De Perú a Paris, de la poesía a la narrativa, de la edición de revistas a la filosofía, quizás en unos años agreguemos, de la pornografía a las tornamesas. A continuación la historia y las ideas de Luis M. Hermoza.
Conocí a Luis M. Hermoza (Trujillo, Perú, 1977) vía e-mail gracias a Forrest Gander, cuando el poeta vino a Mérida a impartir un curso en el 2009. Luis dirige La Siega arte y cultura desde 2004 y el fanzine Simiostein, dos proyectos complementarios muy distintos entre sí. El primero, sobrio y apolíneo; el segundo, cien por ciento dionisíaco. Nuestras últimas conversaciones giraban en torno a la situación del escritor en estos días y cómo cada vez se hace más difícil mantener una postura crítica coherente. Nunca mencionamos la palabra disidencia, pero flotaba en el aire. Para difundir el estrépito Luis comparte con los lectores de Replicante sus opiniones.Luis M. Hermoza es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Barcelona. Su novela inédita El juicio de las ratasquedó entre los diez finalistas del Concurso de Novela Queleer Volkswagen 2008 (Barcelona) y en segundo lugar en el Premio de Novela de la Universidad Federico Villarreal 2008 (Lima). Tiene dos libros de poesía acabados e inéditos. Ha publicado en revistas y antologías en Perú, España, Chile y México. Actualmente prepara el lanzamiento de Le Cornélisme International en París y escribe su segunda novela. Este año Pelagatos (Chile) publicó Campamento, una plaquette escrita el 2002. Radica en Francia.
—Cuéntanos sobre tu travesía geográfico-intelectual desde que saliste de Perú hasta la fecha.
—Dejé Perú a los 22 años. Considero que era un adolescente. Sólo leía, me emborrachaba y amaba. Pero escribía y deseaba ser poeta. Antes de dejar Lima había estudiado tres años de literatura en la Universidad Católica del Perú y había escrito varios poemas, entre ellos dos plaquettes que entregué a mis amigos, El ciclo biológico de Urania y Hecatombe de mosquitos. Al irme de Lima lo dejé todo y me vine con sólo cinco poemas de los que me sentía verdaderamente satisfecho. El resto lo perdí. Era mediados de 1999, se usaban disquetes en ordenadores básicos, entonces se podía perder u olvidar cosas con más facilidad y felicidad. En Barcelona pasé once años, comencé y acabé Filología románica. Con ella me introduje en la literatura de la Edad Media. Cuando digo que me introduje es porque literalmente pasó eso: no salí de ella hasta que mi salud mental me lo pidió. Estaba aislado del mundo. Por seis años sólo leí a los trovadores provenzales, cantares épicos, Chrétien de Troyes, la saga artúrica, poesía mística medieval. Fue en ese proceso cuando escribí La trilogía del deseo, a la que añadí algunos de los poemas que traje de Lima, una plaquette titulada Deseo crónico que escribi en Barcelona, y un poema más y formé Tres formas de perder la cordura, mi primer poemario. Al acabarlo me propuse hacerlo público, entonces me di cuenta de que nadie me lo publicaría. Fue cuando me pasé a la narrativa y comencé mi primera novela, a la vez que me propuse acercarme al siglo XX y me matriculé en Teoría de la literatura. Fue un fracaso. No la soporté ni acabé el primer semestre. Tras eso, me obligué a entrar de lleno al mundo y me puse a trabajar para el mal: marketing, comunicación corporativa, por algunos años, hasta que me quemé y tuve que salir huyendo. Aterricé en París. Aquí estudio francés, pienso demasiado y a veces escribo. Pueblo joven es mi primer poemario completamente parisino y escribo mi segunda novela. Para mí, mi travesía intelectual ha ido de la mano con lo que he escrito. Nunca fui muy científico.
—¿Cómo te va en Francia? ¿Se vive de la literatura?
—A veces pienso que me va mal. Pero es cuando me pongo exigente. Por lo demás, valoro la experiencia de vivir en París y de matar una fantasía. Eso me motiva mucho literariamente y poco a poco voy conociendo compañeros de ruta: compinches. Si se vive de la literatura o no… Sé que hay gente que lo consigue. En lo particular, yo no vivo de la literatura ni quiero.
—¿Cuál es el papel principal del escritor/intelectual contemporáneo?
