Diarquía AMLO–Sheinbaum

La otra posibilidad

No existe un maximato de AMLO, pues él sigue siendo formalmente el presidente, ni una diarquía, al no ser sólo el presidente de la formalidad sino un presidente poderoso en la realidad, con mucho poder sobre Sheinbaum. Existen las dos posibilidades, la del maximato y la de la diarquía AMLO–Sheinbaum.

Siempre tomo en cuenta sus recomendaciones (las de AMLO).
—Claudia Sheinbaum, 17 de julio de 2024.

Hay algo peor que idealizar el pasado: olvidarlo.
—Tony Judt.

Introducción

No sólo continúa el de los claudistas por obradoristas: ya empezó el espectáculo de los claudicantes. Los “neoclaudistas”. Todos ellos se unen para ilustrar al pueblo y aleccionar a los malos desconfiados: Claudia ya tiene todo el poder, o muy pronto lo tendrá, o AMLO se retirará indudable y completamente, no habrá maximato porque AMLO no podría tener el poder total, incluso —Jorge Volpi dijo— el maximato no es posible aquí porque nunca es posible y no ha existido jamás. Sus dichos. La falsedad. Con mucho cálculo; hacen pasar su cálculo político personal como análisis político impersonal. Tienen que decir lo que dicen: en unos casos es su contrato político, en otros es la búsqueda del acomodo o “la tranquilidad”. Y en la mayoría de los casos que conozco la que habla es la ignorancia histórica… El maximato no depende, para existir realmente, de que exista poder absoluto —también por eso puede existir—, y sí ha existido en México y fuera de México. Que no sea común o fácil su existencia no quiere decir que nunca ha existido. Sencillamente, un maximato se da cuando hay un poder “tras el trono” que es verdaderamente un poder e individual, necesariamente informal y realmente no total o absoluto.[1]

Una variante obradorista de maximato es posible. Sheinbaum fue candidata por AMLO, ocupará la presidencia por votos —en apoyo al autoritarismo o con indiferencia hacia éste— pero también por la popularidad de él y las violaciones a la ley y la equidad electorales por parte del presidente, quien es el líder indiscutido de Morena y colocó a quien él quiso en el Congreso y en el próximo gabinete y sigue imponiendo su agenda. Sus “recomendaciones” son más que eso… No, nunca se ha dicho que sea cosa segura de suceder, algo ineludible, algo ya escrito, el destino histórico o algo parecido, no, pero un maximato de AMLO no es imposible. Puede ocurrir. Y hay otras posibilidades, otra diarquía, como se argumenta a continuación.

La diarquía en México

[Lo que sigue es una sección de mi artículo “Elecciones 2024: ¿México hacia el maximato o la diarquía?”, capítulo del libro México en la encrucijada. Elecciones 2024, coordinado por Antulio Sánchez y Gerardo Vázquez, publicado en mayo pasado por Topodrilo Libros].

Ya señalamos que el maximato de AMLO es posible, limpiando el lenguaje, haciéndolo fundamentalmente realista y refutando desde ahí a quienes afirman la imposibilidad, pero no hemos dicho que sea seguro o inevitable. La expresión “puede ocurrir” incluye necesariamente el significado “puede no ocurrir”. “Puede ser” no es “no puede ser” sino también “puede no ser”. “Puede no ocurrir” no es igual a “no puede ocurrir” o “es imposible”. La otra posibilidad de la que hablamos es la diarquía. Ésta fue lo que existió en lugar de maximato cuando Álvaro Obregón no pudo conseguir lo que terminaría logrando Calles tras la muerte de Obregón.

Conviene ver y entender esto antes de desarrollar por completo el argumento sobre la posibilidad real del maximato sobre la doctora Sheinbaum.

Ya dijimos qué es el maximato empírico genérico (sección sobre los conceptos). El maximato específico callista fue/es el poder y la influencia informales de Calles entre 1928 y 1934. El caso callista no es el único ni es idéntico al género, es caso que co–causa a mi definición genérica y es un caso específico; es un tipo que está en el origen del género conceptual. Pero antes, cuando Calles no es aún quien influye sobre el presidente formal sino el mismo Calles es formalmente presidente, de 1924 a 1928, el jefe máximo —bajo la palabra caudillo— es Obregón, quien había sido presidente de 1920 a 1924.

