Con Barragán, Keynes y Crick

Diálogo con un titulero —y refutación a éste

Sobre la confusión entre trabajo y título: Si haces biología, eres biólogo. Si eres politólogo, haces politología. Si tienes título de abogado o no tienes ninguno pero haces análisis de la economía, eres economista. Si tienes título de contador pero sólo manejas un taxi, eres taxista.

Luis Barragán (Guadalajara, 9 de marzo de 1902–Ciudad de México, 22 de noviembre de 1988). Foto: Casa Luis Barragán.

Mi texto sobre la heterodoxia intelectual y académica produjo otra plática sobre el tema con un amigo economista. Nunca le ha gustado mi crítica —la hago desde que era estudiante, influido por mi abuelo— a lo que puede llamarse obsesión–reducción titulera, la idea reduccionista de que los títulos per se son el summum de la educación y la investigación. Esa idea es simplemente interesada y absolutamente idealista, esto es, enteramente abstracta, y empíricamente falsa. Sus fallas son muchas, empezando por su desvinculación de un hecho: en tanto el mundo, sus realidades y nuestras vidas no son estáticas sino complejamente dinámicas, la verdadera educación individual y la investigación seria como proyecto intelectual general no pueden terminar con ningún trámite burocrático. La educación y la investigación pueden pasar por los títulos pero no solamente ni necesariamente —nunca sólo con ellos ni siempre con ellos.1

Francis Harry Compton Crick (8 de junio de 1916–28 de julio de 2004), físicobiólogo molecular y neurocientífico británico.

De regreso al amigo economista: tal vez tenga que ver su formación en las rigideces matemáticas que, además de no ser idénticas al análisis lógico, tantas veces ciegan frente a los datos empírico–históricos; tal vez tenga que ver la molestia de no recibir de mí la misma consideración que recibe de otros por el simple hecho de ser maestro en Economía, pero en años de amistad no ha entendido o no ha querido entender que jamás he dicho que ningún título valga ni que necesariamente sea superior el intelectual “libre” —uso su expresión— o más libre que otros. He dicho —y se lo he demostrado con muchos casos— exactamente lo contrario, es decir, que no todos los títulos valen y que el académico ortodoxo no necesariamente es superior. En ocasiones, ni siquiera es bueno a secas… Por ejemplo, el profesor promedio de arquitectura, al ser promedio, no puede ser mejor que un arquitecto como Luis Barragán, y Barragán no tenía título de arquitecto… ¿Quién no ve a Barragán como arquitecto? ¿Quién se atrevería a decir que no lo era en realidad? ¿Qué tipo de administrador académico no querría alguna vinculación de Barragán con su academia? ¿Sería necesario decir más?

Infinidad de veces le he recordado el caso de John Maynard Keynes, uno de los economistas más importantes de todos los tiempos, que no tenía título de economista ni posgrado alguno.

Digo más: lo que le dije a mi amigo en esa plática repetida que parece no llevar a ningún lugar… Infinidad de veces le he recordado el caso de John Maynard Keynes, uno de los economistas más importantes de todos los tiempos, que no tenía título de economista ni posgrado alguno.2 Esta vez usé un ejemplo nuevo en nuestros intercambios, un caso que recordé releyendo al neurólogo clínico Oliver Sacks, quien por cierto tampoco cursó posgrados y como escritor fue influido por Keynes: le pregunté ¿quién es Francis Crick? Respondió bien: “Un biólogo, el del ADN”. Yo: “¿Por qué dices biólogo?”. Él: “Por eso, por su trabajo del ADN”. Anoto: personas como mi amigo saben que el trabajo es lo esencial y verdaderamente importante, pero el ambiente institucional —y en ocasiones algún rasgo de personalidad— los lleva a defender la identificación de trabajo intelectual y títulos académicos, una identificación no necesaria ni en lógica ni en los hechos. Piensas con lógica y en posibilidades, confirmas empíricamente; observas empíricamente, piensas y confirmas lógicamente; en los hechos observas y confirmas que hay casos de trabajo intelectual sin títulos y de títulos sin trabajo intelectual, y la lógica te dice y te confirma que ese trabajo no requiere universalmente esas formalidades. Más desarrollado, esto significa que a veces se investiga o trabaja en lo que dice el título que se tenga, otras no, porque se investiga y trabaja en materia distinta de la que indica el título poseído, lo que respecto al campo del trabajo es lo mismo que no tener ninguna titulación; otras veces se tienen títulos y en realidad no se investiga ni se piensa sobre nada, y a veces se hace todo eso sin títulos en medio. Tales son hechos generales que los academicistas dejan sin pensar. Los hechos particulares, como los de Barragán, Keynes y Crick, los ignoran, no los conocen, o conocen unos pocos y creen que son excepciones. Pero son excepcionales en calidad, no en cantidad.

Si no te graduaste como chef pero te dedicas profesionalmente a cocinar, eres cocinero, chef o como lo quieres llamar; si alguna vez te graduaste como chef pero nunca cocinaste profesionalmente o dejaste de cocinar y nunca volviste a hacerlo, ¿por qué serías o seguirías siendo chef?