Antes creía en el arte por el arte, en el arte por y para la belleza. Desde luego, hablo de lo intrínsecamente literario. Desde hace algunos años, ya no. Más bien creo que ese tipo de arte en la actualidad es insulso y vacío, arte de burgueses onanistas, que lo somos todos los de la clase media, tal vez no muy burgueses, pero sí aburguesados y siempre onanistas.
—Antes creía en el arte por el arte, en el arte por y para la belleza. Desde luego, hablo de lo intrínsecamente literario. Desde hace algunos años, ya no. Más bien creo que ese tipo de arte en la actualidad es insulso y vacío, arte de burgueses onanistas, que lo somos todos los de la clase media, tal vez no muy burgueses, pero sí aburguesados y siempre onanistas. Ahora creo en la labor social del arte. De pronto, para mí, la poesía, la narrativa han recobrado sentido. Ya no creo en frases como “la poesía no sirve para nada”. Al contrario, hemos entrado al siglo XXI muy distintos a como lo hicimos en el XX: esencialmente frívolos. El siglo pasado teníamos por qué luchar, creíamos en ideales. Hubo guerras, se libraron batallas por eso. Ahora que hemos conseguido medianamente todo lo que nos interesaba hemos caído en la frivolidad y la literatura ha ido de la mano guiada por la frivolidad del mercado, al punto de que parece haber perdido sentido. Pero, de una forma natural, en el ámbito hispanohablante, han surgido elementos, tan lejanos geográficamente como cercanos en sus obsesiones, que parecen luchar por algo, y no hablo de derechos o libertades, hablo de lo que siempre ha atacado la literatura en todas las épocas de crisis: el adormecimiento social. No sé cuál es el papel principal del escritor/intelectual contemporáneo, no creo que exista uno solo, pero te puedo decir que esta nueva postura me agrada y la hago mía. Algo que me ayudó a consolidar esta idea fue que, al llegar a París, he encontrado a poetas franceses que piden esto a gritos.
—¿Has pensado dedicarte a otra disciplina?
—Sí, hacerme DJ y dirigir una productora porno.
—¿Cómo contrarrestas el hecho de que la literatura está llena de fenómenos desagradables (soledad, desarraigo, la sensación de estar fuera del juego social, los ritos de la élite intelectual, las pretensiones ajenas)?
—Una vez que los hombres saciaron sus necesidades básicas tuvieron la necesidad de sosegar el espíritu. Es cuando apareció la literatura en la figura del cuenta-cuentos, del poeta que componía y cantaba, quien en búsqueda de la catarsis abordó los miedos y fantasmas propios y ajenos. Para mí, es natural que la literatura esté llena de demonios, de sentimientos sombríos, de personajes atormentados, y esto es tan saludable para el que escribe como para el que la consume. La literatura, en lo personal, me evita tener que consultar un psicoterapeuta.
—Háblanos de tu trabajo narrativo/poético (libros, temas recurrentes, evolución).
—Algo de esto ya te comenté en mi primera respuesta. En cuanto a mis temas recurrentes y la evolución de éstos, he ido pasando del amor, del deseo al pesimismo. Cosa que tiene sentido ante lo efímero de esos sentimientos y sensaciones que nos remiten al placer. Cuando eso se acaba no nos queda más que sumergirnos en sentimientos sombríos que afloran la calidad autodestructiva del hombre. Lo mismo pasa con las sociedades. Están impregnadas de esa esencia autodestructiva que carga consigo cada ser humano. Ahí es donde me surge el pesimismo hacia el hombre y sus sociedades que es lo que me motiva últimamente y alrededor de lo que estoy escribiendo.
—¿En qué consiste el proyecto de La Siega?
—La Siega es una revista digital de literatura, arte y cultura que fundé en 2004. Desde entonces he ido investigando, buscando y, gracias a colaboradores y a los integrantes del consejo editorial, descubriendo propuestas creativas actuales en todo el ámbito hispanohablante. De hecho, La Siega es lo que me mantuvo conectado con la actualidad mientras me encontraba en las profundidades de la Edad Media y me ha ayudado a definir mis motivaciones creativas. Básicamente La Siega sigue los deseos o intereses de su consejo editorial. Por ejemplo, estamos en plena preparación de un número dedicado a la narrativa austriaca de postguerra. Suena tan exótico como bien.
—¿Qué representa este esfuerzo editorial a siete años de distancia?
