De arte y algunas parejas de artistas

Puertas, amigos y otras divagaciones que tienen que ver, o no, con la estética

¿Es importante que la gente que se quiere, que se admira mutuamente, o que se ama comparta los mismos gustos estéticos?

Elliott Erwitt, París, 1989.

La textura favorita de Paula es el terciopelo y su tono preferido el de la brillantina. Tiene el cabello largo que no se ha cortado en mucho tiempo y a menudo usa zapatitos negros de agujetas y overol. Su música predilecta oscila entre David Bowie, The Brian Jonestown Masacre, beats bajos y pianitos metálicos. Tiene ascendencia francesa, su papá anda en una vespa y su mamá es psicoanalista. A las dos nos gustan los poemas alt–Lit y juntas quisimos clonar el libro del poeta portugués Nuno Júdice cuando nos enteramos de que existía. Recientemente descubrimos a Nacho López y a Cartier–Bresson, cada una por su lado, pero en la misma temporalidad. Con esto, gracias a esto, a pesar de esto, o por todo lo anterior, podría decir que este año nuestra amistad se elevó a una dimensión más alta y su tejido se hizo más estrecho.

En realidad no tenía pensado comenzar hablando de Paula. El tema de este ensayo pretendía ser la relación entre el gusto estético y las relaciones de pareja, inquietud que surgió a partir de un comentario que ella hizo a la ligera: habíamos ido a una exposición de diseño en el Mercado México, de Guadalajara, a principios de primavera; la mayoría de los objetos se exhibían en el patio principal y en la sala lateral del edificio había una exposición de pintura de varios artistas. No había un denominador común entre ellos, más bien eran propuestas de distintos creadores emergentes. “Qué importante es compartir el gusto estético con tu pareja”, dijo Paula mientras veíamos un cuadro que no nos gustaba mucho, que digamos. Nos dimos cuenta de que si de todas esas pinturas hubiéramos tenido que escoger alguna habríamos escogido el cuadro de Ricardo Luévanos, un pájaro hiperrealista sobre un fondo rosa pastel.

“Qué importante es compartir el gusto estético con tu pareja”, dijo Paula mientras veíamos un cuadro que no nos gustaba mucho, que digamos. Nos dimos cuenta de que si de todas esas pinturas hubiéramos tenido que escoger alguna habríamos escogido el cuadro de Ricardo Luévanos, un pájaro hiperrealista sobre un fondo rosa pastel.

La idea se quedó en mi cabeza durante varios días, incluso semanas, pues por alguna razón intuía que esa afirmación tenía mucha profundidad implícita, así que este trabajo se develó como el espacio idóneo para desarrollarla. Tras dos semanas tratando de acercarme al estado de la cuestión desde lugares muy teóricos, y justo cuando comenzaba a preguntarme si en realidad la afirmación de Paula tendría alguna profundidad, o si sería más bien un simple hecho evidente sobre las relaciones humanas, me encontré, por una recomendación, con el pensamiento de Alfonso López Quintás.

Filósofo español, catedrático y fundador de la Escuela de Pensamiento y Creatividad, Quintás ha desarrollado el tema de la experiencia estética como medio de encuentro entre el ser humano con su realidad y paralelamente ha indagado en las similitudes entre este encuentro y el proceso de vinculación de las relaciones humanas. A su vez, desarrolló la teoría de los ámbitos, en la cual propone que el ser humano se entrevera no con objetos sino con ámbitos de la realidad que están cargados de significado —o valor simbólico— y que por lo tanto enriquecen la realidad y potencian el proceso de desarrollo humano.

Quintás expone esta tesis en sus libros Inteligencia creativa; el descubrimiento de los valores y Estética y su poder formativo. En ellos el hombre es presentado como un ser de encuentro que “se constituye, desarrolla y perfecciona fundando relaciones de encuentro con las realidades del entorno”. El pensamiento de este autor fue sumamente revelador, pues le proporcionó el lenguaje a aquella vaga intuición encausándola en un camino más claro. Así que utilizaré el pensamiento de Quintás como columna vertebral de las ideas que vienen, como la relación del ser humano con el ámbito de lo estético, así como el papel de éste en el proceso de formación de vínculos humanos. También indagaré en las implicaciones de lo estético dentro de las relaciones de parejas artistas y el acto creador.

