Paola Velasco (Xalapa, Veracruz, 1977) es un joven y destacada ensayista. No por nada ha compartido crédito en la coautoría de un libro sobre Nélida Piñón —a propósito del Premio Juan Rulfo que recibiera la narradora brasileña— junto a Adolfo Castañón, uno de nuestros más grandes ensayistas. Veredas para un centauro [México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2012] reúne un total de quince ensayos producidos por la escritora veracruzana a lo largo de los últimos años.
Ya desde el título la autora recurre al sumo y siempre polifacético Alfonso Reyes, de quien señala en el primero de sus ensayos: “Igual que el dios Jano, cuyo rostro bifronte mira al mismo tiempo el nacimiento y el ocaso del día, Alfonso Reyes me ofrece en sus escritos dos perfiles”. Y es que a Velasco, tendiendo un puente con lo mejor de la tradición ensayística alfonsina, el mundo grecolatino tampoco le es ajeno. “La raza irritable de los poetas” (Genus irritabile vatum: Horacio dixit), por ejemplo, parte de la conocida expresión de César, Tu quoque, fili mi!, al verse cercado por Bruto y luego herido de muerte en el senado, por lo cual afirma la autora: “De ser estoico practicante, es seguro que César se habría esforzado por disolver la inquietud y volver sin irritación la cara a quien lo amenazaba, porque ¿con qué irritarse? ¿Con la maldad de los hombres?” Cabría preguntarse si el ánimo de César en ese fatal acontecimiento no estuviese más cercano al estupor y al terror que a la irritación, además de que, como sabemos, la máxima del poeta latino fue empleada, precisamente, para satirizar la desmedida susceptibilidad de algunos de sus pares. Mas esto es en realidad baladí, pues hay una clara intención por desarrollar temas y motivos de carácter universal que asolaron a aquellos hombres a través de una nueva y revalorada interpretación. Más próximos al ensayo filosófico, “Del dolor”, “Del cuerpo y la medicina” y “Sobre la melancolía” siguen un modo discursivo que, aunque metódico y riguroso, no dejan de envolvernos y contagiarnos de buena disposición para su lectura por su elevada, nítida y no pocas veces erudita prosa.
En “Palabra y memoria: la suma de una vida” y “Tapioca Inn: de fantasmas y otros horrores”, así como en “Gilberto Owen como nube”, se explora el ensayo literario. Nélida Piñón, Francisco Tario y Gilberto Owen, respectivamente, son revisados a partir de algunas de sus obras más emblemáticas. Paola Velasco tiene el control de sus recursos teóricos y críticos. No divaga: interroga, esclarece y es certera en la mayoría de sus juicios, exigente consigo misma. Esa exigencia, sin embargo, cuando logra olvidarse del resultado y se atiene a las infinitas posibilidades del lenguaje y del ensayo como género bifronte que muestra sus “dos perfiles”, le permite crear —como al reflexionar en una vieja fotografía, en lo aparente de los sentidos, o en una banca del Paseo de la Reforma— criaturas informes de muy rico y variado cuño: centauros que deambulan por veredas aún inexploradas. ®