Si se les pregunta del modo que yo pregunté sobre el biólogo Crick, obligando a pensar primero en lo que debe ser primero —el trabajo—, se ven obligados a contestar con la verdad. La verdad es que Crick era algo por lo que hacía y lo que hacía era/es investigación biológica, como Keynes hacía análisis económico y Barragán diseñaba casas. Si hubiera preguntado ¿tenía Crick título de biólogo?, la respuesta hubiera tenido otros rasgos. Hubiera contestado que sí, porque es biólogo. Sabiendo que fue biólogo pero no sabiendo si titulado, hubiera dicho lo que le parece obvio, “lógico”, “normal”, y que está inducido por el ambiente: hubiera contestado con la creencia personal y la ignorancia no reconocida, confundiendo “trabajo” con “título” y viceversa. Le pregunté entonces: “¿De veras sabes si Crick se tituló en biología? No me digas si te parece probable [cosa sin sentido por ser un caso histórico, algo que ya ocurrió y existe concretamente] sino si lo sabes o no”. Y no, no sabía que el célebre Francis Crick se licenció en física, no en biología, y se doctoró en fisicoquímica, no en bioquímica ni biología, disciplina a la que llegó después de cumplidas esas otras titulaciones y después de cumplidos sus treinta años de edad, la disciplina en la que hizo sus mayores —si no es que todas— sus contribuciones científicas. Crick es el codescubridor de la “doble hélice” del ADN.

John Maynard Keynes, economista inglés (Cambridge, 1883–Firle, Sussex, 1946).

Todos los que saben quién es Crick lo ven como científico y particularmente como biólogo. Eso fue. Pero no por título. Visto desde el titulerismo —con su confusión explícita o tácita, consciente o inconsciente, entre trabajo y título—, Crick no sería biólogo porque según los tituleros–academicistas el biólogo real tendría título formal de biólogo. O se mentiría para decir que Crick lo tuvo. Visto por lo menos desde la no idiotez y la no irracionalidad, Crick es biólogo, sin más. Le demuestro así a mi amigo economista, de nuevo, que el ser intelectualmente se define por el hacer, no por un tener, el tener de X formalidad. Si se hace algo, se es lo relativo a ese algo; si se es algo, se hace lo que corresponde. Si se tiene algo que dice que eres algo pero no lo haces, entonces no lo eres en la realidad. Si haces biología, eres biólogo. Si eres politólogo, haces politología. Si tienes título de abogado o no tienes ninguno pero haces sistemáticamente análisis de la economía, eres economista. Si tienes título de contador pero solamente —y no provisionalmente— manejas un taxi, eres taxista. Si no te graduaste como chef pero te dedicas profesionalmente a cocinar, eres cocinero, chef o como lo quieres llamar; si alguna vez te graduaste como chef pero nunca cocinaste profesionalmente o dejaste de cocinar y nunca volviste a hacerlo, ¿por qué serías o seguirías siendo chef? Si Piensas, eres un Pensador. Y si no piensas, ¿qué importa tu título?3 ®

Notas
1 Ahora puedo agregar lo de mi abuelo: Rafael Calderón Romay fue un hombre muy culto, lector añejo y diario, pues todos los días leía libros de tarde a noche, principalmente libros de literatura, filosofía e historia, pero que abandonó sus estudios de licenciatura en arquitectura. Pronto —al inicio de la preparatoria— pensé que si él, inteligente y sabio, no estaba titulado, no podía ser cierta la creencia implícita en la sociedad: que todas las personas que no hubieran ido a la universidad o no hubieran salido de ella con un título eran menos capaces y “estudiadas” que las otras. Poco después confirmé que muchos “universitarios” son menos inteligentes, menos cultos, menos profundos y menos interesantes que muchos “no universitarios”, entre los cuales hay muchos con el espíritu verdaderamente universitario del que carecen los otros. En la que supuestamente es una de las mejores escuelas de Puebla, tuve un “profesor de filosofía”, titulado, que nunca nos motivó a leer un libro, ni uno, y limitaba sus clases a textos de la revista Muy interesante; en cambio, en la biblioteca de mi destitulado abuelo empecé a leer a Bertrand Russell, autor que él leía frecuentemente y que el profesor nunca mencionó. He confirmado una y otra vez, en todos mis pasos por los centros académicos como estudiante, trabajador o colaborador, que todas las generalizaciones a favor o en contra de ambos grupos (titulados y no titulados) son falsas. Cada grupo incluye riquezas, miserias, mediocridades y tesoros ocultos. Ésa es la diversidad del mundo relativo a lo intelectual, y una apertura informada e inteligente a lo que es mejor en la diferencia produce más riqueza. Desde luego, esto no es estar a favor de todo informalismo y contra toda educación formal sino precisamente estar contra el formalismo (cuando las formalidades pasan de ser unos medios a ser los fines) y a favor de la libertad y de la mejora integral de la educación “convencional”.
2 Piensen: Luis Pazos, de quien mi amigo se burla, sería economista por título, y Javier Duarte, un vil grillo corrupto, doctor en Economía por doctorado.
3 Un academicista duro habrá llegado hasta aquí “pensando” que “no se puede sacar un título sin pensar”. ¿No? ¿No hay miles de nuevos y viejos Peña Nieto? Evidente: se puede “sacar” sin pensar con mayúscula, así como se puede con una tesis plagiada (¿por qué hay tantos letreros de “se hacen tesis” en negocios como imprentas y papelerías alrededor de universidades?); si plagiaste, no pensaste, robaste.
Y espero que al leer esto mi amigo se deshaga de sus prejuicios y piense, por fin, que de hecho lo estoy defendiendo, a él, a los buenos académicos y a los mejores: mi argumento implica que los académicos mediocres e inferiores, que no escasean, no son iguales a los otros, que aunque tengan el mismo grado académico no son lo mismo académicamente, porque unos serían mejores o peores que otros por un trabajo distinto. La perspectiva titulera de mi amigo lo autoderrota: se obliga a decir que él, por no ser doctor, no puede ser mejor que doctores que ambos conocemos y sabemos que son inferiores; si se doctorara, sólo llegaría a ser igual a ellos. Pero sólo son iguales desde la distorsión irracional e irrealista del academicismo.

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Publicado en: Política y sociedad

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