Jorge Ayala Blanco publicó su primera crítica en el suplemento México en la Cultura del periódico Novedades. Fue sobre la película de Richard Brooks Dulce pájaro de la juventud, una adaptación de una obra de Tennessee Williams. “Por supuesto lo titulé ‘El amargo pájaro de la ineptitud’. O sea, empecé escribiendo en contra de una película, justamente”.
El mundo está en mi cabeza, mi cuerpo está en el mundo.
—Paul Auster
La función de un crítico de cine es aclarar las películas oscuras y oscurecer las claras.
—Jorge Ayala Blanco
En el 2011 Jorge Ayala Blanco me dijo que la crítica de cine es un objeto y que tiene que sostenerse sobre sí misma, tiene que ser un reflejo de una obra, de otra obra. “Es una especie de interdependencia, terminas el ciclo biológico, alguien la hace y alguien la deshace. Alguien la monta y alguien la desmonta”.
En la entrevista, publicada en la revista Replicante de junio de ese año, el crítico me explicó que “la práctica de la crítica de cine tiene que estar dada, precisamente, en función de eso, y a mí siempre me recuerda una idea de Baudelaire que decía que la única crítica válida es una obra de arte reflejándose en otra obra de arte”.
Lo más importante para Ayala Blanco ha sido “ejercer la crítica de cine como un género literario”. Lo reiteró el 21 de enero durante la presentación de su libro El cine actual, estallidos genéricos [Conaculta Cineteca Nacional, 2012] en la Cineteca Nacional, en la Ciudad de México. Ese día, Ayala Blanco cumplió cincuenta años de escribir sobre cine y lo celebró con ese título que forma parte de su colección dedicada al cine extranjero —realizado con el mismo rigor y pasión que el resto de su obra.
El ingeniero químico de profesión publicó su primera crítica en las páginas del suplemento México en la Cultura del periódico Novedades. Fue sobre la película de Richard Brooks Dulce pájaro de la juventud (1962), una adaptación de una obra de teatro de Tennessee Williams. “Por supuesto lo titulé ‘El amargo pájaro de la ineptitud’. O sea, empecé escribiendo en contra de una película, justamente”. La nota apareció el 21 de enero de 1963, cuando le faltaban cuatro días para cumplir los 21 años, como le dijo a José David Cano, de El Financiero, en una entrevista publicada el mismo día en que cumplió cinco décadas de crítico. Ayala Blanco nació en la Ciudad de México, en 1942.
Ayala Blanco, como mantis religiosa, sujeta la historia y la va devorando desde la butaca —la más lejana de la pantalla, en la última fila de ser posible—, va registrando, paradójicamente, una versión ralenti de ella, irla desmontando, al fin.
El autor del abecedario del cine nacional, otra de sus colecciones, ésta enfocada a las películas mexicanas —la cual comenzó en 1968 con La aventura del cine mexicano1 y culminará con La zozobra del cine mexicano2— anotó en su espacio de El Financiero, “Cinefilia exquisita” [antes “Cinelunes exquisito], del 21 de enero, que “ninguna obra de arte es lisa, está llena de contradicciones. Así que lo importante es precisamente plantear éstas, hacerlas evidentes, hacerlas que afloren, y, a través de tu propio lenguaje, valorarlas”. Por ello, para Ayala Blanco no existe discriminación ni diferencia alguna para realizar la crítica de las películas, pero cada historia tiene como eje principal un verbo nuclear en gerundio, la acción fílmica se va transformando en literatura; va del cinema al fonema hasta llegar al lexema-lúdico-fílmico de ayalismos incluyentes, barrocos, pero metódicos y puntuales.
“La película misma te dicta lo que está sucediendo, no es la búsqueda de ¿qué voy a decir que no he dicho en anteriores notas? No, no es eso. Es un falso problema. El problema es enfrentarte a una obra que te está hablando y tú simplemente la estás escuchando, la estás recibiendo de mil maneras, pero al final de cuentas es eso, la película te dicta su propia crítica”. Esto me dijo en la charla a la que me referí al principio y que nunca he olvidado al momento de sentarme en una butaca, sacar mi libreta y tomar notas del filme que veo en la pantalla: “La película te dicta su propia crítica”. La crónica, pues, a través del aparato crítico personal, comienza a hacer el registro que va más allá de la mirada.
