El ritual, la experiencia y la performance son conceptos entrelazados en las disciplinas antropológicas y artísticas, pues ofrecen un marco para entender cómo los seres humanos estructuran, expresan y significan sus vivencias en sociedad.
Leer El fulgor de la presencia. Ritual, experiencia, performance, de Rodrigo Díaz Cruz, me devolvió gratamente a mis lecturas de juventud: Las mitológicas y El pensamiento salvaje, de Claude Lévi–Strauss, y otras obras seminales, como La rama dorada, de James Frazer —la versión resumida de 800 páginas, no los doce tomos— o las obras de Joseph Campbell y otros autores que estudiaron los mitos y las culturas del mundo.
Rodrigo Díaz Cruz —profesor del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana desde 1989 y doctor en Antropología por la UNAM— dice que nunca ha dejado de considerarse alumno, y afortunadamente siempre ha tenido magníficos profesores.
Entre sus libros destacan Archipiélago de rituales. Teorías antropológicas del ritual (Anthropos, Barcelona, 1999) y Los lugares de lo político, los desplazamientos del símbolo (Gedisa, Barcelona–México, 2014), y muchos más en colaboración o como editor.
“Las prácticas rituales despliegan privilegiadamente esa cualidad de hacer presente realidades, experiencias, actantes humanos y no humanos suficientemente vívidos como para conmover, seducir, engañar, ilusionar, encantar, divertir, aterrorizar, sanar, herir”, escribe el autor, y se propone mostrar “diversas poéticas de la vida ritual: cómo está integrada por ensamblajes o colectivos; su carácter enfáticamente encarnado y material; sus maneras de multiplicar ontologías; sus formas de re–presentar y hacer mundos por virtud de imágenes, objetos, aisthesis (la aprehensión directa, experiencia, las convicciones o creencias ‘verdaderas para mí’), arte, encantamiento…”.
En los rituales antiguos, como los misterios de Eleusis en la Grecia clásica, los iniciados experimentaban un viaje simbólico de muerte y renacimiento, y estaba diseñado para otorgarles una profunda conexión espiritual y un sentido de comunidad.
De manera muy simple, pues el autor lo explica en toda su complejidad y profundidad, podemos decir que el ritual, la experiencia y la performance son conceptos entrelazados en las disciplinas antropológicas y artísticas, pues ofrecen un marco para entender cómo los seres humanos estructuran, expresan y significan sus vivencias en sociedad. Estos tres conceptos no solamente capturan prácticas culturales específicas, sino también las emociones, los valores y las relaciones que subyacen en ellas.
Un ritual es una serie de actos simbólicos que se repiten en contextos específicos y están cargados de significado cultural. Victor Turner, en El proceso ritual (1969), dice que los rituales son espacios liminales que separan a los participantes de su cotidianidad y los llevan a un estado de transición en el que los papeles sociales pueden cuestionarse o reafirmarse. En los rituales antiguos, como los misterios de Eleusis en la Grecia clásica, los iniciados experimentaban un viaje simbólico de muerte y renacimiento, y estaba diseñado para otorgarles una profunda conexión espiritual y un sentido de comunidad.
La experiencia en los rituales es lo que les da vida: su capacidad para evocar emociones, significados y transformaciones en quienes participan. La experiencia ritual puede ser interpretada como un medio para conectar al individuo con algo trascendente o comunitario. En rituales modernos como los del Día de Muertos, en México, el acto de construir altares o compartir historias de los difuntos crea una experiencia profundamente personal y colectiva, en la que los sentimientos de pérdida se transmutan en celebración y memoria.
El concepto de performance, popularizado por teóricos como Richard Schechner, destaca cómo los rituales pueden entenderse como “representaciones” en las que los participantes actúan papeles simbólicos que comunican emociones y valores culturales. La performance ritual no es sólo un espectáculo para los demás, sino un acto que involucra al cuerpo y la mente en un proceso de transformación. Las danzas tradicionales, como el Bharatanatyam en la India, mezclan la narrativa mitológica y la expresión corporal para crear un ritual performativo que conecta al intérprete y al público con lo divino.
Actualmente, rituales como el festival “Burning Man” en el desierto de Black Rock, en Nevada, mezclan lo performativo y lo experiencial en un contexto contemporáneo, en el que la interacción entre los participantes y las instalaciones artísticas redefine los límites del ritual.
Los rituales antiguos, como los sacrificios mayas, ofrecían una experiencia cargada de simbolismo para mantener el equilibrio cósmico. Actualmente, rituales como el festival “Burning Man” en el desierto de Black Rock, en Nevada, mezclan lo performativo y lo experiencial en un contexto contemporáneo, en el que la interacción entre los participantes y las instalaciones artísticas redefine los límites del ritual. Aunque los objetivos y las formas han cambiado, la necesidad humana de estructurar lo simbólico y lo emocional permanece intacta.
El ritual, la experiencia y la performance son herramientas poderosas para dar forma y sentido a las interacciones humanas. Ya sea en contextos religiosos, sociales o artísticos, estas prácticas reflejan cómo los seres humanos negocian su identidad, sus creencias y su lugar en el mundo. Así, los misterios de Eleusis o un espectáculo contemporáneo de danza, separados por milenios, revelan un núcleo común: la búsqueda de lo significativo a través del acto compartido.
Escribe Camilo Sempio–Durán que “El fulgor… es un libro anfibio, porque circula por tierra, agua y cielo del saber, se mueve con soltura en desiertos filosóficos y mares de la literatura, penetra y vuela en las artes escénicas y en la estética, en la historia navega y en la antropología enciende un fuego para narrar mitos. Los ejemplos y las costumbres de las poblaciones descritas, las notas periodísticas, en fin, la realidad recuperada es sumamente variada. Hay algo de enciclopedismo que acompaña el carácter anfibio de este volumen”. De título muy afortunado, por cierto.
Acaso el único desacuerdo con el autor es el crédito que le concede a Judith Butler. Como dice Alan Sokal sobre la filósofa estadounidense: “Apoyamos plenamente el derecho de todas las personas a vivir sus vidas como deseen, libres de violencia, acoso y discriminación. Pero no estamos de acuerdo con la idea radical de que la identidad de género autodeclarada debería suplantar al sexo biológico para todos los efectos legales y sociales”. El aspecto que le interesa a Díaz Cruz sobre Butler es, me dijo, su afirmación de que el género es performativo.
Se trata, pues, de un libro apasionante, un extenso recorrido por la cultura, la imaginación creadora y el pensamiento —y perdonen la burda simplificación con que lo reseño… ®
Notas
Alan Sokal. “Respuesta a Judith Butler”. The Guardian, 25 de octubre de 2021.
Camilo Sempio–Durán, “El fulgor de la presencia. Ritual, experiencia, performance. Rodrigo Díaz Cruz”. Alteridades, no. 68 (2024).