EJERCICIO DE PENSAMIENTO CON TRES PERSONAJES

Roy, Kelvin y Kaspar

Se llaman Roy, Kelvin y Kaspar. ¿Quiénes son? ¿Qué tienen en común? ¿Acaso en la falta de respuesta a los interrogantes de Roy reside el origen del sufrimiento de Kelvin? Arriesguemos un es posible. ¿Podría Kaspar encarnar la síntesis de los tres? Tal vez. ¿Por qué habrían de interesarnos los conflictos de estos personajes? Para poder conversar sobre peldaños y esferas.

Reunirlos en esta actividad no es más que una excusa, un ejercicio lúdico para aceitar las bisagras del pensamiento. Sus experiencias representan variantes imaginarias de nuestros propios anhelos. Son un androide, un científico y un hombre tomado como curiosidad por la ciencia. Roy, el “angel caído” del filme Blade Runner de Ridley Scott —basado en la novela Sueñan los androides con ovejas eléctricas de Philip Dick—; Kelvin, el científico de la película Solaris de Andrei Tarkovski —basada en la novela Solaris de Stanislav Lem— con una remake reciente de Steven Soderbergh protagonizada por George Clooney, y Kaspar Hauser, el diferente, el otro, de la película de Werner Herzog y de la obra de teatro de Peter Handke. ¿Qué puede revelarnos cada uno de ellos?

Roy, el androide

Roy es un Nexus 6, el modelo más perfecto de replicante o robot humanoide. Su periodo de existencia está limitado a cuatro años para evitar que pueda desarrollar sentimientos y emociones. Utilizado para trabajos pesados en el espacio exterior, Roy se rebela y comanda un grupo de cuatro androides Nexus 6 que regresan ilegalmente a la Tierra con el objetivo de obtener respuestas.

Roy Batty

“No somos computadoras, somos cuerpos”, dice Roy, el de la mirada gélida, quien ha descendido del firmamento estelar al infierno de la ciudad tecnocrática para pedirle a su creador que les permita vivir más. “Tiempo… el suficiente…” son las primeras palabras que Roy pronuncia en la película. El origen, la longevidad, las posibilidades de prolongar la existencia, la memoria, el sentido de la vida son cuestiones que inesperadamente preocupan a los replicantes.

“Es terrible vivir con miedo ¿no?”, le dice Roy a Deckard, su perseguidor terrestre, y añade: “Eso es lo que significa ser esclavo”.

Ante la falta de respuestas, Roy destruye a su creador, el diseñador genético Tyrrell, y renuncia a matar por amor a la vida. Así lo demuestra en el final del filme, cuando salva de una muerte segura a su perseguidor Deckard, para instantes después morir él mismo bajo la mirada atónita del que debía ser su propio cazador.

Mientras Deckard observa el cadáver de Roy, cuya vida “útil” ha llegado a su término, dice: “Buscaba las mismas respuestas que buscamos todos. ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuánto tiempo tengo? Y sólo pude verlo morir…”

Durante su corta vida Roy fue más esclavo de las dudas sobre la existencia que de la explotación física. No tuvo el tiempo que necesitaba para desentrañar los secretos de la vida.

Escena de Blade Runner

Kelvin, el científico

¿Pero quién tiene ese tiempo? Frente al secreto esquivo del mundo el hombre reacciona de diversas maneras. Así Kelvin, el científico de Solaris, afirma: “Todos sabemos que somos seres materiales, sujetos a las leyes de la fisiología y de la física, y toda la fuerza de nuestros sentimientos no puede contra esas leyes; no podemos menos que detestarlas. La fe inmemorial de los amantes y los poetas en el poder del amor, más fuerte que la muerte, el secular finis vitae sed non amoris es una mentira. Una mentira inútil y hasta tonta. ¿Resignarse entonces a la idea de ser un reloj que mide el transcurso del tiempo, ya descompuesto, ya reparado, y cuyo mecanismo tan pronto como el constructor lo pone en marcha, engendra desesperación y amor?” (Stanislav Lem, Solaris, Barcelona: Minotauro, 1988).

