Haruki Murakami ha sido catalogado por algunos como autor de culto, y por otros como lectura playera o de aeropuerto. Después de un primer encuentro con una novela del japonés, nuestro colaborador tiene muy claro a qué bando pertenece.
La cultura pop, más allá de su colorida pirotecnia visual, tan afín a la estética de súpermercado —y esto también aplica para las deslavadas melodías de las canciones de moda que nos inundan con la insidia pegajosa de la música ambiental de elevador—, se está revelando desechable en exceso, como la mayoría de productos expuestos en interminables hileras.
O vista la degradación del sistema productivo, obligado a abaratar costos en detrimento de la calidad de los productos, se parece cada vez más a esas tiendas de objetos plásticos chinos donde nada de lo que uno adquiera ahí va a aguantar más allá de tres semanas de uso, si bien nos va. Los productos ahí expuestos son baratos y atractivos, como los dulces en una tienda de golosinas, pero no sirven para nada. No en vano a la población china, me refiero a la clase media alta para arriba recientemente enriquecida, no le da por consumir productos nacionales, sino que asocian el lujo a ciertas marcas europeas o estadounidenses. Los chinos serán lo que uno quiera que sean excepto tontos. Las imitaciones burdas y las bagatelas se las dejan a Occidente. Allá lo que quieren son jamones pata negra, bolsos Louis Vuitton (auténticos) y carros alemanes. Y la verdad, no tengo la más mínima idea de lo que lean.
Tengo que confesar que debo al azar la mayoría de mis lecturas contemporáneas (más allá de los ensayos). Me nutro de libros que encuentro aquí y allá en diferentes ciudades, en las estanterías de casas de amigos o en los talleres de mis amigos artistas. Repaso las hileras de libros y pido prestado lo que se me antoja leer con base en referencias adquiridas previamente. Las mejores de las veces, pocas, bajo recomendación. Ésas suelen ser casi siempre buenas lecturas.
Me libro así de la compulsión de adquirir lo novísimo, práctica que causa mucho estrés, y algunos la asocian a una pulsión infantilizada, y me ahorro un par de decepciones y pequeños disgustos económicos. Pienso que si algo está bien escrito y vale la pena leerlo lo será así pasen varios años o incluso unas décadas. No comulgo con la obsolescencia programada en cuestiones de lecturas.
Acabo de leer After Dark [Tusquets, 2008], de Haruki Murakami, y me ha parecido, para empezar, perfectamente prescindible. No ha aliviado para nada la grisura de varios días seguidos de lluvia y catarro invernal. Entiendo que títulos como éste prefiguren lo que se avecina en el futuro de la literatura que ya es ahora mismo: el libro electrónico.
Materiales tan desechables, en mi modesta opinión, no merecen ser publicados en formato de libro en papel y abarrotar las librerías. Jamás lo tendría en mi casa, ocupando lugar y delatando mi pobre gusto literario.
Y esto no es un juicio basado exclusivamente en lo literario, sino más bien basado en lo ecológico, o en todo caso, tomado desde el punto de vista del lector exigente, si es que algo queda de esa estirpe en extinción.
¿Por qué dedicarle este espacio a un comentario sobre un libro que me parece prescindible? Pues precisamente porque la traducción al español corre a cargo de Tusquets y me parece un indicio de una terrible decadencia que anuncia tiempos mucho peores…
¿Por qué dedicarle este espacio a un comentario sobre un libro que me parece prescindible? Pues precisamente porque la traducción al español corre a cargo de Tusquets y me parece un indicio de una terrible decadencia que anuncia tiempos mucho peores… Me refiero a la calidad; quizás en cuestiones de entretenimiento cumpla su cometido, pero ya puestos, en este caso me parece mucho más estimulante la lectura de las páginas amarillas de una ciudad escogida al azar.
No quisiera ser injusto, y apunto que es el primer libro que leo del autor, que ha cosechado su fama con títulos como Tokio Blues o Norweggian Wood, y lo han elevado a la categoría de escritor de culto. Sólo porque es el más occidentalizado de los escritores japoneses. Vaya mérito.
