El artista mexicano que ha provocado encendidas discusiones en el ámbito del arte contemporáneo, creador de una caja de zapatos vacía y de piezas que muchos no toman en serio, es despedido finalmente en este artículo.
Es increíble cómo ha envejecido Gabriel Orozco, pero algo inquietante es que nunca parece haberse planteado la idea de renovar nada: no le interesa que el objet trouvé y la esquematización del situacionismo involuntario más elemental (que son sus métodos trasnochados hasta la aburrición) ya tuvieran una génesis más o menos remota para cuando él empezara a producir su obra.
Orozco ya se ha agotado, y conforme se involucra en nuevos proyectos éstos se convierten en un sedante para su inteligencia. Mejor nos remitimos a su obra anterior. Por momentos da la sensación de estar a punto de encontrar una expresión epifánica de sus piezas, pero nótese que nunca dice nada interesante, inteligible, como cuando habla de su famosa y pateada caja de zapatos:
Una caja de zapatos es una caja de zapatos, antes, durante y después de la exposición. Pero, como un accidente físico y cultural —que sucede antes que la estructura del lenguaje que lo pretende estabilizar y hacerlo regla—, la caja sigue siendo un recipiente vacío de significado que perdura en la memoria como signo banal indescifrable, como una realidad, como un recipiente de la nada, como un recipiente del polvo…
Una cosa es que esta pieza se inscriba claramente en la estética del vacío calibrada desde la psicohistoria y que plantee el olvido y la memoria como erosión, pero Orozco esquematiza y casi caricaturiza lo que quiere condensar solemnemente en esta pieza, sobradamente ilustrativa, y ahí se estanca; no desplaza el corpus conceptual hacia otro lado. Todo se queda en el genial gesto de manifestarle a una de las bienales más importantes del orbe una pieza que se burla del sentido de la exposición y sus propósitos de espectacularización, pero para su desgracia pasa a formar parte de él.
Orozco habla ambiguamente y tiene una propensión a parecer ridículo o exageradamente inocente. En una carta que escribe como respuesta a los textos de los críticos españoles Sergio R. Blanco y Estrella de Diego, publicados en el suplemento El Ángel del periódico Reforma el pasado 22 de noviembre de 2009:
Te escribo sobre la dupla de artículos recientes en el suplemento El Ángel del periódico Reforma que habla sobre el éxito de mi carrera en relación a mi próxima exposición en el MoMA y que, para resumirlos en uno, podríamos titularlos algo así como “El milagro del éxito del mexicano de la fórmula secreta” o simplemente: “Orozco: el secreto del éxito milagroso”. En estos relatos con entrevistas (una a tu hermano Gabriel, o sea a ti, o al galerista llamado Gabriel, o a José, ya no entendí…) los dos autores —para abreviarlos en uno llamémosle Blanca Estrella (¿En el periodismo se vale equivocarse de nombre, no?)— describen la historia de mi “estratosférico ascenso” repitiendo sin censura estilística palabras como coincidencia, circunstancia y suerte, sin mencionar, ni una sola vez, las palabras talento, originalidad…
Le preguntan qué va a pensar en veinte años después del documental: “…que era yo muy ingenuo en ésa época y que hablaba de más y que opinaba de todo sin saber y que estaba muy seguro de mí mismo…”. Vaticina con gran precisión y anticipación.
Tal vez anticuado, pero precisamente eso es lo que de cierta forma lo diferencia de sus contemporáneos de los noventa. Orozco busca(ba) transitar su propia vía, su producción es el conjunto de sus vivencias, el proceso y el resultado de sus momentos ociosos, no la poética de la gratuidad en lo cotidiano, como se lo achacan, y como por inercia parece recorrer el mismo camino hasta ahora, mientras que Damián Ortega, Jerónimo López, Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri y sus compañeros más cercanos iban incluyendo su trabajo en dinámicas explícitamente posmo. Su mérito es intentar parecer excepcional.
Dice Heriberto Yépez sobre Orozco y sus críticos en su artículo del suplemento Laberinto, del diario Milenio, que
la crítica en México es católica : condena o canoniza, Podríamos celebrar a un mexicano que es tan inteligente que hizo de una caja de zapatos vacía una obra emblemática de las últimas décadas, pero mejor le encontramos toda clase de peros, Nosotros, Los Buenos.
