Ariel Ruiz no pudo haberlo descrito mejor. Leer las reseñas de Ragel es como esquiar en el metro Balderas al mediodía.
Bus Driver – Computer Cooties
El hip hop es en sí un modo de vida. En el estilo no hay ritmo y el beat marca los ritmos del estilo. En la gráfica de las calles invadidas suelen quedar las huellas del árbol. El hip hop es un árbol, y lo digo porque he visto el afrohair de Esperanza Spalding, quien si bien no crea beats sabe de lo que hablo. El hip hop es una esponja sub oceánica con poderes de adaptación, un código de conducta para movilizarse entre señales extraterrestres… un camaleón sin formas –escuchar a Missy Elliot-. Se dice en el medio que la fórmula es básica: Mc = Rap. Dj = Mole. Mc + Dj = hip hop. Bien lo dice Mos Def: “It`s all mathematics”. Depende del vestir, el hablar, el caminar… la configuración auditiva en relación a la amplificación torácica y los retumbos de los dedos en los pies. “Come on feet”. Depende en gran medida del nivel de rebote timpánico en consonancia con el compás de unas piernas, me lo dijo Lauryn “Boogie” Hill. Tiene mucho que ver con la noción que uno tenga de la vida fuera de la galaxia y lo que esa vida haga con su vida, me lo dijo Mix Master Mike, quien se comunica en scratch con la quinta luna de Saturno. En el hip hop todo puede suceder: es un planeta distante que se tiene al alcance de toda oreja y se proyecta en vectores por cada oído. Desde la Costa Oeste a la Costa Este, desde que a Biggie Smalls le pusieron un balazo en el bolsillo del saco, desde el Southside Loco y el norte con sus raíces nacientes, desde que las bocinas se hicieron para tunear bassline y sample: El beat ya tiene placa propia.
El hip hop de Regan John Farquhar A.K.A. Busdriver merece el apunte anterior. Le viene de nacimiento, ya que su padre fue screenwriter de “Krush Groove.” Filme pionero en la línea de la cultura de las tornamesas y los freestylers en flow sobre las calles y los muros arrinconados. Y a los quince estaba ya en las noches de micrófono abierto, así que como todo Mc de calidad, fue antes un poeta perteneciente a la inmortalidad del verso destilado en corriente veloz y la muerte del verbo acorralado en cajones y celdas (en gente como Gil Scott Heron se puede revertir la dupla con toda libertad). El rap de Busdriver (entrar a su página oficial o a Wikipedia por la vasta información de sus producciones y colaboraciones), está unido por enlace directo a la música de los grandes. Hay en Computer Cooties trabajo en conjunto con Daedelus (“Thick Enough”), Flying Lotus (“Will He”), Free The Robots (“Unibrow”) y Moderat (“Beats Way Sick”, presentado recientemente en el Festival Cervantino de Guanajuato), entre otras mancuernas que ponen al rapper de garganta más rebotante de Los Angeles entre los micrófonos de oro en barriadas y tornamesas internacionales, y me atrevo a decir tal cosa porque su ritmo es universal, tiene ese toque de malicia que la música requiere para ser producto y contiene también las bases del sonido consciente que cuando suena ya se pidió en los baffles… sin aviso. So come on beat, move on ya wheels Yo!.
Harvestman – Trinity
Escuchando este tercer trabajo de Harvestman (Steve Von Till), tengo ciertos scaneos mentales y ciertos flashes de fotocopia que me llevan al film `Begotten´, de Elias Merhige, película en alto contraste que viene siendo como una especie de metáfora/adaptación podrida del Génesis bíblico –así como del suicidio de Dios-, más cercana a los lineamientos imaginerísticos de Beckett incluso sin llevar diálogos, más avasallante que muchos de los trabajos de contenido terrorífico de su época, incluida cualquier noticia de nota roja, y más sustancioso en poesía que cualquier proyección cinematográfica en ese año (soy fan del gore y todo eso pero mi afirmación viene de cuestiones netamente visuales-personales sobre la poesía de lo abyecto). Investigando sobre el disco me topo con que fue hecho para una película italiana de terror titulada `H2Odio´ y lleva más guitarra y FX que sus discos anteriores [drownedinsound.com]. Así que estamos ante una pieza que intenta y en gran medida logra el cometido de interpretar (jamás traducir) el lenguaje cinematográfico en un plano audible. Ha habido, según los críticos, pocos músicos que logran hipervínculos entre imagen y sonido, pocos ingenieros de sonido, y aquí recuerdo con especial aprecio al material extraído de series de tv como Mazinger Z o La princesa de los mil años, que si bien no fueron sonido para cine, llevaban épica de séptimo arte. Algo pasa con la crítica musical de grandes giros: están tan acostumbrados a que se les ponga todo en bandeja de primera página que no se aplican a rasgar la tela donde se proyecta. Este disco no solo rasga, sino que realiza labor de sembrado y cosecha de frutos que por su oscuridad, merecen un lugar en el bufete de los caídos.
