El novio de Ana Rosa

Un asesino de mujeres en Ciudad Juárez

Un escalofriante y doloroso testimonio de uno de los tantos asesinos de mujeres en la ciudad fronteriza. Éste, por fortuna, está preso en una cárcel estadounidense.

© Efe

Ana Rosa nació en Monterrey y a los doce años se fue a la frontera. Estudió la secundaria en la escuela Profesor Norberto Hernández de la colonia Durango, de Ciudad Juárez, Chihuahua. Después entró a un curso de Enfermería en la Cruz Roja que duró el año de 1992. Al año siguiente consiguió empleo en la maquiladora Río Bravo del Parque Industrial Bermúdez, cerca de las instalaciones del canal 56 de la televisión, por donde se ven nubes gigantes de polvo. Para ese octubre ya estaba de novia con De la Paz, por entonces operador en la maquiladora y asesino de mujeres en la frontera, hoy preso en Estados Unidos. En febrero de 1994 se juntaron y acabaron en un cuarto de la casa de la hermana de él, en Villas de Salvárcar.

Iniciaron una rutina hasta que en junio de 2005 De la Paz vomitó la bazofia que tenía dentro y empezó a hablar acerca de las mujeres. Lo primero que le dijo a Ana Rosa fue que un día Édgar lo halló tirado en la calle por falta de droga y lo invitó a tirar unas bolsas de costales de papas a cambio de darle droga. De la Paz fue dos veces a tirar costales por los rumbos del Cerro del Cristo Negro, hasta que en la tercera ocasión la bolsa de color negro de las supuestas papas se rompió, y como había luna el reflejo descubrió el rostro de una mujer sin vida. Mientras Ana Rosa escuchaba se le iba arrugando el sentimiento.

La vez que fueron a tirar las bolsas Édgar notó que había más mujeres muertas y tiradas, cerca de líquidos fecales estancados en un charco. De la Paz le contó a Ana Rosa que fueron a la cajuela del carro y sacaron unas palas para enterrar a las mujeres que iban en los costales de papas.

La vez que fueron a tirar las bolsas Édgar notó que había más mujeres muertas y tiradas, cerca de líquidos fecales estancados en un charco. De la Paz le contó a Ana Rosa que fueron a la cajuela del carro y sacaron unas palas para enterrar a las mujeres que iban en los costales de papas.

Al final a una le quedó un dedo de fuera, por lo que De la Paz lo ocultó con una piedra. El Cala y Édgar le dijeron a De la Paz que si decía algo le iba a pasar lo mismo a su hermana y a las hijas de ésta. De la Paz le aseguró a Ana Rosa que siguió con ellos debido a esta amenaza y a que le proporcionaban droga a cambio de cargar los cadáveres de las muchachas. Antes de hacerlo, De la Paz se drogaba con pastillas Roche, mientras El Cala y Édgar lo hacían con cocaína.

De la Paz siguió acudiendo las tardes y noches de ocio con El Cala y Édgar por la amenaza que le habían hecho, y porque además le daban droga a cambio del trabajo; el segundo le proporcionaba, sobre todo, pastillas Roche. De la Paz le relató a su novia Ana Rosa que en una ocasión sus socios llegaron por él con una muchacha inconsciente en el asiento trasero del carro, a la cual habían levantado por el rumbo de Tierra Nueva. De la Paz se subió y el coche arrancó en dirección a un lugar oscuro en medio de casas deshabitadas y pasadizos malolientes. Cuando estaban estacionando el coche, la muchacha reaccionó y rasguñó en la cara a De la Paz, que venía a su lado en el asiento trasero. Al ver el hilo de la cicatriz del rasguño Édgar le dijo a De la Paz que violara a la muchacha. De la Paz la amarró y Édgar sacó un cuchillo… Ana Rosa dice que De la Paz le contó que la muchacha ya estaba muerta cuando la violaron Édgar y El Cala. Al final, ambos le gritaron a De la Paz que era un pendejo y que de ese momento en adelante ellos iban a hacer el trabajo y él solamente las iba a tirar.

De la Paz le contó también a Ana Rosa que, por lo regular, Édgar, corazón de hielo, era el que invitaba a las muchachas a subirse a los carros. Las que se negaban eran subidas a la fuerza. En el coche solían traer cerveza y droga. Primero drogaban a las muchachas y luego las llevaban a cualquier sitio del desierto. Édgar y El Cala las violaban, y el primero era el que al final solía matarlas, aunque El Cala ahorcó por lo menos a una. De la Paz le juró a Ana Rosa que él nunca había matado ni violado a ninguna, que él sólo las tiraba.

Luego soltó una coz. ®

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Publicado en: Agosto 2011, Apuntes y crónicas

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