Jorge Zepeda hace propaganda que se presenta como análisis, sin serlo. No lo parece a muchos por la forma zepediana pero en el fondo es eso, y ahí está él: en el obradorismo. El equilibrio crítico es otra cosa. No lo que hace Zepeda.
No por publicar en El País se es inteligente y serio. Jorge Zepeda Patterson es inteligente pero ya no es serio. Cualquier lector que sea ambas cosas puede verlo: Zepeda es obradorista. Disimulado, pero cada vez peor en el disimulo. Su estrategia textual es defender al presidente López Obrador usando velos de análisis. O defenderlo con textos que parezcan hacer y concluir desde el análisis. La conclusión zepediana siempre es una: a favor de López Obrador, en contra de la crítica.
La infraestructura típica de los textos de Zepeda —la tendencia “argumentativa” que lo caracteriza— es ésta:
1. Reconoce o enuncia (a regañadientes) que en el país hay X problema grave o situación polémica, en relación con AMLO.
2. Dice de un modo u otro que todo lo que se ha dicho o se está diciendo sobre 1 se reduce a dos extremos que se pelean. No dice que haya muchas posiciones críticas, diversas y hasta divergentes, y posiciones extremistas a favor y en contra de AMLO; cuando menos, implica que las posiciones sobre el residente representan dos bloques, uno a favor y otro en contra. (Yo afirmo que hay dos extremos, pero no digo que sólo haya dos extremos, niego que haya dos bloques, grupos–monolitos, y no finjo o juego a ser el árbitro, critico con mi propio análisis al poder presidencialista de López Obrador y a los dos extremos, y no creo ni pretendo ser el único que está fuera del extremismo, lo que, repito, no confundo con ser acrítico o poco crítico).
Zepeda aparece individualmente declarando de alguna forma que él no está en ningún “bloque”, con lo que quiere hacer creer que no es un defensor del presidente y que en ese texto no va a defenderlo —no vaya usted a creer lo contrario…
3. Luego, Zepeda aparece individualmente declarando de alguna forma que él no está en ningún “bloque”, con lo que quiere hacer creer que no es un defensor del presidente y que en ese texto no va a defenderlo —no vaya usted a creer lo contrario…
4. Concede que hay uno o dos puntos en los que se podría criticar al presidente o alguna decisión que puede hacerlo parecer mal gobernante, PERO…
5. “Pensándolo bien”, después de todo, a pesar de todo, concluye que López Obrador siempre es defendible, incluso que suele tener toda la razón, que la cosa X no es taaan grave o va mejorando (según datos del gobierno a favor del gobierno) aunque no nos lo parezca, y que por lo mismo las críticas no sirven para nada.
Prácticamente, desde 2018, no hay texto de Zepeda en el que, después de colocar premisas falsas o que va a ignorar y después de circunvalar la verdadera esencia de las críticas, no termine defendiendo al presidente. A veces más, a veces menos, pero siempre defendiéndolo, de algún modo. Llama la atención su capacidad para fingir que habla tras haber pensado como nadie, sólo para llegar siempre —con pocas variaciones— a la misma conclusión: estamos equivocados al criticar a Andrés Manuel.
Hay otro nombre para esa infraestructura estratégica: simulación. Es la otra cara de su moneda periodística oficialista. No parecer obradorista, el disimulo, pareciendo analista, la simulación. No es un obradorista simulado sino disimulado, no es un analista fragmentariamente simulador sino un simulador de análisis periodísticos.
En el campo obradorista sí hay una especie de bloque, el que se forma por el hecho de que NADIE critica de veras a AMLO; varía un tanto la forma en que lo defienden/alaban/se someten a él, e indudablemente se atacan entre obradoristas, pero ninguno de ellos hace auténtica crítica al Señor.
Hay que insistir en algo: la verdad sobre la crítica a López Obrador es que hay un campo, no un bloque, antiobradorista, cuyo extremo tiende a la derecha, no que sea un campo de derecha, y con el que “conviven” muchas posiciones diferentes e intermedias —entre el extremo del antiobradorismo y el extremo obradorista— que no necesariamente son “tibias”. En el campo obradorista sí hay una especie de bloque, el que se forma por el hecho de que NADIE critica de veras a AMLO; varía un tanto la forma en que lo defienden/alaban/se someten a él, e indudablemente se atacan entre obradoristas, pero ninguno de ellos hace auténtica crítica al Señor. Mientras que en el campo antiobradorista todos criticamos a AMLO pero no todos lo criticamos de la misma forma, los fondos de la crítica incluso se enfrentan y chocan, nos criticamos entre críticos, y hay críticos partidistas (que critican a Morena y AMLO pero defienden a otro u otros partidos) y críticos que somos apartidistas (que criticamos a todos los partidos o criticamos al presidente y Morena sin defender a ningún otro partido). En resumen, en el obradorismo no hay unanimidad universal, es decir, no en absolutamente todo lo relativo a AMLO, pero hay unanimidad sobre el defendido y tienden a la unanimidad en lo defendido, en lo que le defienden a López Obrador y su presidencia; las diferencias son después de AMLO y su “obra”. En el (campo, no bloque) antiobradorismo hay unanimidad sobre el criticado pero está lejos de haberla en el fondo y la forma sobre lo criticado, no hay unanimidad sobre lo que se le critica al presidente y su gobierno y mucho menos la hay en las contrapropuestas.
En el cuasibloque obradorista vive y trabaja Jorge Zepeda Patterson. Aunque lo niegue, lo disimule o simule estar en otro lado. Zepeda hace propaganda que se presenta como análisis, sin serlo. No lo parece a muchos por la forma zepediana pero en el fondo es eso, y ahí está él: en el obradorismo. El equilibrio crítico es otra cosa. No lo que hace Jorge Zepeda. ®