxistas de La Jornada y del Chamuco y gacetilleros, piratas del periodismo y sacaplanas como Álvaro Delgado, Jairo Calixto Albarrán y José Gómez Naredo hasta una nutrida y semianalfabeta legión de tuiteros. “¿Está en peligro la caricatura por amenazas de coartar la libre expresión?”, se pregunta Magú desde la feria en Twitter, y responde: “En México sí, pero no porque el gobierno impida la libre expresión, sino porque compite con los moneros haciendo humor al inaugurar refinerías que no refinan… y otros disparates”.
Escribe Jairo Calixto un calco exacto de las palabras de Zepeda y el presidente, una consigna que no admite variaciones:
También cuenta como necedad que la FIL de Guadalajara, que solía estar dedicada a la cultura, la inteligencia, y el culto a las letras, a los libros y a la palabra, se haya convertido en un aquelarre de conservadores, ultraderechosos y de fanáticos de FRENAAA. Salvo honrosas excepciones prevalece un pensamiento único y victimista donde alegan que la dictadura macuspánica les ha robado la libertad de expresión, aunque publiquen todos los días sus muy sentidos reproches.
Otro vocero de la presidencia, Fernando Rivera Calderón, afirma sin pudor cosas como ésta: “La figura de AMLO no sólo debe analizarse desde la perspectiva política, sino desde la sociológica y la religiosa. Genera devoción racional que tiene un contexto político y ha derivado en amor al personaje”. Bien haría nuestro también triste cantante y sonriente conductor televisivo si bautizara ese fenómeno como “fanatismo bueno”, así como su Amado Líder excretó el de “humanismo mexicano” —que es muy diferente del neozelandés, no se confunda—. Haría bien en decirnos si los seguidores de Mussolini, por ejemplo, también era devotos racionales del fascismo, o cuáles son las semejanzas del obradorismo con la doctrina juché, inventada por el camarada Kim Il–sung para convencernos de que los dueños de la revolución son las masas populares, y que éstas tienen también, of course, la fuerza para impulsarlas. Vaya, y haría aún mejor si se tomara el tiempo para leer Masa y poder (1960), de Elias Canetti, “un libro que nunca podrá ser sopesado lo suficiente. Y no me refiero a la contundencia de sus poco más de seiscientas sesenta páginas, sino a la profundidad del análisis de dos fenómenos tan cotidianos y antiguos de la humanidad: la estructura y el comportamiento de las masas y las manifestaciones y causas del poder”, como lo explica Gerardo Piña. (Rivera, por cierto, es autor de una pésima y ridícula canción dedicada en 2018 al entonces candidato a la presidencia.) Al hablar de popularidad, por cierto, los seguidores del presidente tendrán que explicar también las causas de la misma popularidad de Zedillo en diciembre de 1998 (61%), de Fox en el mismo mes de 2004 (57%), de Calderón en diciembre de 2010 (59%) y de Peña Nieto en ese mismo mes de 2016 (73%).
“El problema es la proporción”, se queja Zepeda, como si no supiera que los propagandistas de López Obrador no son capaces de criticar seriamente a la llamada Cuarta Transformación. Alguien que participó en la misma Feria hizo esta afirmación: “La corriente que gobierna actualmente el país de ninguna manera es democrática, aunque haya arribado al gobierno por esa vía. Sobre eso hay evidencia suficiente. Pero a lo mejor tampoco es de izquierda. Quizá estamos ante un gobierno unipersonal, narcisista, autoritario y empobrecedor” —son palabras de José Woldenberg que difícilmente pueden desmentirse desde la objetividad.
Curioso trastocamiento del lenguaje desde la tribuna —tribunal— de Palacio. ¿A quiénes se refiere el presidente cuando acusa a los fifís, a los de arriba, a los conservadores y machuchones, si la gran mayoría del poder económico está de su lado, lo quieran o no?
“Todos los intelectuales orgánicos a hablar mal de nosotros”, remata el presidente su enésimo discurso de odio. “Por eso les dieron en España también un premio”. Intelectuales orgánicos, dice López sin entender, como tantas otras cosas que no entiende, que los intelectuales orgánicos son la correa de transmisión el poder, y el poder lo tiene él —y aún quiere más: va por el INE—. Según Antonio Gramsci, son intelectuales todos los que intervienen en el diseño y la organización de las políticas públicas del Estado, como los expertos y los funcionarios porque participan en la legitimación del grupo dominante ante la sociedad civil, como nos recuerda Rafael Rojas. Curioso trastocamiento del lenguaje desde la tribuna —tribunal— de Palacio. ¿A quiénes se refiere el presidente cuando acusa a los fifís, a los de arriba, a los conservadores y machuchones, si la gran mayoría del poder económico está de su lado, lo quieran o no? Como lo advierte el periodista Hugo García Michel, intelectuales orgánicos son Pedro Miguel, El Fisgón, Fabrizio Mejía, Antonio Attolini, Hernán Gómez Bruera —presente en la FIL—, Sabina Berman, Vicente Serrano, Viri Ríos (que recién publicó en Twitter esta perla: “El neoliberalismo optó por crear pobres con trabajo con la ilusión de que eso era mejor que tener pobres sin trabajo”) y hasta el odioso antisemita y conspiracionista Alfredo Jalife —también pasó lista en esta FIL.