Él parece ser de la segunda y se persigna. Toma una actitud burlonamente apologética y con su característico estilo: el de emitir juicios precipitados, pero hay que admitir que es muy divertido.
Desde que se tiene conocimiento de la internacionalización de este artista mexicano, gran parte del periodismo cultural y especializado se ha enfrascado en caer en los lugares más comunes de la pelea de box retórica que parece ser el debate entre sus detractores (Sergio R. Blanco, Estrella de Diego, Avelina Lésper, algunos artistas con ardor de cola, etc.) y sus defensores (Glenn Lowry, Pablo Soler Frost, José Manuel Springer, Guillermo Santamarina, Cuauhtémoc Medina en sus inicios, entre otros), cosa que genera artículos y un montón de notas efectistas que se leen a bostezos. ¿Para qué excavar más la tumba que ya se vació? Todo esto pone en evidencia no al artista ni a sus comisarios, sino a la crítica misma, expone su maniqueísmo: o estás de mi lado o eres el enemigo, cosa que es muy atractiva para los que tienen el oficio de opinólogos profesionales y de quienes gustan de hacer polémicas huecas y trilladas.
¿Cómo ejercer una crítica o disparar diatribas contra algo que es inofensivo y vulnerable como lo es Gabriel Orozco y su obra a estas alturas en que el panorama del arte en México a grandes rasgos ha ido tomando distancia del estereotipo posmodernizado del artista “posmexicano” que supuso el tránsito de los noventa a los dosmiles? Esto no es una invitación al pensamiento acrítico, todo lo contario: es una incitación a que éste sea más incisivo y a que los temas desgastados empiecen a darle lugar a otros.
Una buena forma de no hacerse de la vista gorda es entendiendo que Orozco es más interesante como un experimento de legitimación y de posicionamiento (no extrañaría que alguien detrás del telón dijera que su obra es Gabriel Orozco mismo). Viéndolo así se develan los mecanismos de poder fáctico en el arte, que son tanto las corporaciones (culturales o no), las bienales, las ferias, las instituciones, así como los espacios de exhibición y (de)formación que tienen apariencia de “antiinstitucionales”, pasando por sus actores de políticas culturales, etcétera.
Uno de los reproches de toda la vida es el que dice que Orozco no merece tanta atención de los medios o de los apoyos que recibe o de su presencia internacional; es natural que la mediocridad imperante en el arte emergente al menos en la Ciudad de México se sienta identificada con la de Orozco y por ello le irrite no estar en su lugar. Es malsana la noción de que alguien representa a México; la representación desproporcionada no ha dejado buen sabor de boca a nadie, cosa que el mismo artista declara con otras intenciones: “Yo creo que sí represento a México, pero no el México tradicionalista, ni el priista, es otro México…”. Todo esto en el documental dedicado a su obra, sus desvaríos cotidianos y a sus percepciones en el ambiente que sólo él puede apreciar.
Orozco se presenta y representa sólo a él, aunque muchos artistas gusten de pepenar a la maniera para recordarnos el anacronismo del arte povera. Aun así, este Monsieur terrible es distinto de cualquier otro artista en cuanto a que no es que carezca de discurso (que no hablen por él sus curadores), sino a que lo encuentra sobre la marcha como las situaciones que crea y que cautivan al público más impresionable. Lo resbaladizo del asunto es que, por ejemplo, en gran parte de su trabajo no busca la espacialidad ni formal ni conceptual; Orozco siempre está a la cacería de la temporalidad y del residuo o el rastro. Hay que tomar en cuenta lo que él piensa y no aventarse a atender tergiversaciones hermenéuticas como salidas en falso por parte de los Lords Illuminati del arte contemporáneo o bien de Curare.
Orozco, de cumplir su pretensión camaleónica de ser otro, podría convertirse en un artista más sensato y con piezas de mejor factura en forma y fondo. Y a estas alturas, dar el giro ya es algo tarde. La generación que lo sucedió planteó propuestas que disolvieron la atención internacional en otros aspectos que habían sido prácticamente inexplorados por países como el nuestro: cuestionar la posmodernidad como acto de fe de la inclusión de “los países periféricos” en el proyecto hegemónico de apariencia neutral de la glocalización, por ejemplo, lo que sigue haciendo Orozco ha acabado con el interés por su obra y su hipotético desarrollo, pero ya como artista extemporáneo.
