I. Edición y moderación, no censura
En las publicaciones de internet que permiten a los usuarios comentar libremente los artículos de sus colaboradores proliferan las descalificaciones, los insultos e incluso las amenazas. Esto pasa en los sitios digitales que carecen de “moderador”, incluyendo no pocos diarios y revistas nacionales. Al pie de columnas y artículos es común leer desacuerdos con el periodista, lo cual es correcto; lo grave es cuando ese desacuerdo se transforma en intolerancia y hasta en odio y se manifiesta con improperios que esconden una insultante falta de argumentos moldeados con base en la información y un pensamiento racional (los mensajes en su mayoría están redactados con desconocimiento de las más elementales normas de sintaxis y ortografía: véanse las parrafadas que excretan alegremente cuadrillas de indignados, exaltados e inconformes en los sitios de El Universal, Reforma y Milenio, entre otros). La desproporción agrede: el periodista debe cumplir las reglas básicas de su profesión y acatar el manual de la casa editora —al menos eso se supone— para informar u opinar, bien o mal, y propiciar la reflexión y una discusión que eventualmente podría ser provechosa; pero el que insulta y amenaza inhibe toda forma de diálogo y se convierte en un cobarde vándalo del ciberespacio, ya que su agresión se escuda casi siempre en el anonimato. ¿Por qué otorgarle una inmerecida visibilidad a la ignorancia y al visceralismo más vulgar? ¿Pierde esta endeble democracia algo con ello?
Los diarios y las revistas deben fomentar la discusión sana de las ideas. Dos ejemplos recientes muestran la necesidad de moderar los comentarios, lo cual, que quede bien claro, no significa censurar: borrar una mentada de madre, una cantinfleada o una amenaza de muerte no lo es, y para eso están precisamente las “políticas de uso” que muy pocos cumplen. Uno esperaría que algunos lectores de revistas culturales, como Replicante, fueran más refinados, pero no es así. En este sitio sí hay moderador y hemos eliminado sin ningún reparo apenas un puñado de comentarios que eran francos insultos y descalificaciones a colaboradores nuestros. Lo dicho: hicieron caso omiso de nuestras Políticas de uso, que son muy explícitas al respecto.
Uno de los raros hombres congruentes de la izquierda histórica mexicana, Luis González de Alba, encontró al pie de uno de sus artículos este mensaje —el cual copió, con humor, en su Facebook—: “Maricón inmundo, cuando incordiabas a los socialistas, a cuantos no denunciaste? a cuantos no traicionaste? pero no te preocupes degenerado, las Fuerzas Revolucionarias del Pueblo Justo te tienen en la mira, cuando menos lo esperes, asi como vendiste a los revolucionarios, tus patrones dejaran de necesitarte y cuando ellos no te protegan, nosotros no nos apiadaremos. a cuantos maricones no los han degollado mientras les soplan en la nuca? ten miedo, va a ser quien menos te lo esperes, un rubio en alguna plaza de ibiza o algún mulato en cancun”. Con buen talante González de Alba dice “Que yo sepa, no he denunciado ni vendido a nadie. No pienso ir a Ibiza ni a Cancún”.
El otro caso es el de los numerosos e indignados comentarios volcados en los diarios en torno al ataque del ejército israelí al Maví Mármara, buque turco integrante de la “Flotilla de la Libertad” y que llevaba, decían, ayuda humanitaria a los palestinos confinados en la Franja de Gaza. Casi todos los lectores que se animaron a escribir en Público Milenio (de Guadalajara) coincidieron en acusar a “los judíos”, no al Estado de Israel, de repetir el Holocausto con los palestinos. Ninguno, al parecer, se tomó la molestia de leer los análisis de Irene Selser o de Juan Gelman en ese mismo diario sobre el incidente ni, mucho menos, de buscar más información en medios internacionales, como el crítico diario izquierdista israelí Haaretz. Por ello sugiero la lectura del atemperado artículo de Ari Volovich “De belicistas sin salida y pacifistas sin retorno” en la edición de Milenio Semanal del domingo 13 de junio, e insisto en la necesidad de un moderador. Es una forma de fomentar discusiones respetuosas.
II. Pacifistas, entre la histeria y el fanatismo
No han cesado las discusiones desde el ataque del Ejército israelí al Maví Mármara. A propósito, quiero reproducir una conversación en el Facebook de Ari Volovich entre varios colaboradores de Replicante que puede resultar ilustrativa respecto de las reacciones de los pacifistas —que no lo son tanto— y del ataque de los militares israelíes. De entrada, Volovich llama la atención sobre este video: Flotilla de Gaza: activistas atacan a soldados israelíes.
