Desde los años ochenta Chellet toma como punto de partida la práctica fotográfica para derivar hacia otros medios (primero collage y, posteriormente, objeto, performance, ambientación, instalación, video y documentación), enlazando una exploración sobre las identidades del cuerpo femenino, con la revisión irónica de múltiples plataformas iconográficas de la historia de la representación de la figura de las mujeres en el arte occidental.
Me está despedazando
un estéril afán: perpetuarme.
Siempre vivo anhelando…
Como no logro darme,
es imposible conseguir saciarme.
—Guadalupe Amor
El 11 de diciembre de este año abrió la exposición antológica de María Eugenia Chellet en el espacio de Ex Teresa Arte Actual; se trata de una reunión exuberante de obra preexistente, recreada, ex profeso, inédita y reciente. El proyecto de exhibición comprende, además, la presentación de la acción Ellas, una propuesta de performance-estatuaria programada para el día de la apertura y a partir de la cual quedará un residuo objetual-escénico. Una de las estrategias de difusión de la muestra es la circulación de un clip promocional (y pieza audiovisual artística en sí), dirigido por el joven cineasta David Pablos, amigo de la artista y autor de la extraordinaria película La canción de los niños muertos. La decisión del museo para presentar este montaje resulta atractiva para el público, en la medida en que se organizó una exposición que, más allá de la típica retrospección, consiste en una de carácter más transversal, en tanto se exhibe la producción de Chellet a modo de proceso en desarrollo aún abierto.
Desde los años ochenta María Eugenia Chellet toma como punto de partida la práctica fotográfica para derivar hacia otros medios (primero collage y, posteriormente, objeto, performance, ambientación, instalación, video y documentación), enlazando una exploración sobre las identidades del cuerpo femenino, con la revisión irónica de múltiples plataformas iconográficas de la historia de la representación de la figura de las mujeres en el arte occidental. El trabajo de Chellet desarrolla un culto crítico y ambivalente por la imaginería mediatizada de la industria del entretenimiento y de la cultura del espectáculo. La autorreferencia ininterrumpida, el despliegue de una inmensa autobiografía siempre inacabada, dan fuerza y forma al discurso estético de la artista, el cual adquiere la lógica de una transferencia de su identidad hacia figuraciones estereotípicas, prototípicas y arquetípicas de la mujer: todas ellas advocaciones polimórficas e intercambiables que componen una historia no-oficial del arte y una narrativa solipsista.
Un episodio iniciático en la definición del espectro de sensibilidad de Chellet fue su experiencia como modelo de artistas, aventura que la artista llevó al nivel de un ejercicio de autoconciencia corporal e imaginaria. Es conocido el hecho de la importancia capital que tuvo el tópico del cuerpo en la exploración teórica, curatorial y, por supuesto, artística del arranque del posmodernismo global, y también la que particularmente adquirió en los enunciados creativos de la escena estética en México, cultura heredera de un cúmulo de visiones trágicas y ardientes sobre la corporeidad en la cosmovisión antigua, en la Weltanschauung novohispana y en la modernidad nacionalista. Para Chellet el asunto del cuerpo cobra —a lo largo del devenir de su trabajo— la dimensión de un enfoque que produce autoafirmación existencial, redención sentimental, flujo de conocimiento y acceso a la parte inefable de su mundo interior.
