Devorar o ser devorado

Diana y las hienas, de Virginia Hernández Reta

Diana y las hienas contiene una variedad de cuentos de corte diverso, que a la vez conforman entre todos un volumen sólido. La autora desmenuza los detalles de lo cotidiano y su crudeza para entregarnos su particular mirada de la condición humana y sus sutiles manifestaciones.

Virginia Hernández Reta en la Feria de la Universidad UNAM en San Antonio, Texas. Fotografía: Manuel Pino Montano.

“La naturaleza no es hermosa. Es, nada más.”

De contundencias como la anterior está armado el libro de cuentos Diana y las hienas, de Virginia Hernández Reta. El comentario es una aseveración casual, como de pasada, que uno de los personajes de “Los muertos frescos” pronuncia en un diálogo con su hija y, con ello, la deja desarmada en su intento por matizar un hecho o romantizarlo.

En los cuentos de Hernández Reta el destino y la condición humana se encuentran y desencuentran, creando una tensión en que tanto lo absurdo como lo trivial pueden detener el relato para que el lector repare en detalles de otra manera inadvertidos.

En Diana y las hienas hay con frecuencia un tratamiento lúdico de los textos. La autora hace un uso meticuloso del lenguaje para jugar con lo mórbido y lo perverso y con ello nos saca de nuestra zona de confort para demostrarnos que la maldad, la coincidencia ominosa y la posibilidad de devorar o ser devorados son asuntos que pueden irrumpir cuando menos se les espera. Este manejo de lo mórbido, sin embargo, Hernández Reta lo presenta mediante un acercamiento compasivo y humano a sus personajes, como si éstos fueran entrañables ángeles caídos.

Lo femenino, en ocasiones, aparece como un camino escrito e inevitable; otras veces es una fuerza o, por el contrario, una debilidad, pero sea una circunstancia o la otra, ambas actuarán como elemento indispensable para determinar los desenlaces.

La carencia de un desenlace definitivo opera como una pérdida de la inocencia. Los cuentos “Hotel de paso” o “Aniversario” son buenos ejemplos de lo anterior: son tramas que aparentan ser insustanciales y cuyo vacío es en sí la verdadera tragedia.

Las narraciones ocurren mediante una economía de palabras y de escenas, y no hay detalle ni nombre propio que no tenga una razón de ser. Esto resulta en momentos decisivos de la narración en los que es necesario detenerse para asimilar lo recién leído. El absurdo y lo trivial tienen el mismo peso y se nos ofrecen sin adornos.

Estos relatos muchas veces responden a la impronta de Cortázar, esto es, terminar con un final contundente, un golpe sorpresivo y disparador del desenlace en unas cuantas palabras. Pero en otros casos responden a algo mucho más sutil y complejo: un extrañamiento causado justamente porque la trama no llega a ningún lugar. Este no–llegar, como un guiño a los relatos de Paul Bowles, resulta en una falsa vacuidad que, sin embargo, impacta al lector hasta lo más hondo debido al peso de la incertidumbre restante. La carencia de un desenlace definitivo opera como una pérdida de la inocencia. Los cuentos “Hotel de paso” o “Aniversario” son buenos ejemplos de lo anterior: son tramas que aparentan ser insustanciales y cuyo vacío es en sí la verdadera tragedia.

En Diana y las hienas encontramos ciertas recurrencias temáticas. Una de ellas es la posibilidad acechante de la muerte, violenta o simplemente inevitable. Lo vemos en cuentos como el mencionado arriba, “Los muertos frescos”, en el que la muerte es tan parte de la realidad diaria de los personajes que en el súbito final todo parece tener sentido. En este relato, como en “El rastro” o “Polvo somos”, intuimos una influencia rulfiana: el tratamiento de la muerte como latencia ineludible tiene un poco de trivialidad y otro poco de extrañeza predeterminada, casi mitológica.

