Patricia Rosas Lopátegui reúne en dos gruesos volúmenes más de 500 entrevistas y testimonios sobre una escritora fundamental para las letras mexicanas y para el crecimiento del movimiento feminista.
Hace cuarenta y cuatro años que Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, Veracruz, 1954), autora de Testimonios sobre Elena Garro y El asesinato de Elena Garro, entre otros libros, empezó a estudiar la vida y obra de la polémica escritora. Diálogos con Elena Garro, entrevistas y otros textos (Gedisa, 2020) son dos volúmenes con un total de 1,637 páginas y 193 imágenes a color que ilustran el contenido no sólo de las entrevistas con Elena Garro, a partir de los años treinta, sino de testimonios y otros materiales relevantes. La doctora Rosas Lopátegui es profesora de Literatura mexicana e hispanoamericana en la Universidad de Nuevo México.
—¿Por qué eligió el género de la entrevista para acercarse a la obra y vida de Elena Garro? En el ámbito académico, el género de la entrevista es considerado menor, el patito feo.
—Siempre he considerado el género de la entrevista fundamental para conocer a un escritor, escritora, o a un artista en general. Cada vez que se dialoga con un personaje se aborda desde diferentes ángulos porque entran en juego el interés y la formación de cada entrevistador, así como el momento o las circunstancias en que se encuentra el entrevistado. De ahí que las respuestas sean variadas. Por eso cuando se reúnen en un libro las entrevistas que ha concedido a lo largo de su periplo existencial cualquier creador lo conoces más a fondo. Yo decidí reconstruir la biografía de Elena Garro a través de la entrevista en Diálogos con Elena Garro para acercarla a los lectores e investigadores desde todas sus facetas; en estos dos volúmenes, gracias a todos los que dialogaron con ella, se deconstruyen mitos que orquestó el gobierno y la sociedad patriarcal en contra de Elena Garro para eliminarla de la política y de la cultura mexicanas. En estas entrevistas se escuchan su voz, sus ideas, sus intereses y sus luchas. Cuando yo empecé a estudiar a Elena Garro en los años setenta no había nada sobre su vida y su obra, Garro estaba en el ostracismo absoluto. Fue una entrevista la que me abrió el camino a ella, era una entrevista que le había hecho Joseph Sommers en 1965 a raíz de la publicación de Los recuerdos del porvenir, y que yo descubrí en un libro en 1980. Desde esos momentos comprendí la relevancia que tiene una entrevista y considero que este género periodístico debe de formar parte del corpus literario de cualquier creador o creadora.
—Según su punto de vista, y a la luz de las entrevistas que recopiló, cómo responde a esta disyuntiva: Elena Garro: ¿santa o demonia?
Cuando yo empecé a estudiar a Elena Garro en los años setenta no había nada sobre su vida y su obra, Garro estaba en el ostracismo absoluto. Fue una entrevista la que me abrió el camino a ella, era una entrevista que le había hecho Joseph Sommers en 1965 a raíz de la publicación de Los recuerdos del porvenir, y que yo descubrí en un libro en 1980.
—Ni una cosa ni la otra, y digo “cosa” porque ser “santa” o ser “demonia” son conceptos creados por la sociedad patriarcal para cosificar o deshumanizar a la mujer, nadie es santa ni demonia; no existen los santos ni los demonios; las féminas somos seres humanos, no somos objetos: ni la santa idealizada, pura y sumisa que nos venden con la imagen de la virgen María ni el demonio creado a través de la serpiente en el mito de Adán y Eva y en el que se transforma esta última. Elena Garro fue ante todo una mujer irreverente, una escritora rebelde, una dramaturga transgresora; una activista que luchó por la justicia social y la equidad de género durante la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a finales de los cincuenta y en los sesenta. Cuando una mujer no se somete a los preceptos machistas se le estigmatiza convirtiéndola en una loca. De esa manera se le desacredita ante la opinión pública.
—Desde su perspectiva, ¿cuál fue el papel de Elena Garro en el Movimiento del 68?
