Educar en el deseo de superación

Entrevista con el editor catalán Jaume Vallcorba

En la vida de Jaume Vallcorba, fundador de Acantilado, se dibuja con claridad una trayectoria, la de profesor de literatura a editor de libros peculiares.

Jaume Vallcorba

“Es evidente que hay muchos tipos de editor. Pero también lo es que, históricamente, los editores hemos tenido un papel importante en la evolución de la cultura en Occidente. Desde los scriptoria medievales, en los que se copiaban a mano los libros, hasta el mundo contemporáneo, la contribución de los editores a la evolución cultural ha sido determinante. La traducción de textos griegos en los talleres monacales permitió el conocimiento de la filosofía antigua (no soy de los que creen en una ruptura cultural con el mundo clásico en la llamada Edad Media). Pero su papel no se limitó a una simple traducción y oferta al mercado de los centenares de copias de textos antiguos: para empezar tuvieron que escoger qué textos iban a traducir, y de qué modo iban a hacerlo” (extracto del “Discurso de Jaume Vallcorba en la ceremonia de recepción del Reconocimiento al Mérito Editorial”).

Entre los numerosos premios y reconocimientos que se entregan cada año en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara (suman diez los independientes y otros seis aquellos en colaboración) figura el tercero en importancia que es el Reconocimiento al Mérito Editorial, el cual se le adjudicó el 2010 a Jaume Vallcorba, nacido en Tarragona en 1949, siendo una distinción concedida a otros editores destacados tanto en el extranjero como en México: de los hasta ahora dieciocho reconocimientos seis han sido para españoles incluyendo al galardonado, además de Manuel Borrás (2008), Francisco Porrúa (2003), Jorge Herralde (2002), Beatriz de Moura (1999) y Jesús Polanco (1998); otros cuatro para editores nacionales o que han ejercido su acción en México como Alí Chumacero (2001), Neus Espresate (1995), Joaquín Díez-Canedo (1994) y Arnaldo Orfila Reynal (1993); cinco para centroeuropeos como Michael Krüger (2009), Christian Bourgeois (2007), Inge Feltrinelli (2006), Roberto Calasso (2004) y Antoine Gallimard (2000); uno para un estadounidense (Morgan Entrekin en 2005), otro para un canadiense (Jack McClelland en 1996) y otro compartido para dos inquietos argentinos, Kuki Miller y Daniel Divinsky en 1997.

En la vida de Santiago Vallcorba —como suele firmarse haciendo una concesión al castellano— se dibuja con claridad una trayectoria, la de profesor de literatura a editor de libros peculiares. Peculiares a título doble, sea por la preservación de su lengua madre, el catalán-valenciano, a través de Quaderns Crema, un sello por el que el mundo de los lectores ha podido conocer nombres como los de Quim Monzó, Sergi Pàmies, Ferran Torrent, al lado de clásicos en lengua catalana y de traducciones de autores modernos, baste citar El quadern de Fritz Kocher de Robert Walser, al lado de autores como Dante, Catulo, Virgilio y buena parte del acervo de la literatura universal. El segundo frente se erigiría con la creación de Acantilado, que ha dado a conocer grandes clásicos centroeuropeos en lengua castellana, además de algunos autores modernos de expresión española.
—¿Qué exigencias tiene para un profesor de literatura, un hombre de amplia cultura libresca como usted, hacer libros en un mundo, el de la industria editorial que produce millones de ejemplares, algunos de ellos con la curiosa suerte de tener un breve tiempo de exhibición en las mesas de novedades y luego acabar entre saldos o bien en las trituradoras?

«La mayor exigencia es el compromiso con los lectores de la editorial, creando un espacio intelectual en el que los títulos puedan moverse con comodidad y sin fricciones. Renunciando, si es el caso, a editar un título de venta segura pero hostil al conjunto»

—La mayor exigencia es el compromiso con los lectores de la editorial, creando un espacio intelectual en el que los títulos puedan moverse con comodidad y sin fricciones. Renunciando, si es el caso, a editar un título de venta segura pero hostil al conjunto.
—¿Qué perspectivas existen en un universo sobresaturado por la oferta de material de lectura que tantas veces no aporta nada, resulta redundante o inútil?
—Si le hablo desde mi experiencia directa, le diré que el éxito que tuvo Acantilado ya desde sus primeros títulos y que ha ido consolidando en sus once años de existencia, me hacen ser muy optimista. En momentos como el actual, con una crisis notable, Acantilado ha podido sortear los escollos con bastante éxito.
¿Cómo enfrenta un verdadero editor esta barbarie posmoderna que todo lo quiere poner a la par, donde cada vez menos se reconoce el valor de los autores clásicos?
—Creo que debería moverse al margen de las modas y trabajar siempre a favor de sus convicciones. No le quepa duda de que hay una jerarquía tanto en la belleza como en las obras del intelecto. Ir en contra de ella es una forma de suicidio.

En su discurso de recepción del Reconocimiento al Mérito Editorial usted evocó las bibliotecas del Medioevo con sus copistas y miniadores, el celo que se ponía en preservar la letra; ante el todopoderoso influjo de Internet, la indexación supuestamente de la totalidad del acervo bibliográfico de la humanidad, ¿cuál es el futuro de los buenos libros, los buenos autores, los buenos traductores?
—Desgraciadamente, no tengo las claves del futuro. No tengo ni idea de lo que puede pasar. Aunque creo firmemente en el poder de la educación tanto de la primaria como de la media y la universitaria. Creo que en ella está la clave de nuestro futuro. Y que el futuro apocalíptico que usted dibuja puede ser evitado. El deseo de superación y de elevación se educa. Y el placer también.
Mucha gente en México ha oído de su egregia labor, Margo Glantz lo ha alabado como uno de los últimos editores auténticos en español, ¿qué nombres de autores mexicanos se incluyen en su catálogo?
—No he pensado nunca en mi catálogo en términos nacionales. Si lo mira atentamente, percibirá usted además una cierta reluctancia a considerar lo nacional un valor. La única nación válida para mí es la comunidad intelectual. A pesar de ello, le diré que hay algún mexicano y que me gustaría poder contar con algún otro. ®

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Publicado en: Libros y autores, Septiembre 2011

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