Kelvin sufre en carne propia el dolor del desgarro que produce lo que parece ser un matrimonio imposible: el de la ciencia y el alma. ¿Cómo ser hombre negando el alma? ¿Cómo aceptar un alma sin negar la razón? La tragedia circular no tiene solución. El hombre no puede ser alma o razón. Bastan el temblor de la emoción, la debilidad por el otro, la perplejidad ante lo inexplicable y el deseo ineludible de agotarlo todo, por todos los medios, para demostrar que esa escisión es falsa.

Entonces quedan la preocupación por lo inevitable y la duda de si es posible vivir ignorando el misterio.

Escena de Solaris

Kaspar Hauser, el “extraño hombrecito”

Quien tenía en su interior mucho más de lo que sabía y cualquiera podía llegar a entender era Kaspar Hauser. La historia de Kaspar alude a un misterio. El de un hombre que —privado del contacto con cualquier ser vivo desde su nacimiento— sobrevive durante treinta años dentro de un oscuro agujero de un sótano, alimentado a base de pan y agua hasta que su carcelero (probablemente el propio padre) decide “arrojarlo” bestialmente a la vida. Así, Kaspar es conducido a un pueblito y abandonado a la curiosidad de sus ortodoxos habitantes.

Kaspar Hauser

Unos breves apuntes sobre la vida de Kaspar, transcurrida a principios de siglo, nos servirán para conversar sobre los peldaños de la ciencia, las esferas del arte y los encuentros/desencuentros de los seres humanos en la sociedad por tratar de integrar (o no) los conocimientos del mundo al que pertenecemos.

Kaspar, el hombrecito misterioso, representa una cuestión de clasificación urgente para la ciencia, representada por los hombres notables del pueblo. Léase: alcalde, notario, prelado, profesor, médico, mecenas y vecinos respetables en general. ¿En qué categoría de la taxonomía ubicar a este subhumano analfabeto que apenas puede mantenerse sentado y come pan y bebe agua como si fuera un animal? ¿Cuál es la explicación científica para esta aberración del ser?

La primera medida cautelar es, por supuesto, otro cautiverio. La habitación de la torre parece lo más apropiado hasta que el hombrecito aprenda lo que debe. Mientras tanto, y para no engrosar el erario público, puede trabajar como atracción de circo y costearse su sustento. Muy apropiado.

Unos breves apuntes sobre la vida de Kaspar, transcurrida a principios de siglo, nos servirán para conversar sobre los peldaños de la ciencia, las esferas del arte y los encuentros/desencuentros de los seres humanos en la sociedad por tratar de integrar (o no) los conocimientos del mundo al que pertenecemos.

En el interín, un hombre culto e interesado por la ciencia y el arte, con mucho tiempo libre, decide convertirse en el protector e instructor de Kaspar. En menos de dos años el hombrecito aprende a caminar correctamente, a comer con cubiertos, a leer, a escribir, a tocar maravillosamente el piano y a conocer la esencia de los hombres. Y concluirá:

—“Para mí los hombres son como lobos”.

—“Pero, Kaspar, no puedes decir eso. No puedes pensar que todo es malo. Debes conocer bien a los hombres” —replica su protector.

—“Me parece que mi presencia en este mundo fue un fuerte golpe”.

La percepción aguda y la sensibilidad extrema de Kaspar no lo traicionan. Su presencia en el mundo representa un fuerte golpe para una sociedad estructurada según dogmas rígidos y sofocantes de todo atisbo de diferencia.

El camino recorrido por Kaspar Hauser

1. La fe en Dios

Los prelados quieren saber.

—“Kaspar, lo que nos interesa es saber si tú sentiste algo así como una idea natural de Dios. Si durante todo el tiempo de tu cautiverio pensabas en algo superior y más elevado”.

—“No entiendo nada esa pregunta. En mi prisión no pensaba en absolutamente nada. No puedo imaginar que Dios haya creado todo de la nada tal como ustedes me lo dijeron”.

Los prelados preocupados se consultan entre sí: “¿Qué debemos hacer?” “Este hombre no entiende cómo son las cosas”. “No sé qué haremos”. “Tiene que creer. Simplemente, tiene que creer”.