—Es un proceso de aprendizaje, de colaboración mutua y, felizmente, de creación de vínculos de amistades por todo el mundo. Nació con el interés de pasarlo bien y por suerte continúa bajo esta premisa.
—¿Qué otros vicios practicas además de la literatura?
—Los peores.
—¿Qué hay de Simiostein (filosofía, modos de acción, alcances)?
Lo que pretende la Agrupación Cornelista: por un planeta sin humanos a través de Simiostein es difundir e inculcar la certeza de que el fin de la especie humana es inminente y que, al ser así, lo que deberíamos hacer es acelerarlo para dejar de una vez el planeta en paz, antes que alargar su agonía.
—Simiostein es el título del fanzine que lancé en Barcelona antes de mudarme a París. Gira en torno a la idea del mesianismo-simiesco, es decir, de la llegada del nuevo simio, del Simio Pensante, que logrará poner orden en medio del caos tras la desaparición del ser humano. Se trata de la primera publicación de la Agrupación Cornelista: por un planeta sin humanos, cuyo nombre es bastante claro. Lo que pretende la Agrupación Cornelista: por un planeta sin humanos a través de Simiostein es difundir e inculcar la certeza de que el fin de la especie humana es inminente y que, al ser así, lo que deberíamos hacer es acelerarlo para dejar de una vez el planeta en paz, antes que alargar su agonía. Simiostein, además publica autores y creaciones afines con el pensamiento que manifiesten, metafóricamente o no, esa decadencia de esperanza ante las posibilidades del hombre o que simplemente expongan la necesidad de su desaparición. Simiostein se presentó en Lima, Barcelona y Palizada, gracias a la generosidad de amigos y afines al movimiento. En París estoy trabajando junto con el poeta Laurent Bouisset en la versión francesa del fanzine, con el título Le Cornélisme International.
—En el fanzine se afirma que el mono debe reemplazar al hombre. ¿Coqueteas con el terrorismo cultural?
—No me queda muy claro qué es lo que quiere decir “terrorismo cultural”. Hay quienes utilizan esta denominación para hablar de la violencia y opresión que ejerce un Estado sobre los poetas o gestores de cultura. Pienso también en el brazo filosófico y de difusión de los grupos terroristas para calar en las sociedades. Estas dos cosas NO hago. Pero si te refieres a dar miedo con lo que difundo en Simiostein, a generar desconfianza y recelo por medio de determinada expresión cultural, creo que a eso sí llego. Generalmente cuando explico el cornelismo la gente tiende a protegerse, en otras palabras, a proteger la humanidad. Algunos te quieren atacar con obviedades del tipo Pero en ese caso vosotros tampoco existiríais, o con salidas menos ocurrentes como Sin seres humanos el mundo sería muy aburrido. Cito estas dos frases porque son las más recurrentes. En esta época, en que todo el mundo está desesperado por salvar la tierra con el único fin de salvar al hombre, es bastante efectista decir lo contrario. Nadie se lo espera. Entonces, generas miedo y reacción. Más aún cuando se dan cuenta de que no lo dices en broma ni con el único fin de provocar o llamar la atención, sino que lo crees firmemente, lo debates y discutes. Porque al final de todo, todos lo tenemos y compartimos la idea de que lo mejor que le puede pasar al planeta es que el ser humano desaparezca. El cornelismo te lo saca y te lo lanza a la cara, lo dice por ti.
—¿Qué se necesita para ejercer acciones subversivas contundentes?
—La historia ha demostrado que las acciones subversivas realmente contundentes han ido de la mano de la violencia. En nuestra época, es decir, ahora mismo, existe una ventaja: tenemos dos mundos, el real y el virtual. La violencia real la vivimos y cada vez es más difícil generarla acertadamente debido a las redes y ramificaciones de control y represión que vamos ganando. Pero creo que aún no se ha explotado verdaderamente la violencia virtual. Está aún por definirse. Cuando llegue será nuestra nueva caja de Pandora que nos dejará con los ojos y la boca bien abiertos.
—¿A dónde pueden dirigirse quienes deseen colaborar contigo?
—Pueden contactarme a través de blog de la Agrupación Cornelista en español o a través de La Siega. Ahí hay correos electrónicos. Ojo: sólo asuntos literarios.
—¿Alguna última observación?
—Pronto Le Cornélisme International en español. ®
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