Lo hice también porque varias gentes cercanas me habían comentado que lo estaban leyendo y les gustaba, o que lo habían hecho y me preguntaban con insistencia si ya conocía alguno de sus títulos… Lo que aquí digo no atañe al resto de la obra del autor, dejando un margen de duda por si, de casualidad, me he topado con una obra menor de este prolífico escritor, que regentó durante muchos años un bar de jazz en Japón antes de emigrar a Estados Unidos, para luego regresar a su Kobe natal, y que en Occidente goza estatus de escritor de culto, entre otras cosas porque ha traducido a varios escritores estadounidenses al japonés, y eso, dicen, se refleja en su literatura desprovista de tazas de porcelana para el té y otros clichés. Esa percepción no es la misma en Japón, donde el estatus literario lo ve no con demasiado buenos ojos.
Nunca le había echado un ojo a libro tan naïve. After Dark imita en su estructura una ficción de bajo presupuesto que por cuestiones de producción se limitara a la aparición de uno o dos actores, máximo tres, sobre los que recae la responsabilidad de llevar adelante toda la trama… ¿No se han percatado de que muchas series actuales han prescindido de extras y actores secundarios? En todo caso aparece por ahí un par de figurantes que no dicen nada y que quizás una vez acabada la toma vuelvan a sus verdaderas tareas, limpiar el piso, traer pizzas, contestar el teléfono…
Si en el caso de los productos audiovisuales no se acusa tanto, porque el lenguaje es metafórico y la narrativa sincopada, en el caso de una novela (por lo menos así nos la venden), ésta queda pobremente reducida a un triste guión para un video de ficción, restándole riqueza de matices psicológicos y con una trama ciertamente empobrecida y simplificada en exceso.
No creo que a nadie le importe, pero After Dark es el libro más ñoño y estéril —no sólo no estimula la imaginación sino que además es tremendamente aburrido— que he leído en muchísimo tiempo.
Mezclen en una coctelera informática un par de estereotipos: una chica feúcha y con inquietudes intelectuales (nunca sabemos cuál es el libro del que no se separa), la hermana de ésta que es muy guapa, modelo y adicta a la farmacopea, y que voluntariamente inicia un sueño del que no quiere despertar, un músico desgarbado e idealista, un motel (love hotel), una encargada y dos subalternas de ese motel, una prostituta china que no habla japonés, un cliente que es un empleado furibundo ante la inesperada menstruación de la prostituta china a la que golpea y no paga, amén de robarle sus plásticas pertenencias, y una amenazante y difusa mafia china que explota a la prostituta (no sólo a ella, se supone, pero nunca lo sabremos) de la que sólo conocemos al motorista que va por ella vestido de negro y cabalgando una potente motocicleta. Y sí, a pesar de la oscuridad lleva lentes negros.
Con esos ingredientes se erige una trama insulsa, que transcurre desde que anochece hasta que amanece de nuevo en el centro desolado de una ciudad japonesa. Súmese a esto la ridícula pretensión del autor de hacer cómplice al lector empujándolo a posicionarse, acompañando al narrador y compartiendo secretos que sólo así podríamos saber, como una cámara omnipresente que todo puede ver… Y digo ridícula porque las indicaciones son tan explícitas que para mi gusto no baja al lector de idiota total… “Imagínate que ahora la cámara avanza y ve esto y ve lo otro, pero no te olvides que a pesar de que todo lo puedes ver, en nada puedes intervenir…”. Ese recurso mejor se crea desde “dentro” de la estructura narrativa, puesto que esa visión es inherente a la propia lectura sin necesidad de burdos artificios.
La historia concluye, además, con un final feliz, porque después de la oscuridad (After Dark), apunta el autor, quizás venga la luz. Pónganle el título de una canción, acto recurrente en este apasionado del jazz que decidió escribir novelas estando sentado frente a un piano, y ya tendrán un producto marca de la casa. Un producto de un escritor catalogado como pop y que ha convertido sus productos en una marca reconocible “de culto”, cuando en realidad no hay más allá que el mismo empeño para posicionar un detergente en lugar de otro, igual de cancerígenos los dos.
No creo que a nadie le importe, pero After Dark es el libro más ñoño y estéril —no sólo no estimula la imaginación sino que además es tremendamente aburrido— que he leído en muchísimo tiempo.
