En su reciente libro Entrecruzamientos Cortázar–Fuentes Luisa Valenzuela habla de las convergencias y las divergencias entre estos dos autores centrales de la literatura hispanoamericana, de sus mejores momentos literarios pero también de sus obras fallidas.
Pertenecías a la pandilla de Cortázar o pertenecías a la de Márquez. Como en una batallita campal donde en lugar de piedras se lanzan novelas y libros de cuentos: una narrativa que parecía desarrollarse tan sólo en una parte del continente americano. Por eso, durante el boom de la novela latinoamericana en la década de los sesenta y setenta, dos de los autores más representativos fueron Julio Cortázar, quien sin duda coquetea no sólo con el realismo mágico sino incluso con el surrealismo y la patafísica de Alfred Jarry —no por nada su admiración por Ubú rey—, y Gabriel García Márquez, quien hace de arquitecto narrativo y consigue erigir todo un microcosmos como una de las propuestas literarias más sólidas.
En el caso de México la propuesta corrió a cargo de Carlos Fuentes, quien tras publicar en 1958 La región más transparente consiguió llamar la atención. Y es así como Luisa Mendoza llegó a las asociaciones que dieron como resultado el libro Entrecruzamientos Cortázar–Fuentes (Alfaguara 2014).
“Me encontré con que el material entre los dos autores era muchísimo más interesante y entrecruzado de lo que yo había sospechado en un principio, así que se convirtió en algo infinitamente más ambicioso. Llegué a un momento donde se tocan textos y parte de la vida de los dos autores”, dice en entrevista vía telefónica.
Insisto en la presencia de Gabriel García Márquez y Julio Cortázar en el boom latinoamericano. Hasta antes del libro al menos para mí ellos dos eran los imprescindibles de ese movimiento literario. Por eso le digo que me parece extraordinaria la asociación que hace entre Fuentes y Cortázar. Tarda un poco en responder, sopesa las palabras. “No estoy en absoluto de acuerdo con lo que me señalas de García Márquez, y discúlpame que te lo diga. Primero porque García Márquez explora a fondo el llamado realismo mágico, algo que ni Carlos Fuentes ni Julio Cortázar frecuentaron del todo, ambos están dentro de una literatura fantástica por momentos, pero no del realismo mágico”.
Más allá de pertenecer al mismo continente y a una misma generación literaria, entre Cortázar y Fuentes existió una complicidad, de la cual nos pone al tanto la autora: “Pasaron su adolescencia en Buenos Aires, y el último viaje que hicieron fue precisamente a esa ciudad; están los dos enterrados en el cementerio de Montparnasse; el sueño de juventud de Julio Cortázar era visitar México por Octavio Paz, por Alfonso Reyes y por toda la fascinación que se tiene en Latinoamérica por este país, y en el caso de Carlos Fuentes era alguien que adoraba Buenos Aires”.
Luisa Valenzuela encuentra puntos no sólo de convergencia sino también de divergencia, lo cual ayuda a que en su libro ofrezca un diálogo que va más allá de cualquier concesión literaria. “Pero de divergencia de espejo, en oposición total, en inversión. Yo creo que uno es el introvertido, que era Cortázar, y Fuentes era el extrovertido, y sin embargo los dos mantenían una gran lucha por los derechos humanos, además de una enorme pasión literaria, así que son muchos más literarios en general que lo que era Gabriel García Márquez, quien era un hombre con una profunda imaginación”.
Valenzuela encuentra puntos no sólo de convergencia sino también de divergencia, lo cual ayuda a que en su libro ofrezca un diálogo que va más allá de cualquier concesión literaria. “Pero de divergencia de espejo, en oposición total, en inversión. Yo creo que uno es el introvertido, que era Cortázar, y Fuentes era el extrovertido, y sin embargo los dos mantenían una gran lucha por los derechos humanos, además de una enorme pasión literaria…
—En el libro me queda claro que hablas de esa pasión literaria que se presenta en los dos autores, aunque ¿no crees que en algún momento esa característica se pueda tomar como un lugar común para destacar a cualquier autor? Me refiero a que si se trata de un creador literario, como persona que se dedica a la escritura, tú misma, Luisa, lo has hecho, porque tú misma eres creadora literaria, sabes que una de las principales cualidades que debes de tener frente al acto de la escritura es precisamente la pasión por la creación literaria.
—Absolutamente, eso no te lo discuto, pero la erudición no todos la tienen. Yo creo que no puedes ser un buen escritor sin haber leído mucho, pero de ahí a tener esa especie de entrega total es excepcional, por un lado.
—Se me vienen a la mente muchos títulos de ensayos de corte académico de los dos autores. De hecho, me parece que en esa parte Cortázar ha sido mucho más explorado que Fuentes. Los dos tienen aún tela de donde cortar. ¿Por qué no escribir un libro de corte académico, donde al final habrías podido incluir una bibliografía, notas de página?
