¿Qué papel ocupan en la sociedad actual los intelectuales? ¿Por qué cree que se ha llegado a una situación de crisis de valores universales y qué remedios pondría para repararlo? La crisis económica parece habernos dejado sin un relato coherente del fenómeno, ¿cómo lo interpreta?
Puede ser que Vargas Llosa tenga razón cuando dice que “los escritores de hoy consideran pretencioso involucrarse en la vida cívica y política”, basta con leer la encuesta publicada por Babelia recientemente en la que se interroga a filósofos, novelistas, músicos y científicos sobre los siguientes temas: ¿Qué papel ocupan en la sociedad actual los intelectuales? ¿Por qué cree que se ha llegado a una situación de crisis de valores universales y qué remedios pondría para repararlo? La crisis económica parece habernos dejado sin un relato coherente del fenómeno, ¿cómo lo interpreta?
A la pregunta ¿Por qué cree que se ha llegado a una situación de crisis de valores universales y qué remedios pondría para repararlo? José Manuel Blecua (director de la Real Academia Española) respondió lo siguiente: “No habría que demonizar la palabra crisis. No tiene por qué ser sinónimo de hundimiento ni de fatalidad. La segunda acepción de nuestro diccionario puede resultar útil para darle un sentido más positivo al término porque no es catastrofista. Dice el DRAE sobre crisis: ‘Mutación importante en el desarrollo de procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales’”.
Con esto señalo que cada uno de los encuestados respondió, como es de esperarse, desde su plataforma particular. Sin duda este carácter heterogéneo enriquece la cartografía de la problemática y sus posibles soluciones y planteamientos. Pero es también esta diversidad de oposiciones lo que estrangula la encuesta sin permitirnos llegar muy lejos. Hay que ver las respuestas que dieron a la misma pregunta Milagros del Corral (delegada de la Unesco para el libro digital) y Elena Poniatowska (escritora mexicana), tal parece que responden a interrogantes distintas. Si bien las dos hablan de valores, también hablan de necesidades disímiles.
Por otro lado, la misma delegada de la Unesco asegura que “La sociedad española no destaca por su aprecio a los intelectuales —de los que tampoco andamos sobrados— y que más bien inspiran recelo”.
La respuesta del escritor Jonathan Franzen no disiente mucho: “No creo que los estadounidenses busquen consejos políticos de los escritores. Para ellos ésa es una idea ridícula, así como pedirle a un fabricante de muebles que arregle el mundo. Su respuesta sería: ‘Así es como yo ayudo, haciendo los muebles lo mejor que puedo’”.
Santiago Auserón (músico) no quiso quedarse atrás: “El intelectual ha quedado fuera de juego a finales del siglo XX. En otro tiempo era el letrado que aconsejaba a los tiranos, el clérigo que intervenía en el control de la moral pública, el pensador de la revolución. Ahora apenas puede ejercer como maestro de escuela o como estrella mediática de quinto orden”.
Y, según Jorge Volpi, “El triunfo de las democracias liberales ha provocado que los ‘intelectuales’ ya no sean las únicas voces críticas que expresen públicamente su opinión, y que en nuestros días sean expertos en ciencias sociales quienes ocupen el foro público”.
La encuesta provocó un verdadero confeti de respuestas, y por increíble que parezca todas responden a tan sólo tres preguntas. No me alarma el discurso de los encuestados, aquí lo inquietante es lo que no dicen, pues tratándose de temas que abordan la problemática mundial se limitaron a lo regional. Esto pone en evidencia la ausencia de una plataforma mundializada a la altura del problema.
Victoria Camps (filósofa) aduce que “Los intelectuales de hoy son los periodistas que escriben artículos de opinión, participan en tertulias y en debates”.
La encuesta provocó un verdadero confeti de respuestas, y por increíble que parezca todas responden a tan sólo tres preguntas. No me alarma el discurso de los encuestados, aquí lo inquietante es lo que no dicen, pues tratándose de temas que abordan la problemática mundial se limitaron a lo regional. Esto pone en evidencia la ausencia de una plataforma mundializada a la altura del problema.
No cuestiono la encuesta de Babelia ni la pertinencia de los intelectuales para el desarrollo social del mundo. Lo que cuestiono, en todo caso, es impuntualidad de las interrogantes. Antes habríamos que preguntarnos bajo cuál enfoque se debe cuestionar. Pero esto parece imposible a menos que analicemos los temas, sí, con la heterogeneidad conveniente, pero bajo una misma teoría que, hasta donde yo sé, no existe, y me parece ocioso tratar de crear una para plantearnos el problema en tanto a valores universales se refiere, pues caeríamos en la misma disyuntiva: ¿cómo concluir qué es lo verdaderamente esencial para todos?
La mundialización no implica similitud en los valores, eso atañe a la cultura propia de cada región. Podemos vestir la misma ropa, escuchar la misma música, tomar la misma bebida, usar los mismos productos tecnológicos pero con el temperamento cultural no podemos, la misma encuesta nos da razón de ello.
Si el escritor renuncia a su postura crítica solamente para evitar asumirse como simpatizante o antagónico a una postura determinada se habrá convertido en el hacedor de muebles de la impertinente analogía de Franzen. Los muebles no cambian al mundo, las ideas sí.
Cuando el Nobel novelista peruano dijo que “los escritores de hoy consideran pretencioso involucrarse en la vida cívica y política” pensaba en autores de humildad simplista. ®