La actitud del gobierno de Obama de reforzar los controles migratorios le ha valido recibir embates de los sectores liberales y proinmigrantes, también es cierto que si en estos tres años hubiera enviado una iniciativa de reforma migratoria integral al congreso éste la hubiera rechazado de inmediato.
Desde hace unos años, sobre todo a partir de septiembre de 2001, el fenómeno de la inmigración indocumentada ha sido un tema estelar en los debates internos en Estados Unidos y causa de fuertes enconos en la sociedad. El sur de Arizona, desde finales de los noventa, se convirtió en el embudo por donde han pasado los principales flujos de indocumentados en su intento por internarse a Estados Unidos. Los fuertes controles de seguridad impuestos en el resto de la frontera han dejado el accidentado desierto de esa región como casi la única opción de acceso indocumentado al país vecino del norte. Por ello, la parte conservadora de la sociedad del estado ha reaccionado con mayor virulencia ante el fenómeno. La legislatura estatal se convirtió en laboratorio de decididas leyes antiinmigrantes en el país, y esa entidad federativa en emblema de la lucha antiinmigrante. A pesar de lo anterior, se percibe en estos momentos un descenso en la estridencia del debate sobre la inmigración indocumentada debido, en mi opinión, a dos razones: un cansancio del grueso del público y la estrategia del gobierno de Obama sobre el tema, que a tres años de su arribo al poder empieza a rendir dividendos.
El sur de Arizona, desde finales de los noventa, se convirtió en el embudo por donde han pasado los principales flujos de indocumentados en su intento por internarse a Estados Unidos. Los fuertes controles de seguridad impuestos en el resto de la frontera han dejado el accidentado desierto de esa región como casi la única opción de acceso indocumentado al país vecino del norte.
Obviamente, hay otros factores que influyeron para que el tema hubiera escalado a los niveles de radicalización que se han visto en los últimos años, como la crisis de identidad que aún padece el sector más cerrado de la sociedad angloamericana por los obvios cambios demográficos en Estados Unidos —cuyo origen endilga este sector a los copiosos flujos de indocumentados— y, por supuesto, la retórica antiterrorista utilizada por la administración federal del segundo de los Bush (2001-2008), que de manera implícita contenía una dosis de xenofobia. Al menos así fue percibido por parte del sector reaccionario más “ilustrado” —políticos, intelectuales y comentaristas de extrema derecha— y el cual aprovechó para suscitar el odio y rechazo a la inmigración indocumentada. De esta manera, conscientemente, ubicaron la lucha en contra de ese fenómeno dentro de los temas principales de la agenda mediática, política y social en el ámbito nacional. Tal ha sido la demonización de la inmigración indocumentada a nivel público que personajes políticos moderados —como el caso del senador republicano y excandidato presidencial John McCain— han virado su discurso a fin de permanecer vigentes políticamente.
No obstante, al menos en Arizona, el frente político antiinmigrante se ha ido desmoronando desde principios de 2011, después del punto de algidez que alcanzó durante 2010 a raíz de la aprobación en Arizona del proyecto de ley antiinmigrante denominado SB1070. Se percibe hasta cierto punto un hartazgo del público sobre el grado de radicalización del tema y su abuso para fines políticos. En este sentido, el clima exacerbado por los políticos y comentaristas de ultraderecha fue una burbuja que poco a poco ha ido perdiendo su dimensión. El público estadounidense, en general, tiende a ubicarse, según yo, a la derecha del centro en el espectro político, por lo que una vez despojados de los velos impuestos —inconscientemente— por la administración Bush y —conscientemente— por los políticos y comentaristas de ultraderecha, es que el público puede escuchar razones de consideración a favor de los inmigrantes indocumentados, sin que esto implique darle la razón completa al sector de centro izquierda, liberal y proinmigrante.
Para ilustrar el mencionado desmoronamiento gradual del frente antiinmigrante en Arizona —suceso que tendrá por supuesto efectos a nivel nacional— hago una breve e incompleta narración de algunos hechos que son indicativos. En marzo de 2011 el Senado estatal de Arizona rechazó un paquete de iniciativas de ley antiinmigrantes de corte draconiano entre las cuales estaba el negar la ciudadanía estadounidense a los hijos de indocumentados, obligar al personal de los hospitales llevar a cabo esfuerzos para identificar que sus pacientes contaban con estatus migratorio adecuado y clasificar como un crimen el maniobrar un vehículo automotor sin contar con documentos migratorios. El paquete de iniciativas había sido impulsado por el promotor de la SB1070 e icono de la ultraderecha angloestadounidense, Russell Pearce, senador por el distrito estatal 18 hasta ese momento. El grupo de senadores que rechazó ese paquete de iniciativas arguyó el extremo al que se estaba llegando, además de considerar que era tiempo de enfocarse en asuntos que se habían convertido en de mayor relevancia para el electorado, como el estado de la economía los negocios en Arizona, además de la precariedad de las finanzas públicas.
Lo anterior significó un contundente revés contra Russell Pearce, quien había ejercido una gran influencia en la mayoritaria bancada republicana desde 2004 y desde que Janet Napolitano dejó la gubernatura para irse a dirigir el Departamento de Seguridad Interna federal (DHS, por sus siglas en inglés) había impuesto casi su total voluntad en la legislatura. Poco más de dos meses después la organización Citizens for a Better Arizona, con más de 18 mil firmas en su poder, solicitó que se llevara a cabo una elección especial para la revocación del mandato de Pearce. El 12 de julio su aliada, la gobernadora Jan Brewer, no tuvo más remedio que ordenar la realización de esa elección. El 8 de noviembre se llevó a cabo la elección especial y Pearce fue vencido por otro republicano y mormón, Jerry Lewis. El talante moderado del segundo fue decisivo para obtener la victoria. Si bien es cierto que los electores del distrito de Pearce eran conservadores, terminaron por rechazar su tono de confrontación y su radicalismo. También es posible que los líderes de la iglesia mormona pudieran haber actuado tras bastidores en el movimiento de destitución, toda vez que Pearce resultaba perjudicial para la imagen de la iglesia no sólo ante su feligresía hispana, sino ante el público hispano en general en Estados Unidos y en Latinoamérica, donde cuentan con un extenso trabajo misionero.
