Dos duplas y dos unidades suman cuatro reseñas delirantes con todo y audios: PJ Harvey, Wagon Christ, Boris with Merzbow y Gill Scott con Jamie XX.
Wagon Christ, Tomorrow
En 1993 lo que sonaba a gran escala era el hard rock bluesero de Aerosmith y Guns N’Roses, Kurt Cobain no se había matado aún y faltaba un lustro más para que la música del rasgueo furibundo siguiera tirando a sus oyentes de los escenarios a que dieran vueltas o se reventaran la cabeza en pro de la vitaminación atmosférica. En mi caso como escucha (once años… mi primer material, comprado con ahorros, fue la recopilación One de Aerosmith, en casete), era fan de lo anterior y lo que MTV me propusiera, digamos que había buenas tunes pero de haber conocido lo de AFX y Luke Vibert, quien en ese año lanzó Phat Lab Nightmare con el pseudónimo Wagon Christ, mis oídos serían ahora de perro o de coyote y mis orejas antenas de piel curtida. Wagon Christ es el nombre que Vibert utiliza cuando sus proyectos abordan el hip hop y el funk con los aparatos de su imaginación caudalosa, con su humor de guardia británico aguantándose la risa por escuchar a Groucho o ver a Fatboy Slim —en ese orden—; con su actitud de gente ácida, pues sí, hay músicos en Inglaterra que no merecen la orden de jarretera pero sí la de acidez. Y hubo otros nombres, como Plug y Amen Andrews (juego de palabras creado a partir del Amen Break y un programa de televisión irlandesa titulado Eamonn Andrews) cuando el drum n bass y el jungle eran su marca. Kerrier District para las pistas derretidas en beat electro-disco-danzablegominoso. Luke Vibert para la hazaña de llevar el acid techno a orbitar la galaxia, a veces con ayuda de gente como, por ejemplo, Jean Jaques Perrey, ese pionero de la electrónica cuyas exploraciones con el moog y otros sintetizadores de corte “futurista” son similares a las primeras rutas de los espeleólogos adaptadas a baños de piscina y chapuzones de ron, todo ello inspeccionado por infantes bipolares con binoculares efervescentes.
En Toomorrow Luke Vibert nos regresa los samples básicos de su territorio acústico. Sus melodías siguen manteniendo maestría y peculiaridad (¿sobraría mencionar la marca registrada?), cada track luce armonías que no piden permiso a la cinta de Moebius o a cualquiera de los mitos de la quinta dimensión. El sonido de Vibert ha sido siempre el del compromiso con el viaje a donde sea, desde el retrete hasta la jungla, cruzando las nubes o cortando con machete los bigotes de un bagre, sus frecuencias son turbinas de variabilidad dinámica. Aquí nos remitimos al break dance como antes: podemos resquebrajarnos los hombros arácnidos. Aquí los bajeos se aporrean contra camas elásticas que cuando nos vamos acercando parecieran lenguas de gatos regordetes. Aquí los beats cuajan la atmósfera líquida del refrigerador que guarda las vacunas contra el hastío. Aquí las voces multiplicadas realizan el milagro de la atemporalidad que rescata a la música del secuestro perpetrado por la cultura. Aquí… ahí ustedes escuchan, se llama Wagon Christ.
PJ Harvey, Let England Shake
Polly Jean Harvey, nacida inglesa (Yeovil), criada en una granja de ovejas donde aprendió a tocar saxofón y guitarra, esculpida por la realidad, crecida. Van cerca de una decena de producciones y su voz le ha dado la vuelta al mundo. Su voz ha crecido con el mundo a partir de ella y con ella se ha dedicado a humanizarse y deshumanizarse para convertirse en melodía y pátina: PJ Harvey existe en una realidad completamente suya. Las historias que nos cuenta van de la mano con la vida más que con el tiempo y no son cíclicas ni reflejan los altibajos de pueblo alguno, pero son universales. Tuve la suerte de escucharla por primera vez pasada mi adolescencia pues así pude asimilar su tenacidad y su poder armónico en ese Is This Desire?, primera placa invadida por electrónica, para ella su mejor obra. Y creo que es así pero Let England Shake me ha dejado con los poros absorbiendo limonada. Y a los 22 seguí buscando sus piezas, asombrándome con todos esos cambios como saltos de rana flecha entre estilos de cuerdas que en las manos de Queen Polly abducen tripulaciones y las jalan hacia las profundidades del aire: es la neblina del mundo real expuesta como un bufete para ancianos y jóvenes. El hormiguero subterráneo invadido por polillas buscando luz. La libélula móvil en el arado fino. PJ Harvey gusta de decirnos la verdad y si no puede, pregunta “What if I take my problems to the United Nations?” (“The Words That Maketh Murder”), parafraseando a Eddie Cochran y el “Summertime Blues”, pero al escucharla podríamos decir que secuestraron al climatólogo del noticiero nocturno y sólo ha quedado el set… para ella. Para sus videos donde se recita poesía y la imagen ya no es tan cáustica como en sus anteriores presentaciones visuales pues no sería justo decir que la cotidianidad lo es cuando se bebe agua y se ensaya algo tan maravilloso. Let England Shake podría ser sin duda el mejor disco de nuestro año en su género, pero ¿quién se atreve a definirlo? Es decir, ¿quién sería tan obvio al nombrar algo que se habla en doce canciones que reflejan puntos vitales en el transcurrir de todos los panoramas, incluso los panoramas ciegos del mutismo y la sordera? Altamente recomendado.
