La muestra del No-Grupo permite muchas lecturas urgentes acerca del arte, lo que constituye el arte nacional y la identidad estética, acerca de la pertinencia de Juan Acha y las distinciones teóricas que elaboró.
No son pocos los pósters que con su rostro decoran la ciudad. Sobre el lema “El mago loco” la cara de Melquiades Herrera observa al Distrito Federal kitsch que hizo parte de cada una de sus obras.
Las palabras de Melquiades, el maestro en “Merolico Art” que Guillermo Gómez Peña mencionó como una influencia importante durante su conferencia-performance “Los archivos vivientes” en octubre pasado, nos guían a través de la exhibición No-Grupo: un zangoloteo al corsé artístico en el Museo de Arte Moderno.
“En esencia no nos definimos como evento, suceso, happening, ambientalismo, teatro, ilusionismo o collage integratorio. Nuestro producto se define como el Montaje de Momentos Plásticos cuyos recursos artísticos auxiliares bien pueden, o no, ser tomados de todos ellos”. Los momentos plásticos a los que se refiere Melquiades en esta cita son los performance que el No-Grupo realizó durante sus seis años de existencia en México.
Conformado por Melquiades Herrera, Maris Bustamante, Alfredo Núñez y Rubén Valencia, el No-Grupo fue un colectivo artístico activo entre 1977 y 1983 que encontró en el escarnio público de las figuras imperantes en el arte mexicano un escape a sus propias inquietudes artísticas que frecuentemente tomaron la forma de arte objetos, carteles, intervenciones, patentes (la patente del taco, de Maris Bustamante), happenings, videoarte y arte sonoro.
Dicho así suena tan aburrido que necesito disculparme con los del No-Grupo por escribirlo. Para redimirme habré de describirles una de las obras del colectivo. Se trata de una especie de radionovela que se desarrolla en el Guggenheim de Nueva York. Un reportero mexicano se encuentra cubriendo el evento para Radio Educación y ciertas frecuencias de la BBC. La solemnidad y la seriedad de sus palabras van de acuerdo con el tono de la acción que se desarrolla en el fondo: la cremación de cientos de obras de arte en los hornos “facilitados por la DEA” e instalados dentro del Museo.Curadores, museógrafos y académicos han deliberado previamente, en el marco de un congreso organizado por la UNESCO, acerca de cuáles son las obras que deben ser destruidas para que liberen el espacio que las nuevas obras de arte necesitan para ser almacenadas. El reportero consigue una entrevista con Fernando Gamboa, quien de 1971 a 1982 fue director del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Gamboa, interpretado por José Luis Cuevas, insiste, necio, en que “no hay nada de qué preocuparse”, pero mantiene oculta la lista de los artistas cuyas obras serán incineradas.
El reportero consigue una primicia: ¡se filtra el nombre del mismísimo José Luis Cuevas, su obra está en la lista secreta! ¡El enfant terrible! ¡El hijo pródigo! ¿Cómo es posible, maestro? Hay momentos en que Cuevas y Melquiades Herrera apenas pueden contener la risa y con ello dejan entrever la increíble complicidad entre quienes encontraban en el establishment un objetivo exquisito e innagotable y quien, representando al establishment mismo, sabía mofarse de las instituciones que lo habían hecho grande con los títulos y las etiquetas que seis décadas después lo siguen acompañando (a pesar de los insistentes esfuerzos del No-Grupo por poner en evidencia el absurdo endiosamiento de Cuevas).
Melquiades Herrera fue una parte esencial del No-Grupo, y es tal vez más significativa por la labor docente que el artista realizó durante décadas en la Escuela de Diseño del INBA y en la Academia de San Carlos (diseño y arte), retomando la teoría del peruano Juan Acha, quien frecuentemente insistió en la importancia de la identidad latinoamericana en las artes y los diseños.
La colaboración entre Juan Acha y los miembros del No-Grupo resulta lógica cuando se lee al teórico que afirma: “El duplo (dialéctico) nacional e internacional se desbarata (en la cultura de occidente), para así privilegiar los valores internacionales, vale decir, los de los centros mundiales del arte, por cierto, todos occidentales. Como resultado se menosprecian los valores locales, dando por inútil la producción de conocimientos de nuestras realidades nacionales estéticas y artísticas, así como la elaboración de valoraciones según nuestros intereses colectivos”.
Melquiades fue especialista en hacer de los valores estéticos nacionales una obra de arte, y el lejano eco de su estilo se ve en cada galería de la ciudad que exhibe obras constituidas por fragmentos coloridos de los barrios y la historia de México que, descontextualizados y resignificados, no hablan más de la identidad latinoamericana a la que Juan Acha aludía en sus estudios, ni de la que Melquiades se apropiaba (incluso en su curiosa vestimenta diaria), sino más bien de una pose estética que poco tiene que ver con la realidad histórica y social del país y que más bien tiene como objetivo la inserción de la estética local en los mercados globales para su óptima comercialización como objetos sobrevalorados, accesibles para las élites.
La muestra del No-Grupo permite muchas lecturas urgentes acerca del arte, lo que constituye el arte nacional y la identidad estética, acerca de la pertinencia de Juan Acha y las distinciones teóricas que elaboró, y también mi reflexión favorita acerca del mago loco, el “Premio Nobel de Arte”, fallecido en 2003, al que tantos contemporáneos le deben el que el kitsch haya entrado a los museos en México y muchas más hilarantes irreverencias sobre las que profundiza esta excelente muestra en el Museo de Arte Moderno.
La exhibición No-Grupo: un zangoloteo al corsé artístico permanecerá en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México hasta la primavera del 2011. ®