Desde Aristóteles se sabe que las tragedias reales y ficticias tienen un efecto beneficioso: la catarsis, la purificación de las pasiones mediante la vivencia de una situación trágica.
Se murió Leonard Cohen… Espero que sea la cereza negra de este aciago pastel del 2016. Parece maldición tantos ilustres decesos mezclados con tan infaustos acontecimientos. Es un parteaguas con tantos difuntos célebres y cercanos. Pero si trascendemos la pena podríamos ver que se trata de muertes y acontecimientos anunciados. Cohen y David Bowie alcanzaron a producir y ver su réquiem en los escaparates de los establecimientos musicales y en la red. Luis González de Alba planeó meticulosamente su deceso. Prince y Juan Gabriel traían encima la muerte, planeando en círculos como parvada de zopilotes.
Pero la desventura de este año no alcanzó su siniestra dimensión hasta el ominoso triunfo de Donald Trump. El ascenso del polémico magnate neoyorquino a la presidencia del país más poderoso del mundo no lo vio quien no lo quiso ver. Lo peor fue la voluntaria ceguera de casi todos.
No quisimos ver el inminente regreso del péndulo que regula al orbe. Nos creímos el espejismo de un mundo mejor casi sin esfuerzo ni costo. Por mera “evolución”. Pero era un simulacro. Sustituimos al verdadero bien por un ritual adjetivo y cosmético. Creímos que con renombrar el lado oscuro con eufemismos piadosos bastaría para exorcizarlo. Nos convencimos de que nuestros deseos, rituales y percepciones substituían a la realidad. Que el triunfo de la reacción era “moralmente imposible”.
Nos estremecemos de pavor y furia ante las amenazas de Trump contra los emigrados mexicanos, pero el beatífico y carismático Obama tiene el récord de todos los tiempos de migrantes deportados: tres millones… Es más, se la puso muy difícil al oxigenado energúmeno para superarlo. Por primera vez en este siglo y en el anterior se invirtió el flujo migratorio entre México y Estados Unidos: regresan o son regresados más de los que se van.
El espeluznante fenómeno Trump será estudiado durante buena parte del siglo. Todos los sucesos políticos, por más conspicuos y escandalosos que parezcan —negativos o positivos—, no surgen milagrosamente de la nada, no nacen de la espuma del mar como Venus.
Ahora que abundan las lágrimas, los gemidos y el crujir de dientes, es entre patético y risible leer, ahora sí, las abundantes explicaciones de los desacertados analistas sobre los porqués de la derrota de Hillary y el triunfo de Trump.
Trump no cambió las reglas del juego de la promoción política, simplemente aplicó las más vigentes y exitosas en el país más poderoso del mundo. Tarde o temprano un personaje mediático acabaría obteniendo el poder en el país vecino. Los estadounidenses estaban destinados a disfrutar su propio Berlusconi.
Ahora que abundan las lágrimas, los gemidos y el crujir de dientes, es entre patético y risible leer, ahora sí, las abundantes explicaciones de los desacertados analistas sobre los porqués de la derrota de Hillary y el triunfo de Trump.
Algunos hechos que nadie quiso ver
• La esperanza de vida de la población blanca ha disminuido. Estados Unidos en el 2015 quedó en el lugar 37 mundial. Debajo de Costa Rica, Líbano, Eslovenia, Grecia, Chipre, Chile, no se diga de las naciones desarrolladas… Hace veinte años estaba en el lugar 11. En algunas regiones de Estados Unidos la situación es muy grave: en Mississippi los hombres tienen una esperanza de vida de 67 años, mucho menor que en Filipinas. El Obamacare ha tenido el paradójico efecto de aumentar el costo de las primas de seguro médico. Los suburbios y las zonas rurales hervían de resentimiento.
