De la madre que está frente a ustedes

Norma Andrade da testimonio ante la CoIDH

Hoy miércoles 26 de marzo Norma Andrade da testimonio ante la CoIDH. La espera de este momento no sólo ha sido muy larga, ha implicado el desafío de mantenerse viva para llegar ante ustedes a mostrar las pruebas de la corrupción, a la que el Estado mexicano ha llegado para proteger al feminicida de su hija Lilia Alejandra García A.

Norma Andrade, fundadora de Nuestras Hijas de Regreso a Casa.

Ciudad de México a 26 de marzo de 2025
Caso García Andrade y otros vs. México
173 Periodo Ordinario de Sesiones

A la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH):

Hoy miércoles 26 de marzo Norma Andrade da testimonio ante la CoIDH. La espera de este momento no sólo ha sido muy larga, ha implicado el desafío de mantenerse viva para llegar ante ustedes a mostrar las pruebas de la corrupción, a la que el Estado mexicano ha llegado para proteger al feminicida de su hija Lilia Alejandra García A.

Son 24 años ya desde que Norma —después de buscar a su hija de 17 años por una semana— la encontró, en Ciudad Juárez, Chihuahua, asesinada y tirada entre un montón de basura.

La madre que tienen frente a ustedes va cargando mucho más que el dolor por el feminicidio de su hija, que era madre de dos niños que Norma ha tenido que sacar adelante mientras debía resistir el desprecio, el desinterés de ese Estado que le ha enfangado la piel con la hipocresía de los discursos vacíos prorrumpidos por la boca de todas las presidencias que, sexenio tras sexenio, han patentado que la justicia y la vida de las mujeres les son irrelevantes.

Fundadora de la organización “Nuestras hijas de regreso a casa” que —entre muchas activistas— hizo visible a “las muertas de Juárez” —brutal referencia que, de tan aterradora, no hay que explicárselas a ustedes y a casi ningún juzgador internacional.

Esa madre aprendió pronto que tenía que unirse a otras madres para andar juntas el camino del horror que es buscar justicia ante los feminicidios. Fundadora de la organización “Nuestras hijas de regreso a casa” que —entre muchas activistas— hizo visible a “las muertas de Juárez” —brutal referencia que, de tan aterradora, no hay que explicárselas a ustedes y a casi ningún juzgador internacional.

Y lograr la hazaña de mostrarle al mundo el tamaño de la impunidad con que las mujeres somos violentadas en México tiene un costo que la absoluta mayoría de los asesinos no paga. Esa madre a la que por fin tienen delante es sobreviviente de dos atentados contra su vida, de heridas causadas por cinco disparos y una herida más en el cuello producto de un ataque con arma punzocortante.

Siempre con los nietos asidos de su mano, la defensora y activista Norma Andrade afrontó también la estocada de ser desplazada de manera forzosa.

En México así se “rinde homenaje” a las madres como Norma, porque la realidad es que somos un país sin Estado de Derecho, sin justicia ¡pero con madres! Y se ha dejado caer en las manos de ellas, en su espalda, la espantosa e inhumana carga de caminar el país para localizar a hijas e hijos con la esperanza de que estén vivos, pero con la conciencia de que seguramente tendrán que andar mucho más para buscar justicia o hasta para capturar culpables.

Hoy la faena de quebrar la tierra con nada más que una pala y el ímpetu que surge de la angustia y del amor para encontrar sus restos, en México ya tiene un nombre: “Madres Buscadoras”.

Nadie más (además de las brigadas sociales que se suman en su apoyo) hace ese trabajo —que corresponde al Estado—; hoy la faena de quebrar la tierra con nada más que una pala y el ímpetu que surge de la angustia y del amor para encontrar sus restos, en México ya tiene un nombre: “Madres Buscadoras”. Como si el sistema no hubiera depositado ya —por siglos— demasiado en ellas, nuestras buscadoras de luz caminan, corren, gritan y cavan en esta oscuridad sin ley.

Se los digo sus señorías como coautora legislativa que soy de la reforma constitucional en materia de DDHH que hoy permite llevar al Estado mexicano a ser juzgado ante ustedes y como coautora de la reforma al Código Penal Federal que tipifica el feminicidio como delito: vivimos en una simulación, al interior del país toda determinación se toma a gusto del gobernante en turno, no del marco de la ley.

Así, además de la madre que da testimonio en esa honorable Corte, tienen a la defensora, la buscadora, la acompañante de otras madres que, como ella han sufrido por las desapariciones y los feminicidios de sus hijas. En este momento, de alguna forma esa madre es todas las madres, pues lleva cargando la esperanza de todas ellas. Por eso, decimos que estamos “en los zapatos de Norma” y sabemos que hoy Norma calza los zapatos de todas las madres.

Como ya habrán notado, la madre de voz fuerte y determinada que estarán escuchando y les mira de frente, revela en los ojos la profunda tristeza de todo lo vivido y de la certeza de que su camino por justicia no concluye ante ustedes. La suya es ya una lucha de vida.

Ella tiene tanto que decirles. Con su testimonio dejará claro que fueron todos, sin distinción de partidos políticos: los gobiernos del PAN, el PRI y el actual régimen federal y local de Morena. Que la Opresión Sexual del Sistema, ejercida a través de la cultura del género, con la que se somete a las mujeres viene del pasado pero se agrava en el inconmovible presente.

Si hubiera una oportunidad para la justicia que mane del sistema de Derecho, si las madres como Norma tienen la posibilidad de una pizca de retribución de la justicia que le fue negada. Esa depende de ustedes.