En Estética y su poder formativo Quintás presenta al arte —la música, las artes visuales, la danza, etc.— como uno de los ámbitos de realidad mencionados y al artista como un creador de nuevas posibilidades al tener la capacidad de nombrar y configurar el mundo de maneras diferentes. Al entrar el ser humano en contacto con la obra final —o, en dado caso, al llevar a cabo un proceso creativo— se amplían nuestras formas de llamar el mundo y eso nos permite implicarnos intensamente en él. Paralelamente, en Inteligencia Creativa Quintás observa el vínculo humano bajo una premisa similar: a través del encuentro creativo se genera una realidad fecunda en la cual dos personas se desenvuelven y se desarrollan.

La vinculación a través de los ámbitos es sumamente importante para el ser humano, pues a diferencia del animal, el cual establece su “vinculación con lo real por vía instintiva”,el hombre tiene la capacidad de elegir entre distintas respuestas a cada aspecto de su entorno, optando por una realidad vacía o por una cargada de sentido.

Por un lado, la idea del arte como un ámbito significativo con el cual podemos entablar una relación reversible me pareció sumamente importante. Quintás la enaltece al contrastarla con el pensamiento vitalista de Ortega y Gasset, que ve al hombre como un prisionero y náufrago en su entorno, incapaz de desplegar las posibilidades personales y de lograr la comunicación plena entre dos vidas humanas. En contraste con esto, la idea de los ámbitos propone campos de interacción: el mundo es dotado de significado para involucrarnos en relaciones profundas con el entorno y con los demás. En la filosofía budista, por ejemplo, un árbol deja de ser un objeto estático para convertirse en un símbolo de Buda, de la iluminación, y por lo tanto de su búsqueda vital. Así, por medio del budismo —o de cualquiera otra cosmovisión— dos individuos se ven vinculados pues comparten perspectivas y dotan de significados similares al entorno.

La vinculación a través de los ámbitos es sumamente importante para el ser humano, pues a diferencia del animal, el cual establece su “vinculación con lo real por vía instintiva”,el hombre tiene la capacidad de elegir entre distintas respuestas a cada aspecto de su entorno, optando por una realidad vacía o por una cargada de sentido. “La red de vínculos fecundos del hombre con la realidad constituye el mundo de la cultura. El hombre culto es el que sabe y quiere fundar modos de relación que enriquecen su vida y realidad entera” (Quintás, 2004).

El papel del artista en el acto de dotar de valor simbólico a los diferentes entornos de la vida es decisivo, pues genera puertas de acceso a una realidad significativa para él y aquel que se presta a la experiencia. El poeta, por ejemplo, reconfigura la forma en la que entendemos el lenguaje y por ende crea realidades nuevas; el fotógrafo, por su parte, abstrae un momento en el tiempo para volverlo un mensaje perenne.

De esta manera, el artista dibuja puertas y los mundos detrás de ellas, pero el que éstas existan no quiere decir que todos las crucen. Quintás habla de la experiencia estética como un proceso similar al encuentro humano: un encuentro que requiere de una actitud de generosidad, de situarse a una distancia justa, de no querer poseer, de evitar las reducciones, de estar disponible, de ser veraz. Estas posturas y otras se explorarán a continuación.

Para Quintás ambos encuentros requieren de una disposición y una distancia adecuada en la cual se pueda dar la contemplación y la interpelación sin llegar a la posesión. Él la llama una relación de juego o campos de juego comunes: siendo el hombre un ser lúdico, según Friedrich Schiller, éste “asume activamente posibilidades lúdicas” a partir de las cuales se despliega la capacidad creadora (Quintás, 2004). Esto no quiere decir que no haya responsabilidad en el vínculo, pero el modo intenso de unidad se establece en una relación de entreveramiento y no de fusión.

Dice Quintás que “La relación de empastamiento (fusión) puede parecer perfecta a un modo de pensar… Pero se muestra totalmente infecunda en el nivel de los procesos y acontecimientos creadores por ser incapaz de instaurar formas de unidad personales, las cuales integran creadoramente dos o más centros de iniciativa” (2004).

Georges Pierre Seurat, Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte.