Uno de ellos, enfervorizado, lo exhorta a creer:

—“Tienes que creer. Tienes que creer”.

—“Primero, tengo que aprender a leer y escribir mejor”, contesta Kaspar, “para luego entender lo demás”.

—“No Kaspar, la investigación exacta de los aspectos oscuros de la fe es pecaminosa. Las cosas de la fe son más importantes. Y quítate esa costumbre de apretar el dedo pulgar contra el índice cuando hablas”.

—“Ahora, Kaspar, por lo menos repite con nosotros una oración. He dicho que repitas, hijo mío. Hazlo. La paz de Dios está por encima de toda razón humana. La paz del Señor conserva nuestros corazones en Jesucristo”.

Kaspar no repite.

2. La lógica

El investigador y profesor universitario viene expresamente para hacerle una pregunta. Él quiere evaluar la capacidad intelectual de Kaspar y ver cuánto ha aprendido en estos dos años. Desea comprobar si puede pensar lógicamente.

—“El problema que voy a plantearte es el siguiente: imagínate dos pueblos. Uno con gente que siempre dice la verdad y el otro con gente que siempre miente. Un camino de cada pueblo conduce hacia ti y un caminante llega a donde tú estás. ¿Cómo sabes de qué pueblo viene el hombre? Cuentas con la posibilidad de hacerle una sola pregunta y descubrir si viene del pueblo de la verdad o del de la mentira. ¿Cuál es esa pregunta?”

Kaspar queda enmudecido y el profesor reconoce que este problema lógico es demasiado para el hombrecito.

—“Bueno, Kaspar, sé que el problema es difícil y por ello voy a explicarte cuál es la solución: la pregunta debe incluir la doble negación. Así obligas al mentiroso a decir la verdad pues lo conduces a la identidad de lo absoluto. ¿Lo ves?”

Kaspar piensa unos instantes y le responde:

—“Yo sé otra pregunta”.

El profesor consternado le dice:

—“No existe otra pregunta para solucionar este problema. No la hay según las leyes de la lógica”.

—“Claro, yo conozco otra pregunta” —insiste Kaspar.

—“No puede ser, pero di qué piensas”.

—“Yo le preguntaría al caminante si es una rana de pantano. Si viene del pueblo de la verdad contestaría que NO puesto que siempre dice la verdad, pero si viene del pueblo de la mentira diría Sí, créame que yo soy una rana, porque tendría que mentir. Así sabría yo que él viene del pueblo de la mentira”.

—“No, no es así Kaspar. Yo no puedo aceptar esa pregunta. No guarda relación con la lógica. No está bien. Existe una sola pregunta y no es la que tú dices. La lógica concluye y no describe. Lo que tú has hecho es una representación y las representaciones no corresponden a la lógica. La comprensión no es lo definitivo… lo fundamental es la conclusión. Como profesor de lógica y matemáticas no aprendí a comprender sino a concluir. No, no, bajo ningún concepto puedo aceptar tu pregunta como válida. No sirve. No”.

3. El poder de los hombres y las manzanas inteligentes

El protector le muestra a Kaspar unas manzanas rojas, grandes y maduras. Le explica que provienen de la cosecha del año anterior. Luego, al mostrarle otras más pequeñas y verdes que penden de las ramas del manzanero le dice: “¿Ves estas pequeñas, Kaspar? El año entrante serán como las grandes”.

Kaspar sorprendido, pregunta:

—“¿Cómo lo logran?”

—“Lo hace el tiempo”.

—“Y el plan de Dios” —agrega el prelado.

Kaspar observa cómo una de las manzanas cae de la mano de su maestro y le dice:

—“Dejen descansar a las manzanas. Están rendidas y quieren dormir”.

—“Kaspar, las manzanas no se cansan. No tienen vida propia. A ellas les sucede lo que queremos nosotros. Si yo arrojo una por el camino, ella se detiene allí mismo donde cae. Porque nosotros lo queremos así. Y así sucede”.

