El incendio del palacio de cristal

Llamaradas de Londres, II

Normalmente Crystal Palace es un bello parque londinense para caminar, hacer un picnic, jugar una cascarita o admirar las esculturas de dinosaurios. Sin embargo, en caso de violentos disturbios en la capital inglesa, mejor quedarse en casa.

El Crystal Palace en el sur de Londres, ca. 1870-1900. Foto de York e Hijo, cortesía de English Heritage.

Como otros días, el jueves 4 de agosto fui a correr al parque de Crystal Palace. Lawrie Park Avenue es una amplia calle residencial de casi nula inclinación, con hileras de fuertes y hermosos árboles. Es una calle tranquila y silenciosa, de poco tráfico, interrumpida por una pequeña glorieta en cuyo centro hay un gran roble rodeado por bancas de madera donde nadie se sienta.

En ambos lados y a lo largo de la calle hay dos largas hileras de casas pertenecientes seguramente a familias de clase media alta. Son más bien lindas casas grandes y caras, algunas de estilo georgiano con franjas de madera oscura, o las llamadas «terraced houses» de dos o más pisos (y, según veo en la imagen de satélite, con jardines traseros y piscinas). También hay multifamiliares provistos por el estado, conocidos en inglés como «council housing» o «estates». Originalmente estas casas, parte central del estado de bienestar británico, habrían sido otorgadas mediante sorteo a miembros de la clase trabajadora y gente con necesidad de apoyo social, pero también recientemente estas propiedades se han vendido a particulares.

Ya casi llegando al parque, justo a la altura de la mini-glorieta, con Border St a la derecha y Chulsa Rd a la izquierda, se pueden ver sus distintivos ladrillos marrones y marcos de ventanas de metal, así como los angostos pasases que llevan a micro-universos habitacionales fuera de la vista de la avenida. Mi recorrido me lleva de Lawrie Park Avenue a Sydenham Avenue, que es la misma calle pero con nombre distinto tras la glorieta del árbol, y cruzando la inclinada Crystal Palace Park Road, tras oprimir el botón del semáforo para que se me asigne el paso peatonal, cruzo por las franjas blancas del piso para entrar al parque, que tiene forma de escudo, como la heráldica de un equipo de futbol (no, el Crystal Palace, fundado en 1905 por los obreros que erigieron el palacio, ya no juega aquí, sino en South Norwood).

Le doy la vuelta al parque subiendo por la derecha, pasando al lado del laberinto de arbustos regalo de las Girl Scouts. Subo hasta el escenario abandonado de metal cobrizo, que tiene un pequeño lago enfrente donde vive una garza, y que no se ha usado para conciertos o teatro en varios años, y luego bajo a la derecha, pasando la escultura sin cabeza que marca el perímetro de lo que fuera el palacio de cristal que se quemó en 1936, cruzando las instalaciones del gimnasio y centro deportivo y su alberca olímpica y su pista de atletismo, todos excluidos de las olimpiadas del 2012 a pesar de su excelente estado, paso la pista de autos de control remoto y bajo hacia el lago de los dinosaurios o “Dinosaur Court” (donde hay esculturas de tamaño natural de prehistóricas bestias, sobrevivientes de la extinción del Crystal Palace), le doy la vuelta y bajo hacia el café y el área de juegos infantiles, de pasto verde perfectamente recortado, donde a esta hora ya juegan varios grupos de niños sobre todo negros y asiáticos, y me encamino a la salida, pera volver a casa por la vía en que llegué.

El fin de semana pasado habíamos hecho un picnic en el parque, a un costado del escenario color óxido, esa estructura reminiscente de Kubrik y su odisea espacial. Varias familias, blancas, negras, asiáticas, con niños y carreolas, pelotas y papalotes, periódicos y perros y patinetas y patines y bicicletas y juegos de cricket y helados, disfrutando de un día de buen clima bajo el cálido pero agradable sol inglés, protegidos por un cielo azul y claro, entre el vuelo y el canto de los pájaros y la férrea estructura de la antena que es la torre Eiffel del sur de Londres y que es como se ubica el Crystal Palace a la distancia. Se respiraba una armonía social libre y generosa, de calma casi total. La ruta de Lawrie Park Avenue ejemplifica la confluencia de dos mundos sociales, culturales, económicos y raciales que habitan en delimitada proximidad. Ese domingo vimos cuatro o cinco adolescentes de piel oscura y de ambos sexos, con ropas coloridas, patinar sin dirección por la calle, riendo a carcajadas.

Lo que ha explotado en Londres y otras ciudades es la realidad de su tejido social, definido por la descomposición moral y cívica consecuencia de la falta de educación, oportunidades laborales, guía paterna y materna y expectativas de vida de un sector de la población urbana.