Hay que dejar que las hojas se iluminen con la luz que emite la pantalla de cine. Escribir dentro de la sala, corriendo la película, es una manera de transgredir la lógica cinéfila común y es darle su justo valor al momento periodístico que se vive durante la experiencia cinemática; también es hacer de la crítica fílmica un acontecimiento literario y de creación, es ensayar las películas. Es ser un espectador alerta, un cinéfilo transgresor, que se refleja en ese “objeto impuro” llamado crítica cinematográfica.
Ayala Blanco, como mantis religiosa, sujeta la historia y la va devorando desde la butaca —la más lejana de la pantalla, en la última fila de ser posible—, va registrando, paradójicamente, una versión ralenti de ella, irla desmontando, al fin.
“Yo estoy saliendo al encuentro de las películas que son las que me dan el tema, el enfoque es totalmente distinto. Las estoy enfrentando con un lenguaje periodístico [semanalmente] en El Financiero y después ya lo elaboro y se convierte en un capítulo del libro”,3 así me lo contó el historiador de cine, a finales de febrero, cuando se disponía a ver otra película. ®
Versión replicada de este artículo publicado originalmente en Timonel, la revista literaria del Instituto Sinaloense de Cultura en su año 2, número 9, de mayo de 2013.
Notas
1 Me dijo Ayala Blanco que el 2 de octubre de 1968 fue a Iztapalapa a la editorial para recoger ese libro. De no haber sido así, me explica al teléfono, habría estado en Tlatelolco. Le dije gustoso, “¡El cine te ha salvado literalmente la vida, Jorge”, y me respondió un “sí” que sonó —a través del auricular—, a fortuna y alegría.
2 El 1 de abril de 2013 Ayala Blanco presentó el libro dedicado a la “I”, La ilusión del cine mexicano [Océano, 2013] y aclaró que ya había publicado, dos años antes, el dedicado a la “J”, La justeza del cine mexicano [CUEC-UNAM, 2011]; son diez los títulos hasta el momento. Para más señas, léase mi “narcochispeante” crónica fílmica, literaria y musical, durante la FIL de Guadalajara 2011, donde Ayala Blanco presentó esa obra; también el artículo macizo sobre ese mismo evento, escrito por Rogelio Villarreal.
3 El pasado 1 de agosto de 2013 Víctor Roura renunció a la jefatura de la sección cultural de El Financiero, la cual encabezó durante 25 años, aunque el espacio de Ayala Blanco continúa ahí. Días después de la renuncia de Roura hablé con el crítico y me dijo que no ha habido una definición, por parte del diario, de si prosigue o no su “Cinefilia exquisita”, como cada lunes. De seguir, el 9 enero de 2014 Jorge Ayala Blanco cumplirá 25 años de ejercer apasionadamente su crítica fílmica en esas hojas culturales.
José Antonio Monterrosas
Gracias, papá, por tus comentarios. Le pregunta Héctor González a Ayala Blanco que si cincuenta años haciendo crítica «habla de un rigor pero también de una necesidad», responde: «Sí, la mejor manera de no envejecer es estar vivo. Divido a la gente en dos: los que van al cine y los que ya no lo hacen. No aguanto a la gente de mi edad, son unos viejos carcas asquerosos que buscan pretextos para no salir de casa. Estoy seguro que al día siguiente de que deje de escribir críticas me muero». Agrega quien lo entrevista «¿Qué es la vejez?», contesta Ayala: «Es la falta de impulso». http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/5d81e36b3748c0a13716e1cdb992fb9c
¡Abrazos!
jose luis monterrosas
No, vi el reportaje muy congruente y muy bien hecho, ¿Sera que Toño es mi hijo?
jose luis monterrosas
Yo quizá salve mi vida en el 68 por que no tenia para el pasaje y porque ni siquiera sabia en donde estaba Tlatelolco aunque si tenia la intención de estar presente, cada quien vive los tiempos de diferente manera o como puede…