—“No, así no sucede. Porque la manzana no se quedó donde cayó sino que se ocultó en la hierba”.

—“No, Kaspar, mira atentamente. Voy a arrojar una manzana hacia el pie del prelado y verás que allí se detiene porque nosotros lo queremos” —la manzana, al tener demasiada velocidad pasa sobre el pie y continúa un metro más.

Kaspar sonríe y dice:

—“¿Vió qué inteligente es la manzana? Saltó por encima del pie y siguió rodando. Una manzanita inteligente”.

4. Las mujeres

—“Señora Kent, ¿para qué son buenas las mujeres? ¿Podría decírmelo? ¿Realmente sirven sólo para permanecer sentadas?”

—“Pero Kaspar, ¿cómo dices eso?” —responde la señora Kent.

—“¿Y entonces por qué sólo les permiten tejer y cocinar?”

—“Para eso tienes que dirigirte a tu protector. Él te dará la respuesta adecuada”.

—“A él ya le pregunté”.

5. El sentido del espacio

El protector lleva a Kaspar a dar un paseo cerca de la torre.

—“Pero ¡qué alta es! El que construyó esta torre tuvo que ser un hombre de gran estatura. Me gustaría mucho conocerlo”.

—“No, Kaspar, un maestro albañil no tiene que ser un gigante para construir una torre. Para eso existen los andamios. ¿Ves, allí arriba en el extremo de la torre? Detrás de esa ventanita está la habitación donde dormías cuando llegaste al pueblo. ¿Recuerdas Kaspar?”

—“No puede ser posible. Porque lo que usted me muestra es un espacio pequeño, tendrá unos pocos pasos. Y cuando yo estaba en la habitación y miraba alrededor, a la derecha, a la izquierda, adelante o atrás, en todos lados estaba la habitación. Pero si yo observo la torre y me doy vuelta la torre desaparece. Por eso la habitación es más grande que la torre y entonces no puede estar detrás de esa ventanita”.

—“No, Kaspar. Así no se puede. Tienes que reflexionar bien. Sigo sin entenderte. Contigo no se puede”.

6. La experiencia de la música

Kaspar escucha emocionado cómo el pianista ciego ejecuta una hermosa pieza en el piano. El protector lo nota agitado y le pregunta:

—“Kaspar, ¿te sucede algo?, ¿te sientes bien?”

—“Cuando escucho la música tengo algo fuerte en el pecho. Me he dado cuenta de que la música me afecta mucho en el pecho. ¿Por qué todo me es difícil? ¿Por qué uno no puede tocar el piano así como respira?”

7. Los sueños y la realidad

—“Señor, he soñado”.

—“¿Que tú has soñado? Muy bien, Kaspar. ¿Qué soñaste?”

—“Sí, tuve un sueño”.

—“Me alegro que hayas hecho tantos progresos. Antes creías que todo lo que soñabas era realidad. Apenas hace dos semanas hubieras dicho que viste a la señora alcaldesa, quien —como se puede comprobar— hace tiempo está de viaje”.

—“Soñé con el Cáucaso. Y allí estaba, tan hermoso”.

8. La institución

—“Kaspar, ¿por qué abandonas así la iglesia? ¿Cómo te atreves?”

—“El canto de la comunidad es toda una gritería repugnante y cuando la gente se calla comienza el párroco adelante a gritar”.

—“Kaspar, tienes que regresar. Debes mostrar más respeto por las cosas sagradas”.

9. La muerte (o la vida)

Un puñal enloquecido se convierte en vocero de la ignorancia, la incomprensión y la crueldad humanas. Kaspar Hauser recibe una puñalada en su pecho. En el mismo pecho que se estremecía con la música.

En su lecho de muerte Kaspar cuenta el principio de una historia que quería escribir. Pero sólo tiene el comienzo: “Veo venir una enorme caravana a través del desierto, dirigida por un viejo bereber. El anciano es ciego. De repente, la caravana se detiene porque algunos creen que se han extraviado ya que sólo ven montañas delante de sí. Calculan con el compás. No saben qué hacer. Entonces el guía ciego toma una manotada de arena y la prueba como si fuera comida. ‘Hijos’, dice el ciego, ‘están equivocados, delante de nosotros no hay montañas, es sólo su imaginación. Continuemos hacia el norte’, y continuaron sin oponerse y llegaron a la ciudad en el norte. Y allí ocurre la historia. Pero la verdadera historia en esa ciudad no la sé”.

