Más allá del escenario incendiado por el crimen que conforma el argumento de libros y publicaciones varias editados en los últimos dos años, existen relatos que surgen entre “las cenizas” de ese fuego en los que se dibujan nuevas y esperanzadoras formas de organización entre las víctimas de la violencia.
Crónicas de pueblos cuyos habitantes se han levantado contra el miedo y creado sus propias formas de gobierno casi autónomo para enfrentar la violencia y la corrupción que los asfixia, además de familias que en nombre de sus hijos levantan una escuela para trata de influir positivamente en los jóvenes de su comunidad.
Grupos de resistencia cibernética a través de redes sociales virtuales, organizaciones dedicadas a buscar a desaparecidos y hasta un grupo de sanadoras que a través de flores y energía de la naturaleza intentan paliar el dolor y la frustración, que forman parte de los diez relatos compilados en Entre las cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte [Surplus, 2012].
Se trata de un libro escrito a varias manos que persigue dos objetivos centrales: pagar una deuda que el periodismo mexicano mantenía en la narración de la violencia en el país y la exposición de formas de organización social, entre víctimas y ciudadanos comunes, para brindar un poco de esperanza ante el horror que se vive en México.
El esfuerzo coordinado por Marcela Turati y Daniela Rea compila las investigaciones y crónicas de periodistas como Lydiette Carrión, Thelma Gómez Durán, Alberto Nájar, Daniela Pastrana, John Gibles, Vanesa Job y Luis Guillermo Hernández.
El grupo de reporteros da testimonio de víctimas organizadas para reclamar sus derechos, para abrazarse y compartir duelos o para ofrecer incluso su apoyo a otras más que padecieron experiencias devastadoras similares para así construir un relato común: el de un país donde queda gente que ha sido capaz de salir adelante ante la más terrible adversidad.
Infaltable, como ejemplo de organización comunitaria, está el caso de Cherán, en Michoacán, “el pueblo que espantó al miedo”, una comunidad donde la población decía sentirse aislada, pero diferente a otras poblaciones vecinas donde “también viven con miedo, pero no se atreven a decirlo, no se atreven a decir que el crimen organizado está ahí. Nosotros nos atrevimos a denunciar.
Hoy quizá tenemos temor, sabemos que se pueden perder vidas, pero vamos a seguir hasta dejarles a nuestros hijos y nietos algo más seguro”.
Se trata de un libro escrito a varias manos que persigue dos objetivos centrales: pagar una deuda que el periodismo mexicano mantenía en la narración de la violencia en el país y la exposición de formas de organización social, entre víctimas y ciudadanos comunes, para brindar un poco de esperanza ante el horror que se vive en México.
Buscando fortaleza en el mismo duelo de perder a un hijo, el libro expone también la historia de familias de Morelos y Ciudad Juárez que han levantado escuelas y espacios deportivos tratando de evitar que el crimen y el tiempo logren arrancarles sus nombres:
“Héctor no sabe qué resorte disparó la idea de abrir una escuela en memoria de su hijo. Sólo sucedió que un día, mientras recorría de nuevo su recuerdo, la imaginó de pronto. Algo tenía que hacer para mitigar el dolor y sacudirse la frustración de la pérdida. ‘Mi esposa y mis hijas estaban deshechas y sólo se me ocurrió que teníamos que hacer algo para mantenernos ocupados’. La familia compartió la idea y emprendieron el proyecto. ‘Creo que vamos bien, aunque nunca supimos hasta dónde podíamos llegar’.”
En Juárez, la crónica periodística cuenta cómo un grupo de sanadoras de almas se convierte de pronto en centro de apoyo para madres, padres, amigos y hermanos que han perdido a alguien cercano en esa guerra virulenta que convirtió en algún momento a esa ciudad en la “más peligrosa del mundo”.
“Dora tenía una corazonada: contaba con quince pares de manos de mujeres dispuestas a ayudar, capacitadas en ese tipo de tratamiento y con la certeza de que en la esencia de las flores podía encontrarse alguna respuesta.
”—Son terapias que concentran la fuerza vibracional de las flores para la sanación emocional —dijo Dora como única explicación al padre Meléndez, quien para el domingo siguiente, después del sermón de mediodía, ya estaba avisando a los asistentes que las mujeres de Sabic iban a ofrecer una plática.
”—Apoyo terapéutico —le llamó el clérigo— para todas aquellas personas que tuvieran problemas emocionales y quisieran escuchar. De la feligresía, unas treinta personas se quedaron en el atrio de la iglesia, un patio amplio, soleado, con un par de árboles que sombrean poquito por la tarde, cuyo arenal contiguo, con apenas verdes, parece fundirse con el amarillo de la torre del campanario, brillante, chillón, justo al centro de la colonia Toribio García, en el norte populoso de la ciudad.Las mujeres de Sabic les hablaron del poder curativo de las flores, de la energía que guarda la tierra del campo, del poder sintetizador de los rayos del sol, de un camino alternativo para encontrar la paz interna en medio de la guerra y la muerte.”
Una mirada de construcción de esperanza
En una charla con Replicante, Marcela Turati y Daniela Rea, coordinadoras del proyecto en la Red de Periodistas de a Pie, enfatizaron la necesidad de un proyecto periodístico como éste.