Si algún artista mexicano tenía que destacar tarde o temprano iba a enfurecer a alguien y hacer las veces del cangrejo que jala al que va a salir de la cubeta. Ese cliché pseudoargumentativo de sus fans tiene algo de cierto, el que está por los suelos cree que es mejor que el que ya se salió. Los personajes destacados de nuestro país de inmediato se convierten en blanco fácil para los tomatazos, pero no hay que atribuírselo solamente al desconcertante hecho de que “así es nuestra cultura, es la antropología del mexicano, lo heredamos genéticamente”; es como echarle la culpa al demonio.
La estrategia de Orozco levanta mucho polvo que luego aplaca con la revelación lapidaria de su éxito: “Está bien que alguien se indigne […] cuando la gente dice que algo que hiciste es muy fácil y que ellos lo podrían hacer, quiere decir que estás bien porque esa gente no tuvo los huevos para hacerlo, era tan fácil pero nunca se atrevieron”.
Sabíamos que el arte contemporáneo lo que menos exige es talento y esas tonterías de la modernidad, ahora lo que necesitas es tener huevos, muchos, ésa es la clave. (Por eso le daremos un NO a la propuesta de Yépez de cortárselos a Gabriel Orozco.) No son necesarias las metaficciones de los curadores ni su jerga justificadora, no las estrategias de marketing ni el sexo con altos mandos de Rockefeller Foundation, nada de eso: huevos. Orozco no le estorba a nadie, ya todos se metieron hasta la cocina del arte contemporáneo desde hace más de una década, ahora podremos pasar a otras cosas. ®
Alonso SC
Sín duda muy buen texto respecto a Orozco, En conclucion lo que nos hace muchisima falta en este país CRITICA no solo en arte, sino en todo; es critica!!!, verdaderos criticos que sepan bislumbrar el talento sin tanto amafiamiento que si solo arte objeto y la pintura murio., sín tanto dialogo cuaratorialque no sirve a nadie, que solo crea Compartist y maniqueos por el poder…que si los artistas emergentes y su nueva revista (que no legitima ni a su mama)…que si ahora nuevos coleccionistas (solo a comprar por estatus)….pura mafia y arrevatamiento de calzón…las feriecitas de arte muychafas y cada vez mas en picada…y todos los artistas como moscas pegaditos a una boñiga que no vale nada y que no se legitima aunque venga el papa y la vendiga….saludos y exelente texto.
Ramo
Me gustaría saber acerca de «el sexo con altos mandos de Rockefeller Foundation»…
Osea, quiero saber el chisme…
gibrann
Exacto, para eso es este espacio y la crítica es bienvenida cuando es con conocimiento de causa. Se trata de dialogar y ver qué piensan ustedes también. No estamos como para tomar partido o aleccionar a nadie. Gracias a ustedes por tomarse la molestia de leer y replicar. Estén pendientes de los nuevos contenidos del siguiente «número» de la Replis electrónica.
susana M.
Tengo que decir que ami en lo personal megusta la obra de orozco,pero hay algo que almismo tiempo me repele.
Me agrada que en su edicion electr{onica de Replicante haya la posibilidad de opinar.Veo que hay opiniones muy interesantes .la critica y el arte tienen su respectivo lugar ambos son importantes.
Hay puntos que me parecen interesantes en el art{iculo como su intento por demitificar y tambien la intencion de que no se perciba una obra como la de orozco en t{erminos de lo que todos sus curadores justifican. Este autor escogio los momentos mas desafortunados de Oorozco en sus citas,pero a final de cuentas es responsabilidad del artista los comentarios que hace.esta bien fijarse en la forma del articulo,pero es lamentable que nadie se fije en su contenido. tambien podemos discutirlo y criticarlo. Me gustan ciertos p{arrafos y otros son dificilies de seguir.
Diana Ojuelos
En realidad, independientemente de la estructura y la crítica, el artículo me pareció ambiguo en su mayoría. Sí, hicieron falta referencias y ligas, y que como dice arriba si este es el último round, deberían venir los links a los articulos anteriores que refieren este tema. Gracias.