Y, por supuesto, no se lo recomiendo a nadie. Después de la oscuridad, en este caso sigue habiendo una profunda y desoladora oscuridad. Una oscuridad muy “pop”, eso sí. ®
rubén bonet
gracias a todos por sus comentarios. y sí, acepto mi error de haber emitido un juicio basado en la lectura de un sólo libro… sabía que me arriesgaba, pero además de que no lo escondo y dejo abierto el margen de duda por si acaso otras obras fueron menos estériles, me pareció un sano ejercicio agarrar el libro que tenía entre manos y escribir lo que me provocó esa lectura….
no quería hacer una valoración sobre la obra o importancia de ese autor, sino, hacer un sencillo ejercicio de reseña directo…. tengo un libro en las manos, a ver qué me dice? y lo que me dijo fue lo que escribí…
en todo caso… comparto muchas de las opiniones vertidas por los lectores de mi texto… si hay una música lounge para amenizar los traslados en elevador, o los pasos por las superficies comerciales, ¿por qué no va a existir una literatura que amenice nuestros traslados en avión, camión o pesera?
entonces, hacia una literatura sin demasiada tensión psicológica? quizás sea el futuro de muchos de los libros publicados, aunque la verdad es que de algún modo ya está sucediendo en el presente…
quizás, el mio, sea un comentario de alguien que siempre ha esperado mucho de los libros, y que mucho de lo que ahora sé y soy lo he aprendido en ellos….
de todos modos, agradezco que hayan vertido sus opiniones al respecto.. para algo sirvió el texto.. los animo a que sigan participando con sus imprescindibles comentarios
saludos a todos
David Aguilar
Yo creo que es un mondadientes, un autor instalado en el sopor, y decantado en el dudoso asombro ; no creo que sea capaz de generar sobresaltos en el lector inquieto; es, creo yo , un escritor primo-beneficiario de ese aparato mercadológico que hace de su nombre un objeto de prestigio: ” MURAKAMI” listo para ser enarbolado por un estudiante avispado en una universidad pública-o privada- , alguien que causa orgullo y alborozo a quien lo pronuncia. Y sí, su lectura es un hueco, pero cumple con una de esas misiones que tiene la literatura: divertir, algo que en música , es bien tolerado.
Alejandro
Concuerdo totalmente con Bonet, el autor se vale de efectismos fáciles, diálogos supuestamente «profundos» que no dicen nada pero que conectan muy bien con el público masivo. En este sentido que un autor como Murakami sea bestseller habla de lectores poco críticos y poco exigentes. Aquí una reseña que escribí sobre «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo»
http://www.ciudadcultura.com.mx/nueva/cc3/devorador3.html
Oshima
No hay que ser tan idealistas y esperar grandes volúmenes épicos, lleno de personajes y diálogos acalorados en la época en la que vivimos.
Es el año 2011, año de Lady Gaga, no es el año de Ana Karenina. Y a lo mejor a ti te trae un problema el hecho de que un autor se atreva a escribir sobre lo que REALMENTE sucede en nuestra actualidad.
Porque por muy pop y plástica que se llame, sigue siendo cultura. Así es ahora nuestra cultura.
Ya no vestimos túnicas y nos ponemos a labrar la tierra para así encontrar el sentido de la vida.
Solo basta con dar un click.
Pero no por eso es imposible llegar a reales interpretaciones de la realidad o del alma. Murakami logra, en un mundo lleno de nada, encontrarle las palabras y las «interpretaciones» adecuadas. Y lo hace de una manera muy visual, lo cual es de agradecer, ahora que nadie lee y todos ven televisión. Y si leyeras un poco más de él, te darías cuenta que lo hace sin pretensiones ni ganas de amasar fortunas.
Solo escribe porque puede hacerlo y porque tiene una historia que contar. Y lo hace basándose en su propia historia, como todos los escritores del mundo, no entiendo porque, solo por el hecho de ser japonés, tiene que hablar de samuráis y no de Macy’s o cosas parecidas.
Y a muchas personas nos ha llegado a inspirar bastante y nos ha a alentado a seguir leyendo, seguir escribiendo y seguir escuchando buena música :) Y creo que solo con eso, tiene mucho mérito lo que hace.