• Las encuestas no mintieron, los medios sí. Mintieron escandalosamente… Jamás se había visto en una sociedad democrática tal vuelco de los medios de comunicación en contra de un candidato. La relación de periódicos era de 30 a 1 en contra de Trump. Pero esa relación se invertía en la reacción del público en medios sociales. Los “Me gusta”, los “Favs” y los “Comentarios” eran de 30 a 1 a favor de Trump. El Índice RCP (www.realclearpolitics.com), el promedio de todas las encuestas disponibles) indicaba 14 estados donde no era posible señalar un ganador. Y a pesar de las demasiadas empresas encuestadoras sesgadas a favor de Hillary, los resultados en promedio de esos 14 estados decisivos quedaron dentro de los porcentajes del error muestral; excepto en Wisconsin (por cierto, los republicanos no ganaban en ese estado desde 1984 con Ronald Reagan, y, para más inri, Hillary Clinton perdió ahí ante Bernie Sanders). Pero los principales periódicos seguían dándole ventaja a Clinton todavía al mediodía de la jornada electoral. Trump es impresentable, por decirlo suavemente, pero los medios de comunicación no tenían por qué distorsionar la realidad conforme a sus deseos y simpatías.
Algunas voces aisladas, Casandras enronquecidas, anunciaban la catástrofe, pero nadie les creyó: no quisimos oírlas. Así, varios prestigiados expertos predijeron el probable triunfo de Trump.
• Hillary Clinton siempre fue una candidata con quijada de cristal —usando la jerga boxística—: absolutamente todo le impactaba. A Trump nada le afectó. Las tremebundas grabaciones que exhibían su misoginia apenas le perjudicaron unos cuantos puntos en las encuestas, que luego recuperó tras la carta del FBI al congreso, que retomaba el caso de los correos de Hillary, quien se vio en dificultades para superar a un candidato tan débil como Bernie Sanders. A pesar de que ganó la votación global, con ella el partido demócrata perdió todo. Perdió la presidencia, el senado y la cámara de representantes. Para equiparar esta catástrofe demócrata hay que retrotraerse hasta 1928. Por cierto, Donald Trump gastó en su campaña la mitad de lo que gastó Clinton.
Algunas voces aisladas, Casandras enronquecidas, anunciaban la catástrofe, pero nadie les creyó: no quisimos oírlas. Así, varios prestigiados expertos predijeron el probable triunfo de Trump: George Lakoff, catedrático de Berkeley de lingüística y ciencia cognitiva. Allan Litchman y sus variables que no han fallado desde que las creó en 1984. El superforecasting de Philip E. Tetlock… En México, Luis Videgaray, quien tuvo que renunciar tras su fallido intento de negociar con Trump.
Adiós funesto 2016, pero vaya un adiós también a todas estas inolvidables personalidades que nos dejaron este año pero que hicieron nuestro mundo mejor: René Avilés Fabila, Gato Barbieri, Pierre Boulez, Michael Cimino, Johan Cruyff, Umberto Eco, Keith Emerson, Glenn Frey, Teodoro González de León, George Martin, Mariano Mores, Billy Paul, Ettore Scola, Siné, Alvin Toffler, Isao Tomita, Naná Vasconcelos, Leon Russell…
Lo más conspicuo y difundido fue lo de Michael Moore. Su clarividente artículo al respecto se tomó como otra irónica broma más de este mediático activista. Por cierto, tras la debacle declaró: “Dejen de decir que están muy sorprendidos por el resultado. Lo que en realidad quieren decir es que han estado viviendo en una burbuja todo este tiempo”.
Basta de lamentaciones. Desde Aristóteles se sabe que las tragedias reales y ficticias tienen un efecto beneficioso: la catarsis, la purificación de las pasiones mediante la vivencia de una situación trágica. La catarsis es visionaria. Fuera máscaras, la realidad es atroz. Dejémonos de alucinaciones y simulacros, y comprendamos que la mejor vía ante la catástrofe es la acción lúcida y consciente; la lucidez entremezclada con la razón, la voluntad, la emoción y la pasión.
Adiós funesto 2016, pero vaya un adiós también a todas estas inolvidables personalidades que nos dejaron este año pero que hicieron nuestro mundo mejor: René Avilés Fabila, Gato Barbieri, Pierre Boulez, Michael Cimino, Johan Cruyff, Umberto Eco, Keith Emerson, Glenn Frey, Teodoro González de León, George Martin, Mariano Mores, Billy Paul, Ettore Scola, Siné, Alvin Toffler, Isao Tomita, Naná Vasconcelos, Leon Russell… y los que faltan. ®