La sensibilidad de Chellet es una apuesta congruente con la lógica de la cultura transmitida en la era industrial, en el sentido de que la artista afirma que se puede alcanzar un estado de iluminación estética desde dentro de la experiencia con lo mediático, específicamente, con la producción industrializada de las imágenes tanto del reino de la publicidad como de la esfera fetichizada del arte. Una tras otra van desfilando por la mentalidad de Chellet y frente al espectador de las obras huestes de representaciones de mujeres-muñecas: divas brillosas condenadas a ser bonitas hasta la muerte, objetos de adoración colectiva: Lilith, Eva, María, la Gioconda, Naná, Salomé, Sulamita, Fedora, la Dietrich, la Bella Otero, la (muñeca) Lupe, la West, la Bacall, la de Mérode, la Negri, la Davis, la Ekberg…
El arte-acción, como fue definida la práctica performática por la generación de Chellet, ocupa un lugar privilegiado en el guión de la muestra. Se presenta, además de la obra ejecutada el día de la inauguración, una selección documental de piezas así como memorabilia relacionada con eventos de este tipo. En la poética de la artista el performance (que ya hemos señalado está coordinado por los discursos de la fotografía y el collage, por lo demás dos prácticas surgidas en el diálogo de la vanguardia histórica con la época industrial, en busca de un absoluto crítico) cubre la tentativa de Chellet por explorar la sensación de la totalidad. El culto por lo histriónico más acá de las facturas de la dramaturgia y la tendencia a la logística de la ceremonia como obra de arte, que llevaron a Chellet —desde muy pronto en su trayectoria— a un refinamiento performativo, podrán ser valorados por el espectador en Bonita hasta la muerte.
El título de la exposición es una manera de provocar que genera, al tiempo, su autocancelación humorística e irónica, en tanto Chellet pone las condiciones de un juego narcisista que se diluye en la conciencia del estigma de los límites contra los que toda biografía, cualquier carrera o plataforma de producción, incluidas las suyas, se enfrentan irremediablemente. Me parece que, aparte de contemplar asombrada su historia de vida, Chellet adquirió, de su aproximación formativa a la fotografía (una práctica asociada —en su primer auge— a las mujeres, por los historiadores de la imagen), la comprensión invaluable de que nuestra convivencia con las tecnologías de la modernidad avanzada nos pone en un desafío perpetuo contra la obsolescencia. Bonita hasta la muerte se cumple como una meditación desparpajada —a medio camino entre lo retro y lo vintage— en este sentido; es una contradanza de la muerte sobreproducida: pareciera que está dada una referencia encriptada e inversa al mensaje de la “Calavera Catrina”, imagen —hoja volante— que originalmente era una vanitas popular producida de forma protoindustrial, la cual podría ser la advocación espiritual detrás de todo el proyecto. Es significativo que uno de los talleres donde trabajó el grabador José Guadalupe Posada estuviera muy cerca del Museo Ex Teresa Arte Actual (sede fundacional del territorio escatológico de la postvanguardia artística mexicana), del Templo Mayor (antigua máquina de regeneración vital) y de la Casa de la Primera Imprenta de la Ciudad de México…
El aparato de seducción que ha puesto en marcha Chellet a través de la construcción perversa de su elenco de reflejos autoobsesivos implementa elementos de la tecnología de la superficialidad y el boato, para detonar un enunciado irrevocable en el que la necesidad de la artista por alcanzar un estado de liberación frente a los atavismos de su historia personal son alegorizados en múltiples figuraciones-avatares. El ama de casa refundida en la sujeción doméstica; la puta condenada; la virgen resplandeciente de piedad infinita; la niña lejana del álbum fotográfico familiar; la hechicera que obra maravillas en lo recóndito de la mitografía; la heroína aerodinámica; la musa inalcanzable hasta para sí misma, aparecen y se desvanecen alternativamente en los añoramas, electrografías, collages, cajas-objeto, ensamblajes, videos y acciones ejecutados por Chellet. Son figuras que desfilan en las pasarelas de una producción enfocada en la dimensión ritual-ceremonial del cuerpo de las mujeres, en una escalada de narcisismo desmedido y desaforado. El paraíso verdadero de tal sucesión de imágenes en la producción de Chellet sería el fin de sus desdoblamientos, la consecución de su libertad bajo la imagen-presencia de una mujer común, reconocida y con derechos, desmitificada, de una civil cruzando el umbral de la afirmación social más allá de todo performance, para ser una persona el día después de la era oscura del espectáculo. ®