Pero ese jueves 4 de agosto la policía había disparado y asesinado a Mark Duggan, un hombre negro de 29 años en el vecindario de Tottenham, al otro lado de la ciudad, en el norte de Londres. Para el sábado una protesta pacífica ante la falta de explicación (y básicamente respeto) mostrada por la policía y las autoridades a la familia y amistades de Duggan cambiaría la historia de Londres e Inglaterra para siempre. La marcha en Tottenham se volvió disturbio violento contra la policía y todo aquello que se pusiera a su paso, y pronto pandillas de adolescentes, jóvenes y adultos de varias edades y de todas razas, pero sobre todo pertencientes a grupos étnicos «minoritarios», en su mayoría habitantes de multifamiliares del estado, causarían terror en varias zonas de Londres, Birmingham, Bristol, Manchester, Glouster y otras zonas, saqueando tiendas y destruyendo propiedad pública y privada con la más grande impunidad durante ya 4 días.

Lo que ha explotado en Londres y otras ciudades es la realidad de su tejido social, definido por la descomposición moral y cívica consecuencia de la falta de educación, oportunidades laborales, guía paterna y materna y expectativas de vida de un sector de la población urbana. Lo que para el turista es un «melting pot» maravilloso donde todas las Naciones Unidas pueden convivir en paz en un vagón de tren, para el ciudadano y habitante local es la cotidiana tensión causada por la polarización social (económica, educativa, racial).

Los dinosaurios de Crystal Palace Park, diseñados y construidos por Benjamin Waterhouse Hawkins y Richard Owen en 1854. Foto de Paul Barkshire, cortesía de English Heritage.

La zona de Crystal Palace, donde no ha habido disturbios, combina una demográfica compleja que debe cubrir todo el espectro socioeconómico y étnico. Su historia está definida por la migración y la geopolítica: el Crystal Palace no nació en el sur de Londres, sino en su centro, el parque real de Hyde Park. Su nombre original era el «Palacio de la Gran Exposición de Obras de Industria de Todas las Naciones». Erigido en el otoño de 1850, se trataba de una magnífica y completamente inusual estructura de cristal, eminentemente victoriana, un gigantesco invernadero diseñado por Joseph Paxton para incluir y mostrar, de manera transparente, todas las culturas del mundo bajo un mismo techo de vidrio, en el corazón de la capital del imperio británico.

La exposición universal de 1851 contenida en el palacio de cristal llegó a contener 92,000 visitantes al mismo tiempo, rompiendo todos los récords a la fecha. Fue el primer edificio en contar con sanitarios públicos y logró ganacias netas de 186,000 libras esterlinas (a pesar del estratosférico costo de su producción). Como fenómeno de masas y como edificio público, el palacio de cristal fue un experimento en armonía social: a pesar del alto índice de criminalidad en la época (como lo detalla Henry Maywhew en su London Labour and the London Poor, de 1851), tan sólo 25 personas fueron arrestadas por robos menores (Bryson 2010:50).

Foto de Paul Barkshire, cortesía de English Heritage.

El Crystal Palace estuvo en Hyde Park hasta el verano de 1852, en que se llevó a cabo la titánica labor de re-erigirlo en un nuevo parque, que se llamaría el Crystal Palce Park. 64,000 trabajadores lo armaron y re-armaron tras cuatro intentos fallidos, y aunque se le adaptó a su nuevo entorno el palacio estaba ya exiliado de su lugar privilegiado, en la vecindad del Victoria & Albert Museum, el Royal Albert Hall y el Museo de Historia Natural. En Kensington Gardens todavía sobreviven las puertas del Crystal Palace original, casi invisibles y como monumento al vacío de un fantasma.

El palacio en Crystal Palace Park fue totalmente consumido por el fuego, tras un accidente, en 1936. El parque sigue aquí, y todavía muestra triste las ruinas de lo que alguna vez fue. El espacio dejado por el palacio transparente es fantasmático, definido por esculturas sin cabeza y monumentos a bestias extinguidas, fracaso de la evolución. Como el Crystal Palace, Londres ha presumido orgullosa de contener a todas las naciones en armonía. Los disturbios de agosto han visto a Londres arder, herida, revelando la ruina del imperio y la inequidad estructural que había permanecido hasta ahora latente y callada, como el silencio y la calma de sus calles. El parque permanece, sin embargo, como firme prueba de que la ciudad tiene memoria, y que, sobre todo en días de buen clima, Crystal Palace todavía representa, sin maquillaje, mucho de lo hermoso que en Londres sobrevive. ®

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Publicado en: Agosto 2011, Llamaradas de Londres

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