Podemos poner el ejemplo de una pintura impresionista. Si miramos una obra de Seurat desde una distancia corta no podremos distinguir las formas y siluetas que el pintor busca capturar. Más bien veremos un manchón de colores. Del mismo modo, si buscamos una cercanía abrupta con una persona desconocida o incluso ya cercana, probablemente la imagen que tengamos no será fiel a la realidad, pues el conocer a una persona y distinguir sus colores toma tiempo y espacio.

La posesión, por su parte, es un síndrome sumamente visto e incluso aceptado en nuestra cultura, pero aun así podría ser cuestionado. Alguna vez escuché dos poemas sobre flores, uno escrito por un inglés y otro por un asiático. En ambos poemas los autores encuentran una flor en su camino. El inglés decide arrancarla, pues quiere tenerla e impregnarse de su belleza. El asiático la contempla, y aunque también quiere colmarse de su hermosura continúa su camino. Existen distintos acercamientos para generar un sentimiento de unidad con lo bello. En el caso del poeta occidental el camino para la unidad era la aprehensión, mientras que para el oriental fue la contemplación activa —a través de la escritura de un poema— y la liberación de lo observado.

Según Quintás, esta postura de libertad hacia lo bello o lo que nos gusta es fundamental para establecer vínculos estrechos con el entorno y con otras personas. Recuerdo que de pequeña iba a una clase de diseño de modas, y más grande a otra de telas aéreas, y cuando mis amigas me preguntaban dónde eran no me gustaba decirles, pues me agradaba la idea de sentir que eso era algo mío, que eso me distinguía y me caracterizaba. Es un ejemplo muy inocente, pero creo que sostiene esa esencia de querer que algo permanezca siendo nuestro. Coincido con lo que propone Quintás: “Personas distintas pueden ocupar al mismo tiempo un mismo lugar y al hacerlo no se perjudican mutuamente, no amenguan el campo que cada uno abarca, lo ensanchan y lo fortalecen. El otro es compañero de juego, no usurpador que viene a ensanchar su mundo a costa del nuestro” (2003). Nuestros hallazgos musicales, artísticos o literarios son puentes y aristas para encontrarnos con el otro. Los lugares simbólicos que nos habitan enriquecen nuestra geografía emocional y el compartirlos, el dejar que otros los habiten, no nos empobrece, sino al contrario.

Vuelvo a mi amistad con Paula, pues hemos dialogado constantemente sobre estos temas. A veces, por ejemplo, imaginamos los múltiples escenarios en los que dos personas se pueden conocer, y ambas hemos pensado en que un encuentro estético tendría mucho peso en una relación. Dos escenarios en los que hemos pensado son éstos: Dos personas están en una terraza y se disponen a fumar. A una le falta un encendedor y la otra se lo ofrece. Se miran, conversan, y las probabilidades de que se enganchen o no son exactamente iguales, basadas en el hecho de haberse encontrado para fumar, pues a menos que ambos sean fervientes apasionados de los cigarros, este hábito es muy común y se puede compartir con un gran porcentaje de la población. Por el contrario, se puede estar sentado leyendo un libro, o en un museo viendo una pintura, y si casualmente a otra persona le gusta el mismo libro o la misma pintura, el acontecimiento podría tener un valor simbólico mayor y con ello desencadenar un diálogo que inmediatamente sería más cercano por las implicaciones que estos símbolos tienen.

Hacemos de las metáforas barcos de papel que llevan, por el caudal de nuestra vida, símbolos que enriquecen y dan sentido. Así, el ámbito de lo estético es un espacio de entreveramiento que, como dice Quintás, de compartirse abiertamente forma vínculos de unidad estrechos.

Existe otra dimensión de lo estético que también tiene un comportamiento particular en las relaciones de pareja, específicamente. Evidentemente, no se puede plantear una dinámica generalizada pues cada vínculo amoroso es una red de complejidades que atañen a mucho más que la dimensión creativa, aunque se tomarán algunos ejemplos que nos pueden ayudar a explorar la relación entre la creatividad y el vínculo humano.