En resumen: 1920–1924: Obregón caudillo y presidente. 1924–1928: Calles presidente y Obregón caudillo–jefe. 1928–1934: Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez formalmente presidentes, Calles jefe máximo. Pero entre 24 y 28 la jefatura informal de Obregón no llega a maximato exactamente sino que empuja a una diarquía.

¿Qué fue lo que pasó? Obregón habría hecho un pacto en 1923 con Calles: éste lo sucedería en 24 y en 28 regresaría Obregón a la presidencia. Para ello había que reformar la Constitución durante el gobierno de Calles. Y para esto, antes, Obregón tenía que asegurarse de que Calles no tuviera cómo desentenderse del compromiso e impidiera que una fuerza legislativa aprobara la reforma reeleccionista. Así que Obregón, cuando aún es presidente en funciones y líder de mayor poder que Calles, clava obregonistas en el Congreso y en el gabinete próximo. No logra que se apruebe la reelección en 1925 pero lo logra en 27–28. Lo que ocurrió después de ese momento del año 25 y entre los años 26 y 28 es la diarquía.

Ahora definámosla previo análisis. Como el maximato no es todo o nada, o no es 100% de poder en un actor con representación informal y 0 en otro que tiene representación formal, en él (maximato) hay algo de poder compartido, pero no es la única forma de compartir el poder, y al ser dos los que comparten en cierto grado, el maximato es diarquía, pero tampoco es el único tipo de diarquía. De ésta el tipo que aquí interesa es en el que el poder lo comparten dos actores que son políticamente pares o cuasi–pares, porque ya lo eran o llegan a serlo durante el periodo diárquico. En el maximato el poderoso informal está detrás del formalmente poderoso, en la diarquía referida uno está al lado del otro. Y se insiste: si el maximato necesariamente es un tipo de diarquía, la diarquía no necesariamente es maximato. Diarquía así existió durante la presidencia de Calles, “al ser bicéfalo el Ejecutivo, como lo fue en 1926, cuando Obregón regresó [por completo] a la política” (Meyer, 2002: 196).

Entre 1924 y 1928 “no se vivió tanto el problema de una mayoría dividida [situación que puede corresponder a un tipo de poder compartido bajo democracia, el del llamado “gobierno dividido”], sino el de un Congreso en el cual quien manda no es el presidente, sino su futuro ‘sucesor’” (Meyer, 2002: 195). Dice el mismo historiador —Jean Meyer— que

De 1926 en adelante, la presión de Obregón sobre Plutarco Elías Calles iba a ser cada vez más fuerte, más obvia —viajes constantes a México, largas estancias en el palacio presidencial (de hecho, había dos presidentes)—, y la posición de Calles se iba a volver cada día más difícil, por ejemplo, cuando no pudo mantenerse ecuánime, arbitrando entre Obregón y [Luis N.] Morones, o cuando tuvo que declararse obregonista conservando su apoyo a Morones. Por eso hubo tantos rumores de distanciamiento entre los dos prohombres: la amistad nunca fue la regla entre ellos, sino un entendimiento racional y razonado, una estrecha colaboración; de 1926 en adelante, sus partidarios, con excepción de algunos obregonistas–callistas que sirvieron lealmente a los dos, los empujaban hacia el enfrentamiento que evitó la muerte violenta de Obregón, pero que sin duda alguna se hubiera producido (Meyer, 2002: 196).

Obregón sería asesinado en 1928, pero no por callistas, y antes de morir había logrado ganar la elección presidencial de ese año y por tanto la aprobación ad hoc de la reelección no consecutiva en el cargo —Obregón, recordemos, había sido presidente de 1920 a 1924—. Así que había retomado y aumentado su poder rumbo a la sucesión del presidente Calles. “A fines del 26 parece mandar junto a Calles; lanza a su gente a controlar el Congreso y los estados; en 1927 y 1928 reforma en varias ocasiones la Constitución [a través de sus agentes congresionales]; masacra a los pretendientes antireeleccionistas; arruina a la CROM y acorrala a Morones: corre al éxito y a la muerte” (ibid).

Se decía, entonces, “la Ciudad de México es el asiento del Ejecutivo, pero Cajeme, Sonora, es el asiento del poder”. De hecho, desde 1924, según Eulalio Gutiérrez, citado por Meyer (2002: 207), Obregón le dice: “Yo he hecho el nuevo gobierno y no van a pretender gobernar sin consultarme”. Es decir, Obregón pensó y habría intentado algo como el maximato; no sucedió eso pero sí otra diarquía. Como escribió Meyer (2002: 208),

Calles es jamás un pelele de Obregón ni Obregón es nunca un Cincinato de Cajeme, ausente de la política. La secuencia cronológica parece ser la siguiente: a partir de noviembre de 1924 la influencia de Obregón no es muy fuerte y no define la política de Calles; de abril de 1926 en adelante su influencia cobra ímpetu, de manera que se puede hablar en verdad de diarquía; es casi invisible en la cumbre, entre los dos caudillos, pero se hace evidente en la base, entre los políticos: obregonistas, callistas, obregonistas–callistas, anticallistas, antiobregonistas.

No maximato, diarquía.

Podemos regresar a la crítica del dicho de Volpi: refleja desconocimiento histórico y un “entendimiento” a–politológico, si no es que antipolitológico. Ignora el caso de Trujillo, claro está, pero además no entiende el significado de la renuncia de Ortiz Rubio. El 2 de septiembre de 1932 el hombre que había sido elegido en 1929 para empezar una presidencia en 1930, don Pascual, renunció al poder Ejecutivo. Porque su poder legalmente Ejecutivo no era realmente tan ejecutivo… Era el titular formal de ese poder del Estado, no su titular real principal. Éste era Calles. Por eso no renunció él sino Ortiz Rubio. Renunció el presidente legal a la presidencia de la república, no el jefe máximo a la jefatura máxima de la llamada familia revolucionaria. Se retiró Ortiz Rubio de todo poder, no Calles del suyo y la política. Ortiz Rubio no pudo, no podía deshacerse de Calles.[i]

¿La renuncia no indica que don Pascual no se dejaba mangonear y por tanto que no había maximato? No. Indica y confirma la existencia del maximato —si no hubiera existido no habría renunciado Ortiz Rubio—; no es que literalmente no tuviera ningún poder sino que a pesar de haber ganado —de algún modo— la elección presidencial del 29 no tenía poder suficiente para superar la influencia de Calles y ejercer a plenitud el poder que pudiera darle la presidencia misma de acuerdo con la ley; eso quiere decir, además de que México no era una democracia en ese momento aunque hubiera elecciones, que existía un problema agravado de institucionalización del poder y, luego, de la presidencia de la república: se había elevado aun más la importancia del personaje y el liderazgo personal después de la muerte de Obregón, había disminuido más el valor real de la formalidad presidencial, ergo existía el maximato.

Ese problema de institucionalización no se resolvería de inmediato con la creación del Partido Nacional Revolucionario, el PNR, cuyo primer candidato presidencial fue precisamente Ortiz Rubio; el PNR coexistió con el maximato, arreglo que sería cancelado y sustituido hasta la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934–1940), quien inicia así la institucionalización presidencialista. Cárdenas hizo lo que dice Volpi, sí, pero en 1936, más de tres años después de la renuncia de Ortiz Rubio;[ii] lo que hizo/pudo hacer Cárdenas no lo hicieron/no podían hacerlo Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez. El maximato callista existió. No es que no haya existido sino que dejó de existir. Entonces el verdadero líder del partido oficial dejó de ser un jefe máximo informal para serlo el presidente de la república emanado de ese partido. Cuando ese partido ya es PRI y hegemónico, el maximato es una imposibilidad. No hubo, y no podía haber, maximato entre 1946 y 2000 —siendo 1946 el año de la transformación del Partido de la Revolución Mexicana (el PRM cardenista, exPNR) en PRI, y el 2000 el año en que se confirma la muerte del régimen priista.

Conclusión

Al retomar en días recientes la palabra diarquía sin mayor elaboración conceptual, Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín dicen que en estos momentos existe ya una diarquía AMLO–Sheinbaum. No es así. Hoy no existe un maximato de AMLO, pues él sigue siendo formalmente el presidente, ni una diarquía, al no ser sólo el presidente de la formalidad sino un presidente poderoso en la realidad, con mucho poder sobre Sheinbaum. Hoy existen las dos posibilidades, la del maximato de AMLO y la de la diarquía AMLO–Sheinbaum. Ésta, si se concreta la primera posibilidad, sería la presidenta formal y una subordinada del Jefe real, sin que —consecuencia lógica de todo lo que se ha argumentado— llegara a la posición de “pelele” absoluta; si se concreta la segunda posibilidad, “la doctora” sería la presidenta formal y co–presidenta real —en este escenario más complicado e inestable habría dos presidentes reales, uno informal y otro no, hasta que la muerte o un conflicto por situación extraordinaria destruya el arreglo, que son cosas que también pueden destruir un maximato.

Ahora bien, ¿es AMLO priista? Claro que lo es. Pero no sin adjetivos: populista, neoliberal y mocho, además de militarista y personalista. Como he dicho en otra parte, AMLO terminó siendo en sí mismo un tipo de priista, su propio tipo. ¿Es presidencialista? Sí, por ser priista. También por eso deseó y desea elecciones partidizadas y hegemonía de su partido. Como es obvio, AMLO trató de llevar más poder a la presidencia, a sí mismo, a su presidencia, a él como presidente. Presidencialismo priista y personalista. ¿Abrió una transición autoritaria? Sí, algo imposible de entender para quienes no entienden la transición democrática (los que siempre están diciendo que por no ser perfecta no existió o que no existió porque no les gustó el resultado, como si de eso dependiera que en realidad hubiera un cambio de régimen o no). Pero la transición autoritaria obradorista no ha concluido. Por ejemplo, aún no se aprueba el “plan C”. Está cerca de concluir, sobre todo si se aprueba ese plan. Mientras tanto, mientras no concluya la transición autoritaria y además no haya un presidencialismo tanto consolidado como muy despersonalizado, existe la posibilidad de un maximato al ser AMLO partidistamente poderoso y también personalista. El presidencialismo del PRI era menos personalista, estrictamente sexenal y consolidado. Ese tipo de presidencialismo no es —o no es todavía— el que existe actualmente. Puede existir, pero antes puede existir un maximato, y éste puede coexistir con una transición autoritaria y su resultado básico.

Lo que hay que entender es que Morena, Sheinbaum y México están atrapados entre el presidencialismo priista —esa cultura y ese proyecto— y el personalismo de un poderoso AMLO. Entre esa pared y esa espada se está muriendo nuestra democracia. ®

Referencias

Meyer, Jean (2002). “La diarquía (1924–1928)”, en Casar, María Amparo y Marván, Ignacio (coords.). Gobernar sin mayoría. México 1867–1997, CIDE–Taurus, México, pp. 195–234.


[1] Es una definición empírico–analítica, no normativa, esto es, ajena al deber ser. Una definición “ideal”, tanto en ese sentido normativo como en uno weberiano (cómo sería X si lo que es X fuera perfecto en sí mismo y encarnara perfectamente en la realidad), no es la que se necesita para hacer análisis de lo histórico y lo realmente posible sobre maximatos. Puede darse y usarse, sólo como una parte de un análisis, una definición integradora, que refiera analíticamente lo weberiano y lo empírico–histórico: maximato “es” cuando un actor informal o ya sin posición formal en el Estado tiene todo el poder (el elemento de idea weberiana), casi todo, la mayor parte o la mayor parte de relevancia relativa, por encima del actor que se supone por formalidad estatal que debería ejercer ese poder.


[i] El texto de su renuncia puede leerse en El preso número 431 de la crujía “C”, la edición de las memorias de Ortiz Rubio sobre su encarcelamiento por Victoriano Huerta. En las notas del apéndice un amigo de Ortiz Rubio, Narciso Hernández Soto, dice que “no pudo concluir su periodo: las exigencias del maximato eran incompatibles con sus virtudes”, “y para evitar una nueva conmoción que consideró inútil, renunció a la Presidencia con un gesto único”. La edición de las memorias es del mismo Hernández Soto, autorizada por Ortiz Rubio, y fue publicada en 1957.

[ii] El maximato se agota en el 34 y entre ese año y hasta el exilio de Calles en 1936 lo que ocurre es el distanciamiento y la resistencia del presidente Cárdenas a su exjefe: la transición del maximato al presidencialismo.

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Publicado en: Política y sociedad

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