10. ¿La explicación necesaria?

La autopsia de Kaspar brinda insólitos datos a los científicos. Su cerebro presenta una extraña deformación representada en el superdesarrollo del cerebelo y una reducción del hemisferio cerebral izquierdo. Según la ciencia, eso aclara muchas cosas. El notario señala: “Hoy es un día que quedará en la memoria. He labrado una hermosa y minuciosa acta de defunción. Se descubrieron deformaciones en Kaspar Hauser. Por fin tenemos una explicación para ese ser tan extraño. Una explicación mejor de lo que hubiéramos pensado”.

Una escena de Kaspar Hauser

Tres caracteres frente a los misterios de la vida

Los conflictos de los tres personajes citados en este ejercicio de pensamiento son, en realidad, diferentes aristas de uno solo que se resume a lo que quiere el hombre y lo que el mundo le ofrece. Con palabras de Camus diríamos que es la confrontanción del “llamamiento humano” frente al “silencio irrazonable del mundo”. Interrogando a ese mundo es que se pretende aprehender el misterio o, por lo menos, vivirlo conscientemente.

Aunque el deseo de los personajes es impracticable, el hombre no abandona la idea de acceder a las verdades que tanto lo desvelan. La aproximación a esos misterios, la cercanía de una explicación, el ansia inagotable de conocer son los motivos febriles que desencadenan en su interior tormentas de creatividad.

Los conflictos de los tres personajes citados en este ejercicio de pensamiento son, en realidad, diferentes aristas de uno solo que se resume a lo que quiere el hombre y lo que el mundo le ofrece. Con palabras de Camus diríamos que es la confrontanción del “llamamiento humano” frente al “silencio irrazonable del mundo”.

Para describir estas maravillosas tormentas de avidez humana tomaremos en préstamo dos imágenes concebidas por Tarkovski (Andrei Tarkovski, Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del cine, Madrid: Ediciones RIALP, 1991): los peldaños y las esferas. En la ciencia, el conocer humano sigue los peldaños de una escalera sin fin, en la que siempre hay conocimientos nuevos sobre el mundo que sustituyen a los antiguos. Es, pues, un camino gradual de certezas temporarias —siempre provisorio— con ideas que se sustituyen unas a otras por formas de comprensión y conocimientos cada vez más detallados y precisos.

Dos maneras de acercarse a la realidad de las cosas

Y si el conocimiento científico de la realidad es como un ir avanzando por los peldaños de una escalera sin fin, el conocer artístico recuerda un sistema infinito de esferas interiormente perfectas, cerradas en sí mismas. Las esferas pueden complementarse o contradecirse mutuamente, pero en ningún caso puede una sustituir a otra. Todo lo contrario: se enriquecen mutuamente y forman en su totalidad una esfera especial, más general, que crece hasta el infinito.

El hombre se acerca al conocimiento de las verdades posibles de la existencia a través de la creatividad: subiendo los peldaños de la ciencia y haciendo rodar mágicamente las esferas del arte. Los peldaños y las esferas, ambos, son construcciones de la curiosidad humana, paralelamente destinadas a revestir una significación que sobrepasa ampliamente las afirmaciones directas que contienen. Así cabe a la ciencia explicar la experiencia, aunque —como sucede con frecuencia— se trate de una experiencia esotérica que tiene su origen en una experimentación deliberada.

Muchas veces el científico para poder trabajar opta por una vía y la sigue sin disponer de datos probatorios. En ocasiones llega a buen puerto, en otras debe recomenzar desde el inicio. No podemos negar que toda observación está impregnada de teoría pero al mismo tiempo sujeta a una interpretación, consciente o no, por eso la ciencia es un producto humano.