Ari Volovich Cierto que fue muy pendejo de parte de Israel intervenir con fuerza militar; pero más pendejo todavía que los “pacifistas” —mis huevos— ataquen a soldados armados sin medir las consecuencias.
Ariel Ruiz Lo primero no fue pendejo, fue culero.
Ari Volovich Terrorismo de Estado vs ultra-pacifismo.
Héctor Villarreal Pero fue muy pendeja la planeación de la operación como para haber tenido cinco muertos a manos de los pacifistas.
Ari Volovich Y lo otro qué fue, diálogo?
Ari Volovich De acuerdo, Héctor… no sólo la planeación sino también como gesto político.
Ari Volovich Lo jodido es que sospecho que los activistas sabían perfectamente bien a qué se estaban exponiendo. Lo peor de todo es que el Estado israelí sigue pensando con los músculos.
Daniel Herrera Terrible que el gobierno de Israel haya mandado a un comando mal organizado, pero que los pacifistas respondieran de esa forma nada más me hace pensar que estaban buscando mártires.
Oscar Aparicio Los activistas sabían perfectamente que lo suyo era una provocación. Eso de ayuda humanitaria, mis huevos. Repetidas ocasiones se les insistió en dejar la mercancía [sic] en uno de los puertos. Se negaron. El objetivo del montaje no era llevar ayuda, sino romper el bloqueo. Así de sencillo.
Se negaron, buscaron la provocación, y llevar agua a su molino. Pero la respuesta muscular israelí sólo logrará el fin contrario. Ahora hasta Turquía, un país fundador de la NATO, se proclama defensor de la causa palestina.
Claro que sabían a lo que se exponían los activistas. Una provocación que manejó erróneamente el Ejército israelí, el mejor y más preparado de la zona.
Ari Volovich Unos cogieron en nombre de la virginidad; los otros cogieron porque no saben hacer otra cosa.
Ari Volovich Lo más lamentable es la falta de diálogo.
Judy Mam http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/jun/01/gaza-flotilla-attack-isral-declined
Judy Mam David Grossman.
Sandra Strikovsky Será el sereno, pero el gobierno israelí debería anticiparse a los hechos y no caer en provocaciones. ¿Qué no se dan cuenta de que están en la mira de todo el mundo? Esto es sobre todo una guerra de propaganda… ¡e Israel la está perdiendo!
Ari Volovich Primero que nada creo que hay que aclarar una cosa: la política israelí no es serena ni precavida; más bien es una mezcla de arrogancia, paranoia y obtusidad. Por el otro lado tenemos a una turba violenta disfrazada de altruismo —tan creíble como lo sería un hooligan con rastas— que tenía perfectamente claro dónde había que pinchar a la bestia. Aquello no fue un accidente sino un choque pendiente que, por cierto, está destinado a repetirse. Y mientras tanto, la vida en Gaza no es vida.
Judy Mam Tal cual.
Sandra Strikovsky Por eso. ®
Carlos Q
Yo siempre he creído que el trolleo es un arte, mucha gente sabe hacerlo y con mucha gracia, pero hoy en día pues se ha vuelto una cosa muy común, mucha gente se mete a los foros nadas mas a ver a quien insulta, ignoro que lleva a una persona a portarse así, quizás manejan mucho estres y no se saben masturbar o que se yo. Lo cierto es que hasta hace unos años uno podía entrar en un foro, iniciar un tema y saber que se encontraría con otras mentes maduras que lo ayudarían, aconsejarían o escucharían. Ahora no, lo mas que puedes esperar son un par de ojos atentos y un montón de amargados que te insultaran gratis.
ManuelGP
Es muy cierto lo que dices Rogelio. Es denigrante que la gente sólo se dedique a insultar a quienes hacen un trabajo profesional. Hay con quienes podemos tener desacuerdos fundamentales, pero siempre en el orden de la argumentación. Por igual, es triste y preocupante la cantidad de personas que «escribe» como Dios le da a entender. Es un reflejo puntual de lo mal educadas que están las mayorías en este país. Sin duda, al carecer de capacidad argumentativa, recurren a la violencia (en este caso, verbal). Eso no habla sino de una terrible carencia estructural para ordenar las ideas, reconocer la dignidad de los demás y solidarizarse en un esfuerzo crítico común. Un elemento más de este «país en ruinas».