Sé bien que no todo lo planteado aquí es, en estricto sentido, de su competencia legal, pero sí es asunto de buena humanidad. No esperamos, que en el caso de Norma se resuelva algo fuera de los límites de la CoIDH.

Pedimos que no olviden que hoy el régimen en el país tiene el control de todo poder formal. Y que esas instancias internacionales son la única ventanita legal por la cual las mujeres pueden esperar alguna sanción al Estado que consiguiera hacer muy onerosa su misoginia.

Seguramente al valorar la comparecencia de Norma acordarán que no están juzgando el pasado. Sancionan sobre una realidad actual de violencia de Estado contra las mujeres que se acrecienta. Que el gobierno se niega a ir a las causas al fondo de la violencia machista y con ello desoye las resoluciones anteriores de la CoIDH en la materia.

¿Por qué la situación de violencia contra las mujeres es peor? ¿Por qué la mujer que denuncia un delito  de violencia misógina en este país pone en peligro la vida? ¿Por qué hoy hay más feminicidios diarios y más impunidad que cuando esa honorable Corte emitió esas sentencias?

Los datos duros, la evidencia científica muestra sobradamente que el gobierno ha incumplido la sentencia emitida por esa Corte conocida como “Campo Algodonero” y con parte fundamental de lo ordenado en otra sentencia de la CoIDH, relacionada con el asesinato de la defensora Digna Ochoa.

El Estado mexicano debe mucho más que una simple explicación a la CoIDH y al mundo. Si fuera verdad que cumplieron con lo indicado por esa Corte ¿por qué la situación de violencia contra las mujeres es peor? ¿Por qué la mujer que denuncia un delito  de violencia misógina en este país pone en peligro la vida? ¿Por qué —con independencia de que muchos asesinatos contra mujeres se maquillan como homicidios dolosos— hoy hay más feminicidios diarios y más impunidad que cuando esa honorable Corte emitió esas sentencias?

Norma, desde luego, espera que por fin se abra el camino para que las autoridades que son omisas, que hacen mal las investigaciones por incompetencia, menosprecio o por la complicidad que permite que el feminicidio quede impune y siga ocurriendo, reciban las penas máximas que señala la ley. Los elementos que esta madre ha tenido que recabar con su esfuerzo personal, con sus propias pesquisas, con el apoyo de peritos y abogada(o)s experta(o)s son evidencia sobrada para probar que funcionarios y Estado son responsables de que un feminicida ande suelto por las calles de alguna ciudad.

En México no parece tener un costo ser un hombre acosador, uno que ejerce violencia física contra su pareja, o ser un hombre violador. Al contrario, tenemos legisladores y funcionarios acusados de esos delitos que o han tenido éxito electoral o son encubiertos y protegidos del gobierno actual.

Aquí la violencia contra las mujeres transita segura. Con un 98% de impunidad el gobierno podría usar como eslogan de promoción turística: “México vergel abierto a la violencia machista”, “Venga, compre su inmunidad y sea un feminicida feliz”.

Sin Estado de Derecho en el país la ÚNICA esperanza para las madres y las mujeres en general es que —considerando la reincidencia y la desobediencia del Estado para con las sentencias de esa Corte— ustedes impongan la más grande y ejemplar sanción posible al Estado mexicano.

Que la “reparación de daño” para Norma y para sus nietos sea histórica. Que el precedente de su orden sea de tal magnitud que provoque que el mundo voltee a ver con indignación el maltrato que el Estado mexicano da a la mayoría de la población, es decir, a las mujeres.

Si este régimen siente el rigor de la justicia, si se hace evidente que internacionalmente se sabe la verdad, si se logra que el desprecio del Estado por la vida de las mujeres tenga el precio más alto que las cortes puedan imponer y además les ordena enfrentar la opresión sexual y sus consecuencias, que es el fondo, la causa de este horror… Si el mensaje es tal que se sepan descubiertos, entonces la esperanza podrá tener algún sentido.

Porque el hecho, sus señorías, es que la madre delante de ustedes, regresará a esa Corte, en la próxima ocasión, igual que ahora, ya habrá caminando por todo el país en marchas, haciendo plantones; ya la habrán intentado matar muchas veces. Es probable que entonces no se llame Norma, será una de esas cientos de madres que hoy desentierran a sus hijas e hijos de fosas clandestinas o rescatan pedazos de sus huesos de crematorios encubiertos, lugares que son “limpiados” por la autoridad mientras una madre cava la tierra y busca desesperada.

Otra posibilidad —no la única, porque las feministas existimos y resistimos— es que en esa época México sea un Palacio y una catedral en el centro de un territorio seco y en ruinas.

Y si la sentencia que ustedes decidan ahora no “le dolió” lo suficiente al Estado, cuando llegue el momento de esa audiencia ante la CoIDH, tendrán que usar una sala muy grande porque las madres que tendrán frente a ustedes, las abuelas de nietos huérfanos —también desamparados por el Estado— que lleguen a ese día en pie (o sus sobrevivientes), serán decenas de miles.

Otra posibilidad —no la única, porque las feministas existimos y resistimos— es que en esa época México sea un Palacio y una catedral en el centro de un territorio seco y en ruinas. Entonces, como ya denuncian las madres, “esto ya no sea (es) un país sino una fosa común con himno nacional”. Para ese momento quizá tendremos un día oficial de “dar abrazos” al  delincuente que te arrebató a tu ser más amado y el régimen de partido único y podres absolutos habrá roto con la comunidad internacional.

Agradezco de antemano su generoso tiempo y atención.

—Enoé Uranga ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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