Jaime Ohara
Es natural que todavía haya personas a las que su ingenuidad no les permite entender los sarcasmos y los interpreten literalmente.
La cuestion con este artículo es que deja lugar a que la discusión continúe y no poder sepultarla. hay cosas que se deben señalar, pero a que se refiere alguien con «faltas en la estructura» acaso el ensayo-artículo no es lo suficientemente flexible como para que no haya estructura o para que no sea la canónica? además siempre hay subjetividad , si usted de arriba cree en la objetividad: sorpresa! en todas las publicaciones siempre hay almenos una pizca de la visión particular de quien escribe o se sigue una línea (no aqui), en este caso el autor argumenta, que sea desordenado y que no estemos de acuerdo con varias de sus invectivas es otra cosa.
Por otro lado la crítica y en general los textos periodísticos serios siempre tienen cierto carácter ficcional, siempre la veracidad es un acto de fe y su forma de criticar la crítica señorita, parece dirigirae a que el autor sea complaciente con lo que usted toma como un juicio válido. Concuerdo con usted en que falto la fuente al final, en la «propuesta de Yepez»
verónica de santos
En el fragmento que usted cita no hay referencia alguna a la propuesta en cuestión, la de de cortarle los huevos a Orozco. Y me parece muy poco probable -por no decir plausible- que si alguien está dedicando su tiempo y atención a leerlo a usted, salte de repente a buscar sus fuentes para entender los párrafos subsecuentes. Tal vez, sí, si me interesara hacer una lectura crítica del contenido de su texto; pero lo que le estoy criticando, estimado redactor, son faltas en la forma, en la estructura y en la lógica.
También quisiera apuntar que no por ser Milenio un diario de circulación nacional valga decir que los lectores de este texto suyo, -publicado en un medio completamente diferente, con un público también diferente- pueda usted asumir que sus amables lectores habrán de conocerlo. De modo que lo repito: su texto parece estar dirigido a otros entendidos, tal y como critica usted mismo en el siguiente fragmento: «gran parte del periodismo cultural y especializado se ha enfrascado en caer en los lugares más comunes de la pelea de box retórica que parece ser el debate entre sus detractores /los de Orozco/».
Así pues, reitero lo dicho y agradezco su atención.
gibrann
hola que tal verónica de santos, le apunto que la fuente se enuncia de la cita anterior que hice del señor Yepez,si alguien no conoce la fuente, al menos se toma la molestia en consultarla con miras a una lectura crítica. también hace falta una lectura más atenta.
le recuerdo que salió ese articulo en un diario de circulación nacional ,de manera que tampoco es que todos lo ignoren.
Y en cuanto a la carencia o no de argumentación ,le sugiero que relea el artículo. gracias por su comentario
veróninca de santos
Yo, ni en pro ni en contra de Orozco. Lo que me interesa comentar es cómo este artículo cae en lo mismo que denuncia: exceso de opinión subjetiva, carencia de exposición argumentación y puro cotilleo entre entendidos.
Podría poner como ejemplo cualquier fragmento, así que elijo al azar el último párrafo, el del NO rotundo a «la propuesta de Yépez». Estimado redactor, ¿en qué momento había usted citado o referido dicha propuesta antes en este texto? No lo hizo. Entrecomilló otra cosa de Yépez, sin siquiera decir la fuente. Entonces, ¿por qué nos refuta la tal propuesta, como si los lectores ya supiéramos de qué está usted hablando? Porque no escribe para nosotros, sino para los demás «críticos», para los que están inmersos en su cotilleo inútil y banal.
A mí, que me interesa el arte ¿qué me interesa lo que ustedes se anden peleando de artículo a artículo? A mí me interesaría un juicio válido, con premisa y argumentos, un razonamiento, vaya, si los hubiera en esta materia.
De modo que en algo coincido con usted y a causa de usted, también: cómo nos urge una crítica de verdad.
René González
De lo mejor que he leído sobre Gabriel Orozco. En lo personal no concuerdo con algunas cosas pero debo reconocer que éste se distingue de las comunes y antagónicas diatribas o alabanzas que se han impreso sobre el polémico jalapeño.
Olivier Debroise fue otro que escribió sobre Orozco sin que le ganara la víscera.