Google indexa al mundo. Facebook indexa a la humanidad. YouTube indexa nuestros recuerdos en movimiento. Twitter indexa nuestros alaridos de emergencia. Como Hansel y Gretel vamos dejando migajas en el recorrido espiralado y laberíntico pero aquí no hay viento ni animales que devoren las migas.
En las redes sociales todo se mezcla. El pasado con el futuro, los insultos con los piropos, el afuera y el adentro. Como en una licuadora gigante los ingredientes se combinan y no siempre el resultado es idéntico. Allí, en ese engrudo humano de pulsiones y temores desembarcamos a diario con nuestros deseos y nuestras frustraciones. La lógica del click inmediato y simultáneo nos empuja a publicar muchas veces antes de pensar. Publico, luego pienso. ¿Existo?
Desde que la web 2.0 dejó de ser una definición salida de la mercadotecnia tecnológica para colarse en nuestro día a día como una experiencia colaborativa los cambios que vivimos los internautas no sólo exteriorizan lo que sociólogos, filósofos o antropólogos venían postulando desde hace más de dos décadas, sino que existe una reinvención permanente en materia de usabilidad de las nuevas tecnologías que ya no son nuevas tecnologías. Matrimonios, disputas, micronarrativa, conocimientos compartidos, producciones colectivas, arte en emergencia, insultos absolutos, divorcios potenciados, aulas líquidas. Lo local se universaliza y lo universal se vuelve local. Diría el antropólogo Joan Mayans: “Nuevas familiaridades hechas a partir de retazos de conversaciones electrónicas, que se van cosiendo y confundiendo, poco a poco, con el resto de nuestras relaciones sociales, siempre situadas, siempre localizadas”.
¿Cómo desembarcamos en las redes?
Google indexa al mundo. Facebook indexa a la humanidad. YouTube indexa nuestros recuerdos en movimiento. Twitter indexa nuestros alaridos de emergencia. Como Hansel y Gretel vamos dejando migajas en el recorrido espiralado y laberíntico pero aquí no hay viento ni animales que devoren las migas. Los indicios son líquidos pero poseen la eternidad del mercurio, quedan estampados en caminos zigzagueantes.
Allí, en ese engrudo humano de pulsiones y temores desembarcamos a diario con nuestros deseos y nuestras frustraciones. La lógica del click inmediato y simultáneo nos empuja a publicar muchas veces antes de pensar. Publico, luego pienso. ¿Existo?
Más allá de las polémicas que se suscitaron en un lejano 2009 en torno a la propiedad intelectual de los contenidos que los usuarios compartían en Facebook a este presente de exposición explícita sin biombo, es pertinente seguir una serie de pautas que son libres, abiertas y desordenadas. Aunque lo que no es impostergable es la reflexión.
“No lo entiendo”, “Es un caos”, “Por qué ventana me tiro” suelen ser algunas frases de padres hiperanalógicos cuando se les sugiere aprender cómo se usa Twitter. En este caso, vale decir que al acceder a la red del pajarito cada usuario va a transcurrir por distintas etapas que van de amor al odio sin escalas.
Las cinco etapas del tuitero inexperto
1. El analfabeto autocrítico. Es habitual que los primeros tuits de quien desembarca en la red tengan que ver con una declaración de principios autorreferencial. Por lo general apuntan a su propio desconocimiento, a la comparación con el mundo conocido (“Éstos son como los aforismos de José Narosky”) o bien comienzan a insultar al aire añorando una era de puro Gutemberg: ¿Qué hagooooo yo acaaaaaaaaaá??? Si se siente reconocido en esta etapa le recomiendo buscar los aforismos de Ernesto Esteban Etchenique, el personaje de Roberto Fontanarrosa, y copie en su muro los que más le gustan. Eso sí, cite la fuente. De paso, le regalo uno temático: “El pájaro es libre. Lo sería aún más de ser soltero”.