Por otro lado está el arte, cuya función es ayudar al hombre a despertar del sopor cotidiano y rutinario que no le permite intuir lo que inadvertidamente se halla frente a él, para abrir los ojos en otro sueño donde el misterio oculto de las cosas se le manifieste.

El arte siempre exige una actitud activa del receptor, y con rigor, su conversión, su desplazamiento, una transformación de su mirada y de su comportamiento. Los peldaños no son más necesarios que las esferas ni éstas mejores que aquéllos.

El hombre se acerca al conocimiento de las verdades posibles de la existencia a través de la creatividad: subiendo los peldaños de la ciencia y haciendo rodar mágicamente las esferas del arte.

Si aceptáramos que las teorías científicas vehiculizaran valoraciones espirituales, emociones y sentimientos, el resultado sería una mala ciencia y, al mismo tiempo, se distorsionaría el concepto de sensibilidad. Pero como las teorías científicas no tienen nada que decir respecto de lo que es específicamente emocional, sino únicamente de lo que es posible, entonces nos es necesaria una fuente de valores espirituales: el arte.

Según Tarkovski, el arte es algo así como una declaración de amor. Un reconocimiento de la propia dependencia de otros hombres. Una confesión. A lo largo de su existencia, el hombre se interroga y se confiesa incansablemente. Y como el mítico Sísifo, escala los peldaños rodando sus esferas.

El científico imagina, sueña y en su fantasía asocia los fenómenos, los recuerdos y todo lo que proviene de su cultura. Para Schatzman (Evry Schatzman, “Ideología y verdad”, Mundo Científico, no. 16, vol. 2, pp. 758-759), durante la primera fase exploratoria, la libertad de asociación y la creatividad son la clave de la actividad científica a través de las cuales se produce una especie de poesía que tiene sus raíces tanto en lo real como en el mito y que está muy influenciada por lo emocional.

Sin embargo, llega un momento en que esta construcción poética debe ser confrontada con la realidad. En esta fase interviene el rigor, el modelo debe dar cuenta de los hechos, de todos los hechos, y en definitiva sólo subsiste la única representación válida. A la cual no siempre se llega.

El artista también imagina, sueña, intuye pero

el nacimiento de una imagen artística no puede ser explicado por medio de un proceso empírico de conocimiento con ayuda del intelecto. Cuando un artista crea su imagen está asimismo superando su pensamiento, que es nada en comparación con la imagen del mundo captada emocionalmente, imagen que para él es una revelación […] Lo terrible está encerrado en lo bello, lo mismo que lo bello en lo terrible. La vida está involucrada en esa contradicción, grandiosa hasta llegar al absurdo, una contradicción que en el arte aparece como unidad armoniosa y dramática a la vez. La imagen posibilita percibir esa unidad, en la que todo se halla contiguo al resto, todo fluye y penetra en lo demás. Se puede hablar de la idea de una imagen artística, expresar su esencia con palabras. Es posible verbalizar, formular un pensamiento, pero esta descripción nunca le hará justicia. Una imagen se puede crear y sentir, aceptar o rechazar, pero no se puede comprender en un sentido racional. La idea de lo infinito no se puede expresar con palabras, ni siquiera se puede describir. Pero el arte proporciona la posibilidad, hace que lo infinito sea perceptible [A. Tarkovski, Esculpir en el tiempo, pp. 62-64].

Sería interesante introducir una imagen ideal de síntesis para preguntarnos hasta qué punto es viable. La de un objeto nuevo, originado en una tormenta de creatividad asombrosamente integradora y libre de prejuicios.

Una escalera de crecimiento continuo, cuyo último peldaño siempre esté rodeado por un colchón de esferas flotantes a donde sea posible saltar sin caer al vacío. Imaginar que, tal vez, fuera la intuición de esta imagen de síntesis la que colmaba el espíritu de Kaspar, la que acunaba en su ser aquella intangibilidad del enigma.

Un enigma universal, el enigma universal que trasciende la historia anecdótica de esta pobre víctima de una soledad impuesta. Nos referimos al misterio de cómo cada ser humano se relaciona con el mundo. ®

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Publicado en: Enero 2011, Existenz

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