Hay referencias contemporáneas de parejas de artistas. En 2012, por ejemplo, la galería Pippy Houldsworth, en Londres, realizó una exhibición titulada Sweethearts, para la cual convocaron a parejas de artistas para crear una pieza conjunta. Antony Gormley y Vicken Parsons, Ian Davenport y Sue Arrowsmith, Gary Hume y Georgie Hopton fueron algunas de las parejas invitadas. Sería interesante hacer un análisis semiótico de las obras de cada artista y establecer la relación estética entre las parejas, aunque eso nos llevaría a otra disertación. Aun así, con base en algunas entrevistas se pueden describir ciertos rasgos del proceso creativo que ellos cuentan.

Antony Gormley–Field (2012), Feeling material XIV (2003–2008).


Vicken Parsons, Untitled (2014), Untitled (2012), Untitled (2007).

Antony Gormley y Vicken Parsons consideran sus estilos tremendamente distantes. Gormley trabaja con esculturas de figuras humanas cuyas siluetas son formadas por distintos materiales. Estas esculturas casi siempre de tamaño real son colocadas en distintos ambientes para habitar el espacio. Parsons, por su parte, utiliza la pintura para capturar espacios y volumetrías en las que el protagonista es el espacio mismo más que lo que lo habita. En lo personal, encuentro un vínculo evidente en las preocupaciones de ambos, pues desde distintas perspectivas exploran nociones del espacio: Gormley lo hace desde el cuerpo y Parsons desde el vacío o el espacio mismo. Independientemente de esta observación, ellos dos unificaron su pensamiento creativo para realizar una escultura al estilo de Alexander Calder, “Relational Aesthetics”, cuyo proceso de creación, según Parsons, “fluyó suavemente” a pesar de las distintas orientaciones estéticas de ambos (imágenes 3a, 3b y 3c). Aunque el título tiene potencia y habla por sí solo, cabe mencionar que los elementos móviles de cada lado de la pieza fueron colgados a la altura exacta de cada uno de los artistas, lo que es en sí mismo una metáfora sobre las identidades de cada uno en la estética conjunta.

En la exhibición, el caso de Georgie Hopton y Gary Hume fue del todo opuesto. Al parecer, en la realización de la obra discutieron más que nunca, tanto que al final hicieron dos piezas distintas, inspirada una en la otra.

Georgie Hopton y Gary Hume, Nasturtiums, y Nasturtiums after Georgie I, II, III (2012).

La galería Pipi Houldsworth no ha sido la única en interesarse en la creación por parejas de artistas. A finales de 2016 Pilar Ordovas hizo una exhibición pop–up en la que se presentó el trabajo de parejas de artistas —en las que ambos fueran creadores por sí mismos— que trabajaron en Nueva York y Europa entre los años treinta y setenta. Según un artículo para The Art News Paper (2016) en este caso las obras no se realizaron conjuntamente, pero se seleccionaron piezas de cada parte que tuvieran una relación entre sí.

Max Ernst, Tentación de San Antonio, 1945.

La exhibición presentó trabajos de Dorothea Tanning y Max Ernst, por ejemplo, en los que se manejan “dos lenguajes y dos vocabularios”, pero hay un rasgo en común (Ordovas, 2016). En “Tentación de San Antonio” (1945) y “L’Enchanteresse” (1959) de Ernst y Tanning respectivamente, existe una paleta de color y una composición dada a partir de las tonalidades. La obra de Tanning, realizada catorce años después, podría ser una abstracción cromática de “La tentación de San Antonio”.

Dorothea Tanning, L’Enchanteresse, 1959.

Entre otros artistas de esa exposición se encuentran las pareja Willem De Kooning y Elaine, Yayoi Kusama y Joseph Cornell, así como Jackson Pollock y Lee Krasner, y en las piezas de cada artista se buscó establecer un paralelismo estético o semiótico que abordara la influencia, la tendencia, la tensión o distensión entre las obras.

Además de estas exposiciones, en 2012 se editó también el libro Artists In Love, de Veronica Kavass. En éste la autora se introduce en la vida íntima de parejas como Wassily Kandisky y Gabriel Munter, el fotógrafo Alfred Stieglitz y Georgia O’Keeffe, Jasper Johns y Robert Rauschenberg, Abramovic y Ulay, Christo y Jeanne–Claude, entre otras. Esta última pareja nos ofrece un ejemplo exquisito del trabajo conjunto y de la creación aunado a las nociones propuestas por Quintás.