2. El seductor virtual. Twitter nos aproxima a la estrellas de la tele, a la divas en decadencia, a los sueños adolescentes de las noches de verano. Los tuiteros principiantes, luego de la autorreflexión a viva voz, procuran interactuar con bellas mujeres que andan por ahí desparramando histeria líquida. Entre las tuiteras top figuran la siempre joven Flavia Palmiero (sin Pelín, ni Macri), Yanina Latorre (esposa del ex futbolista de Boca) o Graciela Alfano. Consejo: no pierda tiempo en piropos inertes que jamás serán contestados. Sus seguidores se reirán de usted a sus espaldas.
3. El cantor de la marcha de la bronca. Cuando el tuitero improvisado dejó de criticar y criticarse y ya comprobó que no posee ninguna posibilidad de levantarse una mina en la microrred, abandona las estrategias anteriores. Claro, con un par de semanas intensas ya siente que posee autoridad para intercambiar ideas con el resto de los tuiteros y va eligiendo a sus presas por sus diferencias políticas, religiosas o futboleras. El tuitero se pone contestatario. Los kirchneristas apuntan contra Jorge Lanata y sus aduladores, los liberales liquidan a Victor Hugo Morales y los distraídos critican cualquier cosa por puro deporte. Amigo, las revoluciones no se hacen en las redes. Participe y milite. Vaya al barrio, hace falta gente para transformar la realidad real. Participe, luego tuitee. Esta etapa palotuitera es liderada por los periodistas Darío Gallo, Pablo Sirvén y Chavo Fucks, quienes han participado en maratónicos cruces a la vista de todos.
4- El tuitero “paz y amor”. Luego de un tiempo en la red peleándose con desconocidos que viven en Alaska y de volver a la agenda telefónica para piropear a ex novias, el tuitero siente que recorre una etapa evolutiva. Cual si fuera una microversión de Paulo Coelho comienza a redactar frases de dudosa poética y se transforma en un consejero de autoayuda. El periodista televisivo Marcos Stupenengo es un líder nato de esta etapa: “Lamento no haber cumplido con tus expectativas, es que estaba cumpliendo con las mías”.
5. Leer un manual antes de tuitear. Sí, es real. Más allá del sentido común, parece que llegó la hora de establecer pautas sobre qué hacer, cómo y cuándo. En esta línea existen un sinfín de libros, manuales y posteos para no meter la pata. Desde Twittergrafía de los españoles Mar Abad y Mario Tascón hasta la Guía para el uso responsable de medios sociales de FOPEA (Foro de Periodismo Argentino), material elaborado por Vanina Berghella y Mariano Ure, el abanico de opciones es amplio.
Para finalizar dejamos un top five de consejos, no para principiantes, sino para los gurúes digitales:
Crítica inerte: No sea crítico con el tuitero que comienza, tenga alma de maestro y enseñe que para eso están las redes.
Sea un buen seguidor: Si conoce a alguien en el mundo real y éste comienza a seguirlo, devuélvale la gentileza más allá que sea un pánfilo. Sígalo. Puede ser violento y también sentirse discriminado aquel buen ser humano que conoce afuera de la tuitósfera.
El que avisa no traiciona: En caso de que se canse de alguien y usted deja de seguirlo, avísele los motivos, argumente, por algo posee el título de gurú. No deje de seguirlo y ya, explicadle. “Mire amigo, sus últimos tuits me han parecido un desastre y estoy en economía de ‘siguiendos’, por eso lo dejo de seguir”.
Ojo con los publituits: Si va usar Tuiter para difundir chivos asquerosos y monetizar con la red, no hay problema, sólo aclare. Con la abreviatura ad. (advertising).
Un millón de admiradores: Si es una superstar televisiva tómese un tiempo para hacer una curaduría de mensajes. Son los riesgos de ser estrella. Agrupe por áreas temáticas y conteste. Si tiene un blog o una fan page de Facebook derive las consultas a soportes digitales con más extensión. El consuelo: acuérdese de la escena de Todopoderoso cuando Jim Carrey posee los poderes de Dios y decide responder por mail todos los requerimientos.
Todos estamos aprendiendo. En un proceso en construcción. Todos revolcados, licuados, hibridados. Como en el cambalache… Mezclao con Stavisky va Don Bosco y “La Mignón”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín… Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón… ®