—Yo no tengo una formación académica, y de hecho me aburre cuando no son muy brillantes. A mí la cosa académica habitual me interesa mucho y me llama la atención, pero este libro lo escribí como una golosina, como comer caramelos, no se me daba la cuestión fría de la mirada analítica, era una mirada de corazón, la mía, y también son a esos lectores a los que apelo, por eso es que el libro está publicado en Alfaguara y no en Taurus o en otra colección.
—Me refiero a ese lector que no tiene conocimiento de la obra de Cortázar ni de la de Carlos Fuentes y que se acerca al libro, ¿no crees que pueda necesitar de la ayuda de algún elemento extra, bibliografía, notas, complementos?
—Sí, quizás lo necesite, pero para eso existe Google, lo tienes ahí, y mira que yo también lo usé bastante, porque me acordaba de palabras de alguna novela y no me acordaba exactamente del título; pero busco que el lector sea un explorador, a mí las lecturas me interesan como maquinitas de pensar y actividades de exploración, entonces que el lector también explore; de hecho se le dan muchos datos, los títulos están, y después, si surge un interés pues que ponga de lo suyo.
—Entrecruzamientos… es un libro que habla de la relación entre Fuentes y Cortázar o es un libro donde se habla de la relación que tuvo Luisa Valenzuela con Fuentes y Cortázar?
—Es un poco de todo. Yo estuve metida en el medio y de hecho fui amiga de ambos y me respetaban, así que eran muy interesante los diálogos que podíamos tener. Carlos Fuentes de hecho me nombra parte del consejo consultivo de la Cátedra Alfonso Reyes cuando la creó en el Tecnológico de Monterrey, y, por su parte, Julio Cortázar me menciona en uno de sus libros. Eso también me permitió conocerlos desde dentro, en sus apreciaciones.
—¿Estás de acuerdo que uno de los “peores” momentos creativos de Julio Cortázar es cuando entra en la faceta revolucionaria y publica libros como Nicaragua tan violentamente dulce?
—O por ejemplo El libro de Manuel, que a mi parecer tampoco es tan bueno. Mira, con Nicaragua… yo no estoy tan de acuerdo porque ese libro fue una movida de pasión con la revolución nicaragüense…
—Pero eran cuentos que no eran cuentos, sino simples cuadros costumbristas revolucionarios.
—En el caso de Carlos Fuentes a mí me parece que también ocurre con la última parte de su obra, la cual deja de sostenerse para volverse repetitiva y hasta narrativamente reciclada, ¿no te parece?
—Claro, y en el caso de El libro de Manuel él mismo dijo que era un experimento fallido, pero me parece maravilloso… porque, fíjate, un hombre que renueva la literatura con Rayuela, que cambia todo, que crea pasiones desaforadas entre sus lectores al punto que acá, en México, se lo saben literalmente de memoria y del que Gonzalo Celorio dice que si desaparecieran todos los ejemplares de Rayuela en México, él junto con muchos de sus amigos la volverían a reescribir, porque se la saben de memoria.
—En el caso de Carlos Fuentes a mí me parece que también ocurre con la última parte de su obra, la cual deja de sostenerse para volverse repetitiva y hasta narrativamente reciclada, ¿no te parece?
—Yo no diría tanto la última parte porque a mí me gustó mucho Federico en su balcón…
—Que es precisamente la novela que más citas en tu libro junto con La región más transparente, para seguir todo el camino nietzscheano.
—Por supuesto, mira yo ya lo había visto en otros críticos, que la marca de Nietzsche viene desde el principio en Carlos Fuentes, y después, cuando hablo con Silvia Lemus, me dice que uno de los libros que tenía Carlos en su mesa de trabajo cuando falleció era uno de Nietzsche, así que me interesó seguir el recorrido, y seguir aquello que Cortázar quiso decir toda su vida y no lo dijo, aunque yo creo que sí lo hizo.
—Podríamos decir que en Entrecruzamientos vas de la patafísica al eterno retorno…
—Efectivamente, muy lindo itinerario: de la ciencia de las soluciones imaginarias a la muerte de Dios y la creación de las nuevas ceremonias.
—Aparte del entrecruzamiento entre estos dos autores, el libro también podría ser una breve teoría del cuento y de la novela, porque llega un momento en que así presentas a los dos autores. Por una parte el cuento a cargo de Cortázar y la novela por la parte de Fuentes. Me parece muy atinado pues Cortázar es uno de los grandes teóricos del cuento moderno, y Fuentes, en cambio, aunque tiene también cuentos memorables, su trabajo teórico está enfocado a la novela.
—Es cierto, Fuentes tiene más pasta de novelista, al punto de que Cortázar le decía, cuando le habla de La región más transparente, “Mire, usted comete un error y es que quiere meter todo en un baúl, quiere usted escribir La comedia humana en un volumen”. ®