Proem – Enough Conflict.
Entre los lanzamientos que en este año llevan la bandera IDM éste es quizá uno de muchos que se posicionan entre los pocos pero se quedan entre los grandes. Es un regreso a los preceptos de WARP recordings o Skam pero llevando siempre huella de su creador, Richard Bailey, quien se caracteriza por realizar un IDM que se acerque más a las emociones que al tejido sináptico (esto en perspectiva romántica: la piel como receptora de emociones). En esta industria cada quien decide si colgarse o no de la balanza de los sellos-peces gordos o nada más colocar su interpretación estilística en alguno de los platos, en este caso, creo es el de la derecha que se va para abajo y luego balancea en equilibrio con la izquierda (WARP y Skam son de esos cisnes que al meterse en el lodo del mainstream salen siempre limpios y con los cuellos en alto, en alza de protesta directa). El centro, el vector que mantiene las tensiones en vilo, es el sonido. Proem es una música tranquilizante pero se nota que descansa de la batalla que significa mezclar el glitch con el break para lograr productos ligeros, el hip hop con el tempo tight-pesado para situar planos de sacralidad mórbida. Qué decir de la bassline en `Jiittirrriiii´ que se deriva quizá de lo que el cielo tiene de azul por las noches y se posiciona muy atrás en el plano audible invadido por moscas de alas vidriosas en constante aleteo y quiebre. Las voces en tracks como `Kalimbra Jam´, `Enough Conflict´ ó `Skulls´, también se ocultan pero entre el snare y el vibráfono hasta que las teclas del piano reclaman territorio y nos hacen creer que estar en plan chill out es como diagramar poco a poco la melancolía y esbozar un clima tropical de hamacas (rodeadas de arena seca, mares turquesa) y cerveza oscura.
Sank Otten – Morgen Wieder Lustig
En un punto aislado del entorno se asimila el cuerpo como parte de un todo. Así la música nos mueve y nos posiciona en el mapa ilusorio (redundancia acústica) de los mares y las sensaciones imprevistas. En la onda depresiva de los helechos, en la morbidez quebradiza de las aves madrugadoras, en su canto que imita nuestro despertar de ojos enrojecidos hacia los horizontes de la pared, ahí bien podría existir el silencio entre cada canción del presente disco. ¿Es acaso la electrónica un productor de bienestares? ¿Se pueden confundir un Picazzo en mi baño con las melodías de Daft Punk en medio del mar, en un islote mientras se bebe y se platica? No tengo nada de eso por el momento pero tengo la electrónica; en este caso, Sank Otten, en todo caso una renuncia a mis procesos corporales para optar por la fragmentación de mi presente externo (cosmos) que también es cuerpo. Comencé a escuchar música electrónica hace ya tres años por considerarla lo menos cercano a ciertas enfermedades que desde un tiempo similar me fueron atacando con resultados caóticos, y sonidos como en `Morgen Wieder Lustig´ me están haciendo entender que la electrónica es el verdadero reflejo de lo orgánico pues a diferencia, por ejemplo, de una samponia o de un repinique, un sintetizador tiene relación directa con las pulsaciones de las neuronas que construyen la emoción desde su raíz. No quiero diferir entre una manifestación y la otra, sólo trato, como es mi costumbre, de comunicar principios (efímeros). Sank Otten, procedentes de Alemania, lanzan un cuarto material que sigue su línea de jazz noir y ambient con armonías primarias patinadas con algo más que un minimalismo alemán puesto que se persigue la simbiosis con un trip – hop alienado, irónicamente, de sus raíces inglesas. Es un sincretismo sonoro cuyos cánones son las inmediaciones del inconsciente en su adecuación a lo fisiológico de vivir en un presente vertiginoso de cambios imbricados. Para escuchar a Sank Otten se debe estar listo a percibir algo así como una maraña de tejidos hechos por arañas en LSD, los cuales (se ha visto) son militarmente armónicos en su triangulación tridimensional. Es música que lleva las propiedades intrínsecas de todo ritmo o género pero que se manifiesta con los medios de la naturaleza nanométrica que invade nuestros procesos celulares. Una consecución de imágenes casi fílmicas en su acepción sonora puesto que lo que se oye es algo épico y lo que se escucha es algo diluible en las afueras perceptibles. Escúchese el primer track , `Lustig, lustig, demain encoré lustig´ (aquí como degustación), para constatar que el ritmo de Sank Otten es el ritmo exacto de los diagramas eléctricos y los planos arquitectónicos en correlación con sus habitantes microscópicos y sus destructores mamíferos. Bajar el disco entero para posicionarse en su sitio imaginario predilecto y percibir la nada con toda profundidad. Terapia propuesta: el drone es humano.