—Elena Garro y Carlos Alberto Madrazo fueron los chivos expiatorios de Gustavo Díaz Ordaz y de algunos miembros de su gabinete, entre ellos el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez. El estadista tabasqueño estaba a punto de formar un nuevo partido político que se llamaría Patria Nueva. Este organismo amenazaba la estabilidad del PRI. Todo indicaba que Madrazo sería el candidato de Patria Nueva en las elecciones presidenciales de 1970. El movimiento madracista había cobrado mucha relevancia entre los obreros, los campesinos, entre grupos políticos y también entre los universitarios. Madrazo proponía la reestructuración del sistema político mexicano obsoleto, corrupto y nepotista. El gobierno de Díaz Ordaz eliminó esta amenaza en el marco del movimiento estudiantil. Después de la masacre del 2 de octubre acusó a Madrazo y a Elena Garro —quien era madracista— de encabezar un complot comunista para derrocar al gobierno. Al ex gobernador de Tabasco lo eliminaron de la jugada al ponerle una bomba en el avión en el que viajaba de la Ciudad de México a Monterrey, el 4 de junio de 1969; en tanto que a Elena Garro la silenciaron a través de la leyenda negra que forjó la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía secreta del régimen bajo la mano dura de Fernando Gutiérrez Barrios, al desacreditarla y convertirla en “la soplona”, “la traidora”, en fin, la culpable de la masacre perpetrada en Tlatelolco. Todo esto lo entretejió muy bien el gobierno para mantener “el orden” y “la seguridad” del país. Este tema lo exploro en el volumen 1, en el que recojo las acusaciones de Sócrates Campos Lemus en contra de Madrazo y Garro, obviamente fabricadas por el gobierno y la DFS, y las declaraciones de la escritora en su defensa. Incluso reproduje las imágenes de los periódicos para mostrar los tejemanejes del Estado mexicano. Madrazo y Garro fueron dos personas que lucharon por la democracia y la justicia social en esos años de la guerra fría.
Madrazo proponía la reestructuración del sistema político mexicano obsoleto, corrupto y nepotista. El gobierno de Díaz Ordaz eliminó esta amenaza en el marco del movimiento estudiantil. Después de la masacre del 2 de octubre acusó a Madrazo y a Elena Garro —quien era madracista— de encabezar un complot comunista para derrocar al gobierno.
—¿Cuál considera que fue la aportación literaria de Octavio Paz a Elena Garro?
—Ninguna. No sé por qué se insiste en la idea de que Octavio Paz contribuyó en la formación de Elena Garro como escritora; es un mito que crearon las camarillas machistas de la sociedad patriarcal mexicana. Elena Garro tuvo una formación clásica en el entorno familiar desde su infancia. Su padre, José Antonio Garro Melendreras, fue un hombre muy culto y progresista. Tenía una amplia biblioteca en donde Elena Garro leyó desde temprana edad a los clásicos griegos, latinos, ingleses, alemanes, españoles, además de recibir clases de inglés y de francés. Cuando Octavio Paz conoció a Elena Garro en 1935 ella estudiaba la preparatoria. Al año siguiente ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 1936 fue coreógrafa del Teatro Universitario bajo la dirección de Julio Bracho, y también actuó en la puesta en escena de Las troyanas, entre otras obras. Elena Garro, antes de casarse con Octavio Paz, era considerada una “niña prodigio” por Xavier Villaurrutia y otros miembros de los Contemporáneos. Una vez casados, compartieron viajes y lecturas, pero la obra de Octavio Paz y la de Elena Garro son muy distintas en ideología, en composición y en el uso del lenguaje. Sin olvidar que Octavio Paz escribió solamente poesía y ensayo, un insignificante relato y una intrascendente obra de teatro; en cambio Elena Garro es más talentosa y su legado mucho más amplio, pues Garro renovó la dramaturgia, la novelística y la cuentística en lengua española; además destacó como memorialista, periodista, guionista y poeta.
—¿Qué similitudes y diferencias encuentra entre la Malinche en El laberinto de la soledad de Paz y la Malinche en el cuento “La culpa es de los tlaxcaltecas” de Garro, desde una perspectiva simbólica (tomando en cuenta que Paz escribió un ensayo y Garro ficción)?