Por su parte, Joe Arpaio, el sheriff del condado Maricopa —donde se encuentra Phoenix—, enfrenta varios problemas a raíz de actitudes que promovió entre sus subordinados con respecto al trato hacia los indocumentados. Un reporte del Departamento de Justicia federal (DOJ) del 15 de diciembre de 2011 establece que en la agencia de Arpaio predomina la utilización del perfil racial y una cultura de trato discriminatorio a los detenidos. Con base en el citado reporte el DHS decidió romper sus acuerdos con Arpaio y su dependencia mediante los cuales le cedían autoridad para la detención de indocumentados. En este tenor, el 28 de diciembre un juez federal le prohibió a Arpaio y a su agencia continuar con la detención de indocumentados.
El pasado 18 de marzo, y a raíz de las nuevas demarcaciones de los distritos para el Congreso de Arizona, Russell Pearce anunció de nuevo una postulación a ese cuerpo colegiado. Su contrincante en la interna republicana es el actual senador Rich Crandall, que al igual que Jerry Lewis se ha manifestado por dejar de lado el tema migratorio para concentrarse en temas que considera prioritarios como las finanzas y el estado de la economía. Obviamente, el sentir de Crandall es tan sólo una consecuencia de lo que el público en general desea y, por supuesto, los empresarios exigen.
En lo que respecta a la administración federal, Obama, con parsimonia, paciencia y hechos, empezará a ganar la batalla mediática en este rubro después de más de tres años en los que ha tenido que soportar los furibundos embates de los reaccionarios y los republicanos —secuestrados estos últimos por los primeros.
En lo que respecta a la administración federal, Obama, con parsimonia, paciencia y hechos, empezará a ganar la batalla mediática en este rubro después de más de tres años en los que ha tenido que soportar los furibundos embates de los reaccionarios y los republicanos —secuestrados estos últimos por los primeros. Hasta septiembre de 2011, es decir, en casi tres años de administración de Obama, se habían deportado 1.06 millones de indocumentados, mientras que en los ocho años de Bush hijo se deportaron 1.57 millones. Asimismo, los gastos en infraestructura y elementos policíacos en la frontera sur no han parado de aumentar. Además que, ya sea por el estado de la economía o por las políticas de cero tolerancia aplicadas contra los migrantes indocumentados, el flujo de éstos por la frontera sur se encuentra en su punto más bajo desde principios de la década de 1970. Lo anterior deja sin argumentos a los reaccionarios en todo el país. En este sentido, la estrategia de Obama ha sido el ahogamiento del discurso conservador para, en un segundo mandato de gobierno y ya sin la presión de una posible reelección, impulsar una reforma realista para los intereses de Estados Unidos. Esas reformas, además de enfocarse en el aspecto de seguridad, brindarían un camino legal a mediano a plazo a aquellos indocumentados que cumplan con ciertas condiciones, como no contar con registros criminales y haber cumplido con el pago de impuestos, entre otras.
De lo anterior desprendo algunos comentarios a manera de conclusión. Llama la atención que hasta hace poco una organización no gubernamental —Citizens for a Better Life—,recién formada ycompuesta principalmente por ciudadanos anglosajones, haya logrado sin mucha alharaca y con los mecanismos democráticos y políticos establecidos en la misma ley de Arizona lo que muchas organizaciones hispanas proinmigrantes no lograron con marchas, protestas y hasta con la utilización de insultos y diatribas: la destitución de Russel Pearce. Hago énfasis en este hecho ya que aflige que los liderazgos de estos tipos de organizaciones pequen de ignorantes, o bien, se aprovechen de su influencia en las comunidades hispanas para obtener becas, apoyos y recursos por sólo hacer ruido. Otro punto interesante, respecto del posible involucramiento de la iglesia mormona en la destitución de Pearce, pudo haber sido la previsión de la precandidatura presidencial del mormón Mitt Rommey, que si bien es cierto que en las primarias ha tenido que hacer uso de un discurso cercano a la extrema derecha, una vez de candidato oficial lo tendrá que moderar ya que los votantes latinos serán de importancia en la elección de noviembre próximo. Por otro lado, cabe decir que la actitud del gobierno de Obama de reforzar los controles migratorios le ha valido recibir embates de los sectores liberales y proinmigrantes, también es cierto que si en estos tres años hubiera enviado una iniciativa de reforma migratoria integral al congreso éste la hubiera rechazado de inmediato, con el riesgo de desgastarse políticamente de manera considerable. No hay que olvidar que Obama es partidario de crear cauces legales para los indocumentados que ya se encuentran en Estados Unidos. Este proceso de seguimiento y énfasis al aspecto de seguridad de parte de la administración federal ha debilitado a Obama ante su base liberal, así como ha sido doloroso para muchos de los indocumentados y sus familias. Sin embargo, de acuerdo con las circunstancias políticas y sociales a la postre habrá sido el único camino posible para que en su segundo mandato Obama pueda promover su propuesta legislativa de reforma migratoria con menores riesgos de ser desechada. ®