Una y otra vez lo defendió y votó por él dos veces —la tercera fue por Marichuy—; ahora Juan Villoro se arrepiente. En su discurso en Bogotá al recibir el Premio a la Excelencia de la Fundación Gabo 2022 dijo: “Me preocupa que [el de AMLO] es un gobierno populista, con una bandera presuntamente de izquierda, que aplica políticas muchas veces neoliberales, a pesar de que su retórica todo el tiempo cuestione esto. ¿Y quiénes se han beneficiado? Pues ciertos multimillonarios, el Ejército y el narcotráfico, que no deja de tener grandes ganancias. Esos tres sectores son muy preocupantes”. Pero el joven Villoro, habitué consentido de la FIL, no alcanza a comprender el panorama completo, pues reitera el mismo slogan descalificador y falsamente equidistante, como el de Zepeda, contra la necesaria crítica a un gobierno autoritario y, como bien lo dijo, populista: “Los peores análisis son los más ideologizados, los que sistemáticamente dicen ‘todo está mal’ o ‘todo está bien’, y desgraciadamente en la polarización actual podemos ver editorialistas que dedican el mismo editorial, semana a semana, a denostar o a encomiar al presidente”. De pertenecer al grupo de los “acomodaticios, simuladores, blandengues” lo acusó el presidente dos días seguidos en sus mañaneras.
Ante todo esto, nada más certero y contundente que el comentario del escritor Jorge F. Hernández: “La engañosa brújula de la estulticia gira incontrolablemente, y más aún cuando la baba de la ignorancia se fermenta con la ira del resentido peninsular —el nieto americano que reniega de su abuelo peninsular y a su vez… tiene nieto americano, pero en Houston”.
Zepeda soslaya convenientemente que en esta Feria participaron voceros y propagandistas del gobierno, como Lorenzo Meyer, Patricia Armendáriz, Gerardo Fernández Noroña —a quien en los pasillos un puñado de fans le gritaba ¡Presidente, presidente!—, además del director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, que redobla sin gracia el discurso presidencial: “Para mi gusto son extraordinariamente conservadores y su selección de invitados peca de que les pesa la mano derecha. Fuera de esto no renuncio para nada a Guadalajara sino al revés, por parte del FCE tendremos 17 presentaciones y yo mismo vine a presentar mi libro más reciente”. ¿Éste es el discurso que Zepeda quiere oponer a las razones del socialdemócrata Roger Bartra, de los liberales Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín o José Woldenberg, entre varios más? ¿O al discurso del prestigiado politólogo español Daniel Innerarity? Como escribe David Gómez Álvarez en El País: “Los demócratas de este país no esperamos que pronto nos gobierne un Václav Havel, que llame a la crítica de la razón, pero sí exigimos algo mucho más elemental: que nuestra clase política no desee la muerte de la inteligencia. La inmensa mayoría de los cientos de miles de asistentes somos lectores, no opositores ni conservadores”. Gómez Álvarez es organizador del foro FIL Pensamiento, al que invitaron, entre otras personalidades, a Innerarity y a Gilles Lipovetsky. (Es el mismo foro en el que participó, por cierto, el señor Zepeda.)
“Vamos bien, pero no tan bien. Vamos mal, pero no tan mal”, pareciera ser el lema del propagandista falsamente imparcial Zepeda (autor, por cierto, de pésimos engendros literarios).
II. No debe causar extrañeza que un presidente autoritario —que no supo perder ni ganar— sienta tal desprecio por las diversas manifestaciones de la cultura. Un recuento del desastre nos lleva incluso a unas semanas antes de su toma de posesión. Desde entonces el desmantelamiento de las instituciones culturales, los recortes brutales, los insultos a los artistas y los intelectuales críticos son comunes en sus peroratas cotidianas. El presidente no concibe que la inteligencia no se alinee con su proyecto de nación. De ahí su odio, su resentimiento. Es risible que los clasifique de una manera burda y simplista: todos son conservadores, cuando no de ultraderecha. El presidente cumple al pie de la letra el manual del perfecto populista, el Amado Líder. Un líder de retórica izquierdista y de práctica, ésta sí, verdaderamente conservadora.
Más pobres —a pesar del aumento al salario mínimo—. Más inseguridad, más crímenes —cada vez más atroces— de un narco omnipresente en todo el territorio mexicano. Más feminicidios —ah, esas mujeres conservadoras…—. Más asesinatos dolosos (¡Miren, las masacres, ja ja ja!) y una impunidad casi total. Más enfermos sin medicamentos —o caducados, contaminados: al menos dieciocho mujeres han muerto de meningitis aséptica en hospitales de Durango. Militarización a todo lo que da y una educación cada vez más desastrosa.