—Las propuestas son totalmente opuestas. Octavio Paz siguió la versión oficial; presenta a la Malinche como la gran traidora, la Chingada, la que se entregó voluntariamente a Hernán Cortés, al enemigo; su visión de la Malinche como madre de los mexicanos y el modelo para las féminas es machista y misógino. En cambio, la propuesta de Elena Garro es antioficialista; la autora va en contra del statu quo y manifiesta que la culpa de la conquista es de los tlaxcaltecas y por antonomasia de todos los indígenas que se aliaron con los españoles para vencer al imperio azteca. No importa el género en el que se haya tratado el tema, sea ensayo o ficción, el análisis de la figura de la Malinche es lo que cuenta y es distinto; no hay similitudes. Elena Garro y Octavio Paz desde los años cuarenta tomaron caminos diferentes. Garro siempre estuvo con los desposeídos y expuso la opresión femenina desde sus reportajes periodísticos sobre la cárcel de mujeres menores de edad en 1941, en tanto que Paz ingresó a la diplomacia hacia mediados de los cuarenta y se fue adhiriendo al grupo derechista en el poder. Hay una obra de teatro de Elena Garro titulada El rastro (1957) en la que la dramaturga refutó a Paz. En esta pieza en un acto el protagonista llega a su choza embriagado para asesinar a su esposa embarazada de su hijo porque, al haberse enamorado de ella, ha perdido su hombría, su virilidad; sus amigos machos se burlan de Adrián. Su contraparte aparece personificada por Delfina, su esposa, que no es la mujer abierta, sumisa, “chingada” de Octavio Paz, ni es un “revolcadero de hombres”, como la insulta su marido. Delfina es la personificación de la inteligencia, de la sensibilidad; él no quiere dialogar, mientras que ella propone la comunicación. Paz describe a la mujer en El laberinto de la soledad (1950) como un ser enigmático, cerrado al diálogo, como un signo incomprensible. Garro lo refuta y cambia los papeles. La propuesta de la autora de El rastro es en definitiva más cercana a la realidad en la sociedad falocéntrica mexicana; es decir, el hombre es el estoico, cerrado, irracional, salvaje, “la torre de marfil” y la mujer es brillante, creativa, humana.
—¿Dos personalidades de fuego se unieron y las dos hicieron lo posible por destruirse?
—Como biógrafa de Elena Garro considero que Octavio Paz, producto de la sociedad misógina en la que se educó, no quería la competencia en casa. Sabía del talento de su esposa pero más que apoyarla, se dedicó a desprestigiarla. Para ello es importante leer los diarios de Garro que publiqué en Testimonios sobre Elena Garro (Castillo, 2002) o sus poemas en Cristales de tiempo (UANL, 2016; La Moderna, 2018). Elena Garro fue una mujer rebelde y si Octavio Paz la atacó, ella contraatacó a través de las propuestas que hizo en sus obras. En varias de sus novelas y piezas teatrales se puede dilucidar la ficcionalización que hizo de su vida con Octavio Paz. Fueron dos genios que en una época se amaron y quizás demasiado pronto se desencontraron debido a los intereses y a la formación opuesta de cada uno de ellos.
—¿Qué nos dice Elena Garro, en ficción, acerca de su propia vida en Andamos huyendo Lola?
—En los cuentos de Andamos huyendo Lola (Joaquín Mortiz, 1980) Elena Garro narra los años desgarradores y cruentos del exilio, primero en Nueva York (1972–1974) y luego en Madrid (1974–1981). El hambre, la miseria, su peregrinar al lado de su hija enferma de hotel en hotel o de hostal en hostal, sin posibilidades de trabajo. El poder político e intelectual cruzó fronteras y le cerraron todas las puertas. Y digo el poder intelectual porque los escritores y artistas aliados al gobierno participaron en la creación de la leyenda negra en contra de Garro para seguir recibiendo prebendas: becas, dirigir la cultura en México desde las editoriales y los periódicos con mayor alcance y difusión en el país. Recordemos que en esos años no existían las redes sociales y toda la prensa, ya sea escrita, radio o televisión, estaba controlada por el gobierno. Esos eventos de su vida también aparecen en algunos de sus poemas de Cristales de tiempo. En su composición “Vamos unidas” la voz poética dice:
Vamos unidas por la infamia.
Pasos del hambre gris.
Delante
perdimos a la cruz
siempre lejana.
[…]
Se abrió el libro blanco,
cerróse negro.
No hay sangre,
sólo la súbita voz infame.
La infamia no se pierde
en un café lluvioso.
[…]
La gloria son palabras
huesos.
Permanecen goteras,
sangre escupida por la boca
cae manchada
de mentiras.
Una almohada de piedras
oculta lo indecible.
Como podemos ver, Elena Garro relató tanto en su narrativa como en su poesía los acontecimientos, la corrupción y la calumnia del gobierno y la injusticia.
—El rastro y Los perros ¿tratan acerca de la violencia contra la mujer?
