La forma de hacer periodismo de Aristegui es la de una bully consumada. Está en el salón de clases, se levanta, esculca en las mochilas de los compañeros, saca sus agendas, recoge información personal, la difunde en el “chismógrafo”. Cuando sus compañeritos se quejan con la maestra ésta no sabe qué hacer…
Recuento: el chiste como nota

Carmen Aristegui
El pasado 7 de noviembre el sitio Aristegui.compublicó algo que pretendía pasar como una nota periodística. La nota era la penosa elevación a rango periodístico de unos de los tantos chistes que abundan sobre Enrique Peña Nieto. El texto decía que Peña Nieto se comunicó vía telefónica con Barack Obama para felicitarlo por su reelección. El texto finalizaba con una línea insultante que decía que Obama había logrado entender lo que el presidente electo había dicho. Se refería, por supuesto, al que Aristegui ha de considerar el impresentable inglés de Peña Nieto (quizás López Obrador hable un inglés impecable). Las fotos que acompañaban la “nota” definen a la perfección el sesudo periodismo que hace la nueva dama del buen decir: en una de las fotos aparece Peña Nieto frente a una bandera de Perú, el rostro se le nota cansado y tiene una mirada que no le favorece; en la otra aparece un Obama pleno, feliz, riendo y, claro, tomando una llamada telefónica en un celular, atrás de él la gente también sonríe. El parecido con los chistes de Facebook sobre conversaciones entre Peña Nieto y Obama resulta obvio. A final de cuentas, basura periodística producto de la línea editorial que prefiere Carmen Aristegui con la patente de corso que ella misma se ha procurado. No sólo el texto era insultante sino también la redacción y las erratas. Esa nota es un botón de muestra del ingenio pedestre y rudimentario de quienes la hicieron, al amparo de los beneficios que tiene trabajar para doña Carmen. Curiosamente, un par de horas después la nota en comento fue eliminada y apareció, en el mismo link, otra que hablaba de la reunión Obama-EPN… con las mismas fotos. Aristegui ignora que, incluso para hacer periodismo con mala leche, hay que ser elegante, tejer fino. Pero ella no es así, lo suyo es lo atrabancado, lo burdo. Le brotó el cobre de fiera manera.
Después de haber sido electo como presidente de México Enrique Peña Nieto publicó en su página de internet una invitación a quienes desearan enviar sus currículos para ser evaluados con miras a formar parte de su gobierno. Los medios de comunicación publicaron la invitación con el link a la página de Peña Nieto. Aristegui hizo lo propio en su sitio. En octubre la página de noticias de Carmen Aristegui refriteó la nota con intenciones aviesas: por un lado, tal vez querían hacerle al Anonymous y saturar la página del presidente electo; por otro, quizás buscaban crear la imagen a futuro de que Peña Nieto era el “engañifas” que ofrecía trabajos y que no cumplía; para esas fechas había terminado el plazo para enviar los currículos por medio de la página web, cosa que Aristegui.com bien se guardó de aclarar al refritear la nota.
El miércoles 14 de diciembre de 2011 Aristegui entrevistó en su programa de radio a María Gómez Rivera, ex esposa de Sergio García Ramírez. La señora Gómez Rivera habló acerca de cuestiones familiares y personales de García Ramírez. Otro refrito, pero Aristegui no lo sabía: la señora publicó hace ya años un libro sobre su relación con el ahora consejero electoral. Lo que dijo en la entrevista no era nada nuevo. ¿Valor periodístico? Ninguno. ¿Interés periodístico? Ninguno. De esa manera, Aristegui confirmaba su particular estilo periodístico donde todo se vale para torpedear el nombre de quien no sea de su agrado.
Al paso de los años la metamorfosis de Carmen Aristegui la ha convertido es una suerte de tarabilla: habla durante largos, casi eternos minutos, y para extraer dos ideas comprensibles de esa cascada de lugares comunes, muletillas e interjecciones es necesario acudir a un hermeneuta.
Hace algunos años la dama del buen decir —título nobiliario arrebatado a Talina Fernández— transmitió en su programa de radio una llamada que su equipo hizo a la residencia de Carlos Salinas de Gortari en Inglaterra. En esa llamada se escucha una voz femenina que responde. Era una empleada doméstica de origen mexicano que, ignorante de los intereses periodísticos de Carmen Aristegui, divulgó información acerca de la familia del ex presidente. Aristegui no se tentó el corazón y la transmitió.