Christo y Jeanne–Claude se conocieron en 1985 cuando aquel fue a pintar un retrato de la madre burguesa de Jeanne–Claude. Desde niño Christo había encontrado su vocación de artista, y Jean–Claude diría que su vida realmente empezó el día en que lo conoció. Desde ese primer encuentro, y a pesar de la desaprobación de sus padres, Christo y Jeanne–Claude permanecerían creando juntos hasta la muerte de éste en 2009. A la fecha Christo ha cumplido la promesa de que el arte no dejaría de suceder aun cuando alguno de ellos dejase la tierra (Kavass, 2012).

Christo and Jeanne–Claude: Surrounded Islands, Biscayne Bay, Greater Miami, Florida, 1980–1983

Si bien Jeanne–Claude nunca llevó la bandera de artista, pues Christo solía guiar el proceso creativo, sí se encargaba de la realización en cuanto a logística, permisos y exposiciones, todo esto parte elemental en el ciclo de un acto creativo. Juntos realizaron trabajos monumentales que en ocasiones les llevó más de veinte años para poderse realizar, como The Gates. Desarrollaron un lenguaje enteramente propio y alteraron, innegablemente, la noción de realidad. Mediante un proceso de velar objetos, accidentes geográficos, monumentos y perímetros, su obra ha buscado “destruir apariencias cotidianas y cuestionar la identidad de los objetos” (Kavass, 2012).

Los ejemplos de parejas creadoras son inacabables y abarcan no sólo las artes visuales, sino también la música, la arquitectura, la literatura y la fotografía. Estos ejemplos tan sólo abren un panorama inicial para un tema en el que aún hay mucha profundidad en la que bucear. Las exposiciones mencionadas, así como el trabajo editorial de Kavass son fuentes interesantes para dar seguimiento a lo que comenzó como una conversación casual en una exposición un jueves por la tarde.

Por otra parte, la estructura y el pensamiento de Alfonso López Quintás ha sido de gran ayuda y enriquecimiento para esta inquietud sospechosa sobre la importancia de la estética y los vínculos humanos.

Lo anterior no quiere decir por ningún motivo que todas las relaciones humanas se den a partir de esto. Quizás uno sí puede propiciar un vínculo estrecho por compartir un cigarro en una terraza y mucho o nada más. Hay muchas puertas para cruzar y entreverarnos con los portales que son cada uno de los seres humanos. Para algunos esta entrada puede ser el golf, el futbol o jugar sudoku. Cada quien puede construir sus propios ornamentos, elegir la decoración para sus puertas así como la cerradura que emplea.

Christo y Jean Claude, The Pont Neuf (1975).

En lo personal, mi puerta se ha visto pintada por todo lo que he mencionado a lo largo de este texto: por la forma en que estos rasgos simbólicos nos enriquecen y nos ayudan a entendernos y a intentar entender aquello que nos rodea.

Paula y yo nos hemos hecho mucho más amigas por las risas, los paseos en bici, por las caminatas y las nieves que hemos compartido en estos últimos años. Pero debo decir alegremente que esos momentos se han visto acompañados por un gusto inevitable por lo sensible, por las palabras, por las imágenes bellas y por las ideas constantes. Tantas, que necesitamos una libreta para apuntar todos los proyectos, en su momento revolucionarios, que se nos ocurren con frecuencia.

A fin de cuentas, cada quien teje el sentido de su mundo con aquello que le gusta, que disfruta, que le enriquece: aquello que, redundantemente, le da sentido a su existencia. Ojalá que todos encontremos esos vínculos para abrazar la realidad muy de cerca y, a la vez, para poder acercarnos a ese abrazo humano tan querido. ®

Referencias bibliográficas

Alberge, D. (2012), “Creative encounters of the artistic kind – couples get together to collaborate”.
Kavass, V. (2012), “Artists in Love: From Picasso & Gilot to Christo & Jeanne–Claude, a Century of Creative and Romantic Love Connection”.
Quintás, A. L. (2003), Inteligencia creativa: el descubrimiento personal de los valores. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos
Quintás, A. L. (2004), La experiencia estética y su poder formativo. Bilbao: Universidad de Deusto.

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Publicado en: Arte

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