—En estas dos piezas Elena Garro retrató en los años cincuenta la misma realidad que seguimos viviendo hoy en día; la violencia en contra de la mujer en una sociedad enferma de machismo y en donde se cometen estos actos bajo una absoluta impunidad. En El rastro Garro encapsula los dos papeles tradicionales destinados para la mujer por el cristianismo católico: el hombre que idealiza a su madre; la madre como objeto perfecto, pura, santa, sumisa, el reflejo mismo de la virgen María o de la virgen de Guadalupe, esto es, un ser que no existe, en contraposición a la esposa que es la puta, la que lo envuelve en sus enaguas, la Eva, el demonio, el revolcadero de machos, otro ser cosificado que tampoco existe. Esos papeles han sido creados por la mentalidad masculina para eliminar a la mujer del mundo humano, activo y pensante; hacerla nada. En Los perros Garro presenta el ciclo de la violencia de género que pasa de generación en generación porque una vez que una mujer ha sido violada ya no tiene credibilidad, honor, ya no existe, por lo tanto todos los hombres tienen el derecho de violentarla y asesinarla, a ella y a su descendencia. Elena Garro conoció en carne propia esa violencia y la vio en su contexto social. Lamentablemente esa realidad sigue vigente.
—¿Cuál es su interpretación con ojo de biógrafa de que Elena Garro haya tenido un final tan trágico, igual que su hija Elena Paz?
—El 68. Elena Garro me comentó en una entrevista de 1997: “El 68 nos tronó”. La autora vivió los últimos treinta años de su vida en condiciones deplorables a consecuencia del descrédito que construyó el gobierno de Díaz Ordaz y que han continuado todos los gobiernos de México hasta el presente, con la alianza de los intelectuales del establishment, desde el mismo Octavio Paz, Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, entre otros, así como los representantes actuales de esas capillas. Para ello, invito a leer tres libros: Testimonios sobre Elena Garro (por la relevancia de los diarios de Garro); El asesinato de Elena Garro (en donde compilo su periodismo), y el más reciente Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos (Gedisa, 2020). Les comparto ese segmento de entrevista que aparece en el volumen 2:
PRL: Eran felices, ¿qué fue lo que pasó? Fue obviamente el 68, ¿verdad?
EG: Sí, el 68, el que nos tronó.
PRL: La acusaron de ser la organizadora del complot comunista…
EG: Sí, para derrocar al gobierno.
PRL: Ustedes vivían ya solas, en su casa.
HP: Él (Octavio Paz) estaba en la India…
PRL: Y eran felices, pero doña Elena, usted estaba muy involucrada en todos los asuntos de los campesinos.
EG: Sí, eso sí.
PRL: ¿Cuénteme por qué defendía a los indios?
EG: Pues los defendía porque me parecían las víctimas, de verlos tan pobres y tan en la miseria. Porque yo la primera vez que me decidí a meterme a defenderlos fue un día que me llegaron unos campesinos a la casa y vi sus pies en los huaraches sobre la alfombra de mi casa y dije: “Ay, qué horror. Y yo me he andado paseando por el mundo entero y elegante y todo, mientras estos pobres cómo van, qué horror”. “Ya me fui al infierno”, pensé. Y ahí, en ese minuto, tomé la decisión de defenderlos y los defendí hasta que me hundí junto con ellos.
—¿Cambió sobre su perspectiva como biógrafa de Elena Garro acerca de su vida y obra entre la escritura de El asesinato de Elena Garro y Diálogos con Elena Garro?
—No, no cambió. Mi perspectiva es la misma, solamente que en Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos aparecen más evidencias que refuerzan mucho mejor mi análisis y punto de vista. En el volumen 1, por ejemplo, se recopilan por primera vez en un libro las acusaciones de Sócrates Amado Campos Lemus articuladas y ordenadas por el Estado en contra de Madrazo y de Garro, tal como aparecieron en cinco de los principales diarios del país: Excélsior, El Universal, La Prensa, Novedades y El Heraldo, seguidas por las declaraciones de la escritora, algunas de ellas manipuladas por los medios al servicio del erario. Estoy segura de que Diálogos con Elena Garro será de gran interés para los lectores en general y para los investigadores que siguen la saga de Elena Garro. En estos días de contingencia, los libros se pueden adquirir en línea en diferentes sitios o librerías. Siempre es tiempo de descubrir a Elena Garro. ®