Del Chilango para el mundo

Crónicas de un televidente, de Héctor Villarreal

Los de este libro son textos apuntalados por lecturas académicas y la vivencia de la cultura popular, esa prolífica fuente de hibridaciones entre los medios y manifestaciones como la música, las fiestas, la religión, las tradiciones, la política y los deportes.

El autor y su obra. Selfie.

El autor y su obra. Selfie.

Para el autor de los textos reunidos en este libro es más importante explicar —y explicarse— ciertos fenómenos sociales que contar historias a la manera del “periodismo narrativo” tan en boga —por el cual expresa un leve y saludable desdén—; qué hay más allá de la anécdota y de las historias individuales, como lo apunta él mismo: “Por eso me interesan más los grupos o colectivos que los personajes: sus vínculos, sus redes, sus identidades, sus creencias, sus antagonismos; lo que cambia en ellos y lo que permanece; lo que los hace semejantes a unos y distintos a otros”. Por eso estas crónicas no son tales en sentido estricto pues en gran parte son ensamblajes de observación sociológica y reportaje pausado, en los que hay un narrador al que advertimos cuando opina o participa, y que se permite ironías alimentadas por la misma realidad: “Varios grupitos le dan duro al shuffle, una que otra chavita en su papel, con short y calcetas arriba de las rodillas, un dealer de solventes (activo sí, cero mota, cero coca, cero tacha), descamisados bailando slam, puesto de pizzas, cerveza Heineken, baño de a cinco pesos… Aquí no importa quién esté en el Bizko Club del Corona Capital ni en la gira de LMFAO. Los héroes están en la casa. Este lugar, aunque no lo parezca, es un poquito como dice la canción, un lugar al final del arcoíris”.

Son textos apuntalados por lecturas académicas —antes y después de su redacción— y la vivencia de la cultura popular, esa prolífica fuente de hibridaciones entre los medios —la televisión y el Internet, sobre todo— y manifestaciones como la música, las fiestas, la religión, las tradiciones, la política y los deportes. Villarreal escribe sobre estos temas porque, además, le resultan “una forma de entretenimiento personal, como ver televisión”. En otra parte de la Introducción confiesa: “Ser televidente me ayuda a entender mucho de lo que pasa a mucha gente en diferentes lados, al menos complementa o me da contexto y marco de referencia sobre ello”.

Estas Crónicas de un televidente (El Salario del Miedo, 2016) bien pueden leerse como una guía de perplejos, un plano para propios y extraños con el cual atisbar las entrañas de geografías y subculturas insuficientemente atendidas por el periodismo y la academia.

En el ámbito de la academia Héctor Villarreal ha publicado títulos como La asignación de recursos públicos a la educación (FCE, 2005) e Imaginarios musicales de la globalización (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2006, que mereció el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos), aunque también escribe relatos como los de El Historiador y otros cuentos campiranos (Instituto Mexiquense de Cultura, 2010), y guarda en la gaveta obras inéditas que no desmerecerían en los catálogos de editoriales prestigiadas.

Estas Crónicas de un televidente (El Salario del Miedo, 2016) bien pueden leerse como una guía de perplejos, un plano para propios y extraños con el cual atisbar las entrañas de geografías y subculturas insuficientemente atendidas por el periodismo y la academia. Los cuatro apartados de nuestro cronista televidente son: I. Chilangópolis, en el que examina el culto al automóvil en la esquizofrénica zona metropolitana que cubre el Valle de México; la corrupción y la tranza como el modus vivendi de autoridades y pobladores, y el infierno de Los Olvidados, habitantes de ese “microcontinente que va de las dunas de Chalco […] a la boscosa Cuajimalpa; o de los maizales y magueyales de la rural Milpa Alta a los escabrosos peñascos de Ecatepec…”.

En II. Creencias y supercherías trata “La celebración del Niñopa de Xochimilco”, delegación de la que es oriundo el autor, y del extendido culto de la Santa Muerte. En III. Raspando suela y sacando brillo a la hebilla el autor recorre gustos y rituales musicales: en Xochimilco con El Komander y de Melbourne a Atizapán al ritmo del shuffle dance, más los vastos territorios conquistados por el reggaeton. Finalmente, en IV. La corrupción somos todos hay una muy útil Introducción a la “grilla”; una explicación sobre las actividades de los comisionados de la SNTE; la historia de la construcción de una unidad habitacional cuyos edificios lucen enormes retratos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y otros santones; una semblanza histórica del actual presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Morena, Martí Batres; un paseo por la posmoderna y globalizada San Cristóbal de las Casas y, por último, la visita a una Oaxaca sumida en un conflicto social y la resistencia de intelectuales a una globalización que los lugareños viven ya como propia.

Como dice Roberta Garza en el Prólogo: “Aparten su mejor silla, su bebida favorita y que tengan un buen viaje”. Puede ser mezcal de La Vega o cerveza con chamoy. ®

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Publicado en: Insolencia

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