Gracias, queridos amigos, pero el reconocimiento al Mérito Editorial 2011 no es para mí, sino para mi doble tocayo y director de Océano, Rogelio Villarreal Cueva y, entre varios más, para Jesús Anaya Rosique, Consuelo Sáizar y Daniel Goldin, editores de larga y valiosa trayectoria y cuyas publicaciones apelan a la verdadera esencia de la FIL. Una esencia que parece diluirse con preocupante frecuencia entre los cientos de actividades de esta feria: “libros” —¿de qué otra manera podríamos llamarlos?— de Yordi Rosado, Gaby Vargas, Jorge Bucay, Héctor Suárez Gomís, J.J. Benítez y decenas de autores más de mamotretos de espectáculos, autoayuda, dianética y otras supercherías que, lamentablemente, son más mediáticos que la sola literatura y las más de las veces muy solicitados por una especie bárbara de “lectores”.
Lo cual es una pena, pues a 24 años de la FIL —corrección necesaria, pues si usted nació en 1987 este año cumple esa edad y no 25— hay presentaciones de libros verdaderamente valiosos que apenas convocan a un puñado de personas. Fue el caso de La justeza del cine mexicano [CUEC-UNAM, 2011], del prolífico historiador, profesor y crítico de cine Jorge Ayala Blanco, autor del “abecedario del cine mexicano”, que comenzó en 1968 con La aventura del cine mexicano y culminará con un título de nombre por demás sugerente: La zozobra del cine mexicano. Al contrario de lo que podría pensarse, Ayala Blanco no detesta el cine de factura nacional, pues ha visto prácticamente toda la producción cinematográfica de este país y se ha tomado horas para escribir de cada película —aun las que nadie recuerda o las que ni siquiera duraron dos días en cartelera. No sobre si es buena o mala, sino para desmontarla in extenso: “No hay una película, por fallida o aberrante que parezca, que no tenga algo que decir”, y el profesor de cincuenta generaciones de estudiantes de dirección, edición y fotografía del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos ha inventado una muy personal forma de emprender la exégesis de la obra mediante un vasto y avasallador aparato crítico que incluye abundantes neologismos de su invención, un lenguaje preciso y barroco que es también una de las mejores prosas del español. “Trato de ser objetivo dentro de mi subjetividad”, dice, aludiendo a la frase del español José Bergamín. Hay más de cien ensayos en este nuevo libro sobre otras tantas películas y documentales de veteranos, debutantes y mujeres; una historia viva de nuestro cine. ®