Si tienes miedo mejor quédate en tu casa. Miedo a la calle, miedo al mundo, miedo al sexo, a las autoridades. Si tienes miedo no salgas de tu casa. Y es que la única forma de vencer al origen de tus temores es enfrentándolo. Los métodos deben ser muchísimos, pero si lo tuyo es el miedo te sugiero que te sientes a contemplar el mundo desde la comodidad de tu hogar.
Escribo esta carta abierta a Los Indignados Que Intentaron Ocupar Tijuana el 15 de octubre pasado y que fueron luego desalojados el martes 18 por medio centenar de policías que se los llevaron detenidos por infracciones administrativas. Pero no es para todos ellos: se los escribo únicamente a los que tienen miedo. A los que paranoiquean. Los que imaginan al Estado y sus fuerzas represoras con agentes encubiertos investigando un movimiento cuya seriedad va en franco declive y que ni siquiera la policía municipal los toma como amenaza, ni política ni social, pues de ser así no se hubiera tomado la molestia de regalarles esos quince minutos de fama que no supieron aprovechar.
Recuerdo estar sumergido en la lectura del Así hablabla Zaratustra y de repente, en una de sus líneas, leo a rajatabla que la gente sólo le tiene miedo a la policía. Tenía unos quince años y era comprensible mi impresión luego de leer tanta mamada llena de parábolas, hipérboles, figuraciones y transfiguraciones provenientes del bigotón sifílico.
Cuando acudí a la única junta de los que participaron o participan con el Ocupemos Tijuana, la misma línea paseó por mi cabeza como si fuera la banderita que ondea el hamster que corre con ahínco sobre la rueda de mis reflexiones. La vuelvo a recordar cuando platico con cualquiera de ellos. Al menos su gran mayoría le tiene un pavor casi ridículo a la policía.
En este punto acuden a mi cabeza muchísimas consideraciones. Por ejemplo, ¿cómo le hacen varios de los que he visto en la protesta de Ocupemos Tijuana para convalidar su horror por la policía cuando se meten al Zacazonapan a fumar mariguana, o cuando salen dando tumbos de los bares del centro para manejar ebrios hasta su casa? ¿Qué clase de rituales hacen esos pachamamas de extensiones en las orejas, o esos remedos del Flanagan* que son capaces de meterse a los callejones grises de la calle Coahuila para conseguir cincuenta pesos de mota o dos rivotriles y no sentir temor de la policía o de los mismos malandros? ¿Cómo decir que te da miedo protestar porque la policía te puede reprimir y no tienes miedo de que te agarren con drogas?
O qué tal los que no se drogan. Varios jovenes universitarios que dirán que ellos no son pachamamas ni punks ni manuchaos, pero que sin duda acuden a la Sexta, se embriagan y con mucha seguridad han manejado ebrios. E incluso los que me digan que son más limpios y rectos que la genitalia de una virgen, ¿de verdad creen que, protestando o no, la policía no puede simplemente disponer de ellos?
Quiero pensar que muchos de sus temores son en realidad transfiguraciones que adquirieron de clichés baratísimos, casi peliculescos, que provienen del almanaque histórico del país. Platicando con ellos, asistir a sus juntas, oírlos, siempre viene a colación Tlatelolco o la truculencias de la guerra sucia, y no falta el más culto que habla del libro de Montemayor, Guerra en el Paraíso, y le narra a los jovencitos la lista de desapariciones forzadas que padeció el activismo en los años sesenta y setenta, casi como si fueran historias lejanas y no muy actuales, todavía con secuelas sociales, como Atenco, Guerrero, Chiapas, amén de los atropellos diarios como resultado de la guerra contra el narcotráfico.
Y es que, no sé si lo sepan, yo mismo lo he vivido: protesta o no, indignado o resignado, en esta ciudad estás a merced de la policía. Es muy importante que se metan esto en su cabecita de activista anquilosado, copia de movimientos pasados de moda, de estampita y camisetita cheguevarista con cartulinas repletas de consignas llenas de lirismo y seudopoesía: en Tijuana, estás a merced de la policía.
Dan ganas de decirles, de ubicarlos con mucho cariño: nene, nena, primero preocúpate por que te tomen en serio. Preocúpate de que la pandilla de imbéciles sin imaginación (pues sólo a una bestia descerebrada se le ocurre desalojar una protesta con evidentes tintes infantiles y sin discurso concreto, para otorgarles tiempo aire en noticieros y espacio en periódicos) te tome en serio y te vea como una verdadera amenaza.
Y es que, no sé si lo sepan, yo mismo lo he vivido: protesta o no, indignado o resignado, en esta ciudad estás a merced de la policía. Es muy importante que se metan esto en su cabecita de activista anquilosado, copia de movimientos pasados de moda, de estampita y camisetita cheguevarista con cartulinas repletas de consignas llenas de lirismo y seudopoesía: en Tijuana, estás a merced de la policía.
¿O acaso no saben que diariamente la policía municipal detiene a hombres que no tienen la menor idea de lo que es el movimiento de los Indignados porque su única preocupación es conseguir trabajos de construcción y emborracharse pacíficamente en los congales de la Zona Norte? ¿Saben a cuántos detienen solamente por caminar borrachos por la calle? ¿Saben a cuántos suben a la patrulla por no tener identificación? Es muy probable que no. Pero no es un dato difícil de obtener. Lo más hilarante es que la autoridad ni siquiera oculta esta información, que en cualquier país civilizado —es decir, con ciudadanos que reclaman en vez de sentir miedito— sería materia para meter a la cárcel a varios funcionarios. La información está ahí. Los atropellos son diarios. ¿Y varios de ustedes dicen que no quieren volver a ocupar el mismo camellón de la Zona Río porque tienen miedo de que la policía los golpee, los arreste y les cobre una multa?
Vuelvo al inicio. Si tienes miedo de que te peguen quédate en tu casa y contempla desde tu computadora los sucesos. Si tienes miedo porque tienes hijos o porque eres mujer o porque eres homosexual o porque eres pobre o porque usas extensiones en las orejas o porque tienes tatuajes o porque eres diferente o porque ellos tienen armas, entonces quédate en tu casa.
En el activismo, la protesta y la indignación no hay cabida para el miedo. El miedo es incluso impropio e indignante. Los cambios —y voy parafrasear a Yeats— son un mundo, un país donde no hay lugar para el viejo. Vivir con miedo es para los viejos. El viejo contempla pues el mundo ya no es suyo. El viejo aguarda con temor la entrada parsimoniosa de la muerte. ®
* Personaje cómico de Héctor Suárez donde caricaturiza a un punk rebelde. Es posible hallar extractos en YouTube.