¿Puede ser de izquierda un hombre que admira a Trump y tiene a su lado a Bartlett, Slim, Adán Augusto, Delfina, Layda Sansores, el violador Macedonio Salgado? Un presidente al que le apena llamar Chapo al multiasesino don Joaquín Guzmán… y que defiende hasta la ignominia a dictaduras sangrientas como la de Ortega, la de Díaz Canel, la de Maduro…
III. De Amado Líder. El universo político detrás de un caudillo populista, del argentino Diego Fonseca, escribe el nicaragüense Sergio Ramírez:
Un fantasma recorre América Latina haciendo resonar sus cadenas: el caudillo populista, que viene de lejos en nuestra historia y sólo ha cambiado de ropajes. Los sigue habiendo de charreteras y entorchados, y también de trajes cortados a la medida. Diego Fonseca les quita sus vestiduras empalagosas y los presenta en este libro tal como son, personajes a la vez de novela y de la triste realidad.
Un universo en el que López Obrador navega a sus anchas y en el que, por desgracia, no está solo. Este libro es un repaso vertiginoso y completo a los personalismos que han contribuido a desmoronar democracias y economías. De Chávez a Nicolás Maduro y de Perón a Cristina Fernández; de Evo Morales a Rafael Correa, y desde su admirado Fidel Castro al cínico Daniel Ortega; más, de Nayib Bukele a Jair Bolsonaro y, por supuesto, Mr. Trump, el presidente que dobló fácilmente al mexicano.
IV. Paso por el stand de Ucrania. Hay pocos libros, algunos en ucraniano, otros en inglés. Una chica se me acerca y me pregunta qué pienso de la invasión rusa. Es terrible, infame. Le cuento que publiqué un largo artículo en Letras Libres, en el que hablo de Putin como un psicópata. Lo busco en internet y se lo muestro. Asiente. Tiene los ojos tristes. Me dice que ella nació en un pueblo cerca de la frontera con Polonia que se llama Lviv, lo señala en un mapa: Es Leópolis en español. Putin, le digo, es admirado por no pocos izquierdistas mexicanos, por retorcidas razones, pero más por un añejo sentimiento antiestadounidense. En Rusia acaba de publicarse una ley que prohíbe tajantemente la representación positiva de relaciones homosexuales en libros, películas, medios de comunicación e internet. Gracias, me dice, gracias… y va a atender a otros visitantes.
Camino por los pasillos. El rey del cash, de Luz Elena Chávez, es uno de los libros más vendidos, me dice el encargado de Grijalbo–Penguin Random House. Un libro de testimonios innegables que refutan los fanáticos de AMLO, aun sin haberlo leído.
Trino, el monero, recibe el premio La Catrina. Hace muchos años, en una entrevista que le hice a este humorista tapatío, me contó lo siguiente:
Hay un cartón muy bueno de Sam Gross, del National Lampoon, en el que se ve una junta de ejecutivos de traje y corbata, discutiendo alrededor de una mesa, muy serios, y al fondo se distingue un payaso. Entonces, el que tiene el micrófono se levanta y dice: Y ahora vamos a escuchar la opinión disidente, y se lo pasa al payaso. A veces los moneros somos como ese payaso…
Enhorabuena, querido Trino.
En la FIL ganan protagonismo los grandes nombres de la literatura, pero es mucho más que eso. Hay autores de libros de medicina, de arquitectura, de ciencia, de feminismo, de ficción científica, de filosofía, de lingüística, de música, de mitología, de historia, de fantasía y decenas de otros temas —sí, de superación personal y de yoga y new age y otros que venden miles de ejemplares. Los pasillos de los comiqueros siempre están llenos de adolescentes. Hay hordas de youtubers y booktubers que firman libros al por mayor. La feria convocó, dicen las cifras oficiales, a más de 800 mil personas en esta edición. Lo creo. Asistí cinco de nueve días y el torrente de personas de todas las edades no cesaba.
El sábado llevamos a mi pequeña sobrina a ver y escoger libros. Participó, además, en dos talleres, uno en el que fabricaron un librito y otro en el que armaron un muñeco con objetos reciclables.
El domingo 4 de diciembre Pedro Valtierra recibe el Premio FIL de Periodismo “Fernando Benítez” por su trayectoria de medio siglo como fotógrafo de prensa. Muy joven emigró de Fresnillo, Zacatecas, a la Ciudad de México. Fue bolero en Los Pinos y uno de los fotógrafos lo inició en los secretos de esta técnica–arte. Su buen ojo y su intuición lo llevaron a tomar muchas imágenes extraordinarias en México y otras partes del mundo, de Nicaragua al Sahara. Emocionado, Pedro agradece y cuenta su historia a un público también emocionado.
Tomemos un café y un pastel de chocolate en el Hilton, le digo a unos amigos. En la mesa de al lado cena Beatriz Paredes con unos acompañantes. Más allá el poeta sirio Adonis, menudo, frágil y de sombrero negro. En otra mesa Adriana Malvido y una amiga toman un café.
Se va Sharja y los futbolistas mexicanos se van de Qatar —emiratos tan árabes como teocráticos y autoritarios… La próxima edición de esta fiesta espectacular estará dedicada a la Unión Europea.
Ésta es la FIL aborrecida por el poder. Hora de partir. Qué nostalgia. ®
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