Vektordrum – Trinity
El drone creado por Derek Butler (Vektordrum) es fuente de oscuridad pero desemboca también hacia un saludo a los astros al verlos con lentes en tercera dimensión. De la profundidad acuosa, lejana a las superficies del manto vegetal, emergen sonidos texturizados de raíz interna. Súmamente oscuro, como si las criaturas de los abismos del Golfo se dedicaran a establecer patrones armónicos en base a la cadencia de su nado ciego, es `Shadowtrinity´, el primer acto de este par de lanzamientos que como un solo material nos presenta el artista estadounidense quien desde su página web nos dice “Hola, soy Vektordrum y parece que no puedo controlar mis fronteras estilísticas”. Es verdad, el filtro no tiene una línea fija, la red está corrompida y lo que del artista se tamiza por nuestros oídos para llegar a conformar una percepción espiritual del cosmos circundante ha pasado antes por los elementos esenciales de la destrucción sonora para mostrarse pulido y nuevo. Metamorfosis de un armatoste alado: esta primera parte se compone enteramente de viejos tape samples, sketches/samples alentados y retrabajados en el periodo 2005-2010, así como de minuciosas ediciones de piezas previas. Para dar una breve descripción de lo que el primer acto contiene, diré que es la escenificación de la maldad en preparativos para recibir bondades vía paraíso, me figuro seres interplanetarios en una corte sónica, juzgando a todos los mártires de todas las religiones para darles castigo de ruido, rodeados de peceras gigantes llenas de pulpos rescatados de la mancha petrolera, medusas luminosas, belugas y nautilos . La corte decide recluirlos a todos –los mártires- en el olvido al momento en que las bocinas ubicadas estratégicamente por el salón sonoro sueltan códigos perceptibles sólo por los animales marinos, sonidos de silencio. Lo anterior es una imaginería poco sustancial para describir que en este momento escucho “Pine Subsonic”, uno de los primeros 9 tracks.
Rainbowtrinity
Cuando escampa, las gotas suspendidas en el aire sirven al sol como prismas reflejantes para construir la bóveda celestial de los colores antes no escuchados. Estuvo lloviendo hacia arriba, del mar a la tierra, y lo que se oía eran los alaridos permeabilizándose desde el abismo de los seres luminosos. Lo que ahora recibe esa luz se complace en resonar contra las paredes húmedas del caos, organizándolo en apariencia, en realidad mostrando sus elementos con el didactismo seco de la muerte. Así comienza Rainbowtrinity, un apego al planeta rítmico donde material de MCs y grimers se aglomera sin roces ni contactos. Donde el hip hop en downtempo y el glitch, por hablar de engranes básicos en la maquinaria contemporánea, se desglosan en discursos melódico-armónicos que sorprenderían al más distraído por buscar la inexistencia de música nueva. Aquí la oscuridad del compendio anterior deja su huella pero son líneas de postes luminosos en consecución lo que nos asombra desde el principio cuando `Shinjuku Zybrian´ suelta la frescura de los humedales y los manglares bajo lluvia de trompetas de callejón y fricciones en 16 bits. Para cuando `Meaningless Part One´ entra en escena, la reminiscencia a Brian Enno y sus válvulas de escape es obligatoria, pero la tristeza, como muy pocas veces, se encamina hacia los confines de lo audible como una nube se asimila a sí misma en la retina de lagos que parecen haber ahogado locutores de radio. `Meaningless Part Two´ llega entonces para eliminar esa tristeza del entorno como un fumigador de vuelos, suena un drone luminoso, algo que ya tuvo mucho de línea negra y se prepara para abordar el avión hacia el último track: `Cancun Amberburst´ en donde se nos informa que la electrónica de Vektordrum acaba de atravesar una tormenta y ha cruzado la línea internacional de todos los tiempos.
