Cine porno extremo y censura

Lo que no se puede hacer: CURBFHP!

La pornografía, entendida como sexo consensual entre adultos, parecería tener el camino libre para un desarrollo ilimitado, aunque en Los Ángeles, California, estado considerado liberal históricamente y casa de la industria pornográfica estadounidense, existe un lista de prohibiciones conocida por su acrónimo: CURBFHP.

Literalmente, la censura es la criminalización de ciertas acciones y la difusión de éstas. En Estados Unidos la Primera Enmienda de la Constitución dice: “Se prohíbe que la legislatura […] haga una ley que prohíba la libertad de culto, de expresión, de prensa, de reunión o de petición”. Es decir: literalmente prohíbe la prohibición de cualquier expresión pública. En este contexto, la pornografía, entendida como sexo consensual entre adultos, parecería tener el camino libre para un desarrollo ilimitado, aunque en San Fernando Valley, Los Ángeles, en California, estado considerado liberal históricamente y casa de la industria pornográfica estadounidense, existe un lista de prohibiciones conocida por su acrónimo: CURBFHP, y que sin ser letra escrita sirve a la procuraduría adjunta de la ciudad de Los Ángeles para regular la producción pornográfica.

El significado de cada letra del acrónimo es el siguiente:
C: Children involved.
U: Urination or defecation in conjunction with sex acts.
R: Rape scenes.
B: Bestiality.
F: Fist or foot insertion.
H: Homicide and dismemberment in conjunction with sex acts.
P: Severe infliction of pain.

“No perseguimos a la gente por tener sexo unas con otras”, dice la Procuraduría, “incluso si se trata de una situación en la que está involucrada mucha gente. No importa si se trata de sexo vaginal o anal. No perseguimos lo extremo, perseguimos lo ‘muy’ extremo”.

Para algunos directores y productores, el mercado mismo se autorregula. Si filmas una película “muy” extrema, los distribuidores no la tomarán y entonces el negocio ya no será rentable. Sin embargo, los distribuidores no representan el verdadero obstáculo ya que la venta se puede realizar desde internet, evitando intermediarios y llegando a los interesados de cualquier parte del mundo.

Para algunos directores y productores, el mercado mismo se autorregula. Si filmas una película “muy” extrema, los distribuidores no la tomarán y entonces el negocio ya no será rentable. Sin embargo, los distribuidores no representan el verdadero obstáculo ya que la venta se puede realizar desde internet, evitando intermediarios y llegando a los interesados de cualquier parte del mundo.

Durante el gobierno de George W. Bush, que antes del 11S había iniciado una cruzada contra la pornografía, el abogado Paul Cambria, representante legal de gente como Larry Flint y Marilyn Manson, así como de muchos peces gordos de San Fernando Valley, elaboró una lista de actos que recomendaba evitar para mantenerse lejos de posibles problemas legales. Los actos enlistados incluían, además de los mencionados en la lista CURBFHP, las siguientes prácticas: escenas en las que se muestre dolor o degradación; eyaculaciones en la cara; escupir de boca a boca; usar comida como objeto sexual; incluir ataúdes; dobles penetraciones; escenas homosexuales; escenas transexuales; escenas bisexuales; diálogos degradantes; menstruación; incesto y sexo interracial.

Para los productores y directores de San Fernando Valley, eliminar esas prácticas equivalía a desaparecer el entretenimiento para adultos tal como ellos lo entendían, pero, temerosos de las posibles represalias del gobierno republicano, saludaron la Lista Cambria como una “guía sugerida” y declararon abiertamente su desagrado por dos personajes que no dejaban de provocar a la administración Bush: Max Hardcore y Rob Black.