—En medio de todo lo que en periodismo y literatura ha surgido como testimonio o relatoría de la violencia que se vive en gran parte de México, ¿por qué un libro como éste?
Marcela Turati: Éste es un libro distinto a los que se han escrito sobre el narcotráfico en México. Muchos están relacionados con sicarios… con los cárteles, algunos pocos de las víctimas. Éste lo que tiene de especial, que no se había publicado, incluso es difícil verlo en los medios, es cómo las víctimas se organizaron, cómo resistieron y sus esfuerzos para buscar justicia y paz. Eso ya lo hace diferente. Las víctimas en este país han sido primero invisibles durante los primeros años del sexenio que acaba de terminar, del estallido de la violencia. Luego pasó que irrumpieron, se empezaron a organizar, salieron a las calles. De repente como que pasó el boom de las víctimas en la discusión pública; desde el gobierno se les consideró gente que sólo va a pedir, nada más, que les resuelvan las cosas. Entonces lo que pensamos es que las víctimas… no tenemos que fijar sólo la idea de que son personas que están vencidas, que piden que les resuelvan las cosas, sino que éstas, de las que hablamos y escribimos, las que se sacudieron las cenizas, se levantaron, están tratando de retomar su vida y se reorganizaron con otros para tratar de recuperar el país.
—No se trata, pues, sin demeritar otros trabajos sobre el tema, de otra una relatoría de víctimas. Son, quizá, si no una visión esperanzadora, historias de gente que está tratando de hacer algo con su vida después de haber pasado por algo tan terrible.
—Después del diagnóstico que hicimos, las noticias que estamos dando, contadas sólo desde las claves del horror, paralizan a la gente. Las personas preguntan qué hacer, cómo apoyar, cómo intervenir o involucrarse. Si se cuentan también esas otras historias es como una invitación a buscar y esbozar respuestas de qué puede hacer cada quién frente a la violencia.
—Es un ejercicio periodístico que nos hacía falta, entre todos los temas. Muchas historias de sangre que llenan los espacios del periodismo.
Daniela Rea: Lo que empuja este proyecto de la Red de Periodistas de a Pie es precisamente reconocer que había una deuda del periodismo mexicano en esa parte: en narrar, o primero voltear el foco a quienes están padeciendo la violencia de la guerra, pero también en cómo ellos están actuando ante eso. Es una respuesta que damos a un vacío que antes había y que además sí apunta a la esperanza.
DLR: En la medida que entendamos las capacidades que hay en la sociedad y las dificultades a las que se enfrentan creo que será más posible que se puedan ir trazando respuestas sobre cómo recuperar el país. Por eso este proyecto sí apuesta a tratar de llenar un vacío que había en el periodismo mexicano. Que no se acaba aquí porque lo verán en el libro: las historias a veces terminan pero siguen surgiendo otras y otras.
—¿Cómo? ¿Qué tipo de esperanza en medio de todo lo que ocurre?
DLR: No a una gratuita o fácil, de final feliz, sino una esperanza que implica entender procesos ciudadanos, esa cosa que es la organización social. Además, en medio de un Estado que va contra ti, que te criminaliza, ausente. De una organización que también va en contra de las amenazas del crimen organizado.
—Ejemplos de vida…
DLR: Son ejemplos muy concretos de gente que ha actuado en medio de una adversidad brutal, que no es sólo su dolor, sino también la amenaza externa del crimen organizado, la criminalización del Estado y las carencias que tenemos como ciudadanos de una organización política. Los libros no solamente se quedan en mostrar esas historias de esperanza, sino que tratan de desmenuzar muy bien cómo es ese proceso de organizarse.
—Lo escrito revela que sí es posible organizarse…
DLR: En la medida que entendamos las capacidades que hay en la sociedad y las dificultades a las que se enfrentan creo que será más posible que se puedan ir trazando respuestas sobre cómo recuperar el país. Por eso este proyecto sí apuesta a tratar de llenar un vacío que había en el periodismo mexicano. Que no se acaba aquí porque lo verán en el libro: las historias a veces terminan pero siguen surgiendo otras y otras.
MT: Lo que decías: al principio la cobertura era el ejecutómetro, sumar el número de muertos. Lo que llamo las crónicas del horror; la masacre, el cómo reconstruir. Hubo un poco de cobertura de víctimas, de mostrar cómo sufre la gente. Ha faltado investigación, por ejemplo de investigar patrones de conducta y fenómenos como ése.
”Otro paso que queríamos dar era mostrar qué información se necesita, que aporte y que sacuda a la gente del miedo. La gente nos dice: yo ya apagué la televisión… No soportan ese horror. Nos dicen también cosas como: Yo ya no leo los periódicos porque ya no los soporto. Es demasiado y demasiado grande para mí. No sé qué hacer con eso. Entonces pensamos en cómo seguir informando, cómo decirle a la gente lo que está pasando; porque las historias traen el impacto de lo que están sufriendo estas víctimas. Traen los hechos de horror y destrucción, pero contados desde esta otra mirada.
Una mirada de construcción de esperanza es lo que contiene este libro. ®