Pero si no te gusto After Dark, que es su libro más ligero, entonces no te acerques a 1Q84 o Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo, porque terminarás odiándolo :)
Yo les recomiendo que lo lean y que no solo se dejen llevar por el primer libro… En cuanto a mi, Haruki Murakami vale mucho la pena.
Pawlk
Yo pregunto ¿qué es literatura vacía? ¿Dónde está el sentido? ¿Qué sentido buscan en ella?
El espíritu primario de la literatura es el entretenimiento, para eso se creó, o ¿ya nadie se acuerda que los primeros literatos fueron los cuentacuentos y los juglares, y demás personajes andantes que contaban historia para divertir al público?
Si lo que buscan son influencias, autores clave y demás cosas sesudas de ese tipo, lean bien, Murakami las tiene todas, sólo que no son tan obvias como en otros autores. Ahí lo importante, escribir sobre otros sin que se note su pluma.
Por qué le buscan el hilo negro a la narrativa, no se trata de hacer un lenguaje claramente estudiado, altamente bello y recargado de miles de fórmulas que imposibilitan la lectura a los pobres mortales que no han leído nada en su vida. Se trata de atraparlos… y yo no veo demasiados lectores de Paz, Fuentes o Pitol por el mundo (por citar algunos nombres, claro -y aquí cabe decir que no digo que no sean buenos, pero sí son muy pretenciosos-).
Román M
«After Dark» es, junto a «Spunik mi amor» y «Al sur de la Frontera, al oeste del Sol» sus títulos más prescindibles. Pero no puedo decir lo mismo de «Norweggian Wood», o la recopilación de cuentos que hace Tusquets con «Sauce ciego, mujer dormida».
Y es cierto: Murakami es literatura vacía. Como lo es Julian Barnes, Milan Kundera, Paul Auster (Según Vargas Llosa, Letraslibres, febrero 2009). Y yo agregaría a Roberto Bolaño. Literatura Light que renuncia a la Novela total y se entrega al entretenimiento.
Aunque: no sé si el entretenimiento es sinónimo de vacío o «snob». Y claro, todo libro que no es un clásico, es totalmente prescindible. Que en todo caso, sólo ocuparía dedicar unos 3 años para leer todo lo realmente imprescindible y pasar el resto de mi vida releyendo. Que flojera. Pero que le vamos a hacer…
Mariana
Nomás una cosita. Tokio blues y Norwegian Woods son el mismo libro, no dos: Tokio blues (Norwegian Woods).
dante diaz
De acuerdo con Ruben y «Kafka en la orila», tambien de Murakami, viene siendo otro ejemplo de literatura snob y pretenciosa, y si: muy vacia; mucha forma nada de fondo.
Asi como nos quieren vender musicos o pintores pop (en el termino peyorativo), tambien pasa en la literatura.
Pawlk
Estimado Rubén:
En principio la desvalorización audaz de un autor tan apreciado no sólo por los lectores comunes, como nosotros, sino por la crítica internacional no debería correr de los dedos de alguien que sólo ha leído un libro suyo. Lo siento, pero me parece mucho ego de tu parte hacerlo. Yo no me atrevería a pormenorizar la obra de Stephanie Meyer sin haberme leído la saga de «Crepúsculo», ¿porqué lo haces tú si sólo has tomado «After Dark» como referencia?
¿A qué te refieres con ‘occidentalizado’? ¿Puedes definir las características de la literatura de un país como específicas de ese territorio en medio de la era de la globalización? Creo que la ‘occidentalización’ a la que te refieres es más bien un proceso de intercambio que ha alterado incluso las normas culturales de los ‘occidentales’ – y ahí quisiera preguntarte: ¿de dónde son tus ‘occidentales’?
Por último, coincido contigo en una cosa, la traducción deja qué desear, por lo que pude ver – y espero coincidas conmigo – el texto parece haber sido pasado de su original japonés al inglés, un inglés americano además de todo, al español; lo que crea que ciertas locuciones y expresiones nos suenen por demás extrañas y fuera de contexto. Pero eso no es culpa de Murakami, me temo.
¿O tú que piensas?
Un saludo.