Pariah – Safehouses
Garage para pisar: Pegazulejo de bajeo y jungle breaks, añadimos una capa fina de hip hop sellador por las paredes, y techamos la pista con un cielo raso de percusiones ad infinitum. Ahí está, tenemos una parte del fraccionamiento. El EP debut de Pariah (no es Kell Mossa, el superhéroe de DC) es una sorpresa rítmica que ni los futuristas del SCI–FI novelístico se imaginaban en las consolas de la gente por venir. Originario de Inglaterra y afincado en Escocia, firmando con R&S, habiendo ya hecho broadcast vía BBC 1 con Mary Anne Hobbs, Pariah (Arthur Cayzer, 22 años, universitario) puede seguir saludando a las pistas con mira de alcance preciso y manos de bassline, con este sonido que es fruto de su tiempo libre. Hay en el material mucho de post dillismo (`Detroit Falls´) el difunto J Dilla se acerca mucho a lo nuevo en las tornamesas y era de esperarse su intromisión espiritual y espectral de intensidades callejeras en la obra de Cayzer. Pero en éste disco hay contrapartes climáticas, como `Crossed Out´ donde la neblina de los callejones se difumina para ceder señal a la luminosidad de las praderas escocesas y emparentarse con Flying Lotus o incluso la parte camping de Boards of Canada, esto en un material de dubstep en 2010, año en que el género se fusiona con tonos variados para clavar su bandera entre los territorios conquistados a las afueras de la atmósfera de las clasificaciones genéricas, y en un `Safehouses´ que suena más a su autor que a otra cosa, manteniendo, claro, sus influencias en siete tracks donde los sampleos femeninos, el 2step con fortaleza de hip hop en plan drum break, el techno, y un minimal de extracción casi gore (llega a eso), nos atrapan y sueltan al finalizar con el track homónimo del disco, sin beat y con la atmósfera de la introspección primaria de los monjes del sonido, quizá Sven Weisemann, quizá y sin mucho acierto (cuestiones de proceso y gesto más que formales) las premisas de Karlheinz Stockhausen.
Locrian – Territories
El metal ha tenido revoluciones, pero han sido estomacales, desde que Black Sabbath lanzara a la luz su debut hasta días como los noventas en que el track homónimo se encontrara sumergido en el soundtrack del cartucho Mario Bros 3 para Nes, hasta los días como hoy en que todo se ha convertido en una maraña impulsiva compulsiva de picos, chaquetas y bajeos podridos dedicados luego al electro clash. Y mencionaría más revuelcos pero el tema abarcaría un tomo de edición abierta. El foro que sofisticó las modas y los modales del metal es Japón, ahí fue donde la chispa encendió la bujía de la imagen y se crearon los bordes de la caída hacia la permanencia en el mainstream: el metal se seguirá sosteniendo por siempre como un robot Gundam: ambos artefactos sofisticados de diseño imponente, ambos artefactos al fin y al cabo. Ahora la iconografía se acerca a los emos, a los cyberpunks y a los screamos de la ola nueva, yéndonos lejos y apartándonos del entorno cursie y las tendencias de un pop abaratado (hay gente a la que le queda, como todo, no lo niego, y me agrada), alejàndonos del medio, diremos que Locrian apuestan por la distopía, lado opuesto, b side de la utopía y como b side que se precie de serlo, una joya de paisajismos futuros y desórdenes de concreto y vidrio. Podríamos llamarlo drone, pero es mejor decir que hay atmósferas recién construidas que deben sus bases etéreas a la maza moldeada del metal underground que ante los gritos de Metallica, por poner un ejemplo de orden dictatorial, prefirieron algo asì como el rebote de las vibraciones causadas por la muerte de Cliff Burton o el lamento primigenio por las mutilaciones en los videos ilegales del Grindcore màs nefasto. Música para salvar ángeles caìdos, música expulsada del infierno.
The Flashbulb – Arboreal
Benn Jordan, el mismo que fuera Acidwolf, Human Action Network y FlexE, es ahora The Flashbulb. El bulbo pareciera más bien el de la imagen televisiva eléctrica (Jordan asegura haber compuesto sus mejores piezas de música, las más detalladas y precisas, para la televisón y el cine, sin seudónimo). «Arboreal» es una ironía fotografiada sin velocidad de luz, cosa nocturna, es eso en melodías que toman lo electrónico de monitores planos y sulfuran tridimensionalidad ciega, audible. Han habido, a lo largo de la historia de la música en el siglo pasado y el nuestro, encuentros con lo mediático que no sólo difieren en cuanto a lo establecido sino que además se pueden mezclar con ello, no por nada Benn Jordan ha musicalizado comerciales (y The Flaming Lips, y José González, y Sufjan Stevens). La manera de llamar la atención del mainstream para ellos es empezar por lo comercial mostrando materiales dignos de cualquier individualidad nocturna, críptica, solitaria. Claro (diáfano), lo anterior implica dinamismo, se requiere una mentalidad que tiene como raiz el punk pero como premisa el uso neto del sonido como escudo y método de venta. Esta vez las ondas son el jazz que se pone a bailar a gusto entre las piedras de la calle que nos harían tropezar de no ser porque junto a nosotros está la percepción percutiva del caos y sus posibles adaptaciones a nuestro viaje. Ya en viaje, «Arboreal» recurre luego a pasajes acústicos que nos devuelven la sensación del paseo nocturno, la salutación íntima a la miseria externa, porque toda ciudad es miserable si no se le imprime sonido que crezca vertébrico y en movimiento.
Ragel
Para degustación del material: krunkd.blogspot.com