El verdadero nombre de Max Hardcore es Paul Little, productor, director y actor de películas protagonizadas por mujeres vestidas como niñas preadolescentes. Sus escenas solían ser de una rudeza notable e incorporaban actos de vómito y orina, así como el uso de aparatos propios de un consultorio ginecológico. Rob Black, responsable de algunas de las colecciones más repugnantes y violentas del porno de la década pasada, decía que deseaba hacer una escena en la que un hombre irrumpiera en el cuarto de una mujer, tuviera sexo duro con ella y luego le disparase en la cabeza con un arma de fuego.

La gota que derramó el vaso para Max Hardcore fue su película Max Extreme 4, en la que una de las actrices afirmaba, en pleno acto sexual, tener doce años. La película que provocó la caída de Rob Black y su esposa Lizzy Borden fue Forced entry, en la que una chica es raptada, forzada a tener sexo extremo contra su voluntad, humillada verbalmente y al final acuchillada, todo filmado con una temblorosa cámara de mano, como si se tratara de un filme snuff. Tanto Max como Rob y su esposa fueron procesados por obscenidad, encontrados culpables y sentenciados a cumplir condena en la cárcel. Curiosamente la defensa en ambos juicios presentó el mismo argumento: los pornógrafos eran patriotas estadounidenses que ejercían su derecho a la libertad de expresión, y que además eran víctimas de un gobierno que malgastaba recursos persiguiendo a sus propios ciudadanos en lugar de combatir al verdadero enemigo: el terrorismo islámico.

Si bien los casos de Max Hardcore y Rob Black representan los mayores éxitos de la censura contra la industria pornográfica de ese país, el nombre de Adam Glasser, mejor conocido como Seymore Butts, director especializado en sexo anal y responsable de la película Tampa Tushy Fest, en la que dos mujeres practican el fisting, representa su mayor fracaso.

La gota que derramó el vaso para Max Hardcore fue su película Max Extreme 4, en la que una de las actrices afirmaba, en pleno acto sexual, tener doce años. La película que provocó la caída de Rob Black y su esposa Lizzy Borden fue Forced entry, en la que una chica es raptada, forzada a tener sexo extremo contra su voluntad, humillada verbalmente y al final acuchillada, todo filmado con una temblorosa cámara de mano, como si se tratara de un filme snuff.

A diferencia de los abogados de Max y de Rob, los de Adam Glasser contraatacaron con toda una bibliografía sobre diversidad sexual con la que demostraron que el fisting es una práctica con alto arraigo en las comunidades LGBT y que declararla obscena era una muestra de intolerancia hacia estos grupos.

Glasser ganó el juicio, con los consiguientes beneficios en ventas producidos por el morbo de quienes deseaban ver la película. También obtuvo el reconocimiento de la industria por haber vencido públicamente al sistema.

“Diariamente se filman escenas de fisting en varios países del mundo”, dijo Adam Glasser en una entrevista posterior al juicio, “aquí en América se filman escenas en las que se introducen cuatro dedos, y hasta ocho, pero ningún pulgar porque entonces es considerado fisting, y eso está prohibido. No lo entiendo. Entiendo lo de la violación y el homicidio; entiendo lo de la bestialidad y la pornografía infantil. Pero cualquier acto consensuado entre dos adultos debe ser aceptado”.

Lo irónico es que el triunfo de Glasser no sólo puso en entredicho la congruencia moral de la Procuraduría Adjunta de Los Ángeles, cuyo argumento fue que su derrota se debió a que el jurado confundió el objetivo del caso, objetivo que según ellos no era demostrar si el fisting es algo aceptado y practicado en la intimidad por otras personas, sino la forma ofensiva en que éste se presenta en la película Tampa Tushy Fest. El triunfo de Glasser puso en entredicho la congruencia moral de toda una sociedad que no tiene el menor reparo en promover y tolerar abiertamente el uso de armas de fuego así como su venta a grupos criminales y fundamentalistas de cualquier orientación, pero que se escandaliza ante las prácticas sexuales ajenas. ®

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Publicado en: Cine, Octubre 2011

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