El azar o la coincidencia de acontecimientos en el tiempo es otro hilo común en algunos relatos. Hay una especie de mano hábil que mueve el rompecabezas para disparar los sucesos hacia un destino sin escapatoria para los personajes. Lo vemos en “El rastro”, así como en “A las puertas del cielo” y en “Ojos sobre la piel”. Estas tres historias, a pesar de tener temáticas y tratamientos muy dispares, coinciden en la manera de abordar el asunto del destino. El enigma, el chisme, el secreto o las miradas de los otros interactúan con la voluntad de los personajes, mientras la mano que coloca las piezas del puzzle mantiene a éstos en el carril debido para cumplir con lo que les corresponde.

En este conjunto de cuentos Hernández Reta aborda con maestría el tema de la simulación. En “Aniversario” la simulación es la receta para preservar la paz en familia; en “Buena compañía” es la morbidez con que la protagonista enfrenta su soledad; en “Ojos sobre la piel” opera en la personaje como su única vía para confrontar a quienes la observan sin tregua y responder a sus demandas. De manera notable, en “Diana y las hienas” —el cuento final que da nombre a este volumen— la autora nos ofrece la historia de un grupo de estudiantes de teatro entregados a la tarea de aterrizar el simulacro que la actuación implica para sacarlo del ámbito de la ficción y así tocar fondo. A la vez, la autora establece un diálogo entre esta anécdota ficticia y el relato paralelo de una historia de la vida real, conocida de sobra por los lectores. Hernández Reta explota con pericia la metáfora de las hienas desde el título hasta el final y a lo largo de todo el relato, y juega con el concepto del teatro del absurdo para concluir un libro que aborda el absurdo mismo como uno de sus principales hilos conductores.

En la actualidad encontramos muchos menos volúmenes de narrativa corta que novelas, por ello se agradece aún más la publicación de este conjunto de cuentos inquietantes que capturan por completo la atención del lector y lo dejan con un sabor agridulce al terminar cada relato.

Diana y las hienas es un conjunto de narraciones en donde la mirada de los otros desempeña un papel decisivo para situarnos como lectores ante lo mórbido del acontecer en cada uno de los relatos. En “Escalera abajo”, con un tono que recuerda lo mejor de Clarice Lispector, la mirada de la protagonista es también su derrota; en “G20” es el vehículo utilizado por el personaje para enfrentar su propio patetismo y crueldad; en “A las puertas del cielo” la mirada flota y trastoca el porvenir como una sombra ominosa; en “Ojos sobre la piel” es la fuerza aplastante que guía la vida y las decisiones de la heroína.

A pesar de los muchos ejemplos notables de cuentistas en lengua castellana —Borges, Rulfo, Cortázar, por mencionar algunos de los más conocidos—, en la actualidad encontramos muchos menos volúmenes de narrativa corta que novelas. Por ello se agradece aún más la publicación de este conjunto de cuentos inquietantes que capturan por completo la atención del lector y lo dejan con un sabor agridulce al terminar cada relato. De hecho, los finales de algunos de los cuentos de Hernández Reta nos dejan con una sensación de suspenso respecto al sabor y la textura del bocado que les tocará probar a los personajes después del final de la narración.

Diana y las hienas contiene una variedad de cuentos de corte diverso, que a la vez conforman entre todos un volumen sólido. Sus preocupaciones regresan de un relato a otro en una progresión de escenas que van madurando conforme se avanza en la lectura. La autora desmenuza los detalles de lo cotidiano y su crudeza para entregarnos su particular mirada de la condición humana y sus sutiles manifestaciones. El presente de su escritura se proyecta hacia los presentes de lectores futuros y podemos estar seguros de que, sin duda, estos relatos seguirán resonando con fuerza en la conciencia de quienes los lean en años por venir. Su universalidad lo garantiza. ®

—Virginia Hernández Reta, Diana y las hienas, México, Ediciones Periféricas, 2023, 96 pp. ISBN: 978-607-8902-04-0

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Publicado en: Libros y autores

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