La lista de los abusos que en nombre del periodismo perpetra son muchos: el supuesto alcoholismo de Calderón, la ridícula mesa de análisis sobre si Peña Nieto usó o no teleprompter en una entrevista, y muchos más. Marco Levario Turcott escribió: “Lo mismo pasó cuando la conductora, el 4 de febrero de 2011, validó la conocida diatriba del entonces senador Gerardo Fernández Noroña puesta en una manta y contraviniendo la ética y los códigos profesionales más elementales, incluso en este caso el prontuario deontólogico de MVS: ‘Por lo delicado del tema’ y porque éste es abordado asiduamente en las redes sociales, Presidencia de la República ‘debería dar una respuesta clara, nítida, formal […], por lo que inquirió: ¿Tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente de la República?’ Así, sin un solo dato que respaldara la pertinencia periodística de sus cuestionamientos —como incluso advirtió CNN, la cadena para la que también trabaja— sólo retomando uno de los tantos excesos verbales de Noroña. Lo que sucedió después lo conoce el lector.”
La bully del salón
La forma de hacer periodismo de Aristegui es la de una bully consumada. Está en el salón de clases, se levanta, esculca en las mochilas de los compañeros, saca sus agendas, recoge información personal, la difunde en el “chismógrafo”. Cuando sus compañeritos se quejan con la maestra ésta no sabe qué hacer: si le dice a Carmen que se aplaque sabe que la niña va a hacer un escándalo, va a aventar los libros, irá a la dirección a pedir su renuncia, se presentará su papá Andrés en la dirección para exigir que se respete el derecho de su hija a disentir. La maestra prefiere hacerse de la vista gorda. Carmen sigue haciendo de las suyas: habla a las casas de sus compañeros, los agrede verbalmente. Nadie se atreve a enfrentar las arbitrariedades de la niña.
La bully del salón agrede, provoca. Si alguien se atreve a encararla ella recurre a la acusación de que están molestándola.
Las metaformosis: de Carmen a la Aristegui Ahab
¿Dónde quedó la periodista que nos mostró la truculenta historia de Marcial Maciel? La periodista Carmen Aristegui ha sido opacada por la monumental sombra de La Aristegui; algo así como la cuasi transformación licantrópica que sufrió María Félix cuando interpretó el papel de Doña Bárbara. La estructura de la personalidad de Carmen perdió la batalla ante La Aristegui. No soportó el peso del tremebundo éxito obtenido: dinero, reconocimientos de propios y extraños, premios y más premios. Carmen sucumbió ante la poderosa personalidad de La Aristegui, una personalidad cuyo hambriento ego se alimenta de la demencial soberbia que su fama ha cosechado; que engulle como el monstruo come-galletas los elogios que le procuran sus audiencias cautivas y penosamente secuestradas por el discurso victimista; que traga todos los aplausos y vomita toda crítica.
La Aristegui es como el capitán Ahab. Obsesionada por la ballena tricolor, La Aristegui emprende una cruzada marítima en busca de la ballena que tanto daño le ha causado a ella y a su querido México. La ballena es el PRI, Salinas de Gortari, Peña Nieto: todos en uno.
Dad a La Aristegui lo que es de La Aristegui
Una de las señales más preocupantes de la transformación de Carmen Aristegui en La Aristegui es esa costumbre que ha adoptado de un tiempo a la fecha, que consiste en hablar de ella misma en tercera persona (digno de un capítulo de Asterix y Obélix). No es extraño escucharla decir cosas como la siguiente: “…Y, si usted me apura, y pregunta qué piensa Aristegui de esto, le respondería de bote pronto: que Aristegui está muy preocupada por la situación de poca transparencia de este asunto que tantas aristas tiene, y que hace votos para que, a la brevedad, el gobierno informe, de manera puntual y precisa, de los avances o no avances que hay en este caso que, si me permite decirlo con todas sus letras y sus implicaciones políticas, sociales, económicas, religiosas, entre otras muchas, mucho peligro habrá de que esto se desborde y se convierta en una auténtica bomba de tiempo.”
Y ése es otro de los síntomas del síndrome Aristegui: el desaseo gramatical, el desorden de las ideas que expresa en sus comentarios. Al paso de los años la metamorfosis de Carmen Aristegui la ha convertido es una suerte de tarabilla: habla durante largos, casi eternos minutos, y para extraer dos ideas comprensibles de esa cascada de lugares comunes, muletillas e interjecciones es necesario acudir a un hermeneuta.
Hubrys y némesis
La Aristegui se encuentra en la cresta de la ola. Todo lo que diga y todo lo que haga es motivo de atención, de controversia, de análisis. Está viviendo su hubrys: su divina soberbia le hace creer que ser una periodista bully es cosa buena, un servicio a los más altos intereses de la nación. No sabemos cuándo vendrá la némesis, ni siquiera sabemos si vendrá. Lo cierto es que La Aristegui se pasea por sus dominios con total impunidad.
Con pies de barro
La Aristegui es una colosal y marmórea estatua que señala el camino a recorrer. Ojalá y dentro de esa mole de mármol, oro y piedras preciosas quede un poco de Carmen Aristegui. Si ese poquito reflexionara, aceptara un poco de autocrítica, hiciera a un lado los aplausos y abandonara su zona de confort, seguramente Carmen vencería a La Aristegui. Si no, La Aristegui se convertirá, indefectiblemente, en Car-mensita. ®