Boris with Merzbow, Klatter
Digamos que Masami Akita se hace llamar Merzbow en referencia a una pieza de Kurt Schwitters (“Merzbau”), artista dadá reconocido por sus collages; digamos algo sobre sus más de 350 records grabados para múltiples firmas y digamos que hace noise. Ya fue bastante y no dijimos nada. Recuerdo una crítica hacia los músicos de noise: “Sólo hacen ruido pero no hacen nada”. Cada quien su moral. Creo que el mensaje principal del noise, si lo llevamos al plano de la vectorización cultural (iuuugh), es el de repartir indiferencia para que cuando uno reciba el paquete con el seso abierto se aprecie el reflejo de la moral propia, la que uno escoja. El noise que se oye es un revoltijón matérico y el que se escucha es un arma sin filo, pues el tímpano queda intacto. Dadaísmo para los dadaístas, sonido para los músicos. La cantidad de grabaciones en el caso de Merzbow y de gente como los Nurse With Wound es más una postura ética que una exploración desenfrenada: son gente que se sabe poseedora y proveedora de poesía, como tales se reconocen insignificantes y se dedican a expandir su alcance poético para reafirmar su puesto en las vitrinas de lo ordinario. Entre los varios resultados, el avasallamiento de lo vulgar queda relegado a las sobras, pues lo vulgar se avasalla con espejos o con escupitajos al rostro, pero se avasalla y es lo de menos. Queda la vitalidad imperante del sonido en su modalidad de instrumento independiente, en palabras del gran físico Nicola Tesla: “El planeta tierra es un conductor de resonancia acústica”… y en la zona oriental, más precisamente Japón, esta dupla entre Merzbow y Boris hace temblequear el conductor con riesgo de tsunami controlado. Boris toman su nombre de una canción encontrada en el Bullhead de The Melvins, tocan los géneros que en el metal se consideran de culto y es un privilegio poderlos encontrar en las redes sin necesidad de sorprendernos por hallarlos en las provincias de las provincias. Apaguemos la radio y escuchemos “Klatter” para tener una probada ínfima del mundo sonoro de sus creadores o encendámosla para pasarle la lengua al planeta del drone, el kraut revisitado —hay un cover de Jane— y el noise que se trabaja con el colmillo que a pesar de vivir enrarecido en la boca de Masami Akita, es un monumento de ondas a su cerebro. La materia es primero, después que venga la muerte.
Gil Scott Heron and Jamie XX, We’re New Here
He hablado ya antes de Gil Scott Heron y Jamie XX, a cada uno su parte de retórica obligada —a veces me obligo y la cosa sale bien. Hablaré aquí de lo indefinible en sus expresiones musicales, en sus estilos y sus maneras de conducirse. Uno es viejo, está cansado y su humor aún no muere. Otro es joven, no ha cumplido los veinticinco y gusta de afinar armatostes de armonías que se pensarían intocables. Si hablamos de música electrónica, Jamie XX es un nuevo pionero de algo que no se definirá hasta dentro de unos siete u ocho años; algo compuesto por retacerías de géneros que en el reino de las bajas frecuencias son vestimentas de alta costura recién salidas para un público que se enorgullece por llevar oídos de emperador. Cada día se le exige más a la gente que hace remixes pero a Jamie XX eso le tiene sin cuidado porque simplemente es un genio. Gil Scott Heron, por su parte, prefiere exigirse a sí mismo y eso le tiene sin cuidado porque simple y llanamente se trata de otro genio. We Are New Here, conjugación del I’m New Here del propio Heron, quien a su vez toma título de una canción de Smog (Bill Callahan), es el disco que un servidor había estado esperando desde 2010, y aunque no digo que es lo mejor, satisface la espera como si las butacas hubieran sido hamacas en la playa y los segundos botellas de cerveza oscura y carrutos de… Escúchense los sencillos del I’m New Here aquí retrabajados más que remixeados para notar que Jamie XX no factura covers sino que distribuye apropiaciones cual si panfletos de manifiesto fueran. La música se vuelve indefinible cuando su estructura rebasa los límites de lo que tiene vida y entonces percibimos el sonido en su modalidad de efecto circundante. La sinestesia viene sola cuando el músico es bueno y no necesitamos cromosomas fallidos ni glitches genéticos para apreciarla. Es verdad, cada track de We Are New Here tiene textura y movimiento que envuelve su propia expansión: elasticidad de vuelos y ritmos de contorsión ondulatoria. Sobra mencionar que la poesía de Scott Heron, después de cruzar durante cuarenta años sin heridas ni partidismos por la batalla entre los medios y la barriada, es hoy en día algo cercano a la filosofía del cínico o del estoico y como tal gestiona ante la juventud con autoridad de ritmo. Tiempo para qué te quiero. Sobra mencionar las muchas colaboraciones y asomos de Jamie XX en la música contemporánea, además de su participación como miembro rítmico en The XX y de su posicionamiento mediático respetado de aquí para allá a su corta edad. Influencias para qué fueron. Baste entonces poner play a un álbum que lleva consigo la motricidad emocional de unas cinco generaciones junto con todo eso que uno puede encontrar en el mundo y sus tergiversaciones sociales. Política, N.Y. Is Killing Me, vamos a bailar. ®
Ragel
para donloading del material